lunes, 8 de febrero de 2016

Mi versión de lo que ocurrió en la historia un día como hoy 8 de Febrero

Compilado por Luis Montes Brito
Un día como hoy 8 de Febrero de 1814 Simón Bolívar ordena que sean pasados por las armas a más de 800 prisioneros españoles, la mayoría de ellos neutrales. Con información de La Opinión de Tenerife por Jesús Villanueva. Habían perdido la noción del tiempo los 382 españoles que hacía casi un año llevaban encerrados en aquellas mazmorras de Valencia; así como los 300 prisioneros de La Guaira y los 518 de Caracas. Mal alimentados y sedientos, con grilletes en tobillos y muñecas que les despellejaban la piel, hacinados entre vómitos, orines y heces. En las tres prisiones (e incluso entre los convalecientes en los hospitales y enfermerías improvisadas) se había corrido la voz de que iban a ser ejecutados. Sumaban 1.200 españoles (de los cuales dos tercios eran canarios) prisioneros de guerra en parte, y en parte civiles capturados sin haber entrado en batalla, por el mero hecho de haber nacido en la España peninsular o en el archipiélago canario. En efecto, la orden de ejecución dictada por Simón Bolívar había llegado a Caracas y a La Guaira el 11 de febrero de 1814. El gobernador interino de Caracas, Juan Bautista de Arismendi, uno de los insurrectos más sanguinarios y crueles de Venezuela, presidió las abyectas ejecuciones. El 12 por la mañana comenzó el exterminio tanto en Caracas como en La Guaira. Los presos fueron sacados a la calle de a dos sujetos por cadenas, a golpes y culatazos; los enfermos y heridos a rastras; los ancianos que apenas podían andar atados a sillas. Las madres, esposas e hijas que acudieron a las prisiones, desesperadas ante aquella barbarie que se iba a perpetrar a sangre fría, fueron apartadas a violentos empujones, e incluso algunas arrastradas al paredón con sus hombres. Muchos prisioneros reclamaron su libertad pagada con anterioridad con sus bienes a las autoridades rebeldes. De nada les valió. Los pelotones de fusilamiento comenzaron la masacre. Los españoles caían abatidos por el fuego. Los fusileros se turnaban con los que arrastraban al suplicio a los reos. Hasta que Arismendi ordenó no gastar más pólvora, cara y escasa, y emplear las picas, sables y machetes para acabar con la vida de aquellos famélicos desgraciados. Algunos, sabiéndose muertos sin remisión, trataron de defenderse yendo contra sus verdugos, quienes se ensañaban a estocadas y mandobles salvajes en los brazos, piernas, vientres y cabezas. La masacre continuó durante los días 12, 13 y 14. Muchos yacían agonizantes en el suelo ensangrentado y fueron rematados reventándoles la cabeza con grandes piedras. Una enorme pira se hizo con los cuerpos desmembrados, donde ardieron estando vivos aún muchos de ellos. En Valencia, presidida la ejecución por el propio Bolívar, fueron asesinados los 382 españoles durante los días 14, 15 y 16. El hedor a carne quemada y los gritos de los que agonizaban quedó grabado en la memoria de los testigos de aquella cruel masacre. Así transcurrieron los hechos según los datos publicados en La Gaceta de Caracas nº 14 de 1815, a los que dio luz el historiador colombiano Pablo Victoria en su libro La otra cara de Bolívar (2010), bajo el sello de Editorial Planeta Colombiana, S.A. Explica Victoria que cuando Bolívar, impotente, a principios de febrero de 1814, tuvo que levantar el sitio a Puerto Cabello -defendido por José Tomás Boves y de la Iglesia, comandante del Ejército Real de Barlovento-, pidió refuerzos a Urdaneta, éste le informó de la imposibilidad de enviárselos. Lo mismo le contestaba Leandro Palacios desde La Guaira, argumentando que su guarnición escaseaba y el número de prisioneros españoles a su cargo era grande. No lo dudó el Libertador, un día como hoy 8 de febrero de 1814, dio orden por escrito de asesinar a los prisioneros de Caracas y La Guaira para así liberar a sus carceleros que engrosarían los refuerzos