Mostrando entradas con la etiqueta Desigualdades sociales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Desigualdades sociales. Mostrar todas las entradas

lunes, 15 de octubre de 2018

Hoy 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales

Por Compartiendo mi Opinión
En Diciembre de 2007 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 15 de Octubre de cada año oficialmente el Día Internacional de las Mujeres Rurales, celebrándose por primera vez en 2008. 

El objetivo perseguido es reconocer «la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural». 

Las mujeres rurales son agentes clave para conseguir los cambios económicos, ambientales y sociales necesarios para el desarrollo sostenible debemos mejorar sus condiciones brindándoles un mejor acceso al crédito, la asistencia sanitaria y la educación. Empoderar a la mujer rural no sólo es fundamental para el bienestar de las personas, familias y comunidades rurales, sino también para la productividad económica general, dada la amplia presencia de mujeres en la mano de obra agrícola mundial.

Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43 por ciento de la mano de obra agrícola. Labran la tierra y plantan las semillas que alimentan naciones enteras. Además, garantizan la seguridad alimentaria de sus comunidades y ayudan a preparar a esas comunidades frente al cambio climático.

Sin embargo, como señala ONU Mujeres, las campesinas sufren de manera desproporcionada los múltiples aspectos de la pobreza y pese a ser tan productivas y buenas gestoras como sus homólogos masculinos, no disponen del mismo acceso a la tierra, créditos, materiales agrícolas, mercados o cadenas de productos cultivados de alto valor. Tampoco disfrutan de un acceso equitativo a servicios públicos, como la educación y la asistencia sanitaria, ni a infraestructuras, como el agua y saneamiento.

Las barreras estructurales y las normas sociales discriminatorias continúan limitando el poder de las mujeres rurales en la participación política dentro de sus comunidades y hogares. Su labor es invisible y no remunerada, a pesar de que las tareas aumentan y se endurecen debido a la migración de los hombres. Mundialmente, con pocas excepciones, todos los indicadores de género y desarrollo muestran que las campesinas se encuentran en peores condiciones que los hombres del campo y que las mujeres urbanas.

La situación descrita está empeorando, además, debido a que los efectos del cambio climático sobre los recursos naturales y productivos agravan las desigualdades de género existentes en las zonas rurales.

domingo, 1 de febrero de 2015

Desigualdad social permanece inmóvil en Latinoamérica a pesar de década dorada de altos precios de materias primas

Tomado de El País
10 de los 15 países más desiguales del mundo están en Latinoamérica

El eterno lastre de la desigualdad

Los avances en América Latina en la reducción de la pobreza peligran. El menor crecimiento económico obliga a replantear programas de inversión y políticas públicas

