Tomado de El País
La ONU exige al Papa que
entregue a los pederastas y blinde a los niños
En un duro
informe, acusa al Vaticano de poner a los menores en “alto riesgo de abuso
sexual”
Roma se defiende:
“Es un ataque al ejercicio de la libertad religiosa”
Por Pablo Ordaz
a no son las víctimas, ni los periódicos, ni siquiera el
propósito de enmienda —tímido y tardío—que Benedicto XVI ensayó en la agonía de
su papado. Ahora es nada más y nada menos que la Organización de Naciones
Unidas (ONU) la que, a través de un durísimo informe de la Comisión sobre los
Derechos del Niño, acusa al Vaticano de haber dejado solos a los niños en manos
de los sacerdotes pederastas. La ONU acusa a la Santa Sede de no haber
reconocido jamás “la magnitud de los crímenes sexuales” cometidos por parte de
sus religiosos y de “no haber tomado las medidas necesarias para proteger a los
menores”. El resultado, según la comisión, es espeluznante: los abusos “se
siguen cometiendo de forma sistemática mientras la inmensa mayoría de los
culpables disfruta de total impunidad”. La Comisión sobre los Derechos del Niño
exige al Vaticano que “destituya de sus cargos y entregue a la policía a todos
aquellos que sean culpables de abusos sexuales a menores”, para lo cual pide
que haga público el contenido de sus archivos.
Hay párrafos del
informe, dado a conocer ayer en Ginebra, que señalan directamente a la
jerarquía católica como responsable de las “decenas de miles de casos” que se
han producido y se siguen produciendo. Según asegura la ONU ahora, y ya antes
habían denunciado hasta la saciedad —y ante la sordera de la Iglesia— las
víctimas de pederastia, el Vaticano ha utilizado desde hace décadas la táctica
de transferir “de una parroquia a otra, o a otros países, a abusadores de niños
bien conocidos, en un intento por encubrir sus crímenes”. Una práctica
“documentada por varias comisiones nacionales de investigación” que, además de
revestir a los culpables de total impunidad, provoca un efecto aún más devastador:
“La movilidad de los responsables”, explican los expertos del Comité sobre los
Derechos del Niño, “ha permitido a muchos sacerdotes mantenerse en contacto con
menores y continuar abusando de ellos. Hay todavía muchos países donde los
niños siguen padeciendo alto riesgo de abuso sexual. Se ha reportado —insiste
el informe— que decenas de responsables de abusos sexuales siguen en contacto
con niños”.
Benedicto XVI.Su papado se vio
marcado por los casos de pederastia. Uno de los más destacados fue el de 2009
sobre décadas de abusos y malos tratos en orfanatos, reformatorios y escuelas
de propiedad o dirigidas por miembros de la Iglesia católica en Irlanda. El
actual Papa emérito decretó la tolerancia cero con los abusos tras ser acusado
de encubrir a pederastas durante sus años como prefecto de la Congregación para
la Doctrina de la Fe.
Guía interna. En 2010, el Vaticano publicó su guía
interna contra los abusos. En ella exhorta a los obispos a denunciar a los
pederastas a la justicia ordinaria.
Simposio. El Vaticano reunió en 1012 a
superiores de órdenes religiosas, obispos y víctimas de abusos.
Francisco. Al poco de iniciar su
pontificado, el Papa cambia el reglamento jurídico del Estado Ciudad del
Vaticano y endurece las penas para los abusos de menores. En diciembre se creó
una comisión específica.
ONU. El 16 de enero pasado, el
portavoz del Vaticano en la ONU compareció ante un grupo de expertos, pero
eludió el asunto.
La presidenta del Comité, la noruega Kirsten Sandberg,
realizó unas declaraciones a la altura de la dureza del informe: “El Vaticano
infringe la convención sobre los Derechos del Niño, porque no hizo todo lo que
tendría que haber hecho para proteger a los menores. Y no estamos hablando de
simples recomendaciones de buenas prácticas, sino de que el Vaticano viola la
Convención —a pesar de haberla ratificado en 1990—porque no protege a los niños
a pesar de que existe la posibilidad de hacerlo. Frente al escándalo de la
pederastia, las autoridades eclesiásticas impusieron un código de silencio y
prefirieron preservar la reputación de la Iglesia y proteger a los responsables
por encima del interés supremo de los niños”.
El informe se produce dos semanas después de que el
representante de la Santa Sede ante la ONU, el arzobispo Silvano Tomasi,
acudiese a Ginebra para declarar ante la comisión, pero ni aportó datos ni
mostró una preocupación acorde con la gravedad del problema y con las
directrices que, al parecer, ha cursado el papa Francisco. Tomasi dijo entonces
que sí, que se trata de “un hecho especialmente grave”, pero que abusadores
también hay “entre los miembros de las profesiones más respetadas del mundo”.
