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jueves, 16 de febrero de 2012

Las razones de la aparente inmunidad del gobierno de Siria

Tomado de Foreign Policy

Por Bara Mikail

Desde su comienzo en marzo de 2011, la brutal represión del régimen sirio contra sus oponentes rápidamente sugirió que su fin estaba cerca. Pero a diferencia de sus homólogos de Túnez y Egipto, el presidente Bachar el Assad no cede. Además, nadie en la escena internacional considera seriamente la idea de seguir el ejemplo libio e intervenir militarmente. Como consecuencia, aunque la violencia sigue actuando en Siria, también lo hacen las instituciones. Y hasta el momento nada indica que Bachar el Assad pueda caer pronto.

Puede que la población tema al régimen y a sus métodos, pero eso no explica la ausencia de levantamientos más significativos. Es cierto que la violencia existe, y las imágenes lo demuestran. Pero al mismo tiempo, observar los acontecimientos desde un ángulo más amplio también prueba que la mayoría del país, comenzando por Alepo (más de 5 millones de habitantes) y Damasco (4 millones) mantiene la calma. La solidaridad de los sirios con las víctimas de la violencia no se ha producido y el régimen todavía puede confiar en la lealtad de la población.

El Consejo de Seguridad de la ONU no ha logrado que Rusia y China apoyen los proyectos de resolución que intentaban empujar a El Assad hacia la salida. Ambos países argumentan que cualquier interferencia fuerte en los asuntos de Siria sólo serviría para añadir más leña al fuego. Pero al mismo tiempo es fácil darse cuenta de que incluso si Moscú y Pekín hubieran admitido una postura de mayor dureza hacia Damasco, en el terreno poco habría cambiado. El único camino a la expulsión del poder de Bachar sería una intervención militar. Al mismo tiempo, establecer su abandono del poder como el principal objetivo sería inútil, ya que las instituciones sirias en su conjunto necesitan una reforma total y no se puede hacer responsable únicamente a El Assad por las acciones del Ejército. Por tanto, el centrar la atención en los límites de Consejo de Seguridad no hace más que desfigurar los problemas reales. E incluso las sanciones económicas -como las decididas por la UE- se han demostrado inútiles.

En contra de la creencia generalizada, la principal debilidad de Siria se localiza en la ausencia de una alternativa seria al régimen actual. El Consejo Nacional Sirio, una organización liderada por los islamistas que ha sido bien acogida desde el principio por los acólitos del régimen, no hace más que representarse a sí mismo y a sus principales fundadores, y sufre divergencias internas. La mayor parte de sus miembros más importantes eran desconocidos en Siria hasta hace poco. Además, los Comités de Coordinación Locales, a quienes se toma como referencia cuando se habla de la oposición nacional interna, todavía dan la imagen de ser pequeñas células dispares que han fracasado a la hora de crear una dinámica popular más amplia. En paralelo, lo mismo podría decirse del Ejército Libre de Siria, una milicia con base principalmente en Turquía que afirma (con posible exageración) contar con 40.000 miembros. Pero cualquiera que sea la representatividad que tienen estos grupos, hasta ahora no han sido capaces tampoco de encontrar un acuerdo entre ellos. La búsqueda del liderazgo por parte de cada uno de ellos se ha vuelto en contra de los sueños de los demócratas sirios.

En paralelo, no se deberían subestimar las razones por las que la propia población siria todavía se muestra partidaria del actual régimen. Principalmente, tienen temor a que un repentino giro desde las actuales instituciones hacia lo desconocido pudiera abrir una página aún más oscura en Siria, comenzando por una guerra sectaria. La actual situación en la ciudad de Homs, donde suníes y chiíes se están atacando entre sí por motivos religiosos, es una perfecta representación de lo que podría suceder a una escala mayor si se produjera una transición repentina y mal preparada. Al mismo tiempo, la capacidad del régimen sirio para hacer frente a Estados Unidos e Israel a lo largo de la historia es otro elemento que la mayoría de ellos no quiere intercambiar por ningún tipo de sumisión a estos mismos actores o sus aliados. De hecho, gran cantidad de personas en Siria que no son oponentes al régimen ven la mano de Qatar y Arabia Saudí tras los actuales acontecimientos. Dado que ambos países son estrechos aliados de Washington y se mostrarían gustosos de derribar a Bachar el Assad para sustituirle por una opción más conservadora (posiblemente de tendencia islamista), muchos sirios siguen manteniendo una postura a la defensiva.

Existe la necesidad de que la comunidad internacional actúe en Siria, pero nunca hay soluciones perfectas. Aunque el régimen es parte del problema, sigue siendo también parte de la solución, debido a la ausencia de cualquier alternativa fiable a su acción. Puesto que un derrocamiento por la fuerza del régimen de Bachar el Assad encierra el riesgo de producir una mayor desestabilización a escala tanto nacional como regional, parece que creer en las reformas que el régimen ha anunciado sigue siendo la solución más sabia -aunque no sea la mejor-. Pero dos no se arreglan si uno no quiere, y está muy lejos de ser algo seguro que sus oponentes accedan finalmente a tratar con el régimen mientras sobre el terreno se producen tantas muertes día tras día. Esto no quiere decir que el país seguirá siendo eternamente inmune a los cambios, pero puede pasar mucho tiempo antes de que la Siria democrática comience a alzarse.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Gobierno de Egipto renuncia en pleno ante fuerte presión social

Agencias Noticiosas

El Gobierno egipcio ha presentado su dimisión a la Junta Militar que dirige el país desde la caída el febrero pasado de Hosni Mubarak, en medio de las violentas protestas que tienen lugar en Egipto, según informó el Consejo de Ministros en un comunicado.

"Por las dificultades que está atravesando el país actualmente, el Gobierno va a asumir sus funciones hasta que el Consejo de las Fuerzas Armadas tome una decisión al respecto", agregó.

Sin embargo, según dijo un portavoz de uno de los partidos presentes en el Gobierno, que pidió no ser identificado, la cúpula castrense ha aceptado la renuncia del gobierno en pleno, si bien todavía no hay confirmación oficial.

Esta mañana, el ministro de Cultura, Emad Abu Ghazi, ya había presentado su dimisión en señal de protesta.

El Consejo de Ministros sostiene que "sigue con mucho interés el desarrollo lamentable de los acontecimientos que vive Egipto" y que ha causado la muerte de al menos 23 personas hasta ahora y miles de heridos.

"El gobierno asume su responsabilidad política, expresa su lamento por estos sucesos dolorosos y, partiendo de este sentimiento, presentó ayer su dimisión y lo puso a disposición del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas", señaló la nota.

"Llamamos a los ciudadanos a controlarse y tranquilizarse para recuperar la estabilidad del país y para allanar el camino del primer paso democrático, que es la celebración de las elecciones legislativas en su fecha", es decir, a partir del 28 de noviembre, recalcó el Ejecutivo

Las protestas se han extendido por todo el país. Desde el norte, en las grandes ciudades de Suez o Alejandría donde murió un destacado activista- hasta en el sur, donde se registraron manifestaciones masivas y ataques contra comisarías de policía. En El Cairo, la Coalición de los Jóvenes de la Revolución junto a otros 37 partidos y movimientos políticos han convocado para este martes "una marcha del millón" para reiterar unas peticiones que, de momento, los uniformados ignoran, según informa Francisco Carrión.