Por Alicia González

Latinoamérica es reconocida por ser una de las regiones del mundo donde la pobreza y la desigualdad se han reducido más enérgicamente en las últimas décadas y, pese a todo, no consigue dejar de liderar los ránking de pobreza y disparidad de rentas entre los países en desarrollo. Algunos estudios señalan que los avances, realmente, han sido menos vistosos de lo que pudiera parecer a primera vista y que la pobreza “persiste como un fenómeno estructural que caracteriza a la sociedad latinoamericana”, según apunta la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Entre 70 y 90 millones de personas han dejado atrás la pobreza en la última década, según el Banco Mundial, pero los ciudadanos de la región que ganan menos de cuatro dólares al día son todavía muy numerosos, demasiados. La CEPAL estima que en 2014 el 28% de los latinoamericanos vivían en la pobreza, un porcentaje casi idéntico a los de años anteriores. Son 167 millones de personas, de los cuales 71 millones viven en la indigencia, al límite de la subsistencia, que se sitúa en los dos dólares al día. Y todo ello, pese a que la región ha vivido una auténtica edad dorada gracias a la fuerte subida del precio de las materias primas impulsada en buena medida por la demanda de China y la fuerte entrada de capitales extranjeros.
 “La recuperación de la crisis financiera internacional no parece haber sido aprovechada suficientemente para el fortalecimiento de políticas de protección social que disminuyan la vulnerabilidad frente a los ciclos económicos”, admitía la secretaria ejecutiva de la CEPAL, Alicia Bárcena. “Es verdad que se partía de unos niveles de pobreza y desigualdad muy elevados. Pero si observamos los ingresos que han tenido estos países gracias al auge de las materias primas, claramente se han desaprovechado los recursos para avanzar en estos objetivos, deberían haber sido mucho mayores”, sostiene desde Washington Ángel Melguizo, jefe de la unidad de América Latina del Centro de Desarrollo de la OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
La frontera entre esa pobreza moderada y lo que Melguizo denomina sectores medios —“quienes ganan entre 4 y 50 dólares al día, realmente no se puede hablar de clase media”, matiza— la define básicamente tener o no tener empleo. En los países desarrollados, las políticas sociales, las transferencias del sector público y el denominado Estado del Bienestar juegan un factor muy importante a la hora de amortiguar las diferencias y garantizar unos niveles mínimos de renta para sus ciudadanos. Pero en economías emergentes, con seguro de desempleo incompleto y acceso limitado a instrumentos de ahorro, estar empleado puede marcar la diferencia entre un ingreso de nivel medio y una transferencia pública de subsistencia. Incluso en economías, como las latinoamericanas, marcadas por el elevado grado de informalidad, de economía sumergida, que persiste en la región.
Pese a que el crecimiento medio de la zona ha rondado el 5% en los últimos años, la informalidad aún representa entre el 60% y el 70% de la economía, asegura el economista de la OCDE. Eso supone que 130 millones de personas están de forma permanente o durante grandes periodos de su vida en la informalidad, lo que supone que su contribución a través del sistema fiscal es muy baja o inexistente en muchos casos. Ese grupo de personas, que no son exactamente pobres pero que se concentran en el segmento de salarios muy bajos, son los más vulnerables al cambio de ciclo. Forman el gran grupo de aquellos con mayor riesgo de perder su empleo ahora que el horizonte de crecimiento es menor, para quienes las perspectivas de movilidad social, de mayor acceso a la educación, al transporte y a los servicios sanitarios, amenazan con desvanecerse y con devolverles al nivel socioeconómico que vivieron sus padres.
167 millones de latinoamericanos viven en la pobreza. 71 millones en la indigencia
El riesgo es ahora mucho más real porque los buenos tiempos no van a volver. Al menos a medio plazo. La región parece haber entrado en una fase de bajo crecimiento y su diferencial de crecimiento respecto a las grandes economías desarrolladas prácticamente desaparece. Por primera vez en los últimos 10 años, Latinoamérica creció por debajo del promedio de la OCDE en 2014 y 2015 apunta que seguirá la misma dirección. Los organismos internacionales estiman que la actividad económica de los siete grandes países desarrollados (Japón, Estados Unidos, Alemania, Italia, Francia, Canadá y Reino Unido) aumentará el 2,1% de media este año y que Latinoamérica apenas crecerá un 2,2%, lejos del 3,8% mundial. Unos niveles que dejan a la zona lejos de los niveles de entre el 4% y el 5% de los años “dorados” previos a la crisis financiera internacional y que reducen, por tanto, las oportunidades derivadas del crecimiento, de la creación de empleo y del margen presupuestario que permiten unos ingresos generosos.
Cierto es que la desaceleración actual no viene de la mano de las crisis que solían poner fin a las etapas de crecimiento de otras décadas, que venían además impulsadas por el endeudamiento externo. América Latina aprendió aquella dolorosa lección y sus fundamentos económicos y financieros son mucho más estables y saneados, pese a la persistencia de un déficit crónico de baja productividad. “Si consideramos como guía el registro histórico del crecimiento en Latinoamérica, sin reformas vigorosas en favor de la productividad, es realista prever una “nueva normalidad” para la región en su conjunto de alrededor del 3% de crecimiento anual”, subraya el economista jefe del Banco Mundial para la región, Augusto de la Torre, en su informe Desigualdad en una América Latina con menor crecimiento. Por lo pronto, la región no parece que alcanzará esa nueva normalidad en los dos próximos ejercicios y que su crecimiento será inferior a esa meta.
"La recuperación no se ha utilizado para reducir la vulnerabilidad frente a los ciclos económicos"
Si no se hace nada para compensar ese menor margen de crecimiento y gasto público, es previsible pensar que el ritmo de reducción de la pobreza y de la desigualdad de estos últimos años se frenará considerablemente. Aunque hay quien advierte que puede que ni siquiera las mejoras registradas en la reducción de la desigualdad sean tan espectaculares como se da a entender. De hecho, según recordaba Arif Naqvi, fundador de The Abraaj Group, 10 de los 15 países más desiguales del mundo están en Latinoamérica. De media en la región, los ingresos del 10% más rico suponen 27 veces los ingresos del 10% más pobre, una relación que es de 15 veces en el caso de Estados Unidos o de 9 veces en la media de los países de la OCDE.
El economista jefe del Banco Mundial para la región, Augusto de la Torre, sostiene, en su informe que el problema de origen es que la desigualdad no se ha medido con propiedad en la región y que si se amplían las mediciones a las rentas de capital, las diferencias en la cesta de la compra entre hogares de diferente renta y las declaraciones de impuestos, los datos revelan “un nivel mucho más alto de desigualdad” pese a que la tendencia haya seguido una senda a la reducción parecida.
La explicación es bastante sencilla. Según el coeficiente de Gini, una de las medidas más utilizadas para medir la desigualdad de rentas dentro de los países, la caída de la desigualdad de ingresos de los hogares en Latinoamérica desde 2003 fue significativa en magnitud, sin precedentes en la historia de la región y única en el mundo. Esa caída se produce al medir la evolución de los ingresos salariales que, gracias a las mejoras en la educación, han permitido reducir las diferencias entre los más educados y los menos. Pero Latinoamérica, a diferencia de otros países emergentes, calcula ese indicador a partir de encuestas de ingresos salariales y no de encuestas de gastos. De esa forma, se subestiman los ingresos derivados de los rendimientos de capital de los más ricos, fuente muy importante de ingresos en las clases altas. Si a ello se le añaden los todavía escasos datos disponibles públicamente de declaraciones de impuestos, el nuevo coeficiente Gini sitúa la desigualdad en un nivel mucho más elevado.
Pese a todo, “Latinoamérica está en la actualidad mucho mejor posicionada, desde el punto de vista de la política macroeconómica, para responder al ciclo sin descuidar la equidad”, sostiene De la Torre. Ahí, “la inversión en formación del capital humano y en infraestructuras son la principal prioridad de la región, que ha dependido en exceso del consumo y las exportaciones” en los últimos años, sostenía Alicia Bárcena en una de las sesiones del último Foro Económico Mundial reunido en Davos, Suiza. Según los datos desgranados por la responsable de la CEPAL, la inversión supone el 21,7% del PIB de la región, frente al 40% de Asia o el rango del 32% al 36% que registran la mayoría de los países de la OCDE. Esos niveles, defendía Bárcena, ni siquiera cubren las necesidades en infraestructuras, educación y sanidad de estos países, cuanto menos para reducir las diferencias con otras regiones.
Por primera vez en una década, la región creció en 2014 por debajo de la media de la OCDE
En tiempos de restricciones presupuestarias las políticas de gasto público deben afinar sus objetivos y seguir el ejemplo de aquellas que han demostrado más eficiencia en estos años. Brasil, por ejemplo, ha condicionado determinados subsidios a las familias a que los padres garantizaran la asistencia de sus hijos a la escuela. Ahí parece estar la clave. “El 40% de las empresas latinoamericanas no encuentran a los trabajadores que buscan. Es necesario impulsar las políticas educativas, sobre todo la educación técnica y vocacional, lo que en otros sitios se conoce como formación profesional. Solo así la gran masa de trabajadores informales serán menos vulnerables a la pérdida de empleo y al cambio de ciclo”, sostiene Melguizo. Aunque los gobiernos han reconocido la importancia de la educación, los recursos públicos destinados al sector apenas han pasado del 3,4% del PIB en los años 90 hasta el 5,3% en 2011.
Para aumentar esos niveles, sostiene el economista de la OCDE, hay que cambiar las bases del sistema, modificar la relación entre lo que aportan los contribuyentes y los servicios que reciben a cambio. “Es necesario reescribir un nuevo contrato social. Hay que reducir la carga tributaria que soportan los trabajadores pero que contribuyan un mayor número de ciudadanos, para financiar con esos recursos unos servicios de calidad en educación, en sanidad y en transporte”, asegura Melguizo. De lo contrario, las mejoras sociales de décadas en Latinoamérica corren peligro. 