que requería. Al enterarse el arzobispo de Caracas, monseñor Coll y Prat, de las intenciones macabras de Bolívar, le escribió suplicándole por las vidas de aquellos desdichados. A lo que Bolívar contestó, con absoluta impiedad, lo siguiente: "Acabo de leer la reservada de v. s. Illma. en que interpone su mediación muy poderosa para mí, por los españoles que he dispuesto se pasen por las armas. Mas vea v. Illma. la dura necesidad en que nos ponen nuestros crueles enemigos ¿Qué utilidad hemos sacado hasta ahora de conservar a sus prisioneros y aun de dar la libertad a una gran parte de ellos?... No solo por vengar mi patria, sino por contener el torrente de sus destructores estoy obligado a la severa medida que v. Illma. ha sabido. Uno menos que exista de tales monstruos, es uno menos que ha inmolado o inmolaría a centenares de víctimas. El enemigo viéndonos inexorables a lo menos sabrá que pagará irremisiblemente sus atrocidades y no tendrá la impunidad que lo aliente. Su apasionado servidor y amigo, Q. B. I. M. de v. Illma. Simón Bolívar". He aquí la muestra del más despreciable Simón Bolívar. La otra versión de esta misma historia. Tomado de Actualidad 360. Un día como hoy, el 8 de febrero de 1814, el coronel Leandro Palacios, comandante militar de La Guaira, solicitó instrucciones al Libertador, Simón Bolívar sobre cómo proceder ante el terror que José Tomás Boves había impuesto en Caracas y sus regiones vecinas. Boves avanzaba sobre el territorio en poder de los patriotas, asesinando a su paso a todo aquel que caía en su poder. Sin misericordia alguna, familias enteras sucumbían ante sus lanzas, que les daban muerte por igual, militaran o no en las filas de los patriotas. La respuesta de Bolívar fue: “Señor Comandante de La Guaira: Por el oficio de Ud. que acabo de recibir, me impongo de las críticas circunstancias en que se encuentra esa plaza, con poca guarnición y un crecido número de presos. En consecuencia ordeno a Ud. que inmediatamente se pasen por las armas los españoles presos en esas bóvedas y en el hospital, sin excepción alguna. Cuartel General Libertador, en Valencia, 8 de febrero de 1814, a las ocho de la noche. Simón Bolívar”. De esa manera, Bolívar lanzó el "decreto de guerra a muerte" ante la acometida del enemigo, consiguiendo levantar la moral de los patriotas y sosteniendo la lucha por la libertad en la región central.
Un día como hoy 8 de febrero de 1828 en la ciudad de Nantes, hoy Francia, nace Julio Verne. Históricamente, la ciudad de Nantes se encontraba dentro de la parte de Bretaña donde antiguamente se hablaba el galó, una lengua románica hablada en dicho territorio. Jules Gabriel Verne nació un día como hoy 8 de Febrero de 1828 en la ciudad de Nantes, fue un escritor francés considerado el fundador de la moderna literatura de ciencia ficción. Predijo con gran precisión en sus relatos fantásticos la aparición de algunos inventos generados por los avances tecnológicos del siglo XX, como la televisión, los helicópteros, los submarinos o las naves espaciales. Julio Verne fue el mayor de los cinco hijos que tuvo el matrimonio formado por Pierre Verne, que procedía de una familia vinculada a la jurisprudencia (su abuelo fue consejero notario de Luis XV y presidente del Colegio de Abogados de Nantes), y de Sophie Allotte de la Fuÿe, perteneciente a una familia de militares. En 1847 comenzó sus estudios de derecho en París y se recibió de abogado en 1849, razón por la cual su padre le permite permanecer en París. Mientras tanto seguiría escribiendo teatro. A pesar de los deseos de su padre que quiso que se dedicara a su carrera de abogacía y ante la amenaza de quitarle el financiamiento, Verne sigue sin estar interesado en seguir esa la labor. Y ya sin el financiamiento de su padre, gasta todos sus ahorros en libros y se pasa largas horas en las bibliotecas de París queriendo saberlo todo: estudiando geología, ingeniería y astronomía, conocimientos con