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viernes, 8 de mayo de 2015

Avanza diáspora salvadoreña en EEUU: 3 salvadoreños más ganan elecciones en Maryland

Tomado de  El Tiempo Latino 
  Rocío Treminio-López es la primera alcaldesa latina del estado. Víctor Olano y Abel Núñez obtienen la victoria como concejales

Más salvadoreños ganan elecciones en Maryland
Por Milagros Meléndez-Vela

Prince George's, MD.- Tres salvadoreños en Maryland se sumaron a la lista de Oficiales electos en ese estado, el lunes 4 de mayo. Rocío Treminio-López hizo historia al convertirse en la primera hispana elegida como alcalde, en todo Maryland. Ganó las elecciones del pueblo de Brentwood, en el condado de Prince George’s. También lo hizo el activista Abel Núñez, quien se convirtió en el primer concejal latino en la ciudad de Cottage. A ellos se sumó Víctor Olano en el concejo de Brentwood.

“Me siento muy agradecida con toda la gente que me apoyó. Éste es un logro importante no sólo para mí sino para nuestra comunidad”, expresó Treminio-López, de 38 años.

Antes de las elecciones, la salvadoreña servía como alcaldesa interina de Brentwood desde que el ex alcalde James Cooksey, renunciara al puesto, en noviembre de 2014. “Yo ya era concejal y cuando la alcaldía quedó vacante me nombraron alcalde interina”, explicó. “Pero mi meta era ser elegida en los comicios”, añadió.

El lunes durante una serie de elecciones locales en Maryland, Treminio-López ganó la alcaldía de Brentwood con 156 votos frente a los 78 votos logrados por el concejal de ese ayuntamiento, Ron Bretemps. El martes 5 juramentó al puesto de alcaldesa por un período de dos años.

Víctor Olano, concejal de Brentwood.
Otro salvadoreño que juramentó en Brentwood fue Víctor Olano, quien ganó las elecciones como concejal del ayuntamiento. Hasta entonces, Olano también había servido como concejal interino.

Brentwood es un pequeño pueblo que cuenta con un gran porcentaje de latinos. Casi uno de cada dos residentes son de origen hispano. El total de la población es de 3.046 habitantes, según el Censo 2010. Los hispanos son la mayoría con un 45,27 por ciento, seguidos de los afroamericanos con un 38 por ciento y los blancos con una representación de 25 por ciento.

“Estas elecciones han sido muy importantes porque desde que se fundó el pueblo en 1922 no ha habido un alcalde hispano”, enfatizó Treminio-López, cuyo esposo y cuatro hijos han sido clave en su campaña electoral.

Abel Nuñez Activista al concejo
De otro lado, el activista Abel Núñez sorprendió con su candidatura en la ciudad de Cottage, también en el condado de Prince George’s. Ganó el puesto de concejal en el ayuntamiento de 1.305 habitantes, 34 por ciento de ellos de origen hispano.

El salvadoreño venció sorpresivamente al concejal Richard Cote, quien buscaba su reelección. Logró 127 votos contra 40 de Cote.

“Soy el primer hispano en esa posición, donde hay otros cuatro concejales más”, expresó Núñez, quien es el director ejecutivo de la organización CARECEN, que asiste a los inmigrantes en el área metropolitana de Washington.

Su nuevo rol político no afectará su labor en la organización proinmigrante, dijo. Por el contrario la complementará, añadió.

“Siempre estamos impulsando a la comunidad a participar en los asuntos cívicos. Así que cuando se me presentó esta oportunidad quise dar el ejemplo”, agregó.

“Ésta es una ciudad pequeña donde mis vecinos son mis constituyentes”, expresó Núnez, quien juramentará en el puesto el próximo miércoles 13 de mayo.


La delegada estatal Ana Sol Gutiérrez (D-18) felicitó el triunfo de los tres salvadoreños.“Es un gran logro que toda la comunidad hispana debe celebrar”, expresó la delegada salvadoreña, quien acaba de lanzar su candidatura para el Congreso federal.

martes, 28 de abril de 2015

Baltimore se vistió de violencia y caos. Declaran ley marcial

Agencias Noticiosas
BALTIMORE, Maryland, EE.UU. -- La Guardia Nacional se desplegó el martes de madrugada en Baltimore, policía con escudos bloqueaba las calles y los bomberos apagaban los incendios aún activos mientras una creciente zona de la ciudad sufría los disturbios tras el funeral de un hombre negro que murió bajo custodia policial.

