Mostrando entradas con la etiqueta Redes Sociales. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Redes Sociales. Mostrar todas las entradas

domingo, 16 de junio de 2013

Revelaciones del espía Edward Snowden confirman al mundo que ya no existe la privacidad y menos en internet

Tomado de El País

Origen, impacto y consecuencias de los papeles de Snowden

Los programas secretos de espionaje de EE UU desvelados por un contratista de la NSA abren un debate sobre la intromisión del Gobierno en la privacidad de los ciudadanos



Por Antonio Caño
De todo lo que se ha conocido en los últimos días gracias a la audacia de un joven de 29 años con una cierta obsesión por el espionaje, hay algo que no es novedad: la privacidad ha desaparecido, somos constantemente objeto de la mirada de alguien. Ahora hemos sabido que entre esos muchos que nos observan está el Gobierno de Estados Unidos, lo cual tampoco es exactamente una gran sorpresa.
EE UU es la mayor potencia económica y militar del mundo. Tiene intereses planetarios y tropas y bases en los cinco continentes. Es el objetivo declarado número uno del terrorismo internacional, que le demostró sus intenciones y recursos el 11 de septiembre de 2001. Ha sido blanco de numerosos ataques cibernéticos de parte de su gran rival en el mundo, China. Es el país que inventó Internet y en el que han nacido y residen Google, Microsoft, Facebook, Apple, Twitter y otras marcas de menos renombre que dominan la actividad en la Red. Tiene, por tanto, los motivos y los medios. Que el Gobierno de EE UU, en colaboración más o menos voluntaria con las empresas de EE UU que poseen toda la información existente en Internet, haya accedido a esos datos con el propósito de localizar a sus enemigos, puede ser cualquier cosa menos una sorpresa.
Tampoco es un una ilegalidad, puesto que el Gobierno se proveyó de todas las autorizaciones parlamentarias y judiciales que eran pertinentes. Sí puede ser una inmoralidad y un atropello de las libertades públicas, algo en lo que las autoridades de todos los países incurren frecuentemente con la ley en la mano. Pero el juicio de esa actitud puede producir resultados distintos si se observa desde el concepto liberal e individualista, en cuyo caso el veredicto sería severo, o desde una idea más estatista sobre el papel del Gobierno, que podría dictar una sentencia más benevolente.
¿Qué es lo que está en juego en el caso que el joven Edward Snowdenha puesto sobre la mesa? ¿Qué es lo que realmente ha sacado a relucir y qué debate ha desencadenado eso? ¿Debe preocuparle a los ciudadanos ser espiados? ¿Por qué? En EE UU, la opinión pública parece decantarse a favor de permitir ciertas incursiones del Gobierno en su privacidad, si eso ayuda a mejorar su seguridad, lo que responde a la lógica de que una mayoría de población cuyo comportamiento es intachable no tiene en principio ningún temor a que revisen su vida. Pero, por supuesto, no se trata de eso. Se trata de cuáles son los límites del Estado y qué pueden hacer las personas corrientes para protegerse.
Edward Snowden, un contratista privado al servicio de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), entregó a The Guardian, primero, y después a The Washington Post dos documentos que recogían otros tantos programas secretos de espionaje del Gobierno de EE UU, uno para el registro de los números de teléfono y duración de las llamadas telefónicas de la compañía Verizon en EE UU, y otro, conocido como Prisma, que permite el acceso a correos electrónicos, chats, fotos y otro material intercambiable en Internet entre ciudadanos extranjeros y fuera de territorio de EE UU.