los que más adelante documentaría sus fantásticas aventuras y predijera con asombrosa exactitud muchos de los logros científicos del siglo XX. Hablaría de cohetes espaciales, submarinos, helicópteros, aire acondicionado, misiles dirigidos e imágenes en movimiento, mucho antes de que aparecieran estos inventos. Recién en 1869 publicaría su primera novela "Cinco semanas en Globo", un éxito fulminante, gracias al cual firmó un espléndido contrato con el editor P. J. Hetzel, que le garantizaría la cantidad anual de 20.000 francos durante los siguientes veinte años, a cambio de lo cual, se obligaría a escribir dos novelas de un nuevo estilo cada año. Luego le siguieron otras novelas a la gran producción del autor: "Viaje al centro de la tierra"(1864), "De la tierra a la luna"(1865), y "20,000 Leguas de viaje submarino"(1870). La última novela antes de su muerte fue "La invasión del mar". Célebre por sus relatos de aventuras fantásticas, narradas siempre con un tono de verosimilitud científica, en las que describe, con una visión casi profética, multitud de logros científicos, inventos y descubrimientos posteriores a su época. Fue considerado el precursor de un género literario nuevo, la ciencia ficción. Falleció el 24 de Marzo de 1905 en la ciudad de Amines, Francia.
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Un día como hoy 8 de Febrero de 1910 William D. Boyce funda los Boys Scouts de Estados Unidos. Boyce fue un empresario, editor de periódicos y revistas, así como un aventurero estadounidense. Es conocido sobre todo por haber sido el fundador de los Boy Scouts de América (BSA) y los Lone Scouts de América (LSA), de corta duración. Nacido en Pensilvania, demostró desde niño un gran aprecio por las actividades al aire libre. Trabajó como maestro de escuela y minero de carbón, asistió a la Academia de Wooster, Ohio antes de trasladarse al Medio Oeste y Canadá. Astuto y emprendedor hombre de negocios, Boyce estableció con éxito varios periódicos, Lisbon (Dakota del Norte). Con su primera esposa, Mary Jane Beacom, se mudó a Chicago. Allí estableció la Mutual Newspaper Publishing Company y el semanal Saturday Blade, que atendía a un público rural y fue distribuida por miles de jóvenes repartidores. Mediante el empleo de niños y adolescentes para aumentar las ventas de periódicos, la editorial de Boyce mantuvo una tirada de 500 000 ejemplares por semana en 1894. Boyce apoyó firmemente los derechos de los trabajadores, como lo demuestra el apoyo de sus negocios a varios sindicatos y su interés por mejorar las condiciones de vida de sus empleados. En los primeros años del siglo XX, Boyce se había ya convertido en un multimillonario y dejó parcialmente sus negocios para proseguir sus intereses en asuntos cívicos, dedicando más tiempo a viajar y participar en expediciones. Conoció el escultismo al pasar a través de Londres durante su primera expedición a África en 1909. Según una historia después idealizada, Boyce se perdió en la densa niebla de Londres, pero fue guiado a su destino por un joven, quien le dijo que él simplemente estaba haciendo su deber como scout. Boyce se interesó por el movimiento fundado por el general británico Robert Baden-Powell, y a su regreso a los Estados Unidos, formó los BSA. Desde su inicio, Boyce centró el programa educativo del movimiento en la enseñanza de autosuficiencia, ciudadanía, inventiva, patriotismo, obediencia, alegría, coraje y cortesía en orden «para hacer hombres». Después de mostrar su desacuerdo sobre el programa con el Jefe Scout Ejecutivo James E. West, dejó los BSA y fundó los LSA en enero de 1915, que atendieron a los niños rurales que habían pocas oportunidades para formar una tropa o una patrulla. Tras llegar a un acuerdo, en junio de 1924, se completó la fusión entre los BSA y los LSA. Boyce recibió numerosos premios y condecoraciones por sus esfuerzos en el movimiento scout de Estados Unidos, entre ellos el Búfalo de Plata.