Casi diez meses después de que ocuparan el vacío dejado por el ex presidente Hosni Mubarak, la impopularidad de la junta militar no ha parado de crecer. Amnistía Internacional ha denunciado este lunes que los uniformados no han cumplido las promesas de mejorar los derechos humanos y han sido responsables de unos abusos que en algunos casos han superado a los de la era de Hosni Mubarak.

Los enfrentamientos amenazan el inicio de las primeras elecciones democráticas del país, previsto para el próximo 28 de noviembre. Aunque el Gobierno de Essam Sharaf y el consejo militar encabezado por el mariscal Husein Tantaui insisten en su celebración, crecen las voces que critican inaugurar un proceso si las demandas populares no son escuchadas y la violencia continúa en las calles.

El viceprimer ministro del Gobierno egipcio, Ali al Selmy, dijo este lunes tras conocer la renuncia que las elecciones "van a celebrarse en su fecha, incluso si se forma un nuevo Ejecutivo".

domingo, 13 de noviembre de 2011

Siria: turbas pro gobierno atacan embajadas de varios países

Agencias Noticiosas

Militantes sirios que defienden al gobierno de Bashar al Assad, armados con palos y cuchillos, atacaron y saquearon anoche las embajadas de Arabia Saudita y Qatar en Damasco y los consulados de Francia y Turquía en Latakia. Esto ocurrió horas después de que la Liga Árabe le asestara un duro golpe al régimen sirio al suspender a ese país de la organización porque se niega a detener la sangrienta represión contra la población civil.

“Al anochecer, varios manifestantes entraron en la embajada, destruyendo sus ventanas y saqueando lo que había en el interior”, informó la agencia oficial saudita SPA. Los partidarios de Assad tomaron como blanco a Arabia Saudita y Qatar porque lideran las críticas contra Siria. Turquía, en tanto, viene exigiendo cambios al régimen y refugiando en su territorio a los opositores sirios que se ven obligados a huir.

En una sorpresiva y dura decisión, 18 de los 22 miembros de la Liga Árabe – se opusieron los representantes de Siria, Líbano y Yemen – votaron a favor de la “ suspensión de la adhesión de Siria a todas sus reuniones ” a partir del 16 de noviembre. Y le advirtieron que adoptarán “ sanciones políticas y económicas ” si no aplica el plan árabe de paz. Esta propuesta incluye el fin de la represión, la liberación de los prisioneros, la retirada del ejército de las ciudades y la libre circulación de los medios de comunicación. Estas iniciativas debían ser seguidas por la apertura de un diálogo nacional.

Como no se implementó, la Liga Árabe – que reúne a los principales países árabes – decidió aumentar la presión y suspender a Siria. La misma medida se había adoptado contra Libia en febrero cuando la derrocada dictadura de Muamar Kadafi comenzó a masacrar a la oposición que la desafiaba.

Desde marzo pasado hay revueltas en Siria en reclamo de un cambio de gobierno, democracia, cambios sociales y económicos y el fin de la corrupción. Las protestas fueron reprimidas brutalmente por la policía y el ejército. El saldo hasta el momento es de 3.500 muertos civiles, según la ONU.

domingo, 30 de octubre de 2011

Un joven de 21 años, estudiante de ingeniería fue el captor de Kadafi

Tomado de El País

Yo capturé a Kadafi, Omram Yuma Shaban

Cuatro rebeldes relatan a EL PAÍS cómo descubrieron y apresaron al dictador libio en una alcantarilla de Sirte. "Cuando le vi gateando, pensé: '¿cómo el rey de reyes podía estar ahí como una rata?". Otro recuerda cómo le apuntó, mientras Gadafi decía: "¿Qué pasa? ¿Qué pasa?". Como trofeo guardan la pistola de oro del sátrapa. Se la quitaron antes del linchamiento

POR JUAN MIGUEL MUÑOZ

Tímido y de apariencia enclenque, Omram Yuma Shaban se presenta con tres de sus compañeros de armas vistiendo la misma ropa que lucían el 20 de octubre, la fecha que nunca podrán olvidar. Inmediatamente, como si desearan ofrecer pruebas de que su historia es irrefutable, colocan sobre una mesa su más preciado botín: dos pistolas, una de ellas de oro; una bota de cuero negro made in London y una gorra militar. Omran enseña los trofeos con una mueca de orgullo y una tenue sonrisa. Estudian

te de ingeniería eléctrica de 21 años, no es de los rebeldes libios más aguerridos, aquellos shabab (muchachos) que se lanzaron al combate contra las tropas de Muamar el Gadafi en los primeros instantes de la revuelta que nació en Bengasi, y que dos días después, el 19 de febrero, se contagió a Misrata. Es un joven tranquilo de 21 años, de voz débil y ligeramente aguda, que solo a mediados de abril decidió sumarse a los insurgentes de Libia. Su ciudad estaba siendo cruelmente atacada. "Me uní a la revolución porque los soldados de Gadafi empleaban en Misrata los métodos más sucios. En marzo, en mi barrio, cualquier hombre que salía de casa era detenido; mataban a niños, violaban a mujeres...", comenta imperturbable. El jueves de la semana pasada alcanzó la gloria ante un desagüe repleto de desperdicios en Sirte, la ciudad natal del tirano. "No creía lo que veían mis ojos. Nadie pensaba que Gadafi estaba ahí. Es muy difícil describir mis sensaciones. Pero ahora creo que capturé al mayor terrorista del mundo, después de Osama bin Laden", explica Omran, ahora sí, más sonriente.

"Capturé al mayor terrorista del mundo, después de Osama bin Laden", dice uno de los rebeldes que lo encontró

Resulta muy difícil hallar a algún libio que hubiera preferido el juicio al dictador. La mayoría lo prefiere muerto

"Los 'shabab' de Misrata han sido muy agresivos. Fue una venganza. No se les puede controlar", dice un coronel rebelde Sirte no será prioritaria en la reconstrucción. Y aunque lo fuera, tardaría mucho en recuperar la normalidad

Se ve con nitidez a los dos que dicen ante la cámara de un móvil que acabaron con Gadafi. No debería costar localizarlos

En Misrata perecieron en una hora cuatro personas por los disparos al aire para celebrar la muerte del dictador

Las últimas horas del dictador, el autoproclamado hermano líder, el rey de reyes, comenzaron alrededor de las ocho de la mañana del día 20. "Recibimos información de que un convoy de 50 vehículos se estaba desplazando desde el barrio 2 de Sirte. Sabíamos que Mutasim, el hijo de Gadafi, estaba en la ciudad porque mucha gente que había huido nos comentaba que lo habían visto, y al mismo tiempo supimos que la OTAN atacaba a esa hora la caravana", narra Omran.