De acuerdo a las autoridades norteamericanas, ambos son programas son muy valiosos, han permitido en el pasado abortar decenas de intentos de ataques terroristas y su revelación constituye un gran perjuicio para EE UU. De acuerdo a la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que ha presentado una demanda contra el Gobierno, es una violación de la Constitución. El presidente Barack Obama los defendió diciendo que, en el mundo actual, “no se puede tener el 100% de privacidad y el 100% de seguridad”. Esos programas representan, dijo, una mínima molestia que los norteamericanos pueden permitirse en aras de dormir más tranquilos.
Ahí es donde está el meollo de la cuestión. ¿Dormimos más tranquilos sabiendo que el ojo del Gran Hermano orwelliano vigila? Tal vez sí o tal vez no, pero, en todo caso, la única alternativa es permanecer despiertos.
Para analizar el impacto y las consecuencias de los papeles de Snowden es necesario inscribirlos en el tiempo en que se han producido. Así como los papeles del Pentágono cayeron sobre una población horrorizada con la guerra y el Watergate aterrizó en un país asqueado de las marrullerías de la política, los papeles de Snowden encuentran a una sociedad adormecida por los encantos ilimitados de las nuevas tecnologías.
Hoy la privacidad es objeto de ataque constante e impune. Cuando se entra en un banco, uno es observado por una cámara tras la que hay un agente de seguridad; cuando se sube al metro o se accede a un aeropuerto, todos somos, igualmente, filmados y registrados. Simplemente paseando por la calle podemos ser grabados y, posteriormente, nuestra imagen puede ser contemplada por un funcionario, que, aburrido, podría llegar a entretenerse con algunos detalles de nuestro físico. Hay cámaras en los más diversos escenarios públicos y privados, desde un teatro a un taxi, y a nadie parece importarle mucho.
Esa realidad adquiere una proporción desmesurada cuando se traslada al campo de Internet. Nuestros mensajes, nuestras fotos de cumpleaños, cualquier indiscreción personal, incluso nuestros más íntimos pensamientos ofrecidos al amigo o la persona amada están almacenados en algún lugar de lo que, muy gráficamente, se llama “la nube”. Será una nube, pero no es un limbo. Empresas concretas y personas precisas tienen acceso a esa información, la procesan y, eventualmente, la usan con motivos comerciales.
¿Cuál es la diferencia de que la use el Gobierno con motivos más nobles, como la seguridad? En primer lugar, es necesario recordar que el programa Prisma no afecta, al menos en lo que se sabe, a ciudadanos norteamericanos o que residan en EE UU. Por lo demás, el espionaje es una actividad tan antigua como el propio ser humano. En otros tiempos se hacía con rudimentarias antenas parabólicas y micrófonos ocultos en un jarrón. Hoy basta un ordenador. Los países se espían unos a los otros, y espían a sus propios ciudadanos, sus finanzas y movimientos sospechosos. Cuando ese espionaje produce resultados satisfactorios, que es relativamente frecuente –piensen, en cada país, en la cantidad de indeseables detectados en los últimos años por el seguimiento de sus cuentas bancarias o sus llamadas telefónicas–, nos alegramos todos. ¡Cuántos inocentes no habrán sido espiados hasta llegar a los verdaderos culpables! Pero, al mismo tiempo, cuando nos queda constancia de que ese espionaje existe, nos horrorizamos. Y ese horror se produce, no tanto por el espionaje en sí, sino por su carácter secreto.
