Tomado
de BBC Mundo
¿Desaparecerán algún día los dictadores?
Por Rachel Nuwer
Los ciudadanos que
viven en democracia a menudo asocian las dictaduras a la represión, el abuso de
los derechos humanos, la pobreza y los disturbios.
De hecho, esos sistemas de gobierno han costado incontables vidas, incluyendo las de los
49 millones de rusos que murieron bajo el régimen de Joseph Stalin y las de
llos más de tres millones de camboyanos que fallecieron durante el mandato de
Pol Pot, líder de los Jémeres Rojos.
Dadas estas estadísticas, terminar con la dictadura de una vez por todas
parecería un objetivo global.
¿Pero es eso probable? ¿Y cómo
podrían cambiar las cosas para este tipo de líderes en el futuro?
Los términos "dictador" y "dictadura" pueden
ser, por supuesto,
subjetivos; incluso peyorativos.
En
el mundo académico, sin embargo, tienen definiciones objetivas y medibles.
En Camboya, Pol Pot fue responsable de la muerte de miles de sus
compatriotas.
Según Natasha Ezrow, profesora del
departamento de gobierno en la Universidad de Essex, Reino Unido, la mayoría de
los expertos que comienzan a estudiar las dictaduras lo hacen a partir de una
definición simple.
"Cuando no hay rotación en el poder ejecutivo, entonces es una
dictadura", dice.
Esto significa que las dictaduras se construyen en torno a un
individuo que
estableció un culto a la personalidad, un solo partido de gobierno o una
oligarquía militar.
Aunque las dictaduras –como las ven
los investigadores– suelen también tener otras características.
A diferencia de los monarcas, quienes provienen de un
muy pequeño grupo de personas –normalmente una familia real–, los dictadores pueden ser
elegidos de entre una mayor porción de población.
Sin embargo, la coalición ganadora suele ser
muy pequeña y, de igual forma, suele depender de relativamente poca
gente para mantenerse en el poder.
Como comparación, en Reino Unido el
partido ganador suele necesitar del apoyo del 25% de la población y en Estados
Unidos del 30%. Pero en algunos países el número de personas que realmente
tienen algo que decir sobre quién se queda en el poder puede ser tan reducido
como unos cuantos cientos.
Las dictaduras pueden o no incluir algún grado
de terrorismo de Estado, pero de acuerdo a los investigadores casi siempre implican
confabulación,especialmente la apropiación de fondos estatales para una selecta
camarilla de amiguetes.
Los dictadores deben conservar el apoyo de unas pocas personas para
mantenerse en el poder o enfrentar la posibilidad de un golpe. En la foto, un
niño frente a una estatua derribada del mandatario ganés Kwame Nkrumah,
derrocado en 1966.
"Cuando necesitas el apoyo de
unas pocas personas para permanecer en el poder, entonces la forma más
eficiente de gobernar suele ser a través de la corrupción, el soborno, el
chantaje, la extorsión, etcétera", dice Bruce Bueno de Mesquita, profesor
de política de la Universidad de Nueva York, EE.UU.
"Puedes hacer que un pequeño
grupo de gente te sea leal pagándole muy bien".
Así, un dictador que emplea estas técnicas no trabaja en beneficio de
una población mayor, sino para favorecer a un puñado
de personas de quien él –históricamente siempre ha sido un
hombre– depende para seguir teniendo el control.
"Este
mal comportamiento no es una patología inherente a las
personas, ni se debe a la mala suerte de tener líderes
psicópatas", explica Bueno de Mesquita. "Es porque la estructura
política induce a esos comportamientos".
Incluso después de pagar a los compinches, siempre habrá una gran
cantidad de dinero que manejar y esa es la que de verdad pone a prueba el
carácter del dictador, de
acuerdo a académicos como Bueno de Mesquita.
Y es que el dictador podría
apropiarse del dinero o podría usarlo para mejorar la vida de los ciudadanos.