domingo, 15 de junio de 2014

Un pasado presente: Segregación racial vigente en aulas de escuelas de Nueva York

Tomado de El País
El director de la Bedford Academy High School de Brooklyn, Adofo Muhammad, en marzo, en una clase en la que solo hay estudiantes negros y latinos. / BEBETO MATTHEWS (AP)


Nueva York se convierte en el epicentro de la segregación educativa en EE UU
La mitad de los niños negros y latinos de la ciudad estudia en colegios sin apenas blancos

La separación racial vuelve a las aulas, 60 años después de que el Supremo la declarara ilegal

Por Vicente Jiménez

Cada mañana, 849 alumnos cruzan la puerta del renovado edificio del Achievement First Endeavor Chartel School, un centro público de enseñanza secundaria en Brooklyn, al norte de Prospect Park, no muy lejos del Barclays Center, la cancha de los Nets (NBA). Ninguno de ellos es blanco. 76 son hispanic y el resto, chicos afroamericanos. El Achievement First Endeavor es lo que los expertos más críticos llaman un colegio apartheid. Unas calles más al sur, en Prospect Heights, la situación no cambia: solo dos de los 263 estudiantes del Elijah Stroud Middle School son blancos. Otros dos son asiáticos; el resto, negros (85%) e hispanos (13%). En los dos centros, más del 80% de los chicos reciben free lunch (almuerzo gratis o subvencionado para familias de bajos ingresos). A escasos veinte minutos a pie de allí, en Park Slope, el barrio del escritor Paul Auster y de alguna de sus obras, los colegios públicos ofrecen una realidad muy distinta: de los 387 alumnos delHenry Bristow, solo el 6% son negros. Cerca, en el John W. Kimball, la cifra asciende a un escaso 7%.
¿Qué hay entre los codiciados barrios de Prospect Heights y Park Slope que justifique semejante diferenciación racial? Nada, aparentemente. Solo una avenida, la Flatbush Avenue, y un sistema escolar público que durante años ha desatendido las medidas integradoras en favor de otras de carácter mercantilista. Con sus 1,1 millones de alumnos, 75.000 profesores, 1.800 escuelas y 24.000 millones de dólares de presupuesto anual, la muy liberal y progresista Nueva York, no las ciudades del sur, se ha convertido, 60 años después de la primera gran victoria legal contra la separación entre blancos y negros en las escuelas, en el “epicentro” de la segregación racial educativa de Estados Unidos.
Las escuelas americanas están ahora tan segregadas  o más que hace 40 años"

La denuncia ha llegado como un puñetazo desde el otro extremo del país, en forma de estudio firmado por los veteranos investigadores Gary Orfield y John Kucsera, del Proyecto de Derechos Civiles de la Universidad de California-Los Angeles (UCLA) . El objetivo de esta organización —“renovar el movimiento de los derechos civiles”— podría parecer anacrónico si no fuera porque los datos del estudio son duros, incómodos y muy actuales. El documento, cuyo título es Segregación extrema en el Estado de Nueva York, es un tributo al 60º aniversario de la histórica sentencia del Tribunal Supremo de EE UU Brown v. Board of Education, en la que, por unanimidad, los jueces acabaron con la segregación entre negros y blancos en las escuelas. El argumento del tribunal, entonces, fue innovador: la separación atenta contra la igualdad de oportunidades. Sin embargo, si Oliver L. Brown y los otros 12 padres negros que se enfrentaron a las injustas leyes de la ciudad de Topeka (Kansas) conocieran la situación que hoy se vive en muchos colegios de Nueva York sufrirían una enorme decepción.
“Las escuelas americanas están ahora tan segregadas o más que hace 40 años. Nuestro informe no es catastrófico. Simplemente, denuncia la falta de voluntad para asumir una profunda desigualdad y la ausencia de un trabajo serio en favor de la integración”, denuncia Orfield a EL PAÍS por correo electrónico desde Los Ángeles. “Estamos ante un problema legal, político e institucional que determina una enorme diferencia de oportunidades entre unos estudiantes y otros”, remacha el profesor.
Las conclusiones del informe han escocido. Pese a que sus críticos denuncian que el problema es antiguo, lo cierto es que desagrada a los neoyorquinos, que se resisten a abordarlo. EL PAÍS intentó recabar la opinión de ocho directores y directoras de otros tantos centros educativos de la ciudad. Solo una de ellos accedió a ser entrevistada: Jill Bloomberg, principal (directora) del Park Slope Collegiate, un instituto con una composición racial desequilibrada (41% de hispanos, 39% de negros, 8% de blancos y 8% de asiáticos) situado en Brooklyn. La predisposición de Bloomberg a hablar no es casual: el barrio tiene alguna de las escuelas más segregadas del Estado. Otro responsable accedió a recibir a este periódico siempre y cuando su nombre no apareciera. El resto de los directores consultados respondieron a EL PAÍS con el silencio o con un escueto: “Lo siento, pero no puedo aceptar su entrevista”.