Lo secreto nos asusta y, con razón, nos alarma. El secreto protege la actuación legítima de un agente del bien, pero también tapa el abuso de un funcionario inescrupuloso. El secreto deja a los ciudadanos inertes ante el Gobierno, que queda como la única autoridad para decidir qué hacer en cada situación. El secreto es, obviamente, el caldo de cultivo del autoritarismo.
Cualquiera puede entender que los gobernantes tengan que actuar en secreto en ocasiones. A nadie se le ocurre que la CIA debiera haber ido informando al Congreso sobre sus pasos en la localización de Osama bin Laden. Pero el secreto no se justifica siempre ni con tanta frecuencia como las autoridades desearían. Probablemente, no se justifica en los papeles de Snowden. No se aprecia a primera vista qué dicen esos papeles que los terroristas no dieran ya por supuesto. ¿A alguien se le ocurre que Al Qaeda se comunicaba por correo electrónico sin sospechar en absoluto que pudiera ser leídos por los servicios de espionaje?
Así pues, el problema de fondo detectado gracias a los papeles de Snowden es el del insuficiente control de la intromisión del Gobierno en las vidas privadas de los ciudadanos. No el ataque en sí a una privacidad que ya no existe, ni el hecho mismo de que EE UU, como le corresponde, espíe para protegerse, sino la preocupación por la extensión de ese espionaje debido a la falta de control democrático. El Congreso era informado, pero en secreto. Un juez firmaba la autorización para ese espionaje, pero era el juez de un tribunal secreto –creado en 1978 y conocido por las siglas de FISA- que en último año aprobó todas, absolutamente todas, las solicitudes de intervención presentadas por los responsables de seguridad. A todas luces parecen garantías escasas para una recolección tan masiva de datos.
El último ángulo controvertido de esta historia es el del papel de las empresas de Internet, que ahora tratan de limpiar su imagen. Este sábado, Facebook dijo que en 2012 había recibido alrededor de 10.000 peticiones de distintos niveles del Gobierno para acceder a cuentas de sus clientes. Microsoft informó de haber recibido entre 6.000 y 7.000 reclamaciones similares. Difícil resistirse a esas peticiones, que iban firmadas por el correspondiente juez de FISA. Pero esas empresas y otras grandes de Internet que esta semana hicieron públicas reclamaciones de más transparencia, se deben también a sus clientes, con los que se han comprometido a no desvelar sus datos privados.
De nuevo, nos encontramos ante un dilema muy propio de este tiempo y dificilísimo de resolver. La tensión entre el interés público y el espacio privado existe desde que las personas conviven. En nombre de atender el bien de la mayoría se han cometido grandes gestas y tropelías a lo largo de la historia de la humanidad. Los papeles de Snowden prueban que la tentación de actuar por encima del conocimiento de los ciudadanos, aunque sea en su propio favor, no solo no ha desparecido sino que se ha incrementado y hecho más peligrosa en la era de Internet. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Cambios: El Poder ya no es como antes, ni los poderosos lo son tanto