Ahmed Ghazal, empleado de una empresa de hostelería de 21 años; Nabil Darwish, dueño de un taller mecánico, de 25; Salem Bakir, comerciante de 28 años, y tres milicianos más acompañaban al futur

o ingeniero eléctrico en la vigilancia de la zona donde el ataque de la OTAN convirtió en chatarra calcinada una docena de coches. Los soldados gadafistas se dispersaron en un intento de fuga tan desesperado como inútil, y los siete shabab se esmeraron en rastrear la árida zona mientras decenas de rebeldes se sumaban a la búsqueda. "Los militares se escondían en la cercana estación eléctrica y en los árboles. Hubo duros combates, pero matamos a muchos de ellos y a otros los apresamos. Los soldados de Gadafi se dividieron; unos querían entregarse y otros prefirieron luchar", relata Omran, quien, como sus colegas de comando, parece huidizo, hombre de pocas palabras con el extranjero.

A 200 metros del amasijo de hierro del convoy -los cadáveres en descomposición permanecieron seis días en el lugar-, se

extienden dos conductos de cemento bajo una carretera que sirven para evitar inundaciones. Fue la última distancia que recorrió a pie el dictador en este espacio abierto, con muy escasa vegetación, un pésimo lugar para descubrir un escondite. "En un extremo de las tuberías, uno de los 15 soldados ahí guarecidos levantaba la bandera blanca, pero al otro lado de la carretera, a solo 20 metros, los gadafistas seguían disparando. 'Nuestro líder está aquí', gritó de repente el soldado dispuesto a rendirse. Pero no imaginábamos ni por un momento que ese líder era Gadafi", prosigue su relato.

Aniquilados algunos de los uniformados y rendidos a los rebeldes otros militares de los más leales al antiguo régimen, Salem Bakir se aproximó a la salida de la tubería. Fue el instante decisivo, el que esperaban ansiosos desde el 17 de febrero la gran mayoría de los libios, el que todos en este país árabe a

seguraban que tarde o temprano acabaría por llegar.

"Durante toda mi vida" prosigue Bakir, "cuando veía el convoy de docenas de vehículos que trasladaba a Gadafi desde Trípoli a Sirte, pensaba que era un rey o alguien sobrehumano. Yo le vi el primero cuando ya estaba fuera de la tubería y a dos metros de mí. Me quedé conmocionado y paralizado. Pero toqué el Corán que llevo en el bolsillo, y eso me dio fuerzas para chillar: '¡Aquí está Gadafi!, ¡aquí está Gadafi!' Le dije que soltara su arma tres veces, pero no lo hizo. Y él me dijo: '¿Qué pasa?, ¿qué pasa?, ¿qué pasa?".

Omran, que manejaba en ese instante una ametralladora, saltó de la camioneta sobre el cuerpo ya ensangrentado del sátrapa, metro y medio por debajo del asfalto. "Yo estaba viendo al otro lado de la tubería que los militares dejaban fusiles en el suelo, pero aún los tenían en las manos y podían disparar. Me dio

miedo. Entonces me abalancé sobre Gadafi y le quité una de las pistolas, la que no es de oro. No sé de dónde me salió la fuerza", cuenta Omran. Grupos de sublevados condujeron sus camionetas a toda velocidad hacia el lugar. Ahmed Ghazal, el empleado de hostelería, recuerda: "Cuando le vi gateando y mirando con la cabeza ladeada, pensé: '¿Cómo el rey de reyes podía estar ahí como una rata?' Esa imagen me acompañará todas las noches de mi vida cuando me vaya a dormir. Recogí su bota y su gorra". Y minutos después, en pleno tumulto, entre alaridos de alegría y proclamas de Alla uh Akbar (Dios es grande), el macabro espectáculo del linchamiento, las patadas y bofetadas contra el déspota indefenso y aturdido que rue

ga clemencia mientras es vapuleado. Muchos rebeldes grabaron la brutal agresión con sus teléfonos móviles.

Un reguero de sangre, tal vez del dictador, todavía pinta el pavimento de la carretera desde la que partió una ambulancia con Gadafi como paciente, o como reo al que se iba a ajusticiar. Cientos de nombres de guerrilleros y de sus ciudades de origen están escritos en el cemento que bordea la salida de los conductos. Como lo están dos fechas que quedarán reflejadas en los libros de historia y marcadas de manera indeleble en la memoria de todo libio. Lucen en tinta roja en la pared de la cercana central eléctrica: 17 de febrero, día del nacimiento de la revuelta, y 20 de octubre de 2011, fecha de la muerte del caprichoso gobernante.

No se sabe con precisión cuá

ndo ni quién le descerrajó los balazos en la cabeza y en el abdomen a Gadafi, aunque al menos dos insurrectos se vanaglorian de haber asesinado al dictador. Lo cierto es que el viernes 21 de octubre, los cadáveres de Gadafi, de su hijo Mutasim, y de su ministro de Defensa, el general Abu Baker Yunes Yaber, eran expuestos en la cámara frigorífica del mercado central de Misrata. Cuatro días pudieron los libios comprobar in situ que el tirano -42 años después del golpe de Estado que derrocó al rey Idris, pospuesto en una ocasión porque en marzo de 1969 ofrecía un recital en Bengasi la afamadísima cantante egipcia Um Khultum- era historia. Cuando un par de días después de la batalla de Sirte arreciaron las críticas de var

ias ONG internacionales al Gobierno rebelde por las violentas circunstancias del deceso -los Gobiernos occidentales no han puesto precisamente el grito en el cielo-, fueron cuidadosos los milicianos a la hora de colocar la cabeza de Gadafi ladeada hacia su izquierda para ocultar el tiro en la sien, y también de tapar con una manta el orificio de bala que Mutasim presentaba en la garganta.

Y es que si los preceptos islámicos que prescriben la sepultura a las 24 horas de la muerte no fueron

respetados por los devotos milicianos misratíes, mucho menos se iban a preocupar por la protección de los derechos humanos, cuya violación han padecido tantos libios de modo tan flagrante. Ahora se anuncia una investigación sobre el presunto asesinato a sangre fría -por mucho que los ánimos fueran ardientes- de Gadafi y Mutasim, que aparece en otras grabaciones charlando con rebeldes, herido levemente, fumando y bebiendo agua. Sea cual fuera el resultado de esas pesquisas, resulta muy difícil encontrar a algún libio que hubiera preferido el juicio al dictador. La mayoría dice abiertamente, emulando el gesto de disparar, que lo prefieren muerto. No debería costar demasiado localizar a los dos individuos que afirman ante la cámara de un teléfono móvil haber acabado con la vida de Gadafi. Se les ve con toda nitidez.

En toda Libia explotó el jolgorio tras conocerse el acontecimiento. Cientos de miles de entre los seis millones de hombres y mujeres que pueblan Libia, incluidos niños y niñas, celebraron en las plazas y calles la desaparición de quien les ha amargado la existencia durante cuatro décadas de arbitrariedad, en las que frecuentar una mezquita podía bastar para purgar seis años de cárcel, como le sucedió al piloto de líneas aéreas Mohamed Darwish, que acudía habitualmente al templo de su barrio en Trípoli porque se quedó sin empleo tras el embargo a la aviación comercial que Estados Unidos impuso a Libia en la década de los ochenta del siglo pasado.

