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sábado, 7 de marzo de 2015

Brecha socio-económica sigue dejando atrás a Afroamericanos e hispanos en EEUU

Tomado de The Wall Street Journal

25 años después, los afroamericanos e hispanos de EE.UU. siguen siendo más pobres que el resto

Por Neil Shah
Del blog Real Time Economics

Hace 25 años, había una brecha muy evidente en Estados Unidos entre los negros y los hispanos por un lado y los blancos por el otro. Poco ha cambiado, según un nuevo informe.
Las familias compuestas por caucásicos siguen teniendo el doble de probabilidades que las de hispanos y negros de poseer un patrimonio —activos menos pasivos— por encima de la media estadounidense, según un informe de los economistas William Emmons, Bryan Noeth y Ray Boshara en el Banco de la Reserva Federal de St. Louis. El estudio analizó datos entre 1989 y 2013 tomados del Sondeo de Finanzas del Consumidor del banco central estadounidense.
Los investigadores hallaron que los niveles de riqueza media de las familias hispanas y negras son cerca de 90% más bajos que los de las familias blancas. Los niveles de ingreso familiar medio de los dos grupos históricamente en desventaja son 40% más bajos, indicó la Fed de St. Louis.
En 1989, el patrimonio medio de una familia blanca era de US$130.102. En 2013 era de US$134.008, luego de ajustarlo por inflación. Para una familia asiática, las dos cifras fueron US$64.165 y US$91.440. Para una familia hispana fueron US$9.229 y US$13.900. Para una familia negra, US$7.736 y US$11.184.
Los investigadores de la Fed de St. Louis dijeron que no hay diferencias en los niveles de edad o educación que expliquen las disparidades raciales y étnicas en el patrimonio; estas persisten si se mira a afroamericanos, hispanos y blancos de mayor edad y con mayor nivel de educación.
Dicho de forma más simple, las brechas en el ingreso y patrimonio medio entre afroamericanos e hispanos y blancos siguen siendo amplias y no han cambiado mucho en 25 años.
Las conclusiones son las más recientes que muestran que aunque la economía estadounidense está finalmente tomando impulso seis años después de la Gran Recesión, muchos negros e hispanos, y de hecho muchos en la clase media del país, están quedando rezagados.
A fines del año pasado, un estudio del Pew Research Center también resaltó el hecho de que si bien los niveles de riqueza general de EE.UU. estaban batiendo récords, esto ocultaba las persistentes diferencias raciales y étnicas.
La falta de mejoras entre los afroamericanos y los hispanos es más sorprendente cuando se compara con la trayectoria de las familias asiáticas.
Ellos, también, tienen el doble de probabilidades que las familias hispanas y negras de tener un patrimonio por encima del promedio.
Sin embargo, además de eso, las brechas entre los asiáticos y los blancos estadounidenses se están reduciendo. La riqueza media de los asiáticos podría incluso superar pronto la de los blancos, gracias en parte al alza de los niveles de educación de los jóvenes de ese grupo étnico. (El ingreso medio de los asiáticos ya ha superado el de los caucásicos.)
Al igual que los blancos estadounidenses, las familias asiáticas tienen unos balances que son mucho más altos que los de las familias hispanas y negras, lo que las ayuda a amortiguar emergencias financieras que pueden llevar a una cesación de pagos de deudas o a obtener préstamos más costosos. Los blancos y los asiáticos, señaló la Fed de St. Louis, también son más propensos a poseer inversiones en acciones y bonos, viviendas y vehículos.


domingo, 1 de febrero de 2015

Desigualdad social permanece inmóvil en Latinoamérica a pesar de década dorada de altos precios de materias primas

Tomado de El País
10 de los 15 países más desiguales del mundo están en Latinoamérica

El eterno lastre de la desigualdad

Los avances en América Latina en la reducción de la pobreza peligran. El menor crecimiento económico obliga a replantear programas de inversión y políticas públicas