Ayer, al conocer el contenido del durísimo informe, monseñor Tomasi declaró:
“La primera reacción es de sorpresa porque parece que ya estuviera preparado
antes del encuentro de hace dos semanas entre el comité y la delegación de la
Santa Sede. En el informe falta una perspectiva correcta y actualizada de la
actuación de la Iglesia, que ha realizado una serie de cambios en relación a la
protección de los niños difícil de encontrar al mismo nivel en otras
instituciones o Estados (…). Se habla de 40 millones de casos de abusos
sexuales a niños en el mundo. Por desgracia, algunos de ellos afectan a
personas de la Iglesia. ¡Pero la Iglesia ha respondido y reaccionado! ¡Y lo
seguirá haciendo!”. Por su parte, el portavoz del Vaticano, padre Federico
Lombardi, aseguró durante su visita a Madrid que “en los próximos días o
semanas”, el Vaticano explicará el funcionamiento de una nueva comisión creada
al efecto por mandato del papa Francisco.
Una nota de la oficina de prensa del Vaticano, sin embargo,
informó de que el Vaticano “lamenta ver en algunos puntos del informe un
intento de interferir en las enseñanzas de la Iglesia católica sobre la
dignidad de las personas y el ejercicio de la libertad religiosa”, si bien
aseguró que “toma nota” y reiteró el “compromiso de defender y proteger los
Derechos del Niño, en línea con los principios promovidos por la Convención”.
A este respecto, uno de los expertos de la ONU, Benyam
Mezmur, puso de manifiesto las contradicciones del Vaticano: “Por un lado dicen
que no pueden ser responsables por cada delito que cometen los católicos en el
mundo, pero al mismo tiempo se niegan a cooperar con las autoridades de cada
país. No se puede actuar por ambas vías. O se tiene influencia sobre el clero o
no. Y la evidencia demuestra que sí hay influencia”.
Durante el
vuelo de regreso de Río de Janeiro, cuando le preguntaron por monseñor Nunzio
Scarano, el alto cargo del Vaticano acusado de blanquear grandes cantidades de
dinero sucio a través del IOR –el Instituto para las Obras de Religión (IOR)--,
el papa Francisco dijo: “No lo han detenido por ser la beata Imelda”. Jorge
Mario Bergoglio mostraba así su desprecio público por quien, aprovechándose de
los privilegios del Vaticano, se enriquecía y enriquecía a sus poderosos amigos
–empresarios, políticos, tal vez mafiosos— bajo el manto protector de la
Iglesia. Aquellas palabras, seguidas de una disposición jamás antes vista a
colaborar con la justicia italiana –de hecho, Scarano sigue en la cárcel--,
fueron saludadas por quienes están convencidos de que Bergoglio irá más allá de
las frases de impacto.
Ahora
tiene la oportunidad de demostrarlo. El pozo negro de la Iglesia católica no es
el banco del Vaticano con su historia de crímenes y sus cuentas aún ocultas, ni
las peleas de poder entre cardenales que amargaron el pontificado a Joseph
Ratzinger. El pecado mortal del Vaticano, ese que, según la ONU, se sigue
cometiendo cada día, sin señales de arrepentimiento verdadero ni de propósito
de enmienda, es el de los abusos a menores. Por tanto, la pederastia en el seno
de la Iglesia, ese delito infame que ha arruinado la vida a millones de
personas desde hace décadas, está llamada a ser la piedra de toque del
pontificado de Francisco. Lo que ha denunciado ahora la Convención sobre los
Derechos del Niño no es, desgraciadamente, ninguna novedad. Marie Collins, una
mujer irlandesa que padeció de niña los abusos de un sacerdote, se lo contó en
febrero de 2012 a los representantes de 110 conferencias episcopales llamados a
Roma por Benedicto XVI para ver si se enteraban de una vez –o sea, para que
dejaran de hacerse los locos de una vez— de esa tragedia tremenda, de ese
crimen vergonzoso. Pero sí tiene que ser una novedad la manera en que la
Iglesia afronte esa vergüenza mundial.
Si
Ratzinger utilizó sus escasas fuerzas para intentar cambiar de rumbo la actitud
de la Iglesia después de que Juan Pablo II amparase y protegiese a uno de los
más grandes pederastas de la Iglesia, el padre Marcial Maciel, fundador de los
Legionarios de Cristo, Jorge Mario Bergoglio no tiene más remedio que ir mucho
más allá. La comisión que ha encargado y que, según todos los indicios,
dependerá de la Congregación para la Doctrina de la Fe, no puede adormecer de
nuevo el problema, esconderlo tras presunciones de inocencia, correcciones
fraternas ni falsos secretos de confesión. Y la casualidad ha querido que,
durante estos días, los Legionarios de Cristo estén reunidos en Roma para
decidir el futuro de la congregación después del gran golpe de descrédito
provocado por los crímenes de Maciel, un santón con pecados suficientes como
para agotar las llamas de tres infiernos.
Dice el
arzobispo Silvano Tomasi que pederastas los hay también en las instituciones
más prestigiosas. Puede ser. Pero ninguna de esas organizaciones ha tenido –y
tiene, según la ONU-- un sistema tan eficaz para esconder a los culpables, un
mecanismo tan macabro para convertirlos en culpables a través de la culpa y una
demarcación tan grande --el mundo entero -- no sólo para ocultar a los
criminales, sino para permitirles que sigan poniendo sus sucias manos sobre
niños indefensos. Francisco, el hombre del año, puede convertirse en el hombre
del siglo si es capaz de poner freno a la infamia.