Tomado de El País
Barack Obama habla con Raúl Castro en el despacho Oval, en presencia de Ben Rhodes y Ricardo Zúñiga, entre otros. / CASA BLANCA
Así cayó el Muro del Caribe
Un consejero de
Obama y un diplomático hispano de EE UU fraguaron con los negociadores cubanos
en nueve reuniones el acercamiento entre ambos países
Por Yolanda Monge, Joan Faus y Marc
Bassets en
Washington y Pablo Ordaz en Roma.
Barack
Obama se acercó a Raúl Castro. Se saludaron. Castro sonrió. El encuentro
ocurrió en diciembre de 2013, en el funeral de Nelson
Mandela en Johannesburgo (Sudáfrica).
Fue breve: seis segundos.
La
cordialidad entre los presidentes de Estados Unidos y de Cuba sorprendió al
mundo. Ambos llevaban medio año embarcados en un proyecto secreto: el deshielo
en las relaciones entre dos países enfrentados durante más de medio siglo.
Esta
semana, un año después del saludo en el estadio, Obama y Castro han anunciado
la normalización de las relaciones. Washington y La Habana
intercambiarán embajadores. EE UU retirará a Cuba de la lista de Estados que
patrocinan el terrorismo, y facilitará el comercio y los viajes.
La
caída del último muro de la Guerra Fría en América es el resultado de un
esfuerzo que empezó en 2009. Ese año Obama —un senador
novato que, con una retórica ilusionante, prometía hablar con los enemigos de
su país y arreglar el mundo— llegó a la Casa Blanca. Pero no fue
hasta la primavera de 2013 cuando el presidente de EE UU, en su segundo y
último mandato, autorizó el inicio de unas negociaciones en las que, además de
emisarios de los Gobiernos estadounidense y cubano, han participado el Vaticano,
como mediador, y Canadá y el propio Vaticano como anfitriones de la mayoría de
las reuniones. “Hoy América decide liberarse de las cadenas del pasado para
alcanzar un futuro mejor”, dijo Obama el miércoles en la Casa Blanca.
Esta
es una primera aproximación, elaborada a partir de entrevistas y declaraciones
de protagonistas y observadores, de esta negociación. Sus protagonistas son
jóvenes asesores de la Casa Blanca —personajes que se parecen más a actores
secundarios de la serie El Ala Oeste que a negociadores de la Guerra Fría—,
veteranos emisarios del aparato diplomático más antiguo de la tierra, el
Vaticano, y representantes de uno de los últimos regímenes comunistas del
mundo. Incluye varios espías curtidos y un cooperante, Alan Gross, detenido en La Habana en diciembre
de 2009 y liberado el pasado miércoles
en el marco del canje de presosque ha logrado el deshielo entre EE
UU y Cuba.
Las
negociaciones comenzaron en junio de 2013 en Canadá, pero la prehistoria de la
negociación comenzó casi un año y medio antes. El senador demócrata Patrick
Leahy, que voló con Gross a bordo del avión que devolvió al contratista a EE
UU, y su asesor Tim Rieser conocían bien a los Castro desde los años noventa. Y
a ambos les preocupaba la detención de Gross.
A
principios de 2012, Leahy y Rieser abordaron el caso con las autoridades
cubanas, incluido con el presidente Raúl Castro, y “cómo podía llevar a algo
más grande”, recuerda Rieser. Se lo comunicaron a la Casa Blanca.
“Leahy
sintió que este era el momento, con Obama en la Casa Blanca, de intentar mover
nuestra relación con Cuba hacia otro lugar y sabíamos que eso iba a requerir
traer a Gross de vuelta”, explica el asesor del senador, con experiencia en
otros casos de presos en el extranjero.
Pero advirtieron a
la Administración de que pedir únicamente la
liberación de Gross era “una estrategia sin posibilidades de éxito”. “Cualquiera que sepa algo
de los Castro sabe que no responden bien a los ultimátums. Los cubanos dejaron
claro que estaban ansiosos por hablar con EE UU pero que no estaban preparados
para hacer concesiones unilateralmente”, añade Rieser.
Obama
adoptó, tras llegar a la Casa Blanca, algunas medidas para flexibilizar el
envío de remesas a Cuba y los viajes de cubanoamericanos a la isla. Pero tuvo
que sufrir una pequeña humillación en la Cumbre de la Américas que se celebró
en Colombia en abril de 2012, y ver cómo Cuba iniciaba una tímida
liberalización, para decidirse a apretar el acelerador.