Pero si hay una ciudad en la que la algarabía fue desbordante, esa es Misrata. Cuentan los lugareños de esta ciudad de 400.000 habitantes aproximadamente -sin censo ni estadísticas, los cálculos son en Libia muy complicados- que solo en una hora murieron cuatro personas, víctimas de los disparos al aire de

los enfervorecidos combatientes que expulsaron a los soldados y mercenarios gadafistas el 24 de abril tras una atroz carnicería de dos meses. Porque el 19 de febrero murió el primer mártir, a los que Gadafi tildaba de "ratas". Era Jaled Mustafá Abu Shajma, nacido en 1968. Cuatro días después cayó la primera granada sobre Misrata. Cerca de 3.000 vecinos -cientos de ellos civiles inocentes- han perecido solo en esta localidad. Sus fotografías se observan ahora junto a una copia del certificado de defunción de Gadafi en el improvisado museo de la guerra, situado en la calle Trípoli devastada por las explosiones, y donde también se yergue la escultura metálica del puño que aplasta el avión de Estados Unidos, un símbolo del poder de Gadafi que los luchadores de Misrata transportaron a su ciudad desde Bab el Azizia, el bastión del autócrata en la capital, una vez que a finales de agosto conquistaron Trípoli. El arrojo de los milicianos de Misrata fue crucial. Ahora se enorgullecen de ser los primeros -los compañeros de Zintán, en las montañas de Nafusa, en el oeste libio compiten en valentía- que quebraron el triple muro de cemento de ese baluarte del régimen.

Tiene fama Misrata de ciudad emprendedora, de contar con avispados hombres de negocios, y de no haber dado un paso atrás en la contienda. Incluso los sordomudos, presentes el viernes en una celebración multitudinaria, se unieron a la desigual pelea. Sedik el Fituri, empresario de 52 años, posee una compañía de grúas y de camiones de transporte pesado. Ha gastado 400.000 dinares (unos 220.000 euros) en una guerra en la que se transformó en comandante de una brigada. Todo su material ha resultado dañado sin remedio. "Lo he perdido todo, pero soy feliz. El 6 de marzo, los militares de Gadafi entraron en Misrata y los matamos a casi todos. Les tendimos trampas en las que cayeron porque no conocían la ciudad. Ese día supieron que aquí había un ejército. Unos 50.000 hombres empuñaron las armas. Escucha... Mi esposa, cuando veía a mis hijos descansando o durmiendo en casa, les decía: 'Tomad las armas, levantaos e id a luchar'. Ingeniosos, cuando el enemigo parapetó francotiradores en los edificios en el campo de batalla de la calle Trípoli, los rebeldes colocaron pilas con luces en perros y gatos para que los francotiradores dispararan y poder así localizarlos. Solo en Zintán y en Misrata hemos combatido desde el primer día. Aquí preferimos morir a retroceder. Además de los fallecidos, tenemos 40.000 heridos, 1.000 personas han sufrido amputaciones, y 100 han quedado ciegos. En Bengasi, sin embargo, detuvieron la guerra muy pronto, y eso permitió a los gadafistas concentrarse en atacarnos a nosotros. Misrata ha sido la ciudad más castigada", apunta El Fituri con un deje de amargura hacia los compatriotas de la cuna de la rebelión.

Es ese cruento asedio medieval a la ciudad lo que ha propiciado la venganza también despiadada de las milicias de Misrata en Sirte, la aldea beduina en la que nació hace 69 años Gadafi, quien pretendió convertirla en capital del país y en puerto franco. En ella construyó el centro de convenciones Ouagadougou, un faraónico complejo ahora hecho trizas en el que se celebraron cumbres de la Unión Africana. Y aunque muchos libios denuncian que se construían viviendas a sabiendas de que nadie iba a vivir en ellas, con la única pretensión de otorgar a la localidad una apariencia de grandeza, el respaldo al dictador era abrumadoramente mayoritario en Sirte. Y si ahora son pocos -Abdelaziz al Farjani es uno de ellos- los que chillan "Muamar, Muamar" alzando los brazos con los puños cerrados, imitando al dirigente derrocado, es porque la ciudad presenta un panorama fantasmagórico. El éxodo ha sido total. No hay agua, ni luz, ni comida. Sus 80.000 habitantes se han fugado al desierto o a Sabha, 700 kilómetros al sur de Trípoli. Personas cargando colchones en camionetas, rumbo a sus jaimas en el Sáhara, es la imagen más frecuente estos días.

Que la destrucción en Sirte no tiene parangón en Libia lo admite incluso el comandante El Fituri. Da la bienvenida al barrio 2, el distrito desde el que partió el último convoy de Gadafi, una pintada rebelde: "Sirte, la nueva Leptis", reza el escrito en alusión a las espléndidas ruinas romanas de Leptis Magna, ubicadas un centenar de kilómetros al oeste de Misrata. La casa de Al Farjani es solo un ejemplo. Los boquetes de los proyectiles la han machacado con saña. Ningún edifico se ha librado. Los lugareños comparan Sirte con Grozni, la capital chechena destruida por el Ejército ruso en la década de los noventa. El panorama en varias calles es, efectivamente, muy similar. Algunas mezquitas están desechas y su minarete ha sido desmochado; las estaciones eléctricas, también; las escuelas arrasadas saltan a la vista tanto como los hospitales saqueados. En una semana se recogieron de las calles y de entre los escombros unos 400 cuerpos. El jueves todavía apestaba a muerto en la avenida 1 de septiembre, fecha del golpe que aupó al poder al dictador.

En Sirte, claro está, los roedores son quienes se alzaron contra la tiranía. "Los milicianos son ratas. Aquí respaldábamos a Gadafi, que dormía cada noche en una casa diferente. Cuando cayó Trípoli, vino aquí, pero no sabemos exactamente cuándo", señala Ibrahim, un estudiante de medicina de 20 años a las puertas de un hospital que ya no lo parece. Aunque se tratara de su ciudad natal, ningún experto militar se explica por qué el tirano eligió Sirte para refugiarse tras su huida de la capital. Es una ratonera. Pero la prefirió al más seguro desierto. Muchos aluden a su mentalidad y aducen que el carácter de quien viajaba al extranjero con sus jaimas a cuestas para sentirse como en casa jugó un papel decisivo. Siempre prometió Gadafi que jamás abandonaría su país y que moriría en Libia, fueran cuales fueran las circunstancias. Y cumplió su palabra.

