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martes, 18 de diciembre de 2018

Hoy 18 de Diciembre se celebra el Día de la Lengua Árabe

Por Compartiendo mi Opinión

La organización de la Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (Unesco) instituyó en 2012 el día 18 de diciembre como Día Mundial de la Lengua Árabe. Se escogió esta fecha porque conmemora la adopción en 1973 del árabe como lengua oficial y de trabajo de la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Existen varios tipos de árabe: el clásico, ‘al-luga al-Fuṣḥà‘ (“la lengua más elocuente”) que es la lengua del Corán; el moderno es el árabe formal que se escribe y se habla en el mundo árabe, la lengua de la cultura; y el árabe dialectal es la lengua de las situaciones cotidianas.

Los dos dialectos árabes principales son los mashrequíes (orientales) y magrebíes (occidentales). Los orientales tienen más coincidencias pero los occidentales conllevan más diferencias.

El árabe clásico no se habla para la vida diaria y el dialectal es el que se impone como elemento identitario en cada país. El que se enseña es el formal, una versión simplificada y modernizada del clásico o fusha y es el que se propaga en los medios de comunicación y sirve de vínculo religioso además en todos los países árabes. No obstante, varios países han debatido incluir de algún modo el dialectal en sus enseñanzas.

Cada dialecto incorpora palabras de las que fueron potencias coloniales, por ejemplo, en el norte de Marruecos se calcula en unas mil palabras las provenientes y adaptadas del español. Otro detalle curioso es que el propio ministro de Educación marroquí, Rachid Belmojtar, reconoció públicamente no saber el árabe clásico sino solo el dialectal.

El alfabeto árabe tiene 28 letras. La forma de las letras varía según la posición que ocupen en la palabra: forma inicial (al inicio) forma medial (medio de la palabra) y forma final. Se escribe de derecha a izquierda. Los expertos consideran que se necesitan, al menos, 2200 horas de estudio para manejarse el idioma en situaciones cotidianas.

La lengua árabe (en árabe: العربية al-ʻarabīyah o عربي/عربى ʻarabī ) se calcula que tiene más de 300 millones de hablantes en el mundo estando entre las cinco más habladas del mundo. En 26 países es oficial y en seis, cooficial y desde 1974 es una de las lenguas oficiales de las Naciones Unidas.

Es llamada por los árabes ‘la lengua del Dhad’ الضاد لغة, porque creen que esa letra ض no la hay en ningún otro idioma del mundo. Hay varios tipos de caligrafía árabe, las más importantes son: nasj, ruq’a, cúfico, persa, diwani y el magrebí-andalusí.

La lengua árabe está ligada a numerosas tradiciones y artes populares, inscritas en la lista del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad de la Unesco, como el zéjel o zajal, poesía recitada o cantada (Líbano); el argán, (Marruecos); el al-ayyala, arte escénico tradicional (Omán y Emiratos Árabes Unidos), el ritual y las ceremonias de la Sebeiba en el oasis de Yanet (Argelia) y el café árabe (Omán, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudí y Catar).

Un aforismo célebre declaraba que Egipto escribe, Líbano publica e Iraq lee. El único premio Nobel de Literatura en árabe fue el escritor egipcio Nagib Mahfuz (1911-2006) en 1988, fue víctima de un atentado integrista en 1994 y desde entonces vivió protegido hasta su fallecimiento. Su extensa obra ha sido traducida al castellano y una de sus novelas, ‘Hijos de nuestro barrio’ sigue hoy prohibida en su país natal. 

domingo, 15 de diciembre de 2013

El Mundo Arabe tres años después de la revolución de la primavera

Tomado de BBC Mundo

 10 consecuencias inesperadas de la Primavera Árabe

Hace tres años, en una ciudad tunecina poco conocida, nació lo que se llegó a conocer como la Primavera Árabe, cuando un vendedor de frutas de 26 años se echó gasolina encima, acercó una flama y se inmoló.
Por Kevin Connolly

Mohammed Bouazizi murió 18 días más tarde. Dos semanas después, mientras protestas sin precedentes rugían en todo el país, el presidente Zine al-Abidine Ben Ali huía a Arabia Saudita.

Las llamas encendidas con el suicidio de Bouazizi se extendieron por África del Norte, tumbando al presidente egipcio Hosni Mubarak y al Coronel Muammar Gadafi en Libia, tras 42 años en el poder. El presidente de Yemen se tuvo que retirar, mientras que en Bahréin y en Marroco las autoridades se vieron obligadas a aceptar las reformas que los manifestantes exigían.

En Siria también se alzaron las voces... y las armas.

Medio Oriente sigue envuelto en su proceso de evolución y, en el camino, ha habido consecuencias inesperadas.
1. Las monarquías capean el temporal
Las familias reales de Medio Oriente hasta el momento, han tenido una buena Primavera Árabe, mejor de lo que algunas habrían anticipado. Eso es tan cierto en Jordania y Marruecos como en el Golfo Pérsico.