Un grupo de alumnos solicitan permiso para intervenir en clase en el instituto Bedford Academy de Brooklyn, en Nueva York. / BEBETO MATTHEWS (AP)

El Departamento de Educación de Nueva York asume la denuncia, pero destaca la, a su juicio,  discutible interpretación de la concentración racial en algunos barrios. La ciudad de Nueva York es la más diversa y heterogénea de los Estados Unidos. El 50% de sus residentes son negros y latinos, el 40% son blancos y el resto, básicamente, asiáticos. Sin embargo, y a pesar del cliché del crisol de razas, muchos barrios ofrecen poca o ninguna diversidad. Pero la segregación inmobiliaria no lo explica todo, afirma Orfield. La clave del problema, según él, es la ausencia de políticas integradoras o las medidas adoptadas en los últimos años a partir de una concepción mercantilista de la educación. “Los neoyorquinos me dicen a menudo que la integración es una buena idea, pero que es imposible de alcanzar. Los neoyorquinos tienen miedo de tomar medidas en favor de la integración porque no han experimentado sus ventajas. No pueden imaginar los avances que en muchas ciudades del Sur han supuesto décadas de escuelas integradoras”, afirma Orfield en su estudio.
Carmen Fariña, de 71 años, canciller de las escuelas públicas de Nueva York, es una de las funcionarias más importantes de la ciudad. Nacida en Brooklyn e hija de emigrantes gallegos, Fariña invitó a EL PAÍS a visitar una escuela en el extremo norte de Manhattan, la Dos Puentes Elementary School. Situada en un barrio de mayoría dominicana y mexicana, el centro ofrece un perfil muy segregado (81% de niños hispanos, 16% de blancos y 2% de afroamericanos y asiáticos). “Somos conscientes de lo que sucede. Estamos ante un problema de clases sociales. Aquí, en Nueva York, tú mandas a los hijos a las escuelas del barrio donde vives. Si vives en uno con un determinado perfil racial, esa es la gente que va a ir a esas escuelas. Lo que tenemos que hacer es dar la oportunidad de que los niños puedan ir a escuelas de otros barrios. Particularmente, donde podemos tener más efecto es en el bachillerato (high school), donde los centros están abiertos a estudiantes de otros barrios. Ahí es donde estamos analizando qué se puede hacer para evitar institutos segregados”.
Los neoyorquinos tienen miedo de tomar medidas en favor de la integración porque no han experimentado nunca sus ventajas"

Lejos de allí, desde su despacho en la 7ª avenida de Brooklyn, Jill Bloomberg, directora del Park Slope Collegiate, no solo tiene una vista privilegiada de Manhattan, sino también del fenómeno contradictorio de una segregación escolar persistente en un distrito, el número 15 (Park Slope), cada día más integrado y diverso socialmente (40% de hispanos, 26% de blancos, 16% de negros y 16% de asiáticos). Tras diez años en su puesto, Bloomberg cree que las raíces del problema son profundas: segregación inmobiliaria, libre elección de centros, selección de alumnos por parte de los colegios, políticas que apuestan por institutos especializados... “El informe de Orfield no es exagerado, pero mucha gente quiere pensar que la segregación es un asunto resuelto. Nueva York es una ciudad diversa, no integradora. El problema de la segregación no se ha solucionado. La gente se siente cómoda con él. En 1954, el Tribunal Supremo dijo que la separación escolar por razas no era legal. La cuestión es que, aunque no la ampare la ley, si hay separación hay desigualdad. No es ilegal tener una escuela con el 100% de alumnos negros. La separación conduce a la desigualdad, es intrínsecamente injusta”, explica.
Para Bloomberg, el problema no es nuevo. Lo que ha cambiado con respecto a décadas de gran preocupación por los derechos civiles es la actitud de la gente. “La segregación inmobiliaria es determinante. Hasta 1948 era legal negarse a vender la casa a un negro. Ya no lo es, pero los patrones permanecen. Se ha hecho muy poco para corregir esto. Y, sin embargo, hay barrios que son intencionadamente integrados porque sus habitantes creen en las ventajas de la integración y toman medidas. Luego es posible hacer algo. Si los barrios están segregados, las escuelas lo estarán también. Las notas que los chicos obtienen están directamente ligadas los ingresos de sus padres. Bajos ingresos, bajos resultados; altos ingresos, altos resultados”, añade.

Portada de 'The New York Times' del día en que el Supremo declarara ilegal la segregación racial en las escuelas.