Un día como hoy 8 de febrero de 1915 en Los Ángeles se estrena el polémico film racista El nacimiento de una nación (de D. W. Griffith), promocionando el Ku Klux Klan. Clásico del cine mudo que narra los acontecimientos más importantes de la creación de los Estados Unidos de América: la guerra civil, el asesinato de Lincoln, etc. Ha sido tachada de racista por su glorificación del Ku Klux Klan, pero tiene el mérito de ser la primera película que cuenta una historia de modo coherente: hasta ese momento una película era un conjunto de escenas con muy poca relación entre sí. Obtuvo un enorme éxito en su tiempo. Es, debido a su técnica, una de las más famosas de la época del cine mudo, dirigida por el cineasta D.W. Griffith, con avances técnicos no utilizados hasta esas épocas que tornaron a la película en un notable progreso en cuanto a la aún joven cinematografía. No obstante, el filme ha sido uno de los más polémicos por cuanto su argumento promueve abiertamente el racismo, apoya sin ambages la supremacía de la raza blanca y describe en sus escenas el heroísmo de los miembros del Ku Klux Klan. La película se estrenó un día como hoy 8 de febrero de 1915, en el Auditorio Clune en el centro de Los Ángeles. En su estreno la película fue titulada The Clansman, pero el título fue cambiado posteriormente a El nacimiento de una nación para reflejar la creencia de Griffith que Estados Unidos emergió de la guerra civil americana y la reconstrucción como nación unificada. Las críticas hacia D.W. Griffith fueron un motivo para que el mismo cineasta rodara al año siguiente 1916 el filme Intolerancia para borrar las acusaciones de racismo que pesaban sobre él. La interpretación que la película hace de la historia de los Estados Unidos resulta así muy polémica y abierta a muchas condenas. El historiador Steven Mintz de la Universidad de Houston dice que el mensaje del filme se resume así: "la Reconstrucción fue un desastre, los negros nunca pudieron ser integrados como iguales en la sociedad blanca y las acciones violentas del Ku Klux Klan se justifican porque ayudaron a restablecer un gobierno honesto". La película es acusada de racismo por la muy mala imagen dada a la población negra y especialmente a los esclavos libertos tras la Guerra de Secesión, tachando a éstos de haraganes, borrachos, ansiosos tan sólo de robar propiedades de sus antiguos amos y de violar mujeres blancas, al punto que en el desenlace se aprecia unas mujeres sureñas, secuestradas por un liberto armado, salvadas de una violación in extremis gracias a los hombres del Ku Klux Klan. Por ello al director le fue muy difícil encontrar actores negros que se prestasen a participar en este rodaje, por lo que tuvo que caracterizar actores blancos con la piel maquillada en negro mediante la técnica del blackface. Cuando el filme se estrenó, hubo disturbios contra la población negra en Boston, Filadelfia y otras ciudades importantes. Las autoridades de Chicago, Denver, Kansas City, Mineápolis, Pittsburgh y San Luis cancelaron el estreno para evitar desmanes en sus ciudades, al propagarse que el carácter incendiario de la película incitó a pandillas de blancos a atacar a individuos de raza negra. Inclusive en la localidad de Lafayette, (Indiana), un hombre blanco, apenas saliendo de la sala donde se proyectó el film, asesinó a un adolescente negro a tiros de pistola sin motivo aparente.9 Políticos e intelectuales se pronunciaron contra el filme, al mostrar un mensaje racista que aparecía como extremista y feroz inclusive en una época cuando la segregación racial era aún practicada en los Estados Unidos. La polémica se vio aumentada por cuanto en los créditos iniciales aparecía en pantalla una frase del propio presidente Woodrow Wilson alabando al Ku Klux Klan como "protector del sur", lo cual implicaba un mensaje de adhesión racista del propio Presidente de los EE.UU. Tras la polémica causada por el filme, el propio Wilson se vio obligado a