tOMADO DE ESGLOBAL
LA OTRA CARA DE LOS MEGAEVENTOS DEPORTIVOS
El lado menos difundido de los mayores
acontecimientos del mundo del deporte en los que se unen competición, marketing
y proyeccción mediática.
Por
Hernán D´Alesiio
"Las grandes competiciones deportivas
internacionales generan ingresos millonarios para los países
organizadores"
TODO LO CONTRARIO.
Para persuadir de la conveniencia de acoger fiestas
deportivas de escala como los Juegos Olímpicos y los Mundiales de Fútbol, los
gobiernos anfitriones suelen acudir a la economía para justificar las
suculentas inversiones; prometen a sus ciudadanos que los torneos generarán
inéditos flujos de turistas ávidos de compras y miles de nuevos puestos de trabajo
que permitirán recuperar lo gastado.
Los números de los eventos más recientes -recuérdese
que bajo el contexto de la mayor crisis financiera internacional de los últimos
80 años- realmente impresionan. El gobierno ruso invirtió para las Olimpíadas invernales
de Sochi 2014 más de 50.000 millones de dólares, una cifra que eclipsó los
montos destinados por China y el Reino Unido para los Juegos de Verano de 2008
y 2012 -40.000 y 17.000 millones de dólares, respectivamente-. Aunque no hay
como la inversión de más de 100.000 millones de dólares para celebrar el
controvertido Mundial de Fútbol de 2022 anunciada por el diminuto pero poderoso
Qatar, que desde hace años organiza torneos de tenis y golf, una jornada del
Mundial de Motociclismo y un Rally, además de patrocinar al FC Barcelona a
través de la Qatar Foundation y ser dueño del París Saint-Germain FC.
En el libro Soccerconomics, el periodista Simon Kuper
y el economista Stefan Szymanski demostraron que, durante la celebración de los
megaeventos, en los países anfitriones no aumentan la afluencia de turistas ni
las fuentes de trabajo. En cuanto a las visitas, advierten que en realidad una
buena parte del total proviene del mismo país y que, en caso de no haber
existido los Juegos Olímpicos o el Mundial, hubieran gastado su dinero en ir al
cine o a un restaurante. Además, su consumo de salchichas, cerveza y objetos de
recuerdos -que tampoco suponen grandes aluviones de dinero- implica que
invierten menos en otros campos de la economía, lo cual contrapesa los ingresos
derivados del acontecimiento deportivo. A ello se suma que no todos los
turistas extranjeros viajan al país en cuestión para ver las competiciones en
concreto y que -como se dio durante el Mundial de Fútbol de Alemania 2006 y las
Olimpíadas de Londres 2012- muchos residentes marchan al extranjero durante los
certámenes para evitar la locura de los megaeventos.
En lo referente a la creación de nuevos puestos
laborales, las cifras son modestas. La mayor parte se da en el terreno de la
construcción donde las empresas del rubro habitualmente emplean a trabajadores
migrantes que son sometidos a una amplia gama de abusos y explotación. La
muerte de 8 obreros durante las reformas de estadios de fútbol para Brasil 2014
y las denuncias acerca de las condiciones de los trabajadores contratados por
el Gobierno ruso para acondicionar Sochi y por Qatar para crear la
infraestructura necesaria para el Mundial de Fútbol hablan de la calidad de los
empleos creados.
"En concreto, si una ciudad debe tener un presupuesto
equilibrado, gastar más en un estadio querrá decir menos en hospitales y
escuelas", concluyeron Kuper y Szymanski. Algo que tuvieron claro los
manifestantes brasileños que paralizaron su país durante la Copa FIFA
Confederaciones 2013.
"Los megaeventos deportivos son buenos para
los residentes porque mejoran la infraestructura de las ciudades"
VERDAD A MEDIAS.
Otro de los argumentos en los que se apoyan líderes
políticos, dirigentes deportivos y empresarios para que la población de un país
acepte los presupuestos destinados a financiar la realización un megaevento
deportivo es que se trata de una oportunidad única; motivos como mejoras del
transporte y de las terminales para aviones y trenes, del acceso al mercado de
la vivienda, de las redes de comunicaciones y de los espacios públicos en las
ciudades sede.
Posiblemente el de Barcelona constituya el ejemplo más
exitoso de todos los centros urbanos que alguna vez han albergado un
megaevento; los Juegos Olímpicos de 1992 sirvieron para renovar su sistema de
transportes y telecomunicaciones y lavar la imagen de la ciudad mediante la
inauguración de parques públicos y la recuperación de playas y de su paseo
marítimo.