Los gobiernos que han colapsado o tambaleado tenían un modelo parecido a los Estados de estilo soviético, con un partido único mantenido por poderosas estructuras de seguridad.

No hay una razón obvia para que sea así. Bahréin ha mostrado que está listo a usar tácticas de seguridad agresivas mientras que otros se han valido de medidas más sutiles, como Qatar, que aumentó el salario de los funcionarios públicos ante la primera señal de agitación.

Y, por supuesto, en los reinos del Golfo el descontento es exportable, pues la mayoría de los empleados con los salarios más bajos son migrantes y si empiezan a quejarse por las condiciones de trabajo o a exigir derechos políticos, los pueden mandar a casa.
Además, es posible que la gente sienta algún grado de apego hacia sus gobernantes reales, un sentimiento que los autócratas no inspiran, no importa cuán extravagante sea su estilo de vida.
2. Estados Unidos ya no lleva la voz cantante
Estados Unidos no ha tenido una buena Primavera Árabe. Tenía una visión clara de un Medio Oriente algo estancado en el que contaba con unas alianzas confiables con países como Egipto, Israel y Arabia Saudita.

No pudo llevarle el ritmo a los eventos en Egipto, que eligió a un islamista, Mohammed Morsi, quien luego fue depuesto por el ejército.

Es difícil para la administración de Barak Obama resolver el acertijo: el problema es que le gustan las elecciones pero no el resultado: una victoria clara para la Hermandad Musulmana. Tampoco le gustan los golpes militares (al menos en el siglo XXI) pero probablemente está lo suficientemente cómoda con un régimen respaldado por los militares que quiere mantener la paz con Israel.

Estados Unidos sigue siendo el superpoder, por supuesto, pero ya no es el que dicta qué pasa en Medio Oriente. Y no está sólo en esa situación: Turquía no supo escoger al ganador en Egipto tampoco y está en aprietos por sus relaciones problemáticas con los rebeldes en Siria.

3. Sunitas versus Siria
La velocidad con que las manifestaciones desarmadas contra un gobierno autoritario metamorfosearon en una guerra civil sanguinaria con matices sectarios en Siria impactó a todo el mundo.

Hay tensiones crecientes entre los musulmanes sunitas y chiitas en muchas partes de la región. Irán chiita y Arabia Saudita sunita están ahora efectivamente librando una guerra indirecta en suelo sirio.

La profundización del cisma entre dos ramas de Islam ha llevado a niveles alarmantes de violencia sectaria en Irak también y podría terminar siendo uno de los legados más importantes de estos años de cambio en el mundo árabe.

4. Victoria para Irán
Nadie habría predicho al principio de la Primavera Árabe que Irán saldría beneficiado.

Al principio del proceso, estaba marginalizado y paralizado por las sanciones impuestas debido a sus ambiciones nucleares. Ahora, es imposible imaginarse una solución para Siria sin el acuerdo iraní y, con su presidencia bajo nueva administración, está incluso hablando con las potencias mundiales sobre su programa nuclear.

Arabia Saudita e Israel están alarmados por la disposición de Washington a hablar con Teherán y cualquier cosa que ponga a esos dos países en el mismo lado de un argumento es, de por sí, histórico.

5. Los ganadores son perdedores
Es difícil establecer quiénes han sido los ganadores hasta ahora en este proceso. Un ejemplo es el destino de la Hermandad Musulmana en Egipto. Cuando se llevaron a cabo las elecciones tras la deposición de Mubarak, llegó al poder y, tras 80 años en la sombra, el movimiento finalmente parecía destinado a reconstruir el país más grande del Medio Oriente a su imagen y semejanza.

Pero después de que el ejército le forzara a dejar el poder y retornar a la clandestinidad, sus principales líderes enfrentan largas condenas de prisión. Hace un año, la Hermandad parecía ser una de las ganadoras. Ya no.

La suerte de la Hermandad no le convino al políticamente ambicioso Qatar, que la había respaldado durante la lucha por el poder en Egipto. En las primeras etapas de la Primavera Árabe, con Qatar apoyando a los rebeldes libios también, parecía que el pequeño reino tenía la estrategia correcta para expandir su influencia regional. Ya no.

6. Los kurdos se benefician
En contraste, la población del Kurdistán iraquí está empezando a perfilarse como ganadora. Quizás hasta esté acercándose a ver realizado su sueño de tener un Estado.

Han vivido en la región norteña del país, en la que hay petróleo, y está desarrollando lazos económicos independientes con su poderoso vecino, Turquía. Tiene una bandera, un himno y un ejército.

Los kurdos de Irak pueden ser los beneficiarios de la lenta desintegración de un país que ya no funciona como un Estado unitario.