declarar ante la prensa que él personalmente reprobaba la "lamentable producción". A diferencia de la posición antes mantenida en el Viejo Sur, el presidente Abraham Lincoln no es mostrado como enemigo de los sureños sino como "el Gran Corazón" amistoso hacia los blancos sureños al terminar la guerra. En paralelo, el filme dio amplia publicidad al Ku Klux Klan en los estados del Sur, después de haber sido el "KKK" un grupo marginal en la década de 1870 y estar casi olvidado por décadas, al punto que el resucitado "KKK" utilizó fotografías del filme en su reclutamiento de nuevos afiliados. La obra maestra de Giffith sólo puede describirse recurriendo a los superlativos. Es, en gran medida, el origen del lenguaje cinematográfico: apenas veinte años después de la invención del cine, Griffith utiliza con una sabiduría de experto el primer plano, el montaje paralelo, el flash back y la profundidad de campo; y, por si fuera poco, sienta las bases de la narrativa y la tensión dramática del cine clásico de Hollywood. Pero además, “El nacimiento de una nación” tiene, casi noventa años después, interés por sí misma. La historia de los Estados Unidos durante y después de la guerra civil americana está soberbiamente contada a partir de la relación entre dos familias del Norte y del Sur, con escenas memorables que van del intimismo de un paseo de enamorados a la grandiosidad de una batalla a campo abierto. Lamentablemente, la película es también de un racismo sangrante. No sólo se hace apología del Ku Klux Klan a lo largo de todo su último tercio, sino que los negros (¡interpretados por actores blancos con las caras pintadas!) son retratados de forma absolutamente atroz, en un discurso que habría firmado encantado, un par de décadas después, el mismísimo Hitler (se menciona expresamente el carácter “ario” de la raza blanca). Pero, si se puede hacer abstracción de ello, la película se convierte en un espectáculo visual y narrativo realmente conmovedor.
Un día como hoy 8 de febrero de 1968 en Orangeburg, Carolina del Sur, policías blancos disparan contra 200 manifestantes negros, asesinando a tres de ellos e hiriendo a otros 27 estudiantes de la Universidad Estatal de Carolina del Sur que protestaban pacíficamente contra el apartheid. (Masacre de Orangeburg). Con información de Democracy Now por Amy Goodman. Un día como hoy 8 de febrero de 1968, policías de Orangeburg, Carolina del Sur, en Estados Unidos, dispararon contra un grupo desarmado de jóvenes manifestantes negros universitarios que protestaban contra la segregación racial en su comunidad. Tres personas murieron y una mujer embarazada sufrió un aborto a causa del ataque. Los nueve oficiales de policía enjuiciados por la masacre fueron absueltos. En Orangeburg, Carolina del Sur, tres jóvenes afroestadounidenses fueron asesinados por protestar contra la segregación que sufrían en el salón de bowling (boliche) de la ciudad. Fue un día como hoy 8 de febrero de 1968, pocos meses antes de los asesinatos de Martin Luther King Jr. y Robert F. Kennedy. Faltaban más de dos años para la masacre de estudiantes de la Universidad Estatal de Kent en Ohio. Estudiantes de la Universidad Estatal de Carolina del Sur se estaban manifestando para que se les permitiera el acceso al único salón de bowling de la ciudad. Cleveland Sellers, por aquel entonces estudiante de dicha universidad, históricamente conocida por su alta población de estudiantes negros, era miembro del Student Nonviolent Coordinating Committee (Comité de Coordinación Estudiantil No Violento) y organizador de las manifestaciones. En una reciente entrevista, contó lo siguiente acerca de aquella noche de hace 40 años: “Era una noche fría... estábamos en el cuarto día de actividades para intentar que el salón de bowling dejara de ser un espacio segregado ... Los estudiantes habían encendido una fogata para mantenerse calientes y afianzar la moral. Intentaban dar con alguna estrategia. ¿Cuál debía ser