Pero no toda la herencia de los megaeventos es igual
de fructífera. En Atenas, si bien las Olimpíadas de 2004 dejaron un aeropuerto
nuevo, una red de autopistas y una línea de subterráneos, las críticas han
apuntado a la falta de un plan de desarrollo post-olímpico. Además, buena parte
de las instalaciones deportivas construidas para el evento resultó muy costosa
para mantener -más aún para un país actualmente en quiebra como Grecia- y que
se encuentra en estado de desuso y abandono.
Sin embargo, más allá del legado en materia de
infraestructura, suele ocurrir que, aprovechándose del estado emocional en el
que ingresan los ciudadanos en tiempos de estos grandes acontecimientos
deportivos, los gobiernos emprenden importantes procesos de reurbanización. Su
herencia social y medioambiental es motivo de encendidas críticas y, por lo
general, provocan una fuerte presión inmobiliaria y sostenidos aumentos en los
valores de las propiedades.
Por ejemplo, luego de que en 2009 el Comité Olímpico
Internacional (COI) consagrase a Río de Janeiro como sede de los Juegos de
Verano de 2016, durante los dos años siguientes se registraron en la ciudad
carioca aumentos de más del 100% en el valor de venta de las viviendas y
superiores al 70% en la cotización de los alquileres. En adelante, grandes
ingresos de capital fueron destinados al sector inmobiliario de Río; inversiones
que, en especial, ejercieron presión sobre las millones de personas de bajos
recursos que viven en los asentamientos habitacionales espontáneos o favelas.
Las grandes constructoras han aprovechado la ocasión para hacer sus propios
negocios, levantando edificios de oficinas, emprendimientos turísticos y
condominios para las clases medias y altas: las residencias que albergarán la
Villa de los Atletas en el acomodado Barra de Tijuca serán viviendas de lujo
puestas a la venta una vez finalizadas las Olimpíadas.
Con estos indicios y el incremento en el valor de las
propiedades en otras ciudades recientemente olímpicas como Beijing, Londres y
Sochi, no son pocos los economistas que vinculan la realización de los grandes
eventos deportivos con la generación de burbujas crediticias de carácter
especulativo.
A ello se suma que, a contramano de las promesas
iniciales, buena parte de las competiciones deportivas internacionales más
recientes se han caracterizado por la construcción de los denominados 'elefantes
blancos', expresión en referencia a los enormes y costosos estadios que se
levantan para los megaeventos pero que rara vez son vueltos a utilizar. Como
ejemplo, el célebre Nido de Pájaro utilizado por Beijing para la apertura y
clausura del evento olímpico de 2008.
Otro de los aspectos controvertidos que se vinculan
con la construcción de este tipo de infraestructuras está dado por las
recurrentes sospechas de sobreprecios que involucran tanto a dirigentes
políticos y deportivos como a empresas. La remodelación del estadio Maracaná
-bajo el 'estándar FIFA' que tanto ha enojado a los ciudadanos brasileños-
costó al erario público unos 600 millones de dólares… y, sin embargo, será un
consorcio privado el que explotará el mítico templo deportivo en los próximos
35 años.
"Los Juegos Olímpicos y los Mundiales de
Fútbol favorecen la imagen país"
CIERTO, PERO CUIDADO CON EL 'EFECTO CNN'.
Los grandes acontecimientos deportivos constituyen una
extraordinaria plataforma desde la cual es posible mostrar al resto del mundo
los aspectos positivos de un país. Periodistas, fotógrafos y camarógrafos de
todo el mundo acuden a estas citas no sólo para informar acerca de lo que
sucede en los campos de juego; también, y durante el evento, publican
reportajes sobre otros aspectos de la vida de la sociedad anfitriona: el
funcionamiento de la economía, los niveles de seguridad ciudadana o la limpieza
en las calles entre otros temas. Los Juegos de Roma 1960 y Tokio 1964 sirvieron
a italianos y japoneses, respectivamente, como una ocasión propicia para
certificar su reingreso en el concierto internacional y mostrarse como pueblos
pacíficos, democráticos y abiertos que habían dejado atrás el militarismo de
décadas pasadas.
En la actualidad, la mayoría de los políticos que
"venden" la idea de que acoger una Olimpíada o un Mundial es una
oportunidad inmejorable para fortalecer ese producto intangible que es la
'marca país' presume que los megaeventos deportivos sirven para mostrar al
planeta que su país cumple metas y plazos, que es un sitio seguro como plaza
para los negocios y como plataforma para reuniones diplomáticas y que -como
resumió Lula cuando Río de Janeiro se convirtió en sede olímpica- "juega
en primera".
Aun así, durante el tiempo de duración del
acontecimiento todo debe salir a la perfección. En 1972 la por entonces
República Federal Alemana organizó los Juegos Olímpicos con el objeto de
revertir el espantoso legado de su predecesor en tierras teutonas, Berlín '36,
celebrado bajo pleno terror nazi. Pero el asesinato de 11 deportistas israelíes
a manos de una organización terrorista pro-palestina reveló gruesas fallas en
los operativos de seguridad y de rescate que mancharon de sangre a una fiesta
previamente concebida por los alemanes occidentales para limpiar su imagen ante
el mundo.