En
la cumbre, Obama escuchó el clamor del resto de socios —incluidos aliados como
Colombia y México— contra el embargo de EE UU a Cuba y en favor de invitar a este
país a la próxima cumbre. Tras salir reelegido en las presidenciales
de 2012, sin ruido ni publicidad, el mandatario situó Cuba como una de las
prioridades de su política exterior. Tras el fiasco de la cumbre, el presidente
cambió de consejero en asuntos latinoamericanos. Sustituyó a Dan Restrepo por
Ricardo Zúñiga con el objetivo de impulsar el contacto con La Habana.
En
la primavera de 2013, el presidente de EE UU
autorizó “discusiones exploratorias” con funcionarios cubanos. Los
primeros intercambios de mensajes fueron a través de la Sección de Intereses de
EE UU en La Habana, que hace funciones de embajada desde el fin de las
relaciones diplomáticas, en 1961, y a través de las delegaciones de ambos
países en la ONU, en Nueva York.
Obama
designó a dos emisarios atípicos: su escritor de discursos y consejero
predilecto en política exterior, y un diplomático nacido en Honduras con
experiencia en asuntos cubanos.
Ben
Rhodes, nacido en 1977, y Zúñiga, nacido en 1970 y emigrado a EE UU cuatro años
después, forman una extraña pareja: poco conocidos fuera de los círculos
diplomáticos y políticos de Washington y sin el caché de otros negociadores del
pasado, como Henry Kissinger o Zbigniew Brzezinski.
Pocas
personas gozan de la confianza del presidente como Rhodes. El alambicado nombre
de su cargo —asistente del presidente y viceconsejero de Seguridad Nacional
para Comunicaciones Estratégicas y Escritura de Discursos— no refleja su
influencia real. Rhodes era un aspirante a novelista hasta que los atentados del 11 de
septiembre de 2001 en
su ciudad, Nueva York, le cambiaron la vida. Empezó a escribir discuros para el
congresista Lee Hamilton. En 2008 se unió al equipo de campaña del entonces
senador Obama. Su victoria le llevó a la Casa Blanca, donde sus poderes no han
dejado de crecer. El de Cuba no es el primer acuerdo con un país rival que
ayuda a negociar. En 2011 contribuyó a la apertura a Birmania y las
negociaciones con el régimen militar del país asiático.
En
el Vaticano se destaca el papel de Pietro Parolin, quien de 2009 a 2013 ejerció
como nuncio en Venezuela
La
trayectoria de Zúñiga, hijo de un diplomático hondureño y una ciudadana de EE
UU, es distinta. No proviene de la política, como Rhodes, sino del servicio
diplomático. Director para el Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad
Nacional desde 2012, Zúñiga ejerció antes como consejero político en la
Embajada de EE UU en Brasilia, dirigió la Oficina de Asuntos Cubanos en el
Departamento de Estado y estuvo destinado en la Sección de Intereses de EE UU
en La Habana.
Seguidor
de la serie de intriga política House of Cards y lector de Mario Vargas Llosa, el
diplomático fue viceconsejero político de la Embajada de EE UU en Madrid
entre 2004 y 2007, donde se ocupó de la cooperación antiterrorista entre EE UU
y España.
En
el Vaticano se destaca el papel del siempre discreto Pietro Parolin, el actual
secretario de Estado, quien desde 2009 hasta 2013 ejerció como nuncio en
Venezuela.
Los
intentos de obtener la identidad de los negociadores cubanos han resultado
infructuosos.
Canadá
ejerció de anfitrión —no de mediador— en, como mínimo, siete de las nueve
sesiones negociadoras. Seis reuniones se celebraron en la capital, Ottawa, y
una en Toronto, la ciudad más poblada del país. Rhodes y Zúñiga volaban en
vuelos comerciales, sin despertar sospechas ni alterar sus agendas en la Casa
Blanca. La distancia de La Habana es mayor: cinco horas.
No
es casualidad que Canadá fuese el país elegido. Aliado estrecho de EE UU y
miembro de la OTAN, también ha sido durante décadas uno
de los países occidentales más cercanos a Cuba. Canadá era campo
neutral, un papel comparable al de Austria o Finlandia en la Guerra Fría.
Canadá jamás rompió relaciones diplomáticas con Cuba.
En
la primavera de 2014, las negociaciones lograron un impulso decisivo. Primero,
tras la reunión del papa Francisco
con Obama, el 27 de marzo en el Vaticano. Después, cuando EE UU
recurrió a una táctica habitual en la Guerra Fría y se sacó una carta oculta en
la negociación por el intercambio de presos: un cubano que había espiado para
EE UU y estaba preso en Cuba desde hacía casi veinte años.
La
nueva carta permitía a EE UU plantear la negociación como un intercambio de
espías, puesto que Gross era para Washington sólo un cooperante y así lo ha
mantenido hasta el final.