Tomado de El País

¿Qué les está pasando a los poderosos? 
Presidentes maniatados. Magnates hundidos. Ejércitos impotentes. Obispos sin fieles. Nuevos actores desafían a los dirigentes tradicionales. El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más difícil de usar y más fácil de perder

Por Moisés Naím

En su primer discurso ante el Congreso, en 2009, el presidente Obama propuso un presupuesto con ambiciosas inversiones en energía, sanidad y educación. “Esto es América”, proclamó. “Aquí no vamos a lo más fácil”. Cuatro años después, hasta lo fácil se le ha vuelto imposible. “Acordemos aquí, y ahora, mantener al Gobierno funcionando, pagar las facturas a tiempo y proteger el crédito de Estados Unidos”, imploraba Obama al Congreso hace unas semanas. Evidentemente, el presidente de la superpotencia no se debe sentir muy poderoso.
El resultado de los comicios en Italia ha sumido al país en una crisis aún mayor de ingobernabilidad, y en Israel y Reino Unido, Benjamín Netanyahu y David Cameron se han visto obligados a forjar complejas coaliciones para poder gobernar. Las victorias electorales con grandes mayorías son cada vez menos frecuentes. A nivel mundial, la comunidad internacional no logra actuar para detener las matanzas en Siria o el calentamiento global.
El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más fácil de obtener, más difícil de usar y mucho más fácil de perder. Un ejecutivo puede celebrar su ascenso a la dirección de su prestigiosa compañía solo para descubrir que una empresa recién creada está arrasando con sus clientes. Un político que llega a primer ministro puede encontrarse maniatado ya que una multitud de partidos minoritarios bloquea sus iniciativas. Un general puede comandar un enorme y costoso ejército sabiendo que su moderno armamento es inútil frente a explosivos caseros y terroristas suicidas. Y el nuevo papa, Francisco, ya sabe que predicadores de nuevo cuño están arrebatándole su rebaño en África y Latinoamérica.
¿Por qué el poder es cada vez más fugaz? Porque las barreras que protegen a los poderosos ya no son tan inexpugnables como antes. Y porque han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales.
Los Estados soberanos se han cuadruplicado desde 1940 (de 51 a 193) y no solo compiten entre sí, sino también con organismos internacionales, fondos de inversión, carteles de la droga y ONG transnacionales.
En 2011, cuando estalló la Primavera Árabe, había 22 países gobernados por déspotas, frente a 89 en 1977, una clara señal de lo difícil que es hoy retener el poder. Y dentro de cada país, el poder también está más disperso. En 2012, solo cuatro de las 34 democracias más ricas del mundo contaban con un presidente o primer ministro respaldado por una mayoría parlamentaria.
Una creciente clase media,  mejor informada y con mayor movilidad, está haciendo más difícil el ejercicio del poder
El poder también se desmorona en los campos de batalla y las salas de juntas.
Un estudio realizado en 2001 por el politólogo Ivan Arreguin-Toft descubrió que, en las guerras asimétricas que estallaron entre 1800 y 1849, el bando más débil (en armamento y efectivos) alcanzó sus objetivos en el 12% de los casos. En las guerras de ese mismo tipo libradas entre 1950 y 1998, el bando presuntamente débil venció el 55% de las veces. El poder militar tampoco es lo que era.
Como no lo es el poder empresarial. En 1980, en EE UU, una empresa situada en el 20% más importante de su sector tenía una entre diez posibilidades de perder ese puesto en los cinco años siguientes. Dos décadas después, esa proporción pasó a ser una de cada cuatro.
Los presidentes de Estados Unidos y China y los consejeros delegados de JPMorgan Chase y Shell Oil siguen gozando de un poder inmenso, pero es mucho menor del que tenían sus antecesores. Antes, presidentes y directivos no solo se enfrentaban a menos rivales y competidores, sino que además tenían menos restricciones a la hora de utilizar ese poder. Restricciones como los mercados financieros, una población con más conciencia política y más exigente, y el escrutinio de los medios de comunicación. Los poderosos, hoy, suelen pagar un precio mayor y más inmediato por sus errores.
Internet, con su fuerza supuestamente “democratizadora”, no es lo único que está erosionando el poder. Las nuevas tecnologías de la información son herramientas importantes, pero para que ejerzan algún efecto necesitan usuarios, y los usuarios necesitan dirección y motivación. Facebook y Twitter fueron fundamentales en la Primavera Árabe. Pero las circunstancias que llevaron a derrocar a los tiranos fueron locales y personales: el desempleo y las expectativas insatisfechas de una clase media en expansión y mejor preparada fueron decisivas.
Lo que está erosionando el poder tradicional son las transformaciones de aspectos básicos de la vida: cómo vivimos, cuánto tiempo y con qué calidad. Cómo trabajamos, nos movemos o nos relacionamos con nuestro entorno. Estos cambios se pueden agrupar en tres revoluciones simultáneas:
La Revolución del Más. 
El siglo XXI tiene más de todo: más gente, más urbana, más joven, más sana y más educada. Y también más productos en el mercado, más partidos políticos; más armas y más medicinas, más crimen y más religiones. La pobreza extrema se ha reducido más que nunca y la clase media crece. Para 2050, la población mundial será cuatro veces mayor que 100 años antes. Desde 2006, 28 “países de renta baja” han pasado a figurar entre los de “renta media”. Una clase media impaciente, mejor informada y con más aspiraciones está haciendo más difícil el ejercicio del poder.
La Revolución de la Movilidad. 