El futuro no estará libre de problemas (hay poblaciones kurdas en los vecinos Irán, Siria y Turquía también) pero en ciudades kurdas como Irbil la gente piensa que el futuro es más prometedor y más libre. Ese proceso empezó antes de la Primavera Árabe, por supuesto, pero los kurdos han aprovechado los vientos de cambio que soplan en la región para consolidar logros que ya estaban en camino.

7. Las mujeres son víctimas
Hay una consecuencia de la Primavera Árabe hasta el momento que es sencillamente deprimente.
Entre la multitud en la Plaza Tahrir al principio del levantamiento en Egipto había muchas mujeres valientes y apasionadas reclamando derechos personales junto con los políticos, que eran el foco de las manifestaciones.
La desilusión fue amarga. Las historias sobre asaltos sexuales en público son aterradoramente comunes y una encuesta de la Fundación Thomson-Reuters señala a Egipto como el peor lugar del mundo árabe para ser mujer. Tuvo malas calificaciones en violencia de género, derechos reproductivos, trato de mujeres en las familias y la inclusión en política y economía.
8. ¿Sobrevaloración de las redes sociales?
Cuando empezaron las protestas, hubo mucho entusiasmo en los medios occidentales por el papel de innovaciones como Twitter y Facebook, en parte porque a los periodistas occidentales les gustaban.

Esas redes sociales juegan un rol importante en países como Arabia Saudita, donde le permiten a la gente sortear los rígidos medios oficiales y tener algún debate nacional.

Y tuvieron un papel al principio de los levantamientos también, pero su uso se limitó sobre todo a la élite liberal educada y afluente, y es posible que sus opiniones resonaran más de lo indicado por un rato. Esos liberales laicos al final fueron aplastados en las urnas en Egipto, por ejemplo.

La televisión satelital sigue siendo más importante en países en los que mucha gente es analfabeta y no tiene acceso a internet.
9. La finca raíz en Dubái se recupera
Las ramificaciones de los eventos en Medio Oriente se siguen sintiendo mucho más lejos de las fronteras de los países en los que sucedieron.

Existe la teoría de que el mercado hipotecario en Dubái se disparó pues los ricos de los países desestabilizados, como Egipto, Libia, Siria y Túnez, buscaron un refugio seguro para su dinero, y a veces hasta su familia.

Los efectos se sintieron incluso más lejos, en los mercados de propiedad de Londres y París.
10. Volver a trazar
El mapa del Medio Oriente que trazaron Reino Unido y Francia en secreto a mediados de la Primera Guerra Mundial parece que se está desdibujando.

Fue entonces cuando se crearon Estados como Siria e Irak y ahora nadie sabe si existirán en la misma forma en unos cinco años.

Y nadie puede hacer mucho al respecto tampoco: Libia demostró cuáles son los límites de la intervención occidental, con el poderío aéreo británico y francés capaz de apresurar el fin de un viejo gobierno odiado pero incapaz de asegurar que eso fuera seguido por la democracia. O siquiera la estabilidad.

Una antigua lección -que el mundo está volviendo a aprender- es que las revoluciones son impredecibles y que puede tomar años antes de que sus consecuencias sean claras.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Presidente Iraní recibe recepción entre vítores y zapatazos a su regreso de la ONU

Tomado de BBC Mundo  

Una recepción mixta para el presidente Rouhani en Irán

El presidente iraní, Hassan Rouhani, fue recibido por una bulliciosa multitud en el aeropuerto Mehrabad de Teherán, un día después de su histórica conversación telefónica de 15 minutos con su contraparte Barack Obama, durante su visita a Nueva York.

Algunos mostraban su apoyo a los esfuerzos diplomáticos del presidente iraní, pero otros le lanzaron zapatos.

Los representantes del Líder Supremo de Irán, el ayatolá Jamenei, recibieron al señor Rouhani en el aeropuerto, lo cual, según los observadores, forma parte de un protocolo que muestra que el presidente tiene el apoyo del ayatolá.

La conversación de los presidente Rouhani y Obama, el viernes, fue el primer contacto directo entre ambos jefes de Estado en más de 30 años.

sábado, 31 de agosto de 2013

Qué sigue después de una inminente intervención militar en Siria?