Sobre los centros especializados o selectivos que eligen a sus alumnos con un examen, Bloomberg reflexiona: “Creo que es un poco contradictorio con la idea de una educación pública. Cuando el Ayuntamiento apuesta por escuelas selectivas, apuesta por algo que no es para todo el mundo. No dice que va a crear una escuela para familias blancas, dice que va a crear una escuela selectiva. Y cuando una escuela elige, qué pasa con los que se quedan fuera, cuál es el plan para ellos. Las escuelas integradas ayudan a combatir este problema”. Y pone un ejemplo: “Nosotros tenemos 375 estudiantes. Este año han entrado 10 chicos blancos. Ahora la gente piensa que somos mejor escuela de lo que lo éramos el año pasado. Solo por esto somos más interesantes para las familias blancas”.
La concentración de estudiantes negros y latinos con escasos recursos en escuelas muy segregadas se ha disparado en el Estado de Nueva York en los últimos años. En 2010, según los datos censales disponibles, casi la mitad de los estudiantes de Nueva York procedían de familias con escasos recursos. Sin embargo, el estudiante blanco tipo acude a escuelas en la que solo el 30% de sus compañeros proceden de familias con bajos ingresos, mientras que el estudiante negro o latino estudia en centros donde el 70% de los alumnos padece ese problema.
La mitad de los jóvenes negros y latinos de Nueva York acude a colegios en los que la presencia de blancos es mínima, apenas un 10%. Solo el 20% de los distritos escolares del área metropolitana de Nueva York se considera integrado racialmente. En los 32 distritos de la ciudad, 19 tienen el 10% o menos de estudiantes blancos. Esto incluye todos los de Bronx, dos tercios de Brooklyn, la mitad de Manhattan y un tercio de Queens. Y la situación no ha hecho más que empeorar. Por escuela segregada se entiende la que tiene entre el 50% y el 100% de alumnos afroamericanos; muy segregada, entre el 90% y el 100%; y escuela apartheid, entre el 99% y el 100%.

Los abogados George E. C. Hayes, Thurgood Marshall y James Nabrit (de izquierda a derecha) celebran en 1954, ante la Corte Suprema de Washington, la histórica sentencia contra la segregación escolar. / AP

La primera dama de Nueva York, la afroamericana Chirlane McCray, esposa del alcalde, el demócrata Bill de Blasio, alzó su voz al respecto en un artículo publicado en el New York Amsterdam News, un semanario dedicado a la población negra. “Sesenta años después de la sentencia Brown v. Board of Education, los neoyorquinos se enfrentan a una incómoda verdad: los jóvenes afroamericanos siguen siendo estafados por el sistema educativo. El año pasado, solo el 11% de los estudiantes negros de la ciudad abandonó el instituto con los conocimientos para acceder a la universidad. No podemos dejar pasar otro año sin abordar esta crisis. Los niños que no tiene acceso a una educación de calidad tienen un 25% más de posibilidades de abandonar la escuela, un 40% más de convertirse en padres adolescentes y un 70% más de cometer un crimen violento”.
Capítulo aparte merecen las llamadas escuelas chárter, objeto de polémica por sus características y porque, siempre según el estudio de la UCLA, han llevado la segregación en York a niveles insoportables. Las chárter nacieron a principios de los años 90 con el objetivo de agilizar el sistema y dotarlo de alternativas. Son escuelas gratuitas que reciben fondos públicos pero que operan de forma autónoma, según los términos de un contrato o carta (charter, en inglés). Aunque son públicas no dependen del Departamento de Educación correspondiente. Se comprometen a lograr determinados objetivos, como ayudar a estudiantes con pocos recursos, y tienen absoluta libertad para definir sus métodos de trabajo. Si estos objetivos se consiguen, el contrato con las autoridades educativas se mantiene; si no, se revoca. Su peculiaridad permite a estas escuelas centrarse en determinados objetivos. Una escuela chárter puede ser creada por un grupo de padres, un equipo de maestros, una organización ciudadana o una empresa privada.
Nueva York es una ciudad diversa, no integradora. El problema de la segregación no se ha solucionado"

En el caso de Nueva York, donde el ex alcalde Michael Bloomberg apostó por este tipo de centros en sus 12 años de mandato, la experiencia ofrece resultados polémicos. El 97% de los alumnos de las 183 escuelas chárter existentes en Nueva York en 2013 eran afroamericanos o latinos. El 73% de estos centros es definido por algunos investigadores como “escuelas apartheid” (el número de estudiantes blancos no supera el 1%) y el 90% se consideran “intensamente segregadas” (menos del 10% de alumnos blancos). Solo el 8% son multirraciales. En Bronx, Brooklyn y Manhattan, donde estas escuelas son una parte importante del total, casi todas las escuelas chárter son “intensamente segregadas”. El 100% de las escuelas chárter del Bronx sufre este problema. En Brooklyn y Manhattan esta situación afecta el 90% y el 97%, respectivamente, de dichos centros.
El máximo responsable de una de las principales organizaciones de escuelas chárter de Nueva York accedió a hablar con EL PAÍS en su despacho de Wall Street con la condición de no revelar su identidad. “Los colegios han estado segregados durante décadas y sabemos por qué, lo sabemos con precisión. Si se quiere hablar de segregación hay que ir a los distritos. Allí está el pecado. Resulta curioso oír que las chárter fomentan la segregación cuando es el sistema el que está diseñado para ser segregado, para seguir siendo segregado, y la gente protege sus privilegios. No digo que no haya quien desee fomentar la integración, pero, en general, la gente está bastante satisfecha. ¿La posibilidad de elegir aumenta la segregación? Sin duda, pero en todo el sistema, no solo en nuestros centros. La posibilidad de elegir centro se ha utilizado como una herramienta de segregación, de forma voluntaria y planificada. Así ha sido en muchos estados del Sur”, denuncia.
Y añade: “Si hablamos seriamente de segregación hay que hablar de un sistema intocable protegido políticamente, no de las escuelas chárter… Nos utilizan para buscar un responsable, porque nos les gustamos, porque estamos fuera de los sindicatos educativos, porque tenemos autonomía en nuestros métodos”. La misma fuente consideró despreciable la utilización del término apartheid: “Es una palabra que debe usarse para sistemas educativos en los que por la fuerza, por ley, se separa a blancos y negros… Pero los chárter son centros de elección, ningún padre está obligado a llevar a sus hijos. Utilizar esa palabra es una ofensa para todos los que trabajan y estudian en las escuelas chárter. Y lo es también para quienes tenían, como en Sudáfrica, un régimen de verdadero apartheid”.
La mitad de los jóvenes negros y latinos de Nueva York acude a centros en los que la presencia de blancos es mínima, apenas un 10%