No solo hay más personas con mejor nivel de vida, sino que además se mueven más que nunca. Según la ONU, 214 millones de personas viven fuera de sus países de origen, un 37% más que hace 20 años. Las diásporas étnicas, religiosas y profesionales están cambiando el reparto de poder entre las poblaciones y dentro de ellas. Personas, tecnología, productos, dinero, ideas y organizaciones tienen más movilidad, y por ello son más difíciles de controlar.

La Revolución de la Mentalidad. 
Una población que consume y se mueve sin cesar, que tiene acceso a más recursos y más información, ha experimentado también una inmensa transformación cognitiva y emocional. El World Values Survey ha descubierto que existe cada vez más consenso en todo el mundo sobre la importancia de las libertades individuales y la igualdad de género, así como más intolerancia al autoritarismo. La insatisfacción con los sistemas políticos y las instituciones de gobierno también es global.
Juntas, estas tres revoluciones están erosionando las barreras que protegían a los poderosos de sus rivales. La Revolución del Más ayuda a estos últimos a asediar esas barreras, la Revolución de la Movilidad les ayuda a rodearlas y la Revolución de la Mentalidad las socava.
¿Debemos celebrar este declive del poder tradicional? Claro que sí. Se han abierto más oportunidades para votantes, consumidores, jóvenes, mujeres y otros grupos tradicionalmente excluidos.
Pero no todo es positivo. La degradación del poder también plantea amenazas para nuestro bienestar, nuestras familias y nuestras vidas. Explica por qué Washington está bloqueado, por qué a Europa le cuesta actuar con eficacia ante los problemas económicos, por qué proliferan los Estados fallidos o por qué tantas decisiones urgentes se toman tarde y mal.
Ante el fin del poder tal como lo conocemos, nuestros tradicionales sistemas de controles y equilibrios —concebidos para limitar el poder excesivo— amenazan con transformar a muchos Gobiernos en gigantes paralizados.
El tamaño ya no significa fuerza. La burocracia ya no significa control. Y los títulos ya no significan autoridad. Y si el futuro del poder está en la subversión, los bloqueos y las interferencias, ¿podremos recuperar algún día la estabilidad? Sí. Pero eso requerirá entender mejor las mutaciones del poder.
Moisés Naím es autor del libro The end of power, de donde ha sido adaptado este artículo. Twitter @MoisesNaim
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

sábado, 9 de marzo de 2013

Facebook dejó de ser la red social para adolescentes


Tomado de El País

Facebook aburre a los adolescentes

Mark Zuckerberg reconoce que su liderazgo peligra a mediano plazo


Por Rosa Jiménez Cano

Del entusiasmo a la desidia. De la adicción al aburrimiento. Facebook nació como un servicio para universitarios y gracias a ellos creció hasta llegar a más de mil millones de usuarios. Ahora tiene un problema precisamente con sus mejores embajadores, los adolescentes. Mark Zuckerberg, creador y consejero delegado de la red social, ha reconocido que ya no son tan atractivos para los adolescentes. Así lo declaraba en el informe anual para los inversores: “Creemos que algunos de nuestros usuarios, en especial los jóvenes, están a la última y buscan de manera activa otros productos similares o como sustituto de Facebook”. Añade que esto puede dañar su negocio a medio plazo.

Adam Ludwin es uno de los que piensa que Facebook ha perdido parte de su halo con los más jóvenes. De hecho, lo experimentó al crear su aplicación de retoque Albumatic. Según relata en Business Insider, varios usuarios en una sesión de prueba le dijeron que, directamente, les aburría.

¿Cómo pueden aburrirse más de mil millones de personas compartiendo fotos de fiestas, excursiones y cumpleaños? María Rodríguez, consultora de estrategia en Internet de la cooperativa Enkidu, cree que se ha pasado el efecto moda: “La masificación de los contactos es uno de los factores. No queda bien rechazar a ese vecino del quinto que resulta ser un pesado o aquella chica con la coincidiste en un curso y que a la larga resulta no tener nada que ver contigo”.