Desde el 15 de septiembre, el cerco a Sirte fue completo. El coronel Abderrahim al Agili, natural de Bengasi, es uno de los jefes rebeldes que atenazaron esta población por el flanco oriental. "Es difícil saber", explica, "cuántos milicianos han combatido porque vinieron grupos de muchos lugares. Pero alrededor de 15.000 rodeamos la ciudad. La mayoría de los 80.000 habitantes de Sirte se han ido al desierto, hacia el sur. Al oeste no van porque está Misrata. Es cierto que los shabab de Misrata han sido muy agresivos. Fue una venganza. No se les puede controlar". Sorprende la naturalidad con que los insurrectos admiten los desmanes cuando se les pregunta por el evidente pillaje. En la gran avenida del 1 de septiembre no queda una tienda sin asaltar. "Es verdad que muchos milicianos robaron en los comercios", reconoce en un espléndido inglés el estudiante de ingeniería Ahmed Meshri, miliciano durante los últimos meses. Dice, con la boca pequeña, que se buscará y castigará a los culpables. Pero da la impresión de que no cree sus palabras. La orgía violenta durante las últimas jornadas de la batalla de Sirte estremece.

No se repararía en ello si no lo explicara el melenudo Abdelmulá Saleh, otro declarado partidario del coronel Gadafi, en la recepción del devastado hotel Mahari, en cuyo césped frente al Mediterráneo fueron hallados 53 cadáveres tiroteados, muchos de ellos maniatados. Saleh apunta a las manchas negras en una pared enyesada que da al vestíbulo, bajo una barandilla de la primera planta. "¿Sabes lo que es? Son marcas de los zapatos de los ahorcados, de sus pataleos antes de morir. Los colgaron con esa manguera roja de bomberos", cuenta indignado. "También encontramos hombres degollados en una mezquita y decenas de muertos en el hotel", añade enojado, antes de hacer una distinción que comparten las escasas personas que pululan por la población.

Los vecinos de Sirte atribuyen el monopolio de los crímenes a los insurrectos de Misrata. El treintañero Abdelhamid, semblante muy serio, no disimula el rencor que guarda hacia los luchadores de la ciudad situada 240 kilómetros al oeste. También admira al dictador y comprende el precio que se paga en toda guerra. Es dueño de un comercio de artículos de fotografía en la que no queda nada. Es la norma: todos los establecimientos tienen un aspecto desolador. "Los guerrilleros de Bengasi, mía, mía", explica con una expresión libia que significa perfecto. "Fueron", agrega Abdelhamid, "combatientes justos. No hicieron nada horrible". Los pocos ciudadanos que continúan en la ciudad, inundada varias de sus calles por las cañerías reventadas, rumian su desgracia. Unos pocos cientos de hombres barren calles de escombros, retiran farolas caídas de la calle principal y cables de alta tensión de los suelos de la periferia, al tiempo que saludan -a la fuerza ahorcan- a los rebeldes que patrullan la ciudad.

Jaled observa los tremendos destrozos en el bloque de viviendas en el que residía. Su madre espera en las escaleras. El camión cargado de enseres está listo para partir destino al destierro. "Nos vamos a Samsum, a unos 150 kilómetros al sur de aquí. Viviré en una tienda. Lo peor es que no podremos regresar a Sirte hasta que no se reparen todos los destrozos. Si todo se arregla, volveré". Sabe Jaled que largo lo fía. Que en un país arrasado por una guerra de ocho meses, Sirte no va a ser la prioridad en la reconstrucción. Y aunque lo fuera, los daños son de tal magnitud que pasará mucho tiempo antes de que todo pueda volver a la normalidad. Por no hablar de la reconciliación, uno de los objetivos declarados de las nuevas autoridades, una misión que se antoja una tarea de titanes.

Hassan al Osta, un economista de Misrata, es de la opinión de Fathi Terbil, el abogado defensor de las víctimas de la más célebre matanza del régimen, la perpetrada en junio de 1996 en la prisión tripolitana de Abu Salim, cuando 1.270 presos, muchos de ellos activistas políticos, fueron acribillados y despedazados con granadas y ametralladoras en los patios de la cárcel. "La violencia de ahora provocará que la gente deteste la revolución", declaró días atrás Terbil, también miembro del Consejo Nacional Transitorio, el organismo rector del alzamiento. "Los saqueos en Sirte son algo inaceptable porque por cosas de este tipo nos levantamos contra Gadafi", corrobora Al Osta.

Y mientras Sirte, Zlitan y Bani Walid, feudos del régimen depuesto, son ahora ciudades despobladas, Misrata vive una celebración permanente, solo teñida por la seriedad que impone la visita al museo de la guerra, un escaparate al aire libre de granadas, tanques, proyectiles de todo calibre... Los desfiles militares, en los que marchan las camionetas con las armas montadas, uno de los símbolos de la rebelión, se suceden un día sí y otro también; los helicópteros sobrevuelan la ciudad con la nueva bandera tricolor (la monárquica verde, negra y roja) colgando de sus tripas; se entregaran diplomas, flores y un Corán a los familiares de cada una de las víctimas rebeldes, cuyos nombres se leen uno a uno; los niños posan para ser inmortalizados con los fusiles de sus padres; los pilotos de guerra que rechazaron obedecer las órdenes del dictador y volaron hacia Malta o lanzaron las bombas sobre el desierto son vitoreados; las ambulancias, los camiones de bomberos, incluso los vehículos de recogida de basuras, son aplaudidos por los misratíes. Y los insurrectos armados bailan dando palmadas y cantando en la base militar, a 10 kilómetros de Sirte, desde la que organizaron el asedio. El estribillo, que rima en árabe, viene a decir: "Quien hiere a Misrata recibirá fuego. Gadafi, espera, espera, en Misrata te pondremos bajo tierra". -

viernes, 21 de octubre de 2011

Tropas de la OTAN se retirarán de Libia el 31 de Octubre

Tomado de El País

El secretario general de la Alianza, Ander Fogh Rasmussen, asegura que habrá un "cierre nítido" de la campaña

Por Ricardo Martínez de Rituerto

La OTAN pondrá fin a su campaña en Libia el próximo día 31, a los siete meses exactos de haber lanzado la Operación Protector Unificado que ha acabado con la vida de Muamar el Gadafi y con su régimen, según ha anunciado esta noche el secretario general de la Alianza, Anders Fogh Rasmussen. En los diez días que quedan hasta entonces, definidos por Rasmussen como un periodo de transición, la OTAN “vigilará y responderá a las amenazas a civiles si hace falta”. Después, habrá “un cierre nítido de la operación porque no tenemos intención de mantener fuerzas en la región”.

El anuncio de Rasmussen se ha producido cuatro horas después de lo previsto y cinco horas y media después de que el comandante aliado supremo de la OTAN, almirante James Stavridis, recomendara al Consejo Atlántico (los embajadores aliados) el fin de la operación. Rasmussen ha atribuido el sorprendente, por largo, debate entre los Veintiocho a la seriedad del momento y a la necesidad de valorar todas las posibilidades.

La campaña militar también ha probado que las intervenciones bélicas exclusivamente aéreas pueden dar el resultado buscado

Según algunas versiones, en la discusión se opusieron quienes propugnaban que el anuncio se hiciera una vez el Consejo Nacional de Transición (CNT) anunciara la completa liberación del país, lo que podría no ocurrir hasta el domingo, criterio que había mantenido en público Francia, y quienes defendían la necesidad de mantener la fuerza durante varias semanas hasta tener la seguridad de que la situación estuviera estabilizada.