Tomado de esglobal


Rebeldes sirios luchan contra las fuerzas del régimen en la ciudad de Deir Ezzor

SIRIA DESPUÉS DE SIRIA

Por Laura Jimenez

Una  intervención militar de las potencias occidentales debe contemplar un escenario post Assad con los grupos islamistas como actores principales.
Las líneas rojas en Siria parecen haberse acabado. Mientras los inspectores de Naciones Unidas sobre el terreno intentan determinar el uso de gas sarín en el ataque de la semana pasada en Ghouta, Damasco, Occidente ha puesto en marcha la maquinaria de una posible intervención. El límite se ha cruzado, esta vez sin remilgos. El pistoletazo de salida ha sido un episodio que ha dejado (según la oposición al régimen baazista) hasta 1.300 muertos y que, de confirmarse, solo sería comparable al exterminio de kurdos perpetrado en 1985 por Sadam Hussein en Irak. 
Una intervención, sea a través de bombardeos selectivos desde el Mediterráneo o en forma de exclusión aérea, con ánimo de “castigo”, como ha enunciado el presidente francés François Hollande, o como “acción para disuadir”, según el secretario de Defensa estadounidense, Chuck Hagel, se dibuja como una alternativa más que probable después de más de dos años y medio de conflicto y ante el mensaje de Occidente: “Estamos listos”. El cómo y el cuándo (la misma oposición asegura que han sido advertidos de que puede ser inminente, “en cuestión de días, no de semanas”) depende en gran parte de los retos a los que se enfrenta la comunidad internacional en un territorio y un timing que se antoja hostil y volátil. Y entre ellos, el mayor es la aparición de un relativamente nuevo y potentísimo actor: los grupos islamistas radicales que se han hecho con el control en la práctica totalidad de la zona norte liberada.
Efectivamente, son estos grupos más o menos radicales quienes han tomado el relevo de una Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria (CNFORS), que no ha sido capaz de vertebrar un proyecto de gobierno coherente. El ejemplo de dos ciudades paradigmáticas, Alepo (la segunda urbe más importante de Siria tras Damasco y primera en población) y Raqqa (primera capital de provincia totalmente gestionada por los rebeldes) no deja lugar a dudas. En ambas el resultado es una creciente frustración en buena parte de la población, que se ha tornado en activista de doble cuño, y el sabotaje a las instituciones civiles dependientes de la Coalición Nacional Siria, el grupo más importante bajo el paraguas de la CNFORS. 
Es esta situación la que ha mantenido paralizado a Occidente hasta que su propio nivel de compromiso le ha golpeado más duramente que nunca. El presidente estadounidense, Barack Obama, ya se vio obligado a recular en su intención de armar a los rebeldes tras la promesa hecha en mayo ante el temor de fortalecer a los radicales que ganaban terreno en las áreas rebeldes. Una intervención encuentra ahora los mismos riesgos que hace meses la desaconsejaban: el peligro a destruir las estructuras del régimen y generar un vacío de poder sin haber construido estructuras alternativas. 
En ese sentido, el único germen de gobierno efectivo que puede apreciarse en las zonas rebeldes es el que han impuesto las diferentes fuerzas islamistas, entre las que existen enormes diferencias que derivan en el grado de aceptación por parte de la población. Entre los moderados de Liwa al Tawhid -el mayor grupo militar en Alepo y abanderado del Frente Islamista de Liberación Sirio (FILS)- y los yihadistas de Estado Islámico de Irak y el Levante (ISI-L, en sus siglas en inglés), la marca de Al Qaeda que se ha colado en la guerra, media un mundo ideológico y programático. Mientras los primeros son considerados un relevo aceptable dentro del futuro (o temporal) Gobierno de Alepo, los segundos enfrentan manifestaciones casi diarias de ciudadanos hastiados por imposiciones arbitrarias como las críticas a la vestimenta de las mujeres o el temor a ser acusados de mal musulmán.
Dentro del espectro se suceden, en orden creciente de radicalización, grupos con una fuerte presencia en ambas provincias como las Brigadas al Farouq, integradas en el mismo FILS y protagonistas de una llamativa escisión tras la difusión del vídeo en el que su líder comía lo que parecía el corazón de un soldado del régimen ajusticiado; los salafistas de Ahrar as Sham, la mayor fuerza en el país y líder del Frente Islámico de Siria (FIS), que gobierna de facto en Raqqa, y los yihadistas de Jabhat al Nusra, el brazo de ISI en Siria hasta que se produjo el pronunciamiento de lealtad de su líder, Abu Mohamed al-Joulani, al jefe de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, y la separación en abril de ambas marcas.