César Calderón, director ejecutivo del Think Net Pensamiento Público, cree que el problema no está solo entre los jóvenes: “El mundo de los negocios está llegando a la conclusión de que tratar de vender sus productos a través de esta red social es caro y tremendamente complicado, con tasas de éxito menores que las de la web más tradicional”. Al mismo tiempo apunta algunos errores como: “Su barroco diseño, pasando por sus cambios permanentes de navegación o su creciente complejidad de uso”.

David de Ugarte, estratega de la Sociedad de las Indias Electrónicas, va más allá. Considera que Facebook triunfó por su capacidad para simplificar, pero falló al querer abarcar todo. “Era más sencillo que un blog, pero ya no es el mejor en nada. Para conversar o compartir los adolescentes han descubierto Tumblr o Wordpress”, expone. En su opinión la facilidad de uso es clave: “De ahí que presten más atención a aplicaciones nacidas para el móvil y muy visuales como Pinterest e Instagram”.

Todo obedece a una estrategia para promocionar Instagram

A pesar de la alarmante declaración a los inversores Zuckerberg, guarda un as en la manga, precisamente Instagram, comprada la pasada primavera por 765 millones de euros, cuando solo contaba con 14 trabajadores. En el mismo documento el consejero delegado incluye una aclaración: “Entre las aplicaciones cuya capacidad para enganchar a los usuarios crece más se encuentra Instagram”.

Mauro A. Fuentes, responsable de redes sociales en Ogilvy España, cree que todo obedece a una estrategia para promocionar Instagram: “Tienen que rentabilizar la compra y darle valor. Facebook ya tiene clara su segmentación y está establecido como soporte publicitario”. Considera que pronto llegará también la publicidad al servicio creado por Kevin Systrom, aunque se está usando para promocionar marcas y productos de una manera poco clara. “Basta con darse una vuelta para ver cómo hay productos de cosmética que regalan a usuarios activos o artesanos que exhiben sus manualidades”, apunta.

La red social Tuenti, nació como el equivalente español de Facebook. Además de ofrecer servicios como soporte publicitario, ha virado hacia el mundo de la telefonía para poder rentabilizar. Cuenta con 15 millones de usuarios registrados. El 22% de los mismos tienen entre 14 y 17 años y pasan de media 104 minutos diarios. Según declara Sebastián Muriel, vicepresidente de la plataforma, su intención es hacer negocio de dos maneras. “Como red social gratuita, pero con publicidad y como un servicio de conexión a Internet por suscripción”, expone. Lógico si se tiene en cuenta que es un 70% propiedad de Telefónica.

Yoani Sánchez habla de su visión acerca del mundo, de Cuba y de Chávez desde una óptica fuera de la isla


Tomado de La Voz de América

Yoani Sánchez habla con la VOA de Chávez, Cuba y la web

Por Juan  Moreno Romero-Burgos

La creadora del blog ‘Generación Y’, Yoani Sánchez, visitó Burgos para participar del tercer Congreso Iberoamericano sobre Redes Sociales, iRedes, y allí conversó  sobre sus peripecias para enviar mensajes, ‘surfear’ la web y exponer las condiciones de la isla con una internet que solo llega al tres por ciento de los usuarios locales.

Esta es la entrevista que concedió a Juan Moreno Romero de la Voz de América, junto a otros periodistas.

Periodista: ¿Cómo piensa que va a afectar a Cuba la muerte Hugo Chávez?

Yoani Sánchez: La muerte de Hugo Chávez era una noticia que se esperaba desde hace tiempo. Los cubanos están divididos entre dos sensaciones. La gente sabe del amplísimo subsidio que viene de Venezuela, y que soporta al régimen y a la economía familiar. La gente asocia eso a corte eléctricos colapso de transportes... desabastecimiento. Se piensa en un nuevo período especial y esto preocupa.