el próximo paso? ¿Debían volver al bowling, en donde habían sido arrestados la noche del martes? ¿Debían ir a la Municipalidad? ¿Debían ir al Capitolio del Estado? Ellos pensaban que estaban en una zona suficientemente segura, y de ninguna manera esperaban que la policía fuera a abrir fuego”. Actualmente, Sellers es director del programa de estudios afroaestadounidenses de la Universidad de Carolina del Sur. Su recuerdo es vívido: “La oscuridad se hizo luz cuando la policía abrió fuego, nueve policías de caminos y un oficial de la policía local dispararon rifles, escopetas y pistolas. Fue un shock para gran parte de los estudiantes que no hubiera habido sirenas, silbatos, algo que indicara que este tipo extremo de acción letal se llevaría a cabo contra esos estudiantes”. Uno de los sobrevivientes, Robert Lee Davis, recordó el suceso en un proyecto de historia oral dirigido por Jack Bass, que en aquella época era periodista y ahora es profesor de la Universidad de Charleston: “Fue una lluvia de disparos... quizás duró seis o siete segundos. ¡Bum, bum, bum, bum, bum, bum, bum! Los estudiantes gritaban, daban alaridos y corrían. ... Me levanté para correr, di un paso, y eso es todo lo que recuerdo. Di ese paso... Un disparo me alcanzó en la espalda... y ahí fue cuando quedé paralizado. Los estudiantes me pisoteaban cuando pasaban sobre mí porque estaban aterrados”. Sellers puso en contexto la olvidada y desconocida Masacre de Orangeburg: “Es irónico que estemos aquí 40 años después, y el tema de la pobreza y el asunto de la guerra sean nuevamente temas vigentes en todo Estados Unidos. Creo que eso nos dice que en 1968, con el asesinato del Dr. King y el declive del movimiento de los derechos civiles durante ese período, muchos objetivos quedaron incumplidos”. Ha habido ciertos avances en los 40 años transcurridos desde la Masacre de Orangeburg a la fecha de esta entrevista dada en abril de 2008.
Un día como hoy 8 de Febrero de 1996 en Estados Unidos, el gobierno aprueba la Ley de Decencia en las Telecomunicaciones. Fue el primer gran intento del Congreso de los Estados Unidos para regular el material pornográfico en Internet. En un caso de 1997, llamado Reno contra ACLU (American Civil Liberties Union), la Corte Suprema de los Estados Unidos rechazó la ley por atentar contra la libertad de expresión. El ridículo sufrido en el Hacker Crackdown no desanimó a la Administración norteamericana. Un día como hoy 8 de Febrero de 1996, el Congreso de los Estados Unidos aprobó la Ley de Decencia en las Comunicaciones (Communications Decency Act). En aras de la protección a la infancia, la CDA pretendía establecer un código de conducta en Internet en Estados Unidos, tratando de evitar la presencia en la red de material que pudiera considerarse obsceno o violento. Entre otras cosas, se pretendía crear una lista de «palabras prohibidas» que no podían emplearse en chats, publicarse en páginas web... Por ejemplo, la palabra «pechos» se hubiera declarado ilegal tanto en un texto erótico como en un texto médico sobre el cáncer de mama. La primera respuesta, se dio un mismo día como hoy 8 de febrero de 1996, surgía de la pluma de John Perry Barlow, el cual publicaba su «Declaración de Independencia del Ciberespacio», un manifiesto de gran belleza formal, que suponía una ruptura radical entre Internet y el sistema económico-político del mundo real. Más allá de su discutible eficacia a largo plazo, como todo postulado utópico, hay que reconocerle a Barlow el haber condensado en pocas líneas el banderín de enganche de toda una generación: “Gobiernos del Mundo Industrial, ustedes, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, les pido en el pasado que nos dejen en paz. No son bienvenidos entre nosotros. No ejercen ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos. Crearemos una civilización de la Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo que sus gobiernos han creado antes”. En respuesta