“Las fuerzas islamistas continúan creciendo hasta un punto en el que deben tomar decisiones estratégicas sobre si dejan que otros grupos controlen ciertas áreas o si deberían consolidarse y expandirse”, apunta el experto en Siria del Carnegie Endowment for Peace Yezid Sayigh. Ese momento ha llegado, y cualquier acción militar contundente de Occidente en Siria debería contemplar el status quo actual, derivado de la configuración de esa oposición islamista (frente a la oposición secular de la CNFORS y el Consejo Militar Supremo que guía el Ejército Libre Sirio, a quien pretende apoyar una presunta intervención estadounidense).
Pero, ¿cómo han llegado los islamistas a hacerse con el control de las áreas rebeldes?, ¿Cómo han desplazado a los aliados de Occidente? Su posicionamiento en el poder tiene, paradójicamente, mucho que ver con la inacción de la comunidad internacional hasta ahora, que ha permitido que se diesen dos factores fundamentales: el poderío militar de los islamistas y la falta de recursos económicos de las autoridades civiles. El primero factor se aprecia tanto en la liberación de Raqqa en marzo de este año, gracias al esfuerzo conjunto de Jabhat al Nusra (entonces aún parte de ISI) y Ahrar as-Sham, como en el florecimiento de tribunales basados en la ley islámica apoyados por unas fuerzas de seguridad milicianas más contundentes. En el segundo punto encaja la situación de Alepo, donde el Consejo Civil achaca su ineficiencia a la escasez de financiación. El resultado es el reparto en áreas de influencia, que ha derivado en convenios surrealistas, como el mantenimiento del tendido eléctrico en barrios como Al Ansari (donde se suceden las sedes de  Liwa al Tawhid, Jabhat al Nusra e ISI-L). El Consejo Civil envía a los trabajadores, que cobran de los islamistas.
En este contexto, los grupos islamistas han conseguido poner en marcha servicios públicos como las líneas de autobuses, significativo logro de Ahrar as-Sham en Raqqa. A ello se suma el control sobre las rutas de abastecimiento y el campo, que permiten hacer llegar a la ciudad víveres para la población, la gestión en algunas zonas de las panaderías y los silos, así como la toma de los pozos de petróleo en Deir Ezzor, cuyo control se disputan las milicias kurdas y Al Nusra. 
Todo, amén de la acción caritativa. Una muestra es la organización Qahatein, en Alepo, una ONG local que reparte alimentos en Ramadán, además de aliviar las necesidades de refugio, salud o educación de las familias de mártires en los 12 sectores en los que se divide la zona rebelde. “Lo más importante es cuidar de las niñas y viudas hasta que se vuelvan a casar”, puntualiza Mustafa, el joven jefe de 26 años, que admite estar financiado por “todos los grupos” islamistas.
A estas alturas, la raigambre islamista en Siria es tanto o más “innegable” (como ha definido Hagel el uso de armas químicas en Ghouta) que los ataques con gas sarín. Por esta razón, cualquier potencia inclinada (o, en última instancia, decidida) a intervenir en Siria de forma directa debería desvelar cuáles son los objetivos (provocar o no un derrocamiento inminente de Assad) y contemplar qué escenario dibuja una supuesta caída del régimen. En este sentido, el acento se coloca sobre los radicales. “Jabhat al Nusra es uno de los muchos grupos de Al Qaeda”, explica desde el frente en Alepo Abu Aldelrrahman, uno de los comandantes de Liwa al Tawhid, “vinieron aquí para apoyar a la gente y cuando expulsemos al Ejército de Al Assad, se irán. No tienen programa político”. Por su parte, Sayigh tacha la creencia de “naïve”: “Han luchado y querrán participar en el futuro Gobierno y en la Constitución”. 
“(Occidente) comete un error intentando excluir a los islamistas”, concluye el experto de Carnegie. “Grupos como Ahrar as-Sham o Liwa al Tawhid, incluso siendo salafistas, aportan una cierta riqueza política basada en el islam, pero sin una agenda profundamente ideologizada o religiosa, y aportan una solución siria (a diferencia de al-Nusra e ISI-L), tanto si se organizan de manera política y pacífica a través de partidos como en Egipto o se mantienen como movimientos armados, como en Irak”. 