Pero por otro lado hay una sensación de que cuando el gobierno cubano se dé de bruces con el hecho de que ya no hay subsidio, puede ser que se abran económicamente. Que flexibilicen, permitan mayores licencias por cuenta propia, la inversión extranjera, quizás incluso permitan a los exiliados invertir. Hay una sensación de que esto puede ser una variable que catalice el cambio, ese es el dilema nacional ahora mismo.

 
Por otra parte pienso que un sistema tan personalista, hecho a la imagen y semejanza de un hombre no puede sobrevivir a su muerte. Se puede demorar un poco más, puede haber intentos de utilizar todo este luto en aras de hacer crecer la efervescencia revolucionaria, pero un sistema personalista no puede sobrevivir sin su cabeza. Pienso que terminará.

Periodista: Después de 10 años sale y se reencuentra con el exterior, ¿cómo ha encontrado a América Latina y a Europa?

Yoani Sánchez: En los países en los que he estado, en Brasil por ejemplo, me impresionó mucho el sentido de prosperidad. Amén de todos los problemas, de las luces y de las sombras, había una sensación de que el futuro va a ser mejor. Eso me gustó porque en Cuba llevamos décadas pensando que el mañana puede ser más sombrío, hay una sensación de zozobra con el futuro. En el caso de la Vieja Europa, yo la he encontrado muy joven.
 
Periodista: En su blog ha dicho lo que más le ha llamado la atención es que nadie le prohíbe cosas. Ahora que lleva unos días viajando ¿cómo lo está viviendo?
 
Yoani Sánchez: Más que un viaje espacial es un viaje en el tiempo, no es un viaje tanto de kilómetros como de años. Como decía en mi blog, Generación Y, es un poco esa sensación de esperar a que alguien venga a regañarte. En Cuba es común que siempre algo esté prohibido, alguien aparece y te dice que no puedes hacer fotos, por aquí no puedes caminar, o no puedes hacer eso.

Periodista: ¿Pueden las redes sociales contribuir a que haya cambios políticos en Cuba como lo han hecho en otros países?
 
Yoani Sánchez: Pienso que sí, pero quizás no en la medida en que sucedió en África del Norte. Allí había un contacto mucho mayor con la tecnología. En Cuba eso no sería posible porque estamos todavía a un nivel muy embrionario. Aunque el gobierno diga que un veinte por ciento de la gente está conectada a Internet, lo cierto es que la conectividad es del tres por ciento. Pero sin lugar a dudas, aunque no sea al nivel de otras naciones va a incidir, va a ayudar a catalizar ciertos procesos democratizadores.
 
Periodista: ¿Cómo considera el papel que usted está jugando? Es muy conocida a nivel internacional, pero no en tu propio país.
 
Yoani Sánchez: Mi objetivo al escribir mi blog no es la fama, la fama es un efecto colateral. Las personas que me conocen de cerca saben que soy una persona con mucha tendencia al intimismo, que la fama son los clavos de mi cruz.
Cuando ando por las calles hay mucha gente que me conoce, pero el hecho de que se me conozca más fuera de Cuba, es un símbolo del monopolio informativo. Un monopolio que se está rompiendo porque la propia información que sale al exterior rebota al interior a través de exiliados o emigrantes que llaman por teléfono y mandan mensajes de texto.
 
Periodista: El régimen ha usado su salida para demostrar que la nueva ley migratoria funciona, ¿se siente utilizada?
 
Yoani Sánchez: Están trabajando con herramientas muy del siglo XX, creen que pueden controlar determinadas acciones, pero no es así porque no manejan los métodos modernos. En Brasil, la embajada cubana estuvo intentando generar un rechazo hacia mí, y el resultado final fue una enorme solidaridad, y una amplificación de la visita.
 
Si me dejaron salir para dar esa impresión, tienen que saber que voy a hablar frente a los micrófonos todo lo que pienso, por lo tanto el coste político va a ser alto. Esto no solo ocurre conmigo, sino también con muchos otros disidentes políticos que están saliendo.
 