En los institutos especializados, joyas del sistema educativo público de Nueva York a las que se accede por examen, los datos mueven también a la preocupación. Pese a que hispanos y negros constituyen más de dos tercios del total de estudiantes de la ciudad, solo representan el 9% en el Bronx High School of Science (más de 3.000 alumnos), uno de los mejores. En el Stuyvesant High School de Manhattan (3.200 alumnos), de los 952 estudiantes que obtuvieron plaza para el próximo curso, solo 21 eran hispanos y siete, negros. El año pasado, en ese mismo centro, solo nueve afroamericanos y 24 hispanos fueron aceptados. Los directores de estos dos centros se negaron a hablar para EL PAÍS. Asimismo, de los más de 5.000 estudiantes a los que se ofreció una plaza en alguno de los ocho centros especializados que realizaron examen de ingreso para el próximo curso, solo el 11% eran negros o hispanos. “Esta es una ciudad bendecida por la diversidad. Nuestros colegios, especialmente los mejores, deben reflejar esa diversidad”, dijo al respecto en una declaración pública De Blasio. Sin embargo, el anterior alcalde, Michael Bloomberg, siempre consideró que el sistema era justo. “Creo que el Instituto Stuyvesant y otros centros similares son justos. No hay nada subjetivo. Superas el examen, obtienes la puntuación más alta y entras en el centro. No tiene nada que ver con tu raza ni con tu situación económica”, declaró en 2012 a The New York Times.
Los motivos que explican que el Estado de Nueva York haya sido el más segregador de todo el país son variados, según los autores del informe del Proyecto de Derechos Civiles. Orfield atribuye la causa principal al abandono de las políticas integradoras que caracterizaron los años 60 y 70, además de una “intensiva segregación inmobiliaria, fragmentación de las ciudades en distrito escolares muy pequeños y un sistema de elección de centros que favorece la separación por razas en función del nivel de renta”. Los análisis más críticos afirman que el sistema escolar público conduce a los estudiantes más desfavorecidos a un embudo que les lleva a los peores colegios. Un ejemplo: en el distrito 15, en Brooklyn, las tres mejores escuelas captaron al 64% de los estudiantes que mejor rendimiento dieron en el examen de lectura; las seis peores, según los rankings, apenas matricularon a una docena de ellos.


Entre 1950 y 1980 la lucha por la integración racial en las escuelas de EE UU era un tema importante. La presión de organizaciones civiles, las decisiones de los tribunales y la legislación intentaron combatir el problema. En las últimas décadas, sin embargo, la mayor parte de las políticas anti segregación se han ido abandonando mientras las minorías (latinos y negros) iban creciendo aisladas en determinados barrios. Orfield recuerda el gran boicot escolar que se produjo en febrero de 1964, cuando medio millón de alumnos negros, sobre todo puertorriqueños, decidieron no acudir a la escuela en Nueva York como protesta contra las escuelas gueto y la política de “separados pero iguales”. Fue la mayor protesta civil jamás registrada en Estados Unidos.
Durante los años 80 y 90, las autoridades educativas se centraron más en los sistemas de medición del rendimiento de las escuelas, la libre elección de centros y las citadas escuelas chárter. “La posibilidad de elegir centro o de que los centros seleccionen a sus alumnos puede aumentar la igualdad o la integración, si se acompaña de las medidas adecuadas, o, todo lo contrario, producir más desigualdad y estratificación social. El Sur, hace 50 años, fue un excelente ejemplo de que la posibilidad de elegir centro solo sirve para aumentar la segregación cuando no va a acompañada de políticas de igualdad”, sostiene Orfield. La concepción de una escuela pública bajo el lema “separados, pero iguales” se ha demostrado incapaz de reducir la brecha entre estudiantes blancos y de otras razas. “Separados pero iguales, después de 60 años de análisis social, solo conduce a separados y desiguales. Separados pero iguales conduce a que las escuelas racial y económicamente aisladas poseen siempre profesores con menos experiencia, peor formados, peores materiales, profesores que abandonan, mayores tasas fracaso escolar, violencia, indisciplina….”, señala el profesor de Los Ángeles.
Pedro Noguera, sociólogo de la Universidad de Nueva York (NYU) y autor de muchos trabajos de investigación sobre desigualdad en las escuelas de EE UU, está totalmente de acuerdo con su colega de Los Ángeles. “Si concentramos los niños más pobres en determinados colegios, esos colegios son los que más problemas tendrán. El Gobierno anterior, con Michael Bloomberg, no dedicaba recursos a esos centros. Los colegios se deterioraban y los cerraban. Conocían el problema, pero no tenían estrategia para afrontarlo. La razón era ideológica. Su estrategia era hacer que los colegios rindiesen cuentas, que se viesen sus datos y que se viese cómo estaban funcionando, y si no mejoraban, en primer lugar se ejercía presión, se imponían sanciones y luego se cerraban” explica a EL PAÍS en su despacho del 726 de Broadway.
Es el sistema el que está diseñado para ser segregado, para seguir siendo segregado, y la gente protege
sus privilegios"