domingo, 14 de julio de 2013

Cómo se ve desde los países Occidentales al mundo Árabe

Tomado de esglobal
  
LOS ÁRABES VISTOS POR OCCIDENTE

Por Rashiden yusef

Violentos, terroristas, extremistas religiosos…Acabando con los estereotipos. 

A finales del siglo XVIII un ambicioso Napoleón Bonaparte conquistaba Egipto en su ansia de aumentar los poderes de Francia, cortar la vía comercial a Gran Bretaña y aumentar su gloria y fama. Esta expedición fue la primera conquista imperialista moderna de la Historia, entre otros, porque Napoleón utilizó junto a la fuerza de su Ejército, a científicos e intelectuales en su expedición. Había ingenieros, médicos, químicos, biólogos, literatos y arquitectos cuya misión fue recabar información sobre la historia, escritura, arqueología y tesoros de Egipto. Además de llevar a este país los principios de la Europa moderna frente al despotismo religioso de los otomanos. 
Las memorias del general  describen cómo Egipto representó una aventura romántica y exótica, un sueño oriental pese a su partida poco después a Francia y el fracaso que simbolizó la expedición en términos militares.
Desde entonces el mundo árabe y Occidente han estado marcados por un modelo binario: el oriental,  el otro exótico y violento, frente a la Europa avanzada. Edward Said, el fallecido intelectual palestino-americano,  en su libro Orientalismo publicado en 1978, analizaba la historia reciente del imperialismo, la economía, el arte, la ciencia política y la literatura que han servido para definir este modelo basado en la superioridad de Occidente frente a Oriente: el otro, el oriental, se mantiene igual, no avanza en la Historia, quedándose en el mismo espacio y tiempo, por lo que no se desarrolla; mientras el resto del mundo evoluciona y aprende.
Esta visión del otro ha determinado nuestra mirada al mundo árabe y ha definido nuestra identidad. Joan Wallach, historiadora americana, analiza cómo durante el siglo XX, la lucha por la identidad francesa se define frente al otro, el argelino, y tiene profundas raíces en el colonialismo galo en este país y la visión orientalista hacía el mismo. Said afirmó que uno de los principales motivos que le llevaron a escribir Orientalismo fue su propia experiencia como árabe viviendo en Estados Unidos, al observar, por ejemplo, la forma en la que la representación artística de Oriente Medio realizada por los occidentales estaba marcada por esta visión exótica y manipulada que no tenía nada que ver con la realidad que él conocía. 
Desde las hazañas imperialistas de los primeros orientalistas occidentales hasta hoy, se ha acusado de manera indiscriminada a las sociedades árabes de enemigas de la democracia y la libertad y de intentar suprimir los derechos de las mujeres.  Esta visión se ha visto agudizada tras la Guerra del Golfo (1990-1991) y los atentados de 2001, 2004 y 2005 en Nueva York, Madrid y Londres respectivamente, así como las sucesivas guerras y conflictos que dichos atentados han generado.
En una encuesta publicada en febrero de 1991 por el Arab American Institute durante la Guerra del Golfo, un 41% de los estadounidenses afirmaron que tenían una opinión negativa sobre los árabes frente un 43%  que afirmó que tenían una opinión positiva. Igualmente, se relacionaron los siguientes adjetivos con los árabes: creyentes (81%), terroristas (59%), violentos (58%) y fanáticos religiosos (56%). Esta misma institución publicó en 2012 un estudio de la visión de los estadounidenses sobre los árabes y musulmanes junto con otras minorías religiosas, entre las que se incluían judíos, cristianos o budistas. Los resultados fueron parecidos a los de la encuesta de 1991: un 41% de los americanos tenía una visión no favorable de los árabes y musulmanes frente a un 40% que sí la tenía.
Los medios de comunicación y el cine han contribuido a dar una visión simplificada de la realidad compleja de diferentes países, historias, culturas y pueblos,  donde los árabes aparecen como fanáticos y violentos. Esta contribución se ilustra en el documental Valentino Ghost (2012),  que demuestra cómo se ha creado una percepción de los árabes en el imaginario común distorsionada y simplificada, tachándolos de violentos y retrógrados, con películas de Hollywood como Aladino (1992, de John Musker y Ron Clements) o Indiana Jones: en busca del arca perdida (1981, de Steven Spielberg).  

Esta visión generalizada del mundo árabe en los medios de comunicación, literatura y arte, más notoria desde los atentados terroristas de 2001, tiene consecuencias graves, entre otras, el racismo y la discriminación. Además, favorece el desconocimiento de la lucha de la mujer árabe por su emancipación. Suha Sabbah, académica y feminista arabe-americana, destaca cómo las mujeres árabes son complejas, diversas y multifacéticas, lejos de la visión unidimensional que desde Occidente se da. Sabah afirma que estereotipos contra las mujeres árabes como dóciles, sin opinión, veladas y recluidas, dando por hecho la superioridad de las mujeres occidentales frente a las árabes, acaba reproduciendo los viejos patrones imperialistas generando más desconocimiento y barreras sobre la realidad de los árabes . 
Las sociedades en general son plurales y no responden a una sola dinámica ni percepción, como afirmaba Said, Occidente y el mundo árabe se han definido a lo largo de los últimos dos siglos de manera falsamente unificadora para describir sociedades diversas. Quizá esa sea la clave para el posible entendimiento entre ambas. En el siglo de la tecnología se están imponiendo cambios acelerados en nuestra forma de interaccionar. La globalización, la privatización y la tecnología también han fortalecido a nuevos actores mundiales que establecen agendas, crean leyes y evalúan resultados: los movimientos sociales son  un actor más de la esfera global que tanto en Occidente como en el mundo árabe están teniendo cada vez más importancia. 
La primavera árabe, el llamamiento de sus sociedades al cambio pidiendo libertad, democracia, igualdad y solidaridad social, y los movimientos sociales en Occidente frente a la crisis, agudizada desde el 2008, puede que resquebrajen la imposición de un modelo binario y diferenciado Occidente-Oriente. Si observamos los movimientos de la sociedad civil que se han desarrollado en los últimos diez años a la sombra de la crisis económica, política y de identidad en el mundo árabe y Occidente, puede apreciarse que,  con diferencias de contexto y escenario, exigen aspiraciones universales: una mejor calidad vida, acceso a un sistema de salud y de educación de calidad, justicia social y, sobre todo, políticas para y por los ciudadanos. Además estos movimientos se retroalimentan unos a otros. Las primeras protestas en España generadas por el movimiento 15-M se inspiraron, al igual que sus homólogos europeos, en los levantamientos del mundo árabe y el éxito de su convocatoria social.
Las redes sociales y los nuevos medios de comunicación, que permiten una nueva forma de informarse y relación directa entre la ciudadanía, quizá sirva para demostrar que las sociedades no responden a un único modelo unificador y que en el contexto del siglo de la tecnología todos los ciudadanos tanto en Occidente como en el mundo árabe aspiran a valores universales: un sistema político democrático, justicia social y un mejor futuro para sus hijos. 