A final Rasmussen ha anunciado “la decisión preliminar de concluir el 31 de octubre”, que se oficializará la semana entrante “tras mantener consultas con Naciones Unidas y el CNT”. También ha alertado de que en el interregno “la OTAN vigilará y responderá a las amenazas a civiles si hace falta”. Y después, nada más. “No tenemos intención de mantener las fuerzas en la región. Será un cierra nítido de nuestra operación”.

Más allá de las discrepancias tácticas, el hecho es que antes de comenzar la reunión del Consejo Atlántico reinaba entre los aliados un clima de misión cumplida. “Podemos dar por terminada la operación, que cuesta dinero y absorbe muchos medios, porque ya no hay nada más que hacer”, comentaba un diplomático, que colocaba el hito del fin de la campaña, más que en la muerte de Gadafi, en la toma de Sirte. “El régimen ha caído con Sirte”, señalaba. “Todo está bajo control de los que antes eran los agredidos, a los que fuimos a defender de las agresiones del régimen”.

La fuente planteaba la situación en términos gráficos: “Es como lo que ocurre al final de una cena. Cuando se ha terminado hay que recoger”. En esas se enredó la OTAN, en cómo y con qué rapidez recoger. Y quizá también en el deseo de algún aliado de sacar rédito político a lo ocurrido.

Aunque la caída de Sirte fuera el hito decisivo, la desaparición de Gadafi ha ayudado notablemente a aclarar el panorama. Entre los escenarios previstos para Libia, los aliados consideraban la posibilidad de que un Gadafi derrotado sobre el terreno y huido pudiera seguir dando órdenes a sus últimos leales y creando problemas que exigieran la continuidad de Protector Unificado.

La campaña comenzó a raíz de la petición del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en marzo de que la comunidad internacional interviniera para proteger a la población libia, y esta noche Rasmussen ha declarado que “lo hemos hecho con éxito”.

Cuestionado sobre si las sórdidas circunstancias de la muerte de Gadafi no empeñaban la operación o le dejaban un regusto amargo, el secretario general ha insistido en el repetido principio de que “ni Gadafi ni ninguna otra persona ha sido objetivo de las operaciones”. Como el depuesto líder libio fue abatido al final de un ataque a una caravana militar en el que participaron aviones de la OTAN, Rasmussen ha alegado, sin citar a Gadafi, que “las caravanas que pueden ser amenazas a civiles son objetivos legítimos”. Ha dicho confiar en que las nuevas autoridades libias respeten los principios del Estado de derecho, los derechos humanos y que sean transparentes.

El fin de la operación libia es un balón de oxígeno para la OTAN, que pena por librarse de Afganistán sin ninguna garantía de que lo que quede allí a partir de la retirada de finales de 2014 (a pesar de que Estados Unidos seguirá manteniendo miles de soldados en misiones de apoyo en el país asiático) sea una situación estable.

El éxito ha sorprendido a la propia casa. Antes del receso veraniego una fuente diplomática aliada aventuraba que “quizá, y muy probablemente, la crisis libia se resolverá mediante una negociación para acordar una salida política”.

La campaña militar también ha probado que las intervenciones bélicas exclusivamente aéreas -en determinadas condiciones y a falta de conocer la dimensión de las operaciones encubiertas de algunos aliados- pueden dar el resultado buscado.

Eso en la vertiente puramente operativa, porque política y estratégicamente se ha visto por primera vez a países europeos, con Francia y Reino Unido a la cabeza, en la vanguardia de una operación por expreso deseo de Estados Unidos, que ha querido probar las capacidades de sus aliados. “Los europeos tienen que hacerse cargo de su propia vecindad”, apunta una fuente estadounidense. “Eso no quiere decir que Estados Unidos no vaya a intervenir en una próxima ocasión, pero Estados Unidos no va a estar siempre disponible”.

Al poner a los europeos en primera línea de acción, Washington ha llegado a la conclusión de que Protector Unificado no hubiese sido posible sin la aportación inicial de Estados Unidos, que laminó la débil resistencia potencial de las fuerzas de Gadafi, y que al lado europeo de la Alianza le quedan muchas deficiencias que subsanar: faltan especialistas en marcar objetivos; los arsenales deben contar con reservas suficientes, y “sobre todo faltan capacidades cruciales: aviones nodriza y plataformas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento” como los aviones no tripulados, en palabras de Leon Panetta, secretario de Defensa de Estados Unidos. “Sin estas capacidades”, que ha cubierto en gran medida Estados Unidos durante los últimos siete meses, “hubiese resultado muy difícil lanzar y mantener la operación en Libia”, advirtió Panetta a principios de mes a sus aliados.

Circunstancias de la muerte de Kadafi sin aclararse aún

Tomado de RFI

La OTAN reconoce haber participado en la operación pero atribuye la muerte del ex lider libio a los rebeldes del Consejo nacional de transición (CNT). Mahmoud Djibril, jefe del nuevo gobierno del CNT, asegura que Kadafi murió de un tiro en la cabeza durante una balacera entre sus guardias y combatientes antigadafistas. Otra fuente del CNT afirma que los soldados rebeldes lo azotaron y luego lo mataron. Las circunstancias de su muerte no son claras.

'Anunciamos al mundo que Kadafi murió a manos de los revolucionarios', indicó el portavoz oficial del Consejo nacional de transición (CNT) en Bengasi, Abdel Hafez Ghoga al anunciar la muerte del ex lider libio. Pero en la medida en que fueron pasando las horas este jueves 20 de octubre, empezaron a desgranarse las cuentas de un rosario de diferentes versiones "oficiales" sobre la muerte de Kadafi.

Según el ministro de defensa francés, Gérard Longuet, una unidad aérea de la OTAN, de la que hacía parte un avión francés, bombardeó el convoy en el que Muammar Kadafi pretendía huir de su ciudad natal, Syrte, donde se encontraba refugiado desde el 23 de agosto cuando los rebeldes tomaron el control de Trípoli. Una aeronave no tripulada estuvo implicada en la operación, reconoció un responsable de la Alianza del Atlántico Norte (OTAN), cuya misión en Libia fue aprobada en marzo pasado bajo mandato de la ONU y con el objetivo de "proteger a los civiles".

Tanto los responsables de la OTAN como los del Consejo Nacional de Transición (CNT) coinciden en que fueron los combatientes antigadafistas quienes dieron muerte al coronel libio tras el bombardeo de la fuerza internacional contra su convoy. Pero los relatos se contradicen. Algunos soldados rebeldes aseguraron que el ex dirigente libio logró salir vivo del ataque aéreo en compañía de algunos de sus hombres leales y que se escondió en unas alcantarillas cercanas donde fue hallado y capturado por los “revolucionarios”.

"Kadafi fue detenido. Está gravemente herido, pero todavía respira", había declarado poco antes a la AFP Mohamed Leith, uno de los comandantes del Consejo Nacional de Transición (CNT) llegado desde Misrata, y que afirmó haber visto al derrocado dirigente libio con sus propios ojos. Según él, Kadafi vestía un traje color caqui, y tenía un turbante enrollado en la cabeza.