Rieser,
el asesor del senador Leahy, siguió participando en el diálogo, con un
“contacto cercano” con Zúñiga. Su objetivo era apoyar y asesorar a Obama y a
Zúñiga en las discusiones.
En
verano, el Papa envió sendas cartas a
Obama y a Castro. En ese momento, según Rieser, las posibilidades de
un acuerdo Washington-La Habana eran "muy buenas". Pero también se
sabía que podían saltar por los aires en cualquier momento: si la salud de
Gross empeoraba, todo descarrilaría y el deshielo podría quedar aplazado años o
décadas.
Cuba
era consciente de ello. En cuatro llamadas telefónicas durante el pasado
verano, el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, advirtió a su homólogo
cubano, Bruno Rodríguez Parrilla -al que conocía de su etapa como presidente
del Comité de Exteriores del Senado-, que si le pasaba algo a Gross "nunca
habría una mejor relación con Estados Unidos", según revela un funcionario
del Departamento de Estado que pide el anonimato.
El
papel del Vaticano ha sido central. Durante los últimos meses las reuniones
internas en el Vaticano han sido numerosas. Como Canadá, la Santa Sede nunca
interrumpió las relaciones diplomáticas con Cuba. Ya desde Juan
XXIII, la derecha más ultramontana ponía en circulación el rumor de que Fidel
Castro iba a ser excomulgado. “No sé de donde salió esa historia”, explica
ahora el secretario particular de Juan XXIII, el cardenal Loris Capovilla,
quien acaba de cumplir 99 años, “pero es solo una leyenda. Ni se le pasó jamás
por la cabeza al papa Juan ni a sus sucesores”.
Juan
XXIII se enfadó mucho cuando se enteró de que, nada más estallar la revolución
de Fidel Castro, los curas y las monjas católicas estaban saliendo de Cuba a
toda prisa: “¡No pueden escapar, la Iglesia no se escapa nunca, es necesario
que se queden allí!”. Aquel enfado del papa Roncalli es recordado ahora por el
que ya entonces era su secretario particular, Capovilla. “No podré olvidar
nunca el dolor y la decepción del papa Juan por la fuga del clero local tras la
llegada al poder de Castro".
Aquella
tarde el Papa estaba furioso y no paraba de repetir: "¡Las relaciones
diplomáticas no se interrumpen nunca!”. Aquel enfado se tradujo durante las
décadas siguientes en un acercamiento constante, silencioso, difícil muchas
veces, pero tan firme que dos papas considerados muy conservadores, Juan Pablo II y Benedicto
XVI, apoyaron las relaciones diplomáticas visitando la isla.
En
la Cuba de hoy, la presencia de la Iglesia de Roma es todavía muy débil —en
comparación con el papel que jugó en la transición de países como Chile y
Polonia—."Y sin embargo, la Iglesia es hoy la única entidad que recibe
apoyo del exterior en Cuba y no es criticada por ello por el régimen
castrista”, declara Eusebio Mujal-León, profesor en la Universidad jesuita de
Georgetown, en Washington, y autor de varios libros sobre Cuba y América
Latina.
No
cabe duda de que el Vaticano desea penetrar en la isla. Si se abren iglesias y
se destinan curas a Cuba se da el primer paso para acceder a la eduación en las
escuelas y entrar en la televisión, por ejemplo, como camino para una nueva
evangelización postcastrista.
Fue
en el Vaticano donde, el pasado octubre, se selló el acuerdo sobre el
intercambio de presos y los primeros pasos hacia la normalización. En
noviembre, en la última de las reuniones, los negociadores acabaron de perfilar
los detalles técnicos en Canadá.
El
milagro es que nada se supiese ni filtrase hasta este miércoles por la mañana,
cuando la Casa Blanca anunció el acuerdo.
"Tenía
que hacerse así para mantenerlo en secreto y para que funcionase”, dice Peter Kornbluh, director del Proyecto de
Documentación de Cuba y coautor de Back channel to Cuba (Canal oculto a
Cuba), unas historia de los contactos secretos entre Washington y La Habana
desde la revolución de 1959. “Es posible que sea el último gran episodio de
diplomacia por canales ocultos entre Estados Unidos y Cuba", añade
Kornbluh.
Con estas negociaciones,
termina una etapa en la diplomacia y en la presidencia de Barack Obama.
En julio de 2007, cuando Obama le disputaba a la experimentada Hillary Clinton
la candidatura demócrata a la Casa Blanca, un ciudadano les preguntó en un
debate si estaban dispuestos a reunirse con el líder de Cuba sin condiciones
previas.
“Sí”,
respondió Obama.
Clinton
respondió que no.
Ahora
Obama, que se ha declarado abierto a viajar a La Habana en el futuro, puede
cumplir aquel vaticinio.
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