Pero incluso si optara por la
segunda alternativa –muchos dictadores lo hacen–, esto tampoco significa que
las cosas vayan a ir bien.
Tener unas intenciones genuinamente buenas para la sociedad no se traduce automáticamente en tener buenas ideas para
implementar estas intenciones, tal como algunos demostraron de forma
desastrosa.
En
sus intentos de mejorar el bienestar de los ciudadanos, algunos de estos líderes autoritarios lo empeoraron.
"Así que las dictaduras podrían funcionar, pero apostar por ellas es muy
arriesgado", señala Bueno de Mesquita.
En Brasil, Getulio Vargas disolvió el Congreso y prohibió los
partidos en 1937, para ser derrocado en 1945. Pero regresó al poder con el voto
popular unos años después.
"Es fácil ser cleptocrático y
mucha gente tiene ideas realmente malas".
Además de los anteriores, los
investigadores identifican otro problema común asociado a estos sistemas de
gobierno.
Los dictadores no son malos por definición, pero muchos comparten
unos rasgos de personalidad particulares y desafortunados; delirios de grandeza o falta de
empatía, por ejemplo.
"Probablemente la oferta de trabajo de dictador
apela a la gama más desagradable de nuestra especie: los narcisistas", dice Steven
Pinker, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, en EE.UU.
Por lo tanto, vivir bajo una dictadura podría
tener muchos inconvenientes.
Y más gobiernos de los que piensas
podrían ser etiquetados como dictaduras, de acuerdo a la definición académica.
De hecho, Freedom House, una organización no
gubernamental con sede en Washington, EE.UU., que investiga y promueve la
democracia, calcula que cerca de dos tercios de la población mundial vive bajo
una dictadura y que 2.000 millones de personas sufren un gobierno opresivo.
Además, el organismo asegura que a díade hoy persisten 106 dictaduras y
dictaduras parciales, lo que representa el 53% de las naciones del mundo.
Mussolini gobernó constitucionalmente hasta 1925, cuando se hizo
dictador.
Los factores causales que dan lugar
a estos sistemas no han cambiado mucho con los siglos.
Algunos de los primeros se
establecieron en la Roma Clásica en situaciones de emergencia.
"A un individuo como Julio
César, por ejemplo, se le daba mucho poder para ayudar a una sociedad a hacer
frente a una crisis. Y una vez superada la situación, se suponía que debía
abandonar el poder", explica Richard Overy, un historiador de la
Universidad de Exeter, Reino Unido.
"Pero por lo general no solían
estar dispuestos a renunciar a él", añade.
Y
sentencia: "No creo que hayamos visto el fin de las
dictaduras, como no hemos visto el fin de las guerras".
Pero así como la violencia en su
conjunto ha disminuido a través de la historia, también lo ha hecho el número
de dictaduras desde 1970, cuando cayeron los regímenes de América Latina y
Europa de Este.
Aunque hay ondulaciones: el colapso
de la Unión Soviética estuvo acompañada de un declive de las dictaduras, pero
ahora muchos de los países que entonces pertenecían a la unión están dando pasos
en dirección a esa forma de gobierno.
En general, sin embargo, los
regímenes autoritarios son más escasos que en el pasado.
El colapso de la Unión Soviética estuvo acompañada de un declive
de las dictaduras en Europa del Este.
"Es más difícil justificar las dictaduras hoy, en parte porque todo
el mundo está bajo la mirada de los medios de comunicación", dice Overy.
Como consecuencia, al menos algunos de estos
regímenes podrían tener los días contados; especialmente si están
contribuyendo a los problemas económicos internos.
"Cuando estás operando en una economía que está
perpetuando tu colapso, tus partidarios se ponen nerviosos porque
piensan que nos vas a poder ayudarlos, así que empiezan a buscan qué comprar
alrededor",
dice Bueno de Mesquita.