Las imágenes difundidas contribuyen también a la confusión. El cuerpo ensangrentado de Muammar Kadafi tomado por un teléfono celular apareció en las televisiones del mundo entero. Otras imágenes lo muestran con vida en el momento de su captura, con el rostro ensangrentado y rodeado de soldados del CNT.

Más tarde, el jefe del Gobierno el CNT, Mahmoud Djibril, anunció en Trípoli que Kadafi había muerto de un balazo en la cabeza durante un tiroteo entre sus guardias y los combatientes del CNT cuando ya se encontraba a bordo de una camioneta. Pero otra fuente de la dirigencia del CNT aseguró que los soldados del nuevo gobierno libio lo capturaron vivo, lo trasportaron, le propinaron una paliza y luego lo mataron.

Los despojos de Kadafi fueron traslados junto a los de su hijo Moutassim a la ciudad de Misrata y el CNT contempla enterrarlos discretamente en un lugar secreto.

Pero si sobre las circunstancias de la muerte de Muammar Kadafi no hay consenso, en lo que si coinciden los líderes occidentales es en la lectura sobre su significado. El Secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, afirmó que "este día marca una transición histórica para Libia", aunque "es sólo el fin del principio ».

El presidente francés Nicolas Sarkozy, gestor junto al Primer ministro británico, David Cameron, de la intervención militar internacional en Libia, estimó que la muerte de Gadafi abre “una nueva página en al historia del pueblo libio, la de la reconciliación en la unidad y la libertad”. El ministro francés de Relaciones exteriores, Alain Juppé, saludó el "fin de 42 años de tiranía" en Libia y declaró que Francia está "orgullosa" de haber ayudado al pueblo libio.

El presidente de EEUU Barack Obama afirmó, por su parte, que la muerte de Kadafi “marca el fin de un capítulo largo y doloroso para los libios que ahora tienen la oportunidad de trazar su propio destino, en una nueva Libia libre y democrática”.

Solo el mandatario venezolano Hugo Chávez lamentó la muerte de Kadafi y denunció “el asesinato de un mártir”.

Guerra en Irak finalizará en Diciembre para tropas EEUU

Tomado de The Wall Street Journal



Por Julian E. Barnes Carol Lee y Siobhan Hughes

WASHINGTON (Dow Jones)--El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el viernes el retiro para fines de diciembre de todas las tropas del país en Irak, con lo que se pone fin a una guerra de nueve años.

"De acuerdo a lo prometido, el resto de nuestras tropas en Irak volverá a casa para fin de año", dijo Obama en la Casa Blanca. "Después de casi nueve años, la guerra de Estados Unidos en Irak terminará".

El anunció señala un inminente fin a una guerra que ha costado a Estados Unidos más de US$800.000 millones y cobrado la vida de más de 3.525 militares estadounidenses.

El mandatario realizó el anuncio después de hablar con el primer ministro iraquí, Nouri al-Maliki, sobre el entrenamiento y equipamiento de las fuerza de Irak.

Obama afirmó que existía un "acuerdo pleno" con el primer ministro sobre cómo deberían proceder las relaciones entre Estados Unidos e Irak. El primer ministro visitará la Casa Blanca en diciembre.

"Después de todo, habrán algunos días difíciles para Irak en el futuro", dijo Obama. "Estados Unidos continuará teniendo un interés en un Irak que es estable y seguro y autosuficiente".

Obama agregó que Estados Unidos dejará Irak en una posición de fortaleza.

En la actualidad, las tropas de Estados Unidos en Irak suman cerca de 45.000.

Pese a que la violencia ha disminuido considerablemente en Irak, el país y el gobierno siguen divididos entre las facciones sunitas y chiítas.

martes, 11 de octubre de 2011

Conflicto religioso disfraza represión política en Egipto

Tomado de El País

Bajo la apariencia de tensión religiosa, en Egipto se dirime el modelo de sociedad

El miedo entre la población favorece a los militares en el poder

Por Eric Gonzales

Ninguna dictadura sobrevive si la sociedad no tiene miedo. Las veteranísimas dictaduras árabes son expertas en fomentar el miedo a enemigos exteriores o interiores, y cuentan con una importante ventaja: en Oriente Próximo los enemigos, externos e internos, existen. La confusión entre intereses estratégicos e intereses religiosos, endémica en la zona, contribuye a facilitar el trabajo del dictador. Detrás de cualquier conflicto aparentemente religioso se esconden intereses políticos, y los disturbios en Egipto no deberían ser una excepción a la norma.

La gran mayoría musulmana suní y la cada vez más minoritaria comunidad cristiana conviven en Egipto desde hace 13 siglos, sin grandes dificultades. En los barrios cristianos residen musulmanes, muchos niños cristianos acuden a la escuela pública con los musulmanes y la tolerancia mutua constituye uno de los rasgos históricos de la sociedad egipcia. Pero los estallidos de violencia son relativamente frecuentes. Para explicarlos conviene tener en cuenta dos factores. Uno, el dinamismo del integrismo islamista de los llamados salafistas, que ya no se sienten representados por los Hermanos Musulmanes y para los que la simple presencia cristiana constituye una blasfemia. Dos, la ya citada manipulación política: no hay nada como un buen conflicto religioso para distraer la atención del público y lubricar la demagogia.

Durante el “renacimiento” egipcio, en la primera mitad del siglo XX, la comunidad cristiana (que por entonces rondaba el 25% de la población) adquirió un extraordinario protagonismo económico y social. La “belle époque” del liberalismo representado por el partido Wafd hizo, sin embargo, muy ricos a los ricos y muy pobres a los pobres, y coincidió, no casualmente, con una monarquía que dependía de los intereses coloniales británicos. El 10 de junio de 1952, cuando una multitud procedente de los barrios más míseros incendió hoteles, teatros y todo lo que en El Cairo se relacionaba con Occidente y la modernidad, marcó un antes y un después para los cristianos, identificados con el colonialismo y, debido a la cercanía de pasado y presente en el mundo árabe, con los cruzados medievales.

El régimen militar de Gamal Abdel Nasser socializó la economía, lo que perjudicó en especial a los cristianos, aunque el principal enemigo del nuevo régimen fueran los Hermanos Musulmanes. El sucesor de Nasser, Anuar Sadat, combinó una compleja alianza táctica con los islamistas (que acabaron matándole por firmar la paz con Israel) para reforzar su poder. De forma inevitable, los cristianos coptos, tendentes a considerarse a sí mismos como los auténticos egipcios frente a los “invasores” musulmanes (“copto” significa “egipcio”), quedaron marcados por un sentimiento de discriminación. La baja natalidad y la alta emigración redujeron la comunidad copta al actual 8%.

Paralelamente, la cooperación tácita de los Hermanos Musulmanes con el régimen militar y el rechazo de amplios sectores musulmanes a la nueva “modernidad” egipcia, identificada con la sumisión ante Estados Unidos e Israel y con la liberalización patrocinada por Hosni Mubarak, dieron alas al integrismo de los salafistas (casi tan minoritarios, por otra parte, como los coptos).