Por Alicia González

Latinoamérica es reconocida por ser una de las regiones del mundo donde la pobreza y la desigualdad se han reducido más enérgicamente en las últimas décadas y, pese a todo, no consigue dejar de liderar los ránking de pobreza y disparidad de rentas entre los países en desarrollo. Algunos estudios señalan que los avances, realmente, han sido menos vistosos de lo que pudiera parecer a primera vista y que la pobreza “persiste como un fenómeno estructural que caracteriza a la sociedad latinoamericana”, según apunta la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Entre 70 y 90 millones de personas han dejado atrás la pobreza en la última década, según el Banco Mundial, pero los ciudadanos de la región que ganan menos de cuatro dólares al día son todavía muy numerosos, demasiados. La CEPAL estima que en 2014 el 28% de los latinoamericanos vivían en la pobreza, un porcentaje casi idéntico a los de años anteriores. Son 167 millones de personas, de los cuales 71 millones viven en la indigencia, al límite de la subsistencia, que se sitúa en los dos dólares al día. Y todo ello, pese a que la región ha vivido una auténtica edad dorada gracias a la fuerte subida del precio de las materias primas impulsada en buena medida por la demanda de China y la fuerte entrada de capitales extranjeros.
 “La recuperación de la crisis financiera internacional no parece haber sido aprovechada suficientemente para el fortalecimiento de políticas de protección social que disminuyan la vulnerabilidad frente a los ciclos económicos”, admitía la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena. “Es verdad que se partía de unos niveles de pobreza y desigualdad muy elevados. Pero si observamos los ingresos que han tenido estos países gracias al auge de las materias primas, claramente se han desaprovechado los recursos para avanzar en estos objetivos, deberían haber sido mucho mayores”, sostiene desde Washington Ángel Melguizo, jefe de la unidad de América Latina del Centro de Desarrollo de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
La frontera entre esa pobreza moderada y lo que Melguizo denomina sectores medios —“quienes ganan entre 4 y 50 dólares al día, realmente no se puede hablar de clase media”, matiza— la define básicamente tener o no tener empleo. En los países desarrollados, las políticas sociales, las transferencias del sector público y el denominado Estado del Bienestar juegan un factor muy importante a la hora de amortiguar las diferencias y garantizar unos niveles mínimos de renta para sus ciudadanos. Pero en economías emergentes, con seguro de desempleo incompleto y acceso limitado a instrumentos de ahorro, estar empleado puede marcar la diferencia entre un ingreso de nivel medio y una transferencia pública de subsistencia. Incluso en economías, como las latinoamericanas, marcadas por el elevado grado de informalidad, de economía sumergida, que persiste en la región.
Pese a que el crecimiento medio de la zona ha rondado el 5% en los últimos años, la informalidad aún representa entre el 60% y el 70% de la economía, asegura el economista de la OCDE. Eso supone que 130 millones de personas están de forma permanente o durante grandes periodos de su vida en la informalidad, lo que supone que su contribución a través del sistema fiscal es muy baja o inexistente en muchos casos. Ese grupo de personas, que no son exactamente pobres pero que se concentran en el segmento de salarios muy bajos, son los más vulnerables al cambio de ciclo. Forman el gran grupo de aquellos con mayor riesgo de perder su empleo ahora que el horizonte de crecimiento es menor, para quienes las perspectivas de movilidad social, de mayor acceso a la educación, al transporte y a los servicios sanitarios, amenazan con desvanecerse y con devolverles al nivel socioeconómico que vivieron sus padres.
167 millones de latinoamericanos viven en la pobreza. 71 millones en la indigencia
El riesgo es ahora mucho más real porque los buenos tiempos no van a volver. Al menos a medio plazo. La región parece haber entrado en una fase de bajo crecimiento y su diferencial de crecimiento respecto a las grandes economías desarrolladas prácticamente desaparece. Por primera vez en los últimos 10 años, Latinoamérica creció por debajo del promedio de la OCDE en 2014 y 2015 apunta que seguirá la misma dirección. Los organismos internacionales estiman que la actividad económica de los siete grandes países desarrollados (Japón, Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, Canadá y Reino Unido) aumentará el 2,1% de media este año y que Latinoamérica apenas crecerá un 2,2%, lejos del 3,8% mundial. Unos niveles que dejan a la zona lejos de los niveles de entre el 4% y el 5% de los años “dorados” previos a la crisis financiera internacional y que reducen, por tanto, las oportunidades derivadas del crecimiento, de la creación de empleo y del margen presupuestario que permiten unos ingresos generosos.