a la CDA, varias organizaciones de ciberderechos y de derechos civiles, encabezadas por la ACLU, llevaron a juicio esta ley ante un tribunal de Pensilvania. Además, la oposición mundial a la ley consiguió que grupos de defensa de todo el mundo se organizasen en el GILC, Global Internet Liberty Campaign (Campaña Global por la Libertad en Internet), lo que demuestra una vez más que la censura no hace otra cosa que extender el virus de la libertad. Pero mucho peor fue lo que ocurrió en los tribunales. El fallo de la Corte del Distrito Este de Pensilvania, en el caso entre la American Civil Liberties Union versus Janet Reno, Fiscal General de los Estados Unidos, es en sí mismo un manifiesto de libertad a la altura de las grandes Declaraciones de Derechos del Hombre: Dejando aparte las siglas y el argot que han sembrado la vista, Internet puede muy bien ser descrita como una conversación universal sin fin. El Gobierno no puede, a través de la Ley de Decencia en las Telecomunicaciones, interrumpir esa conversación. Como la forma participativa de expresión de masas más desarrollada jamás conocida, Internet merece la más estricta protección frente a la intrusión gubernamental. Es cierto que muchos encuentran algunas de las expresiones o manifestaciones en Internet ofensivas y es cierto, también, que, en medio del estruendo del ciberespacio, muchos oyen voces que consideran indecentes. La ausencia de regulación gubernativa de los contenidos de Internet ha producido, incuestionablemente, una especie de caos, pero, como uno de los expertos propuestos por los demandantes indicó en el curso de la vista, lo que ha hecho de Internet un éxito es el caos que representa. La fuerza de Internet es ese caos. Como sea que la fuerza de Internet es el caos, la fuerza de nuestra libertad depende del caos y de la cacofonía de la expresión sin trabas que protege la Primera Enmienda. Por estas razones, sin dudarlo, considero que la Ley de Decencia en las Comunicaciones es «prima facie» inconstitucional y concedo las medidas cautelares solicitadas. Muchos jueces han soñado escribir una sentencia semejante, pero pocos han tenido la posibilidad de rubricar un fallo tan decisivo para la evolución del ser humano como especie inteligente. El Tribunal Supremo de los Estados Unidos confirmó la sentencia.
Un día como hoy 8 de Febrero de 1997 en Ecuador se genera un caos político tras la proclamación de tres presidentes. Tras varios días de inestabilidad, Fabián Alarcón contó con los votos suficientes para su nombramiento como jefe de Estado interino. La normalidad institucional se vio resquebrajada en 1997 cuando el Congreso, en medio de manifestaciones populares en contra del Ejecutivo, destituyó por «incapacidad mental» al presidente populista Abdalá Bucaram, quien se había posesionado en agosto de 1996. En su reemplazo, el Congreso designó como Presidente Interino a Fabián Alarcón, hasta ese momento Presidente del Congreso Nacional (pese a que constitucionalmente le correspondía asumir la presidencia a la vicepresidente Rosalía Arteaga, quien se posesionó simbólicamente por unas horas). Tras una Asamblea Nacional Constituyente en 1998, la cual tuvo el mandato de revisar y modificar la Constitución de 1979, se realizaron elecciones generales en las que fue elegido presidente Jamil Mahuad Witt, del Partido Democracia Popular (hoy Unión Demócrata Cristiana). Mahuad fue depuesto en enero del 2000, en medio de una grave crisis económica ocasionada por la quiebra masiva del sistema financiero ecuatoriano, la caída de los precios internacionales del petróleo y la vinculación del gobierno de Mahuad con la banca corrupta cuya cabeza más visible fue Fernando Aspiazu, quien el 26 de agosto del 2002 fue condenado a ocho años de prisión por el delito de peculado. Todo ello provocó una huelga general, movilizaciones indígenas y un intento de golpe de estado que duró cuatro horas.

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