Noguera lamenta que el nuevo alcalde y Carmen Fariña se resistan a hablar de segregación: “Me siento decepcionado. Carmen tiene mucha experiencia, ha sido directora de colegio, y sabe que la solución no es cerrar un centro que no ofrece buenos resultados, sino dotarle de más recursos. Sin embargo, no han dicho ni una palabra sobre segregación. Ni una declaración, salvo para decir: “¡Qué vergüenza!”. No están haciendo nada para crear colegios integrados”. Noguera va más allá: “Para combatir la segregación hay que tener liderazgo y programas de calidad. No se puede dejar la solución del problema al mercado. Hay que intervenir”. Hay ejemplos. Centros como el Dos Puentes o el Manhattan Country organizan visitas diarias de niños con menos recursos a las casas de los compañeros más pudientes, y viceversa. El objetivo es que los chicos tomen consciencia de que pueden crecer juntos aunque el del pupitre de al lado tenga una casa mejor, o peor.
Los demógrafos señalan que en 2040 la población de color de los Estados Unidos será mayoría. “Si no preparamos a nuestros alumnos para interactuar con gente diversa, les estaremos privando de una buena educación. Hubo una época en que este tema era importante. Ahora se acepta la segregación. Hemos vuelto a la idea de separados pero iguales. La igualdad no se ha alcanzado, pero mucha gente se siente satisfecha con la separación”, afirma Noguera. Las cifras, parecen darle la razón. En la actualidad, el 64% de los estudiantes negros de Nueva York van a clases en escuelas muy segregadas. En New Jersey, el porcentaje es del 48%. En Pensilvania, el 46%. En Illinois es el 61%, en Maryland el 53%, en Michigan el 50%. Todas esas escuelas tienen tasas de pobreza del 90%. Solo el 1,9% de las escuelas con mayoría blanca tienen ese tipo de problemas. Dicho de otra manera, y en palabras de Orfield, en las escuelas del norte urbano de Estados Unidos la integración nunca se produjo.  

sábado, 14 de junio de 2014

URGE APOYAR PARTICIPACION POLITICA DE LA MUJER PARA UN VERDADERO CAMBIO EN AMERICA

Tomado esglobal




LOS RETOS DE LAS MUJERES EN AMÉRICA LATINA

El Salvador con la mayor tasa de feminicidios a nivel mundial

Las mujeres latinoamericanas y del Caribe realizan una actividad política y social cada vez más importante. El futuro del continente está también en sus manos y desde las instituciones se está incentivando su presencia. Por otra parte, la violencia contra la población femenina sigue siendo una realidad cotidiana. 

Por Coral Herrera Gómez
El día que Dilma Rousseff ganó las elecciones en Brasil, las portadas de los periódicos eligieron la foto de la nueva presidenta arropada por el señor Lula, quien le da un beso en la frente mientras rodea su cabeza con un gesto de ternura. También Cristina Fernández de Kirchner tuvo a su lado en las portadas a un hombre el día que pasó de ser Primera Dama a ser presidenta de Argentina: su marido le ayudó a sostener y alzar el cetro presidencial. Su gesto paternal sirvió para legitimar de forma simbólica la victoria electoral de su esposa.  
América Latina ha dado pasos de gigante en estos últimos años hacia la igualdad: las presidencias de Rousseff y Fernández, junto con las de Michelle Bachelet en Chile y la de Laura Chinchilla en Costa Rica, han supuesto un hito histórico y tienen un enorme valor simbólico. Sin embargo, la cuestión es si sus liderazgos están contribuyendo al empoderamiento colectivo y a la paridad democrática.
Las presidencias femeninas apenas han transformado las estructuras de poder patriarcal de las democracias de sus países, que siguen basadas en el modelo presidencial: una figura de máxima jerarquía rodeada de un núcleo pequeño de gente que toma decisiones.  Las estadísticas nos demuestran que las mujeres de América Latina y el Caribe han aumentado su tasa de participación política en algunas áreas, principalmente en los parlamentos: en Argentina el número de mujeres parlamentarias ha aumentado del 6% al 37,4% en diez años, según datos de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en 2014. En Costa Rica aumentó del 10% al 38%, en Chile del 7,5% al 14,2% y en Brasil del 5 al 8%, país en el que también aumentó  el porcentaje de mujeres en los gabinetes ministeriales, pasando del 10,7% al 22,6%. 
En paralelo, se percibe un ligero aumento de la participación de las mujeres en el ámbito de la política local: el porcentaje promedio de concejalas de América Latina y el Caribe aumentó desde el 13.7% en 1998, al 25.2% en 2012. Muchos países, sin embargo, se encuentran lejos de las cuotas de paridad: en Argentina, el número de alcaldesas aumentó del 6 al 10%; en Chile, del 9 al 12%; en Bolivia, del 3 al 7%, según datos de CEPAL de este año. 
Algunos países latinoamericanos han puesto en marcha una serie de medidas para incentivar la participación política de las mujeres, como por ejemplo garantizar el acceso de miles de ellas a la obtención de papeles y documentos legales o la aprobación de una ley para eliminar la violencia y la discriminación hacia mujeres que participan en actividades políticas. En Bolivia estas medidas han supuesto un notable incremento de la participación de las mujeres en sindicatos, partidos políticos, organizaciones vecinales, corporaciones municipales y movimientos sociales.
Aunque las presidentas acaparen los focos de atención, las organizaciones de mujeres están jugando un papel fundamental en el camino hacia el desarrollo de toda América Latina y el Caribe. Asuntos como el derecho al agua de las poblaciones, el derecho a la tierra del campesinado, la soberanía alimentaria, los derechos de los pueblos indígenas, la defensa del medioambiente, los derechos de la población LGBTQ, la lucha contra el turismo sexual o la trata de mujeres y niñas son algunas de sus demandas.
Bajo mi punto de vista, ellas son las verdaderas protagonistas de los cambios en todo el continente. Con su trabajo están contribuyendo al empoderamiento colectivo, porque con sus luchas están aportando en  la mejora y transformación de sus comunidades, de sus países y de la región. Muchas organizaciones están trabajando desde otros modelos de liderazgo femenino que no están basados en figuras autoritarias que representan al resto. Cada vez son más las mujeres latinoamericanas trabajando en redes horizontales, locales, nacionales e internacionales y están experimentando diversas metodologías de trabajo y equipo que involucran a toda la comunidad. Este modelo participativo convierte a todos sus miembros en beneficiarios y, a la vez, en actores principales de sus proyectos. 
Los mayores obstáculos para la igualdad en América Latina son la pobreza extrema, la discriminación de las mujeres en todos los ámbitos de su vida -social, político, económico, familiar- y la violencia que existe contra lideresas, defensoras de derechos humanos, activistas y periodistas. Los datos nos demuestran que el desarrollo no es posible sin el empoderamiento femenino: en la medida en que se avanza hacia el logro efectivo de los derechos de las mujeres, se logra mejorar la situación y calidad de vida de la población entera. En aquellos países de América latina y el Caribe donde se ha dado un incremento de la participación de las mujeres en el mercado laboral, disminuyó la pobreza: un 70% en Chile, un 120% en Ecuador, un 103% en México.
Una de las principales causas de la pobreza extrema en el continente es el desigual reparto de las tierras: ellas poseen tan solo el 20% de las tierras, mientras que los hombres poseen el 80% según datos de la FAO de 2011. Paraguay, por ejemplo, es el país más pobre de América Latina: sólo un 2% de la población tiene el 80% de las tierras y de ese porcentaje la gran mayoría son hombres. Son muchas las organizaciones que están trabajando en esta área para garantizar a las mujeres su derecho a la titularidad de las tierras, pero es esencial que los gobiernos latinoamericanos garanticen, mediante leyes y políticas públicas, la titularidad de las tierras, el acceso al agua, y los derechos humanos de las mujeres en todos los ámbitos: empresarial, judicial, económico, social, político, cultural. 
En el ámbito laboral, los Estados deben de seguir trabajando para reducir la brecha salarial y dignificar y mejorar las condiciones laborales de las mujeres. La mayor parte de las latinoamericanas, además, sufren serias dificultades para conciliar su vida laboral y familiar. Una situación que limita su capacidad para participar en política: la sobrecarga de trabajo femenino y la conciliación laboral son dos de los grandes desafíos de las políticas públicas de los gobiernos actuales en América Latina y el Caribe, según ONU Mujeres.
Las tasas de violencia contra las mujeres son otro indicador del largo camino que nos queda por recorrer para alcanzar la igualdad y para garantizar los derechos humanos de la mitad de la población del continente latinoamericano. Un reciente estudio de la Organización Panamericana de la Salud señala que entre el 17 y el 53% de mujeres de doce países de América Latina y el Caribe han reportado haber sufrido violencia sexual o física de parte de un compañero íntimo. El mismo estudio también indica que 2 de cada 3 mujeres son asesinadas en Centroamérica por el hecho de ser mujeres.
En el informe de la oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNDOC, en sus siglas en inglés) sobre los feminicidios cometidos en todo el mundo, se muestra como 14 países de la región se encuentran entre los 25 países con los mayores índices. El Salvador ocupa el primer lugar, Guatemala el tercero y Honduras el séptimo. Más de las tres cuartas partes de los países de la región ya están ejecutando políticasy/o planes nacionales contra la violencia de género en todas sus formas: feminicidio, trata de personas con fines de explotación sexual o tráfico de personas migrantes, entre otros.