Además, los estos megaeventos pueden dejar en
evidencia situaciones graves que el Gobierno organizador quiere evitar que se
muestren en el exterior. Contrariamente a lo que pretendían los responsables de
la última dictadura militar argentina, las revelaciones de la prensa extranjera
sobre violaciones sistemáticas de los derechos humanos antes, durante y después
del Mundial de 1978 incrementó la presión internacional sobre el régimen. Del
mismo modo, periodistas y organizaciones defensoras de los derechos humanos han
aprovechado las jornadas de Fórmula 1 celebradas durante los últimos años en
Bahrein para dar a conocer en el exterior la represión ordenada por la
monarquía contra una parte de su población.
En síntesis: durante un megaevento se multiplican en
el resto del mundo las imágenes del país anfitrión. Pero puede que no sólo se
publiquen los rasgos positivos sino también aquellos que los políticos locales
quieren evitar que se exhiban. Cuando un atentado, un delito o el estallido de
expresiones antigubernamentales ocurren en medio de un certamen internacional
de tan alta exposición mediática, crece la posibilidad de que el país no sea
percibido en el exterior tan seguro como se promete a turistas e inversores y
que quede reflejado que las cosas no marchan tan bien como se pretende contar.
"El blindaje policial y militar de los países
sede se debe al temora los ataques terroristas"
SÓLO EN PARTE.
Desde Múnich '72, el principal y serio riesgo
esgrimido por los gobiernos anfitriones suele ser el terrorismo. Ante dicho
temor, las fuerzas de seguridad comenzaron a tener una participación más
importante para cuidar a atletas y espectadores. Los atentados del 11-S
supusieron un punto de inflexión en la materia: para los Juegos de Invierno de
Salt Lake City de 2002, la Administración de George W. Bush hizo de la villa
olímpica una auténtica fortaleza militar custodiada por más de 15.000 hombres,
helicópteros Black Hawk y aviones de combate.
Para los recientes Juegos de Invierno, y con el
antecedente inmediato de un par de atentados terroristas en Volgogrado, el
Gobierno ruso implementó el dispositivo de seguridad más grande de la historia
olímpica. Se desplegaron unos 50.000 policías y soldados, más del doble de los
utilizados durante Londres 2012, todo ello a pesar de que la población en la
capital inglesa es 20 veces superior a la de Sochi.
Sin embargo, no se trata sólo de estrategias
antiterroristas. Por lo general, los gobiernos anfitriones aprovechan estos
megaeventos para intensificar el control social y la represión contra
movimientos de oposición, sea que se trate de disidentes políticos,
ambientalistas o indigenistas, incrementando las tareas de vigilancia a través
de cámaras de seguridad, vehículos aéreos no tripulados y personal de empresas
de seguridad privadas.
Además, desde que en la década de los ochenta los
organismos deportivos internacionales elevasen los requisitos para la
aprobación de las ciudades candidatas, los políticos vienen anteponiendo la
estética de las urbes a las necesidades de la población. De acuerdo con el
Centro sobre los Derechos de la Vivienda y los Desalojos (COHRE por sus siglas
en inglés) los preparativos para los grandes acontecimientos deportivos
-también megacumbres políticas y económicas, exposiciones universales y hasta
concursos internacionales de belleza- suelen acentuar los desalojos forzosos,
carentes de salvaguardas jurídicas y de compensaciones. Durante los últimos
años el COHRE ha publicado distintas investigaciones que dan cuenta de los
desplazamientos de miles de familias con ocasión de las Olimpíadas de Seúl
1988, Atlanta 1996, Sidney 2000, Atenas 2004, Beijing 2008 y del Mundial de
Fútbol de Sudáfrica 2010.
Ante la proximidad del Mundial de Fútbol y de los
Juegos Olímpicos en suelo brasileño, la Oficina del Alto Comisionado para los
Derechos Humanos de la ONU ha advertido acerca de la tentación que podría
suponer para las autoridades movilizar a las unidades policiales y militares
-eufemísticamente denominadas 'pacificadoras'- con el fin de "higienizar"
y "limpiar" las calles de pobres, vagabundos y toxicómanos, que
podrían ser relocalizados sin su consentimiento fuera de las ciudades sede… y
de la vista de los miles de turistas.
"Los derechos humanos están en la agenda de
los organismos deportivos internacionales"
SÍ, AUNQUE QUEDA MUCHO POR HACER.