Cierto es que la desaceleración actual no viene de la mano de las crisis que solían poner fin a las etapas de crecimiento de otras décadas, que venían además impulsadas por el endeudamiento externo. América Latina aprendió aquella dolorosa lección y sus fundamentos económicos y financieros son mucho más estables y saneados, pese a la persistencia de un déficit crónico de baja productividad. “Si consideramos como guía el registro histórico del crecimiento en Latinoamérica, sin reformas vigorosas en favor de la productividad, es realista prever una “nueva normalidad” para la región en su conjunto de alrededor del 3% de crecimiento anual”, subraya el economista jefe del Banco Mundial para la región, Augusto de la Torre, en su informe Desigualdad en una América Latina con menor crecimiento. Por lo pronto, la región no parece que alcanzará esa nueva normalidad en los dos próximos ejercicios y que su crecimiento será inferior a esa meta.
"La recuperación no se ha utilizado para reducir la vulnerabilidad frente a los ciclos económicos"
Si no se hace nada para compensar ese menor margen de crecimiento y gasto público, es previsible pensar que el ritmo de reducción de la pobreza y de la desigualdad de estos últimos años se frenará considerablemente. Aunque hay quien advierte que puede que ni siquiera las mejoras registradas en la reducción de la desigualdad sean tan espectaculares como se da a entender. De hecho, según recordaba Arif Naqvi, fundador de The Abraaj Group, 10 de los 15 países más desiguales del mundo están en Latinoamérica. De media en la región, los ingresos del 10% más rico suponen 27 veces los ingresos del 10% más pobre, una relación que es de 15 veces en el caso de Estados Unidos o de 9 veces en la media de los países de la OCDE.
El economista jefe del Banco Mundial para la región, Augusto de la Torre, sostiene, en su informe que el problema de origen es que la desigualdad no se ha medido con propiedad en la región y que si se amplían las mediciones a las rentas de capital, las diferencias en la cesta de la compra entre hogares de diferente renta y las declaraciones de impuestos, los datos revelan “un nivel mucho más alto de desigualdad” pese a que la tendencia haya seguido una senda a la reducción parecida.
La explicación es bastante sencilla. Según el coeficiente de Gini, una de las medidas más utilizadas para medir la desigualdad de rentas dentro de los países, la caída de la desigualdad de ingresos de los hogares en Latinoamérica desde 2003 fue significativa en magnitud, sin precedentes en la historia de la región y única en el mundo. Esa caída se produce al medir la evolución de los ingresos salariales que, gracias a las mejoras en la educación, han permitido reducir las diferencias entre los más educados y los menos. Pero Latinoamérica, a diferencia de otros países emergentes, calcula ese indicador a partir de encuestas de ingresos salariales y no de encuestas de gastos. De esa forma, se subestiman los ingresos derivados de los rendimientos de capital de los más ricos, fuente muy importante de ingresos en las clases altas. Si a ello se le añaden los todavía escasos datos disponibles públicamente de declaraciones de impuestos, el nuevo coeficiente Gini sitúa la desigualdad en un nivel mucho más elevado.
Pese a todo, “Latinoamérica está en la actualidad mucho mejor posicionada, desde el punto de vista de la política macroeconómica, para responder al ciclo sin descuidar la equidad”, sostiene De la Torre. Ahí, “la inversión en formación del capital humano y en infraestructuras son la principal prioridad de la región, que ha dependido en exceso del consumo y las exportaciones” en los últimos años, sostenía Alicia Bárcena en una de las sesiones del último Foro Económico Mundial reunido en Davos, Suiza. Según los datos desgranados por la responsable de la CEPAL, la inversión supone el 21,7% del PIB de la región, frente al 40% de Asia o el rango del 32% al 36% que registran la mayoría de los países de la OCDE. Esos niveles, defendía Bárcena, ni siquiera cubren las necesidades en infraestructuras, educación y sanidad de estos países, cuanto menos para reducir las diferencias con otras regiones.
Por primera vez en una década, la región creció en 2014 por debajo de la media de la OCDE
En tiempos de restricciones presupuestarias las políticas de gasto público deben afinar sus objetivos y seguir el ejemplo de aquellas que han demostrado más eficiencia en estos años. Brasil, por ejemplo, ha condicionado determinados subsidios a las familias a que los padres garantizaran la asistencia de sus hijos a la escuela. Ahí parece estar la clave. “El 40% de las empresas latinoamericanas no encuentran a los trabajadores que buscan. Es necesario impulsar las políticas educativas, sobre todo la educación técnica y vocacional, lo que en otros sitios se conoce como formación profesional. Solo así la gran masa de trabajadores informales serán menos vulnerables a la pérdida de empleo y al cambio de ciclo”, sostiene Melguizo. Aunque los gobiernos han reconocido la importancia de la educación, los recursos públicos destinados al sector apenas han pasado del 3,4% del PIB en los años 90 hasta el 5,3% en 2011.
Para aumentar esos niveles, sostiene el economista de la OCDE, hay que cambiar las bases del sistema, modificar la relación entre lo que aportan los contribuyentes y los servicios que reciben a cambio. “Es necesario reescribir un nuevo contrato social. Hay que reducir la carga tributaria que soportan los trabajadores pero que contribuyan un mayor número de ciudadanos, para financiar con esos recursos unos servicios de calidad en educación, en sanidad y en transporte”, asegura Melguizo. De lo contrario, las mejoras sociales de décadas en Latinoamérica corren peligro. 