Y estas situaciones resultan a veces en golpes
militares,
agrega, lo que tiende a empujar a los países en una dirección más positiva para
el bienestar de los ciudadanos, al menos en base a ejemplos del pasado.
Algunas dictaduras, sin
embargo, no muestran señales de agrietamiento.
"Lo que tenemos ahora son, en gran medida, dictaduras extremadamente
duraderas",
indica Erica Chenoweth, profesora asociada de estudios internos de la
Universidad de Denver, EE.UU. "Las que persisten son las que
perfeccionaron el arte".
Las dictadoras suelen venir acompañadas de una buena dosis de
adoctrinamiento.
Por ejemplo, algunos gobiernos de
África y de Medio Oriente que encajan en la definición de dictadura son lo
suficientemente saludables como para perpetuar su existencia.
"En África ha habido más de un
impulso hacia la democracia, pero el hecho de tener recursos como diamantes,
petróleo y minerales no solo crea inestabilidad, sino que el gobierno los
utiliza para comprar a gente", dice Ezrow.
"Mientras tanto, en Medio
Oriente no ha habido mucha presión para que estos sistemas se vuelvan
democracias, ya que son estables y otros quieren que sigan siendo así",
añade.
Y es que otra de las razones por la que las dictaduras
persisten o por la que nacen nuevas es que la propia democracia las puede
propiciar.
"La gente tiene la ingenua noción de que las
democracias están interesadas en promover la democracia", explica Bueno
de Mesquita. "Pero eso no cierto, y no lo es por muy buenas razones".
El trabajo fundamental de los
líderes democráticos, explica el experto, es implementar políticas que
beneficien a sus votantes, no a otros países.
Y como los líderes dictatoriales necesitan pagar a sus
compinches, los líderes democráticos a menudo suelen descubrir que pueden
simplemente pagar a estos para hacer lo que quieran.
Es una situación ganadora para
el dictador, quien necesita dinero, y para el demócrata, quien necesita que
sus políticas satisfagan a sus electores.
Así que, mientras es imposible predecir dónde nacerán
los sistemas autoritarios y dónde persistirán durante mucho tiempo, lo
que es casi seguro es que nos acompañarán siempre.
"Creo que cada país tiene cierto riesgo
de convertirse en una dictadura", advierte Chenoweth.
¿Pero es una mala democracia
mejor que una dictadura humana?
No hay pruebas de que el deseo de libertad y democracia sea innato
en la naturaleza humana, dice Ezrow.
Al contrario de la creencia popular occidental, este sistema no es
necesariamente malo para toda la gente y todos los países.
No todas las dictaduras
terminan con miseria y no todos quieren vivir en una democracia.
"Una democracia mala podría
ser peor que una dictadura humana", reconoce en ese sentido Pinker.
No hay pruebas de que el deseo
de libertad y democracia sea innato en la naturaleza humana, dice Ezrow.
Siempre y cuando la calidad de vida siga siendo
alta y
a los ciudadanos se les permita vivir sus vidas como lo desean, estos podrían ser completamente
felices bajo una dictadura.
Algunos incluso se vuelven
nostálgicos del régimen autoritario cuando cae.
"Cuando era más joven, cuando
estudiaba en la universidad, suponía que todo el mundo quería vivir en
democracia", recuerda Ezrow.
"Pero si nos fijamos en las
encuestas llevadas a cabo en algunos países bajo regímenes autoritarios, la
gente es feliz", señala.
En otras palabras, el fin de las dictaduras podría
no ser el ideal para todos.
Mientras los líderes eviten las trampas inherentes a
este modo de gobierno y tomen en cuenta los deseos de sus ciudadanos, las
dictaduras sólo serán un enfoque distinto a la hora de regir un país; uno que valora el
orden por encima de las libertades individuales.
Como
dice Ezrow: "Algunas culturas podrían simplemente preferir
la seguridad y la estabilidad que la libertad".
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