
No conozco bien
los criterios considerados para ofrecer esta estadística, pero aun siendo muy
alta, dista bastante de la realidad, de la misma manera que dista muchísimo de
la realidad la estadística de personas desempleadas que se nos ofrece
oficialmente (pero si incluso la cantidad de mareros es mayor que esa).
Probablemente en uno y otro caso se consideran personas empleadas a personas
del mercado laboral informal que ofrecen algún servicio tan innecesario como
intrascendente, y a quienes damos alguna propina más por temor que por gratitud,
como los “cuidacarros”, por poner un ejemplo.
No deben ser
incluidos en el “Ni trabaja” a las personas que están activamente en la
búsqueda de empleo, ni a las que realizan las tareas domésticas de su casa,
puesto que esta es una labor necesaria que requiere una dedicación, y que está
considerado como trabajo por la OIT. Más bien, el “Ni estudia ni trabaja” se
refiere a aquellos jóvenes que no hacen ni lo uno ni lo otro, y que, además, no
muestran estímulo o iniciativa alguna por ello; en otras palabras, que no saben
qué hacer con su vida, ni les importa mucho.
El problema de
los NI NI´s va mucho más allá de la situación de parasitismo en la que viven y
en la que tienden a perpetuarse. Hay una serie de consideraciones que les van a
arrastrar, probablemente, hacia caminos poco sanos. En primer lugar está el
cómo disponer del tiempo libre, que es todo. Las probabilidades de que antes o
después tiendan a ocupar su tiempo en actividades nocivas son altas, entre
otras cosas, porque las actividades nocivas surten el aliciente que necesitan y
que falta en su vida.
Por otro lado,
en casa serán objeto de críticas y reproches, y, además, su baja autoestima por
la situación que viven, les hará sentirse en inferioridad respecto a los otros
miembros del hogar, y tenderán a evitar la compañía familiar. Por todo ello,
tenderán a casi no pasar tiempo en casa, y a pasar mucho tiempo en la calle,
donde coincidirán con otros jóvenes en similar situación. Es fácil suponer que
los riesgos de caer en drogadicción o en pandillas es alto.
Pero la
cuestión es, sobre todo, buscar la causa del problema para tratar de resolverlo
desde ahí, porque una vez que la situación de NI NI se hace crónica, es cada
vez más difícil activar el estímulo del joven para orientar su vida sana y
productivamente. Tanto familia como sociedad tendemos a culpabilizar al joven
por esa situación; sin embargo, difícilmente hacemos una reflexión sobre
nuestra propia culpa como familia o como sociedad. Como sociedad cabe
preguntarse si se ofrece suficientes oportunidades de capacitación y de empleo
digno a los jóvenes. Seguramente la respuesta es que no.
Y, por otro
lado, como familia, hemos de preguntarnos cómo orientamos la vida de nuestros
hijos desde que son pequeños, porque esa, a fin de cuentas, es labor de padres
y madres. La respuesta, en la mayoría de los casos, es que no hay ningún tipo
de orientación, de plan, de proyecto o de estímulo para nuestros hijos en su
desarrollo. Los hijos van creciendo a como dé lugar, por sí solos; y si algo se
tuerce, tendemos a maltratarlos, o simplemente a rezar para que se enderecen.
No sabemos hacer otra cosa. ¿Cómo esperamos que cuando tienen quince o veinte
años tengan un estímulo que nunca les hemos dado? Nuestros hijos no son lo que
son; son lo que los padres hacemos de ellos.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y
Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de
orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la
asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.
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