Ese es el contexto de cualquier tensión religiosa en Egipto. Y resulta insuficiente para explicar la violencia de los dos últimos días. Otros elementos, más puntuales, ayudan a hacerse una idea de qué ocurre y por qué. Primero, los manifestantes coptos eran unos pocos miles. Segundo, contra ellos cargaron grupos violentos cuya vestimenta y arreglo capilar no tenía nada que ver con los salafistas. Tercero, el Ejército se empleó con una brutalidad desmesurada.

La actuación de matones aparentemente incontrolados es una constante desde que el régimen de Mubarak (el mismo de la actual Junta militar) empezó a tambalearse, y sobran evidencias de que esos matones reciben órdenes de la policía, cuando no son policías ellos mismos. Es fácil provocar a una minoría religiosa que, como la copta, se siente desfavorecida. Y es fácil deducir que los disturbios en pleno centro de El Cairo y el miedo que suscitan entre la población favorece a unos militares cada vez más atrincherados en el poder.

Aparente conflicto religioso siembra más inestabilidad en Egipto

Tomado de El País

Egipcios Cristianos conocido como Coptos piden justicia ante barbaries en su contra

Por Nuria Tesón

Entre fuertes escenas de tensión tras los violentos disturbios del pasado domingo en El Cairo —que han costado 24 muertos según fuentes oficiales y 50 según algunos cristianos—, se reprodujeron este lunes los choques entre policias y cristianos coptos en las inmediaciones del hospital adonde fueron trasladados los fallecidos. Unas 3.000 personas se congregaron en el lugar donde hubo cargas, carreras y varios vehículos policiales resultaron incendiados por la multitud.

Los disturbios han generado grandes dudas en Egipto sobre la posibilidad de poder, a estas alturas, hablar de una verdadera transición. Y entre los principales escollos que tendrá que salvar la sociedad egipcia está la convivencia entre distintas confesiones y el fin de la discriminación de la minoría cristiana. Una discriminación de la que muchos coptos, que son el 10% de los 80 millones de país, culpan principalmente al Gobierno.

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto, que dirige el país desde la caída de Hosni Mubarak, ha ordenado una investigación de los hechos.

Hasta las puertas del hospital llegaban las familias que debían recoger los cuerpos de los fallecidos. A continuación se trasladaban a la catedral de San Marcos donde se ofició un funeral. Frente al templo cristiano los asistentes lanzaron proclamas contra el régimen militar y contra el mariscal Mohamed Hussein Tantaui: “Abajo, abajo, abajo los militares”, e hicieron suyas las consignas que se cantaron durante la revolución del pasado enero y febrero: “Levanta tú cabeza, eres copto” o “Uno, dos, dónde está el derecho del copto”.

Ehab lleva del brazo a la que pronto será su esposa, Mariam. Ella nació en Edfú, una ciudad de unos 50.000 habitantes situada al sur del país a apenas 80 kilómetros de Luxor. “Muy cerca del lugar donde quemaron la iglesia que ha originado las protestas”, apunta Ehab. El joven, de 32 años, es ingeniero y trabaja desde hace tres en Dubai. “Trabajé cuatro años en Egipto pero me resultaba imposible ascender o tener un mejor salario frente a mis compañeros musulmanes, así que me marché” explica. Y añade: “El Gobierno siempre nos ha discriminado. Lo que ocurrió ayer es culpa suya”.

En el barrio de Shubra, donde reside una parte importante de la comunidad copta cairota, Bula, un licenciado en Historia que trabaja en la secretaría del obispo de la zona, apunta que “el principal problema es que el Gobierno no ha actuado con contundencia hasta ahora contra este tipo de actos”. Pero no se queda ahí. Bula también culpa a la Iglesia de no haber salido antes a la calle para protestar contra los ataques que los coptos sufren desde hace años.

Y es que la violencia en Egipto contra los cristianos se ha reproducido con mayor o menor frecuencia pero como una constante.

Tras la caída del Gobierno de Hosni Mubarak se ha asentado la idea de que el propio régimen habría estado alentando dichos enfrentamientos para mantener la inestabilidad en el país y conseguir apoyos de la comunidad internacional con su consiguiente aceptación de ciertos desmanes, como el mantenimiento durante 30 años de la Ley de Emergencia amparándose en la necesidad de tener a los islamistas a raya. La Fiscalía egipcia ha abierto incluso una investigación para determinar la implicación del ex ministro del interior Habib el Adly como autor intelectual del atentado contra una iglesia en Alejandría que causó 24 muertos el pasado mes de enero. “De este modo el régimen conseguía generar una necesidad de protección en los cristianos”, argumenta la doctora Amira Nowaira, profesora de Literatura Inglesa en la Universidad de Alejandría. “Algunos poderes a favor de una contrarrevolución, están interesados en sembrar el caos”, añade la profesora, quien cree que la realidad demuestra que la minoría copta “está discriminada en casi todos los ámbitos de la sociedad egipcia”.

Hay poca representación política, dificultad de ascender a puestos importantes en el sector público y falta de igualdad en la construcción de lugares de culto, insiste la profesora. El incendio de la iglesia de Asuán se debió a la conversión de un edificio en lugar de culto no autorizado.

"No hay nada peor que el que la persona que debe protegerte te ataque", coincide Bisoi, un cantante de Shubra de 27 años. "No se trata de violencia sectaria sino de terrorismo. El sectarismo no es nuevo para nosotros, pero no había ninguna razón para que el Ejército nos tratara así. Creo que han querido mandar un mensaje a todo Egipto para que quede claro que ante cualquier protesta van a aplicar mano dura", concluye Bisoi.

La Junta Militar investiga los disturbios

El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el órgano que gobierna Egipto desde el derrocamiento del presidente Mubarak, ha lamentado los enfrentamientos de la pasada noche entre los cristianos coptos y las fuerzas de seguridad, y que ha calificado de "incidentes desafortunados" merecedores de una investigación por parte de las autoridades civiles. "El Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas extiende sus condolencias a las familias de las víctimas y desea que los heridos se recuperen", ha señalado el comunicado oficial recogido por la cadena Al Yazira. Los militares han insinuado la existencia de elementos que intentan "distanciar al pueblo egipcio y a las Fuerzas Armadas" y han pedido a la población que "no caiga presa de estos intentos".

La junta militar ha asegurado que seguirá en el poder hasta traspasarlo a una autoridad civil, "pese a los intentos de destruir los pilares del Estado y propagar el caos para impedir la transición". Los militares han insistido en que traspasarán el poder a una autoridad civil elegida democráticamente "a pesar de los intentos que pretenden destruir los pilares del Estado y propagar el caos para impedir la transición democrática deseada", reza el comunicado.

El comunicado oficial informa de que los militares "han ordenado" al Consejo de Ministros que organice un "comité de investigación que identifique los motivos del incidente" y que "adopte las medidas legales de contención que sean necesarias" contra todos los implicados. Los militares reiteran su compromiso para respaldar "la responsabilidad patriótica", así como para preservar los recursos del pueblo y las "victorias ganadas" en la revolución popular del pasado mes de enero, así como su garantía de seguir la "hoja de ruta" estipulada para elegir una autoridad civil en los comicios parlamentarios de finales de noviembre.