La violencia que comenzó el lunes por la tarde en el oeste de Baltimore -a una milla de donde Freddie Gray fue detenido y trasladado en un furgón policial este mes- se habían extendido a media noche al este de la ciudad y a barrios cerca del centro y el estadio de béisbol.

Se trata de uno de los estallidos de violencia más significativos provocados por una muerte relacionada con la policía desde los días de protestas que siguieron a la muerte de Michael Brown, un hombre negro desarmado que murió abatido a tiros en una confrontación con un agente de policía blanco en Ferguson, Missouri, el verano pasado.

Al menos 15 agentes resultaron heridos, incluyendo seis que seguían hospitalizados el lunes por la noche, según la policía. Dos docenas de personas fueron arrestadas.

Las autoridades estatales y locales prometieron restaurar el orden y la calma en Baltimore, pero pronto se encontraron respondiendo a preguntas sobre si su respuesta inicial había sido la adecuada.

A la alcaldesa, Stephanie Rawlings-Blake, se le preguntó por qué había tardado horas en pedir al gobernador que declarase el estado de emergencia, y el propio gobernador insinuó que debería haber acudido antes a él.

"Estábamos todos en el centro de mando en el segundo piso de la Casa del Estado en comunicación constante, y tratamos de contactar con la alcaldes durante bastante tiempo", dijo el gobernador, Larry Hogan, en una rueda de prensa. "Por fin hizo esa llamada, y tomamos medidas de inmediato".

Cuando se le preguntó si la alcaldesa debió haber pedido ayuda antes, sin embargo, Hogan replicó que no quería cuestionar lo que hacían las autoridades de Baltimore. "Están todos bajo un tremendo estrés. Estamos todos en un equipo".

Rawlings-Blake dijo que las autoridades creían tener bajo control los disturbios iniciados el fin de semana, "y creo que habría sido inapropiado traer a la Guardia Nacional cuando lo teníamos bajo control".

Pero más tarde, el comisario de la policía de Baltimore, Anthony Batts, dejó claro que la situación se había vuelto inmanejable.

"Simplemente nos superaban en número y nos flanquearon", explicó. "Necesitábamos tener más recursos ahí fuera".

Batts dijo que las autoridades habían tenido un "día muy difícil y decepcionante".

Desde luego, la policía se vio puesta a prueba. Los agitadores incendiaron autos de policía y edificios en varios barrios, saquearon un centro comercial y varias licorerías y lanzaron piedras a la policía antimotines, que respondió de forma ocasional con gas pimienta.

"Comprendo el enfado, pero lo que estamos viendo no es enfado", dijo la alcaldesa. "Es la alteración de una comunidad. La misma comunidad que dicen que les importa, la están destruyendo. No pueden ser las dos cosas".

La secretaria federal de Justicia, Loretta Lynch, en su primer día en el cargo, dijo que enviará a la ciudad a autoridades del Departamento de Justicia en los próximos días. Se impuso un toque de queda diario durante una semana, a partir del martes entre las 10 p.m. y las 5 a.m., informó la alcaldesa, y las escuelas públicas de la ciudad anunciaron que permanecerían cerradas el martes.

La general adjunta de la Guardia Nacional de Maryland, la mayor general Linda Singh, indicó que habría hasta 5.000 efectivos disponibles para las calles de Baltimore.

"Saldremos de forma masiva, y eso significa básicamente que patrullaremos las calles y saldremos a asegurar que protegemos la propiedad privada", dijo Singh en una rueda de prensa el lunes por la noche.

La Guardia Nacional seguirá instrucciones de la policía municipal, dijo Singh.

La policía estatal, por su parte, solicitó un refuerzo de 500 efectivos, indicó el coronel William Pallozzi, superintendente del cuerpo. El estado pediría otros 5.000 agentes de seguridad de toda la región del medio Atlántico.

El congresista de Maryland Elijah Cummings y otras 200 personas, incluyendo pastores, intentaron sin éxito sofocar la violencia en un momento dado el lunes por la noche, marchando con los brazos enlazados por un barrio salpicado de cristales rotos, latas aplastadas y otros restos. Cuando se acercaron a la línea policial, los manifestantes se pusieron de rodillas. Después se pusieron en pie y avanzaron hasta ponerse frente a los agentes formados con material antimotines.

Pero la violencia continuó. Los saqueadores prendieron fuego a una licorería y lanzaron bloques de concreto a los camiones de bomberos cuando acudieron a apagar el incendio.