Periodista: ¿En Cuba tiene contactos con la Sección de Intereses, les facilitan material? Una de las acusaciones que les hacen es que son agentes dobles.

Yoani Sánchez: Desde que yo era niña, se ha intentado afiliar a toda persona que va en contra de la propaganda oficial con EE.UU.

No tengo más contacto con la oficina de intereses que las cuatro veces que he ido a solicitar cuatro visas. La primera vez me encontré con Omara Portuondo, la segunda con Pablo Milanés y la tercera con secretario personal de Mariela Castro. ¿No les preguntan a ellos si tienen relaciones con la oficina?
 
Si el gobierno cubano tiene algún problema en que interactúe con la población, lo mejor sería no darles permisos para estar en Cuba. Por cierto, hace dos semanas Raúl Castro recibió a dos senadores estadounidenses y nadie la ha acusado de nada. En general no hay un sentimiento antiamericano en la gente, la propaganda oficial es otra cosa. Muchos cubanos llegan a fin de mes por las remesas que mandan sus parientes de la Florida.
 
Periodista: ¿Ha leído la entrevista a Ángel Carromero en el Washington Post? Asegura que en el siniestro en el que murieron Oswaldo Payá y Harold Cepero les embistió un automóvil por detrás.
 
Yoani Sánchez: Los cubanos hemos esperado meses por respuestas sobre lo que ocurrió ese 22 de julio. No solamente la familia y el sector opositor, también los cubanos en general y la opinión pública internacional.
 
Ahora empiezan a salir los retazos, las partes del relato. He leído esas declaraciones y me parece que se abre una gran pregunta: si se va a llevar a cabo una investigación independiente. Al no haber separación de poderes, todo lo que tiene que ver con los tribunales está íntimamente ligado a la política, a la ideología.
 
Periodista: ¿Usted se siente segura?, ¿se está sintiendo segura durante este viaje?
 
Yoani Sánchez: Cuando uno vive bajo un totalitarismo que puede destruirte así (chasquea los dedos), yo creo que lo mejor es no dejarse paralizar. Yo intento despertarme cada mañana y hacer lo que hago. Cuando me despedí de mi familia yo les dije: no se preocupen, me voy en paz. Quiero vivir 160 años pero si termina mañana mismo, he hecho lo que quería.
 
Periodista: Hay unas declaraciones suyas en las que critica la política estadounidense sobre el embargo que han causado cierto revuelo.
 
Yoani Sánchez: Mi posición sobre el embargo es sobre todo la conciencia de que el gobierno lo utiliza como una cortina de humo para tapar los grandes temas nacionales. En el conflicto cubano el David es el pueblo y el Goliat es el gobierno.

Pero la propaganda quiere hacernos creer que el Goliat es Estados Unidos, creando la sensación de plaza sitiada en la que como dijo Loyola, disentir es traicionar. Este es el principal motivo por el que estoy en contra del embargo, porque se utiliza como argumento.
 
Periodista: Antes ha dicho que en Venezuela la situación va a cambiar porque un régimen personalista no puede trascender a la muerte de su líder ¿Esto también se le puede aplicar a Cuba?
 
Yoani Sánchez: Sí, pero en Cuba el epicentro, la persona ha cambiado. Ahora todo gira en torno a Raúl. Miguel Díaz-Canel no tiene poder real. Puede acabar siendo un gran reformista, quién sabe, pero por el momento parece una persona de continuidad. Yo creo que el sistema no va a sobrevivir, pero no vamos a tener un día del cambio, sino que un día vamos a mirar atrás y vamos a decir: ¡Uff!, cambió.

Participaron en esta entrevista, Juan Moreno Romero de la Voz de América, Belén de Juan de ‘Muy Interesante’ e Ignacio Uría de ‘Nuestro Tiempo’.