sábado, 13 de julio de 2013

Clichés entre Arabes y Occidentales dificultan una relación pacífica

Tomado de esglobal  
Cómo se ve desde el mundo Árabe a los países Occidentales
Acabando con los clichés.
El desconocimiento sobre el otro ha sido el que ha hecho que árabes y occidentales desconfíen el uno del otro, pero ¿somos realmente tan diferentes?
La brecha entre ambos mundos continúa. Los árabes suele recurrir a imágenes simplificadoras y distorsionadas (con frecuencia) sobre Occidente, tratan de preservar su identidad y protegerse frente a la Westoxication. Mientras que Occidente los sigue viendo como bárbaros, violentos, terroristas y extremistas religiosos. Por todo ello, existe la necesidad de realizar un esfuerzo para propiciar un mejor conocimiento que los aproxime.
He aquí dos ejemplos que podrían ayudar a conseguir esa aproximación. (Mañana publicaremos Cómo se ve desde  los países Occidentales al mundo Árabe)
 OCCIDENTE VISTO POR LOS ÁRABES
Por Ignacio Alvarez-Ossorio

Colonizadores, libertinos, interesados, usurpadores…Acabando con los estereotipos.
Hace treinta años, Amin Maaluf publicó Las cruzadas vistas por los árabes. A través de los relatos de los cronistas Ibn al Qalanisi, Usama Ibn Munqid, Ibn Yubair e Ibn al Atir, el autor libanés ofrecía la versión árabe de las Cruzadas y describía, con especial crudeza, las masacres perpetradas por los francos. Nueve siglos después, los árabes siguen considerando a los occidentales como “violentos y fanáticos”, así como “egoístas, inmorales y codiciosos”, según la encuesta The Great Divide: How Westerners and Muslims View Each Other del Pew Global. 
Estos datos no nos aclaran si las percepciones negativas han sido transmitidas de generación en generación o, por el contrario, obedecen a nuevos agravios. Lo que sí constatan es la imperiosa necesidad de realizar un esfuerzo para propiciar un mejor conocimiento entre dos mundos que, a pesar de la proximidad geográfica, siempre han vivido de espaldas. 
¿Se ha ampliado en los últimos años la brecha que separa al mundo árabe del occidental? Cada cierto tiempo se plantean preguntas similares para explicar la desconfianza mutua que se profesan Occidente y el mundo árabe. Probablemente, la principal razón que la explica es el desconocimiento existente sobre el otro. Como evidencia la encuesta Research from Within: “los árabes basan sus opiniones sobre Occidente en un conocimiento bastante débil de sus culturas y sociedades”, tal y como reconocieron más de la mitad de los encuestados en cinco países árabes.
De todos estos datos cabe deducir que el recurso al estereotipo no es patrimonio exclusivo de los occidentales. Los árabes suelen recurrir a imágenes simplificadoras y, con frecuencia, distorsionadas para describir al mundo occidental. Si en Occidente se tiende a poner el énfasis en la religión como el elemento que explica este desencuentro, en el mundo árabe más bien se subrayan los aspectos políticos y económicos. 
Occidente es visto por los árabes como potencia dominadora. Gran Bretaña y Francia los colonizaron durante décadas y explotaron sus recursos naturales. Tras las independencias nacionales, EE UU se opuso frontalmente tanto al nacionalismo árabe como al islam político, prestando, al mismo tiempo, un respaldo inquebrantable a Israel. Por eso no nos debe extrañar que uno de los lugares comunes sea culpabilizar a las potencias occidentales de los males del mundo árabe. Las teorías conspirativas acusan a la CIA o al Mossad de golpes de Estado y derrocamientos e, incluso, de los atentados del 11-S o de la propia primavera árabe.
Parece claro que “la política exterior de EEUU en la región es el factor más importante a la hora de influenciar las actitudes árabes”. Esta imagen negativa no es estática, ya que varía en función de los cambios políticos registrados en la escena estadounidense. Las intervenciones de Afganistán e Irak durante el mandato de George W. Bush provocaron un retroceso considerable de Estados Unidos entre la opinión pública árabe, que tachaba a dicho país de “racista”, “agresivo” e “inmoral”. Una encuesta realizada en seis países árabes por el Saban Center for Middle East Policy de Brookings Institution -2007 Annual Arab Public Opinion Survey- concluía que la actitud en torno a EE UU era sumamente desfavorable entre el 57% de los encuestados (y que sólo un 4% tenía una imagen muy favorable).
Tras la llegada a la presidencia de Barack Obama registró una clara mejoría, aunque en los últimos meses su imagen ha experimentado cierto desgaste, tal y como pone de manifiesto la encuesta Global Opinion of Obama Slips, International Policies Faulted, como resultado de su incapacidad o renuencia a revisar algunos de los postulados tradicionales de la política exterior norteamericana, en especial lo que atañe a la relación privilegiada con Israel. De hecho, el respaldo sin fisuras a los israelíes es la principal fuente de descontento árabe hacia EE UU. La encuesta realizada en 2011 por el Anwar Sadar Chair for Peace and Development constataba que la imagen de Estados Unidos mejoraría, notablemente, en el caso de que se firmara un acuerdo de paz palestino-israelí (según un 55% de los encuestados), se dejase de prestar ayuda a Israel (un 42%), las tropas estadounidenses abandonaran Arabia Saudí (un 29%) e Irak (un 26%), se otorgara más ayuda económica (12%) y se promoviera la democracia (un 11%).
  