Los disturbios del lunes son el último efecto de la muerte de Gray, y se producen en medio de un debate nacional sobre el uso de la fuerza, tras varios casos muy publicitados en los que hombres negros murieron tras encuentros con la policía, desde la muerte de Brown en Ferguson a las de Eric Garner en Nueva York y Walter Scott en North Charleston, Carolina del Sur.

Gray era negro. La policía ha declinado indicar la raza de los seis agentes implicados en su detención, que están suspendidos con sueldo mientras se investiga el incidente.

Aunque molesta con lo que ocurrió a Gray, la familia del fallecido dijo que la violencia no es la forma de recordarlo.

"Creo que la violencia está mal", dijo la hermana gemela del fallecido, Fredericka Gray, el lunes por la noche. "No me gusta nada".

El abogado de la familia, Billy Murphy, dijo que esperaban organizar una marcha pacífica más tarde esta semana.

Horas antes de que estallaran los disturbios el lunes, la iglesia baptista de New Shiloh, con capacidad para 2.500 personas, se llenó de personas que acudieron al funeral de Freddie Gray.

Gray fue arrestado el 12 de abril tras establecer contacto visual con agentes y salir corriendo, dijo la policía. Fue reducido, esposado y metido en una camioneta sin cinturón de seguridad. Luego de enfurecerse una vez que estaba dentro del vehículo se le pusieron esposas también en los pies.

Pidió asistencia médica varias veces incluso antes de entrar en el auto policial, pero los paramédicos no recibieron la llamada hasta después de un viaje de 30 minutos. La policía ha reconocido que el joven debió ser asistido en el lugar donde fue arrestado, pero no explicaron cómo se lesionó la médula espinal. Falleció el 19 de abril.
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Los periodistas de The Associated Press Juliet Linderman y Jeff Horwitz contribuyeron a este reporte.


sábado, 4 de octubre de 2014

Salvadoran community progress in DC, VA and MD

Taken from Tiempo Latino
Una Publicación de The Washington Post

Henry Bonilla (izq.) presidente de The Salvadoran American Chamber of Commerce premia al empresario Armando Mejía en una gala en 2013. Al centro, el empresario de la industria de la tecnología Charles Vela.  Foto de El Tiempo Latino 


DC area Salvadorans, once stuck in menial jobs, now becoming business owners


The region's Salvadoran community

By Pamela Constable-The Washington Post

Thirty years ago, Armando Mejia fled war-torn El Salvador and sneaked into the United States. He was 17, with a sixth-grade education and two dollars in his pocket. For the next two decades, he toiled in the kitchens of Washington-area restaurants, working his way up from dishwasher to chef.

Today Mejia, 49, owns three upscale Tex-Mex bistros in Northern Virginia, and a fourth in the District. A shrewd and genial host, he serves perfect frozen margaritas and supports local school sports. A fastidious boss, he insists that the bathrooms be cleaned three times a day. The strategy has won him a loyal and diverse customer base far from his roots.

“Why do I like it here? Because it’s got the old ‘Cheers’ atmosphere,” said Mary Stites, an administrator at NASA who was chatting with a friend at the glittering bar in Mejia’s El Tio cafe in Gainesville, Va., one recent afternoon. “Armando treats everyone like family,” she said.  “And there are no sticky counters.”

In the four decades since a handful of refugees began a chain of illegal migration from El Salvador to Washington, the region’s Salvadoran community has swelled to more than 300,000.

Most entered the United States without authorization and stayed. Many are still undocumented, which has confined them to menial or informal work in construction, food industry or personal service.

But as the area’s largest immigrant community has evolved, so have its ambitions. An increasing number of Salvadorans have moved up from worker to boss. No longer dependent on the whims of crew chiefs and bus schedules, they are meeting payrolls and giving orders.

Since it was established in 2001 with 35 members and an office in Alexandria, Va., the Salvadoran American Chamber of Commerce has grown to more than 400 members, with headquarters two blocks from the White House. According to its officials, Salvadoran Americans own more than 4,000 businesses in the metropolitan region.

“We Salvadorans are very enterprising. We can pick up a rock, paint it and sell it,” said Elmer Arias, 50, a former chamber president, who recently retired from the restaurant business and devotes his time to development projects in El Salvador.


Most Salvadoran firms in the area are modest, family-run businesses in traditional immigrant niches such as construction and cleaning, or ethnic shops and eateries that cater to Hispanics. Many Salvadorans without legal status run small informal operations out of a couple of vans, working as nannies, package couriers and building remodelers.