domingo, 18 de enero de 2015

Obama anunciará medidas que buscan una mejor distribución de la riqueza

Tomado de Infobae

Obama propondrá una reforma fiscal en beneficio de la clase media de Estados Unidos


Durante su discurso sobre el Estado de la Unión, presentará un proyecto que aumenta los impuestos y tasas a los más ricos y grandes entidades financieras para recortar los tributos a la mayoría de los hogares

Los 400 contribuyentes más ricos de Estados Unidos pagaron en promedio 17% de impuestos en 2012, menos que las familias de clase media", explica la Casa Blanca, que denuncia un código impositivo "injusto".

El presidente estadounidense, Barack Obama, presentará durante su discurso sobre el Estado de la Unión una reforma que elimina beneficios fiscales de los más ricos y disminuye la carga impositiva de la mayoría de los hogares, anunció la Casa Blanca el sábado.

Con su plan, Obama pretende recaudar 320.000 millones de dólares en diez años, y reducir en 175.000 millones los impuestos para ayudar a familias trabajadoras.

Las iniciativas, detalladas por el gobierno en un documento publicado el sábado, tienen en realidad un futuro muy limitado en el Congreso, ahora dominado por los opositores republicanos.

OBAMA BUSCA RECAUDAR U$S320.000 MILLONES EN 10 AÑOS Y REDUCIR EN U$S175.000 MILLONES LOS IMPUESTOS PARA FAMILIAS TRABAJADORAS

No obstante, sirven para plasmar la voluntad del Partido Demócrata de aumentar la presión fiscal sobre el 1% de los hogares más pudientes, con la meta de financiar nuevas ayudas para la clase media.

Barack Obama propone eliminar lo que tal vez sea "la mayor laguna fiscal de todo el código impositivo de los particulares" sobre la imposición de los ingresos de capital. Esta laguna fiscal permite en la actualidad no pagar ningún impuesto o muy poco sobre ingresos obtenidos a través activos heredados.

La supresión de este beneficio golpearía en forma casi exclusiva al 1% de los contribuyentes y el 80% del esfuerzo concerniría al 0,1% del sector más pudiente, es decir aquéllos cuyos ingresos superan dos millones de dólares anuales.

"Los 400 contribuyentes más ricos pagaron en promedio 17% de impuestos en 2012, menos que las familias de clase media", explica la Casa Blanca, que denuncia un código impositivo "injusto".

La reforma llevaría a 28% el techo de imposición de las ganancias del capital y de los dividendos, tasa que se manejó durante la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989).

Entre las otras propuestas detalladas por la Casa Blanca figura un nuevo impuesto que afecta a unos 100 bancos importantes en Estados Unidos, al igual que descuentos fiscales que beneficiarían a decenas de millones de estadounidenses, como ayudas para el cuidado de los niños, la financiación de estudios superiores y un plan de ahorro para la jubilación.

En ese sentido, establece una nueva tasa sobre los bancos con activos superiores a 50.000 millones de dólares que se utilizaría para financiar recortes de impuestos para los asalariados de ingresos medios, incluyendo un crédito de 500 dólares para las familias en las que ambos cónyuges trabajan, el aumento de los créditos de cuidado infantil y educación, y los incentivos para ahorrar para la jubilación.

La mayor parte de la financiación del plan -210.000 millones de dólares- provendría, según el New York Times, de un aumento de impuestos a las ganancias de capital y un cambio en la forma en que el código tributario trata el valor apreciado de los activos heredados.

Los restantes 110.000 millones de dólares se generarían por un canon impuesto a las empresas financieras más grandes y altamente apalancadas.

Obama y sus rivales republicanos dieron a entender que la simplificación del código impositivo -- que pasó a ser con los años extremadamente complejo -- era un posible terreno de acuerdo. De hecho el presidente tomó, para elaborar su propuesta, varias ideas republicanas.