Por su parte, los informes de la Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas estiman que más de cinco millones de mujeres y niñas son víctimas de trata de personas en América Latina y el Caribe, más de 500.000 de todos esos casos tienen lugar en México. En el país americano, según el Informe Sombra 2010 realizado por CATWLAC (Coalición contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe), desaparecen cada mes más de 60 mujeres y niñas. México es el país latinoamericano con las tasas más altas de violencia contra las mujeres: los feminicidios aumentaron un 106.6% desde el año 2007 hasta la actualidad. 
Estas terribles cifras han tenido impacto en la comunidad internacional y en la cooperación al desarrollo: la lucha contra los feminicidios, la explotación, la pobreza y la violencia contra  las mujeres son algunos de los objetivos prioritarios de la agenda post 2015 de los ODM (Objetivos de Desarrollo del Milenio). Todos los organismos internacionales coinciden en la necesidad de contar con las mujeres y sus organizaciones en el camino hacia el desarrollo y la paz, pues hasta hace poco no se las ha reconocido como protagonistas de la transformación que se está llevando a cabo en América Latina. 
Las industrias culturales y los medios de comunicación deben asumir también la responsabilidad social y política que tienen para impulsar cambios mostrando el protagonismo de las mujeres, visibilizando, documentando y difundiendo el trabajo de las organizaciones y los colectivos de mujeres. 
En el ámbito político y legislativo, es necesario despatriarcalizar y descentralizar el poder político; al mismo tiempo se debe abrir el camino hacia la consolidación de modelos democráticos más plurales, participativos, abiertos e inclusivos. El camino hacia la igualdad y el desarrollo pasa por la creación de espacios de participación ciudadana, redes de trabajo horizontales, canales de comunicación entre organizaciones de base y los gobiernos e instituciones, espacios de debate locales, nacionales y regionales en las que las organizaciones de mujeres y las mixtas puedan ampliar su capacidad de incidencia política. 
Es fundamental aprovechar todo el potencial y el trabajo de las redes feministas y los colectivos de mujeres en toda América Latina y el Caribe, pues están jugando un papel fundamental en el camino hacia la igualdad, la paz y el desarrollo. Ellas no pisan alfombras rojas ni lucen en las portadas, pero son, sin duda, las verdaderas protagonistas del cambio en todo el continente.