But as a growing number become U.S. residents and citizens, mostly through the sponsorship of an employer or relative, Salvadorans are gaining access to bank loans, operating permits and the holy grail of immigrant business aspirations: government contracts.

Legal status also enables them to compete with older Hispanic groups, such as Puerto Ricans and Cubans, who mostly arrived by legal means and once dominated Hispanic businesses in the region.

A few local Salvadorans have reached the business stratosphere. Jose Barahona, 70, built a large office-cleaning company in Annandale and then made a fortune by opening franchises of the fast-food chain Pollo Campero. Charles Vela, a research engineer in Potomac, Md., came to the United States with an advanced education and founded a firm called Afilon that develops high-tech systems for federal agencies.

Still, they remain exceptions.

According to the Pew Research Center in the District, Salvadorans nationwide have a median income level of $20,000, about the same as Hispanics overall, but 23 percent live below the poverty level and only 7 percent of those older than 24 have a college degree. Sixty percent are foreign born, the highest of any Hispanic group.

Mark Lopez, a Pew official, said there are no economic statistics on Salvadorans in the D.C. area, but since they constitute the country’s second-largest Salvadoran community after Los Angeles, the national figures accurately reflect their status.

Henry Bonilla, the chamber president, said even the most driven Salvadorans continue to face daunting obstacles, including difficulties with English, lack of access to capital and prejudice against Hispanics. Even hard workers, he said, may not adapt to the responsibilities and tough choices of running a competitive business.

“There are a lot of people with excellent résumés, but sometimes our looks and names still hurt us,” Bonilla said. Part of the chamber’s role, he said, is to help members navigate the ropes and overcome the “negative public perceptions” of Salvadorans as gang members and social burdens.

Bonilla, 40, fled El Salvador at age 14. He got his first break while working at a Wendy’s restaurant. The firm gave him management training and helped pay his tuition at Strayer University. In 1995, he opened an office cleaning company, then expanded to applying for small business loans and government contracts. In the process, though, he became a different man.

“People think I had it easy, but it took 28 years of hard work,” Bonilla said. “For years I kept my phone by the bed and answered calls from clients at 2 a.m. You have to make sacrifices and be tough,” be added. “Family is important, but you can’t afford to be preferential. You have to hire the best-qualified person.”

Yet many successful Salvadorans said they initially relied on relatives or fellow refugees for shelter, work contacts and moral support. Arias said one of his first jobs was washing dishes in a Georgetown restaurant with another Salvadoran named Jose Caceres. “We took turns washing and stacking. We kept each other going,” Arias said with a laugh. Caceres eventually became a prominent supermarket owner in Woodbridge, Va.

By the same token, many successful Salvadorans said they felt a duty to help those who came after them. Some business owners hired many low-skilled fellow immigrants or sponsored skilled workers for U.S. residency; others have provided social or legal services to those who find themselves in trouble.

Fidel Anival Castro, 33, a lawyer in Wheaton, Md., came to the United States as a 4-year-old. His father worked at three low-wage jobs, with little time for the family. Castro floundered in school and said he felt “like I didn’t belong.” But as a teenager, he found comfort at a Catholic church at which priests urged him to go to college and law school. Last week he opened his own law office, which has one desk, two chairs and is still without carpeting.

“I know what my clients have been through, so I don’t judge them. I try to help them find a way to climb out, like I did,” said Castro, who represents many Central Americans facing minor criminal or immigration charges. “I feel like I am doing God’s work.”

Mejia never did get past the sixth grade, but his outgoing personality, business instinct and close-knit family helped him build El Tio into a chain of lively bistros that specialize in Latino cuisine but cater to an ethnically and socially diverse clientele, from defense contractors to football fans.

Latinos mostly go out to celebrate birthdays and special occasions. Americans go out to dinner all the time,” Mejia said. Among his most popular draws are beer discounts during National Football League games and margarita specials on Thirsty Thursdays. His outlets employ 125 people and take in about $55,000 a month. In December, the Salvadoran chamber honored him as business owner of the year.

On Thursday night, the El Tio in Gainesville was packed and noisy with laughter, music and TV sports talk. Mejia never stopped smiling as he moved among the tables, checking on orders and greeting regulars. Customers of all descriptions declared that the spot was their favorite hangout.

“We don’t advertise, but we make everyone feel welcome. People come by word of mouth,” Mejia said. As he surveyed the convivial scene, he grew reflective. “I crossed the river with my backpack like everyone else, but I was always a dreamer,” he said. “If you work hard and stay honest, this is still the best country in the world to build your dreams.”