"Somos una organización basada e impulsada por
valores", afirmó recientemente el flamante presidente del COI, el alemán
Thomas Bach, quien ha subrayado que entre los principios de la Carta Olímpica
se destacan el compromiso con el mantenimiento de la dignidad humana y el
rechazo a cualquier forma de discriminación. Pero cuando se preguntó a Bach por
la controvertida ley 'anti-gay' rusa que prohíbe "la propaganda de
orientaciones sexuales no tradicionales" frente a menores, el mandamás
olímpico dijo que su organización sólo se hacía responsable de los asuntos
relacionados con los Juegos.
En materia de derechos humanos, las principales
acusaciones contra las federaciones deportivas internacionales tienen que ver
con que sus miembros no suelen poner tanto énfasis para presionar a los
gobiernos anfitriones, que son quienes llevan adelante situaciones de desalojo
como las arriba mencionadas, abusos a trabajadores inmigrantes que trabajan en
la construcción de infraestructura e intimidaciones a periodistas y activistas
opositores.
Sin embargo, durante los últimos años se han
registrado algunos progresos. La Federación Internacional de Fútbol (FIFA), por
ejemplo, lanzó en 2002 la campaña mundial contra el racismo, que tiene lugar en
todos los torneos que organiza la entidad. También, haciéndose eco de las
denuncias por las condiciones laborales de inmigrantes que trabajan en la
construcción de estadios para Qatar 2022, recientemente esta organización
mantuvo un encuentro con una delegación de la Internacional de Trabajadores de
la Construcción y la Madera. En la misma dirección se habría dirigido la
suspensión por 10 partidos oficiales -que le impedirán disputar la fase final
de la Copa Mundial- al jugador croata Josip Simunic luego de que, tras el
término de un partido de eliminatorias, exclamara un grito atribuido a los
sectores nacionalistas acusados de asesinar a miles de serbios, judíos y
gitanos entre 1941 y 1945.
"El COI y la FIFA han iniciado un proceso de
reformas"
PERO NO ILUSIONARSE DEMASIADO.
Ante el temor de que los escándalos por corrupción (en
especial aquellos vinculados con la compra de votos para la elección de las
sedes, como ha sucedido con las designaciones de los Mundiales de Fútbol Rusia
2018 y Qatar 2022, inédita y controversialmente seleccionadas en simultáneo)
pudieran empujar a entidades deportivas internacionales de la magnitud del COI
y de la FIFA a un estado de desprestigio y de descalabro económico sin retorno,
sus principales dirigentes vienen anunciando la introducción de cambios e
innovaciones para hacer transparentes sus actividades. En 1999, por ejemplo, el
COI prohibió a sus miembros que visiten las ciudades candidatas, luego de
conocerse que integrantes de la entidad habían recibido dinero, empleos y becas
de estudio para sus hijos a cambio de apoyo para la candidatura de los Juegos
de Salt Lake City 2002.
El desembarco de las grandes multinacionales durante
las últimas décadas en los grandes eventos ha hecho de la práctica deportiva un
negocio millonario, y ello ha multiplicado las sospechas por casos de sobornos,
tráfico de influencias y dopaje. En este sentido, la propia FIFA ha reconocido
que miembros de la entidad como su ex presidente Joao Havelange, su yerno,
Ricardo Teixeira -titular de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF)- y el
ex mandamás de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CONMEBOL), Nicolás
Leoz, recibieron pagos de la empresa de marketing deportivo y medios de
comunicación ISL, vinculada a su vez con Adidas, socia de la FIFA y destino
laboral previo de Joseph Blatter y de Thomas Bach, los actuales presidentes de
la FIFA y del COI, respectivamente.
La FIFA, el COI y más de 50 instituciones deportivas
internacionales tienen su sede en Suiza, donde las federaciones gozan de generosas
exenciones fiscales a pesar de sus millonarios patrimonios. Pero la Federación
de fútbol ha respondido a las acusaciones de corrupción con una serie de
renuncias de miembros del Comité Ejecutivo y la incorporación de modificaciones
en su Código de Ética y de instancias de control contable y responsabilidad. La
falta de auditorías independientes y la escasa predisposición a investigar a
fondo asuntos oscuros del pasado habrían llevado a que organizaciones
anticorrupción como Transparencia Internacional (TI) y periodistas críticos de
la gestiones de Havelange y Blatter desistan de sumarse a las iniciativas
reformistas.
En materia de gobernanza, las reformas en la FIFA
también han sido muy tímidas. La institución viene descartando la posibilidad
de limitar la edad y el período de los mandatos en los cargos, dar publicidad a
los salarios y bonos de sus miembros directivos y permitir observadores
independientes en el seno de su Comité Ejecutivo. Además, la entidad dueña del
fútbol profesional mundial registra una muy baja presencia de mujeres en
puestos de peso: fue recién en 2012 que la burundesa Lydia Nsekera se convirtió
en la primera representante femenina en integrar el Comité Ejecutivo. Los 24
miembros restantes son varones.