Buena parte de la opinión pública árabe considera que el principal interés de los países occidentales es controlar sus recursos y muy pocos creen que EE UU y la UE deseen impulsar realmente la democracia, las libertades públicas o los derechos humanos. El matrimonio de conveniencia que Estados Unidos mantiene con Arabia Saudí, un país que hasta en las antípodas de los valores socio-políticos occidentales, suele ser puesto como ejemplo de ello. Otro tanto puede decirse de la Unión que, en las últimas décadas, mantuvo una excelente relación con algunos gobernantes autoritarios como Ben Alí y Mubarak, considerados una barrera de contención frente al islamismo radical.
Según la encuesta 2007 Annual Arab Public Opinion Survey, realizada por el Saban Center for Middle East Policy, el 65% de los encuestados no consideraban que EE UU esté interesado en promover la democracia (frente a un 5% que interpretaba lo contrario). Otro dato interesante es la pregunta en torno a cuáles son los objetivos que persigue Estados Unidos en Oriente Medio. El primer objetivo sería el control del petróleo (83% de los encuestados), el segundo la protección de Israel (75%) y el tercero debilitar al mundo islámico (69%); por el contrario, los últimos objetivos serían promover la paz (10%), defender los derechos humanos (10%) y, por último, extender la democracia (9%). 
Esta percepción negativa también se explica en clave identitaria. El modo de vida occidental está cada vez más presente en las capitales árabes y con él una creciente uniformización de las costumbres que es vista con recelo por parte de la sociedad, en particular por los sectores más tradicionalistas. La globalización, entendida como occidentalización, es percibida como una amenaza para las tradiciones locales. En definitiva, un intento de Occidente de universalizar sus valores. En las últimas décadas, la religión se ha convertido en un refugio mediante el cual preservar la identidad musulmana y protegerse frente a la Westoxication.
Pero no todo iban a ser malas noticias. Las encuestas también demuestran que el abismo que nos separa no es tan grande como cabría imaginar. La mayoría de la población árabe es partidaria de más democracia y menos autoritarismo, tal y como demostró la primavera árabe. Además, buena parte de los árabes confiesan abiertamente su admiración por el sistema de libertades e instituciones democráticas occidentales. Según una reciente encuesta de 2011 realizada por el Anwar Sadar Chair for Peace and Development, un 55% de los encuestados en Egipto, Jordania, Marruecos, Arabia Saudí y Emiratos Árabes era optimista con la primavera árabe y un 57% consideraban que su principal propósito era conseguir la dignidad, garantizar las libertades y alcanzar una vida mejor. No obstante, la caída de Mubarak no contribuyó a mejorar la imagen de la Administración Obama, ya que el 52% de la población tenía una imagen negativa frente al 20% que tenía una positiva.
El hecho de que la religión no ocupe un lugar preferente entre las prioridades de los encuestados, como habitualmente se suele considerar en los países occidentales, queda meridianamente claro en una encuesta de Zogby International realizada en siete países. La principal sorpresa reside precisamente en que las preocupaciones de la población árabe no distan mucho de la occidental, ya que son, en orden de importancia: generar oportunidades de empleo, desarrollar la sanidad, combatir la corrupción, mejorar el sistema educativo y luchar contra el extremismo y el terrorismo. Quizás estemos mucho más cerca de lo que habitualmente pensamos.