Tomado de El País
El resultado
apretado abre una lucha larga y reñida para la nominación a la Casa Blanca
Por
Marc Bassets
Donald
Trump, el magnate y showman neoyorquino
que ha revolucionado la política estadounidense con su retórica agresiva y sus
exabruptos xenófobos, es falible. Decía que él siempre ganaba, pero la noche de
este lunes, en Iowa, perdió.
El senador por Texas Ted
Cruz, un conservador
ortodoxo e intransigente, es el ganador republicano de los caucus o asambleas electivas de este Estado.
Cruz, con un amplio apoyo de la derecha cristiana, ha derrotado a Trump al
sacar un 27,65% de los apoyos y ocho delegados. El magnate, favorito en los
sondeos, ha obtenido un 24,31% y siete delegados. El tercero es el senador por
Florida Marco Rubio, con un 23,09% y siete delegados.
En el campo
demócrata, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton empata con el senador socialista de Vermont,
Bernie Sanders, uno de
los vencedores morales de la noche.
El resultado
igualado, en el campo demócrata y en el republicano, indica que la lucha por la
nominación de ambos partidos en las elecciones presidenciales de noviembre será larga
y reñida.
Iowa ofrece una de las paradojas fascinantes que da la política
estadounidense: un Estado con más de un 90% de blancos no hispanos en el que el
Partido Republicano, que es el partido de los blancos, da la victoria real y
moral a dos latinos, hijos de inmigrantes cubanos que, además, defienden
políticas de mano dura con la inmigración.
Tras conocerse el resultado, Trump compareció en un hotel de West Des Moines, junto a la capital de Iowa. Fue uno de los discursos más extraños que se le recuerdan. Extraño, por su normalidad: breve, sin exabruptos ni insultos a sus rivales.
El discurso de Rubio fue el de un vencedor, aunque quedara tercero. En el tono, esperanzado y patriótico, exhibiendo su biografía como un programa, recordaba al que Obama pronunció después de derrotar a Clinton en los caucus de Iowa en enero de 2008, una victoria que le catapultó a la nominación y a la Casa Blanca.
De los caucus de Iowa no sale un favorito claro entre los republicanos. La victoria de Cruz no le convierte en favorito: está demasiado escorado a la derecha como para apelar a un electorado más centrista que el de Iowa.
Tras conocerse el resultado, Trump compareció en un hotel de West Des Moines, junto a la capital de Iowa. Fue uno de los discursos más extraños que se le recuerdan. Extraño, por su normalidad: breve, sin exabruptos ni insultos a sus rivales.
El discurso de Rubio fue el de un vencedor, aunque quedara tercero. En el tono, esperanzado y patriótico, exhibiendo su biografía como un programa, recordaba al que Obama pronunció después de derrotar a Clinton en los caucus de Iowa en enero de 2008, una victoria que le catapultó a la nominación y a la Casa Blanca.
De los caucus de Iowa no sale un favorito claro entre los republicanos. La victoria de Cruz no le convierte en favorito: está demasiado escorado a la derecha como para apelar a un electorado más centrista que el de Iowa.
En el otro lado, aunque Clinton gane, el buen resultado de
Sanders —la mitad de participantes en las asambleas le han apoyado— revela que
las divisiones ideológicas en el Partido Demócrata son profundas.
La ex secretaria de Estado afronta los recelos de una parte del
electorado, pero disfruta de una organización sólida sobre el terreno en los
Estados clave y de un apoyo leal de las minorías latina e hispana, decisivas en
la nominación demócrata.
Los caucus de Iowa —y el proceso de primarias en
general— son un juego de expectativas. El buen resultado del senador por
Florida Marco
Rubio, por encima de lo esperado, le proyecta como el hombre del
momento, el aspirante capaz de frenar a Trump, un electrón libre que ha
desquiciado al Partido Republicano.
Sin tiempo para
digerir los resultados de este lunes, la campaña se trasladará este martes a
New Hampshire, el estado de Nueva Inglaterra donde, tras loscaucus de
Iowa, se celebran el día 9 las primeras elecciones primarias. En New Hampshire,
con 1,3 millones de habitantes, los favoritos son Trump, para el Partido
Republicano, y Sanders para el demócrata.
Iowa, un Estado de 3,1 millones de habitantes en el Medio Oeste,
nunca decide la nominación, un proceso que dura cinco meses y en el que
participan los 50 Estados. Pero sí sirve para descartar. El primer damnificado
de Iowa es el exgobernador de Maryland Martin O’Malley, aspirante demócrata que
se retirará después de sacar menos del 1% de apoyos. El republicano Mike
Huckabee también anunció que abandona la campaña.
Iowa no decide, pero
puede alterar la dinámica. De este Estado surge una alternativa creíble a
Trump: el senador Rubio, un hijo de inmigrantes cubanoamericanos con un discurso de
republicano clásico, favorable al libre mercado, en lo económico; halcón en la
política exterior; y partidario de políticas migratorias rigurosas pero sin ser
ofensivo como Trump.
Rubio es la gran
esperanza del establishment republicano,
que históricamente ha logrado que sus candidatos en los caucus y primarias fueran los nominados a las
presidenciales. El buen resultado de Rubio es también un alivio para unestablishment golpeado
por la ola populista de Trump y Cruz.
El resultado de
Trump, por debajo de lo que él mismo esperaba, no termina, ni mucho menos, con
sus aspiraciones, pero le da una dimensión más terrenal. Hasta el lunes, Trump
jamás se había sometido a una votación: el fenómeno Trump se
basaba sobre todo en la popularidad en los sondeos, en las multitudes que
atraía a sus mítines y en la atención mediática que despertaba.
La política real es más complicada que la virtual.
Trump vendió que era
un triunfador; se paseaba por los platós televisivos y los estrados de los
mítines dando por casi segura la victoria. Una mayor modestia —palabra
inexistente en el diccionario Trump— le habría permitido alardear de un
resultado mejor de lo esperado. Ahora, el hombre que decía no perder nunca, que
fanfarroneaba sobre sus éxitos inapelables, deberá gestionar su primera
derrota.
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