La mayoría de viviendas que se construyen
en nuestro País, dentro del sector formal, tienen características de vivienda
mínima, y eso significa la existencia de unos servicios urbanos básicos, y de
un área de unos 25 metros cuadrados, que es lo más que se puede dar por un
precio aún inasequible para muchos. Ni hablar de las condiciones de la vivienda
marginal.
Lo que me llama la atención es que se
contemplen unos servicios mínimos, como el agua potable, los drenajes y la
energía eléctrica, que, definitivamente son básicos para un bienestar mínimo; y
no se plantee un espacio mínimo para los habitantes de las viviendas, que
también es básico para un bienestar mínimo. Preocupan solamente problemas de
bienestar y salud física, y ello incluye también contemplar un simple techo
para no mojarse, y un espacio mínimo donde físicamente quepan las, en promedio,
cinco personas que lo van a habitar, porque caber, sí que caben en 25 metros
cuadrados, aunque sea paradas.
Lo que no se suelen plantear son las
consecuencias psicosociales de vivir en estos espacios: promiscuidad, incesto,
estupro, falta de privacidad, pleitos frecuentes… en definitiva, conflicto
permanente por un espacio que se necesita y no se tiene, y que, a falta de él,
se busca y encuentra en la calle, con lo que la casa, lejos de ser elemento
integrador de la familia, es desintegrador; y la cabeza de la familia
difícilmente puede ejercer su papel educador. En la calle no sólo se encuentra
el espacio que falta en la casa, sino también la “educación”, aun cuando ésta
difícilmente será la que debería ser. Es cierto que hoy por hoy el problema no
tiene fácil solución, pero es necesario que quede planteado, e insistir en él
para que algún día pueda tenerla.
Espacio vital es el mínimo que el
ser humano necesita desde el punto de vista físico y psíquico para desarrollar
normalmente su vida dentro de la vivienda. Este mínimo es de unos 20 metros
cuadrados por persona, y por debajo de él se considera hacinamiento. Donde el
hacinamiento es fuerte las puertas de las casas suelen estar abiertas, porque
son la válvula de escape de dicho hacinamiento, que convierte a la calle en
parte de la casa, y por donde se diluye la integración familiar, y la
posibilidad de adecuada educación.
Acerca de la
Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.