Tomado de The Wall Street Journal
Fotografia po Terry Shoffner
Las paradojas de Felipe Calderón
El presidente mexicano que libró la
guerra contra el narcotráfico deja como legado una economía en crecimiento y
dice que EE.UU. debería considerar "alternativas de mercado".
Por Bret Stephens
Nueva York
Felipe
Calderón llega 15 minutos antes para su reunión con los editores de The Wall
Street Journal, como para echar por tierra al viejo estereotipo de que sus
compatriotas viven en "tiempo mexicano". No es el único estereotipo
que el presidente mexicano busca enterrar mientras se acerca el fin de su
período de seis importantes años en el poder. Considere los siguientes
ejemplos:
•Las
destrezas de la fuerza laboral: "Hay 113.000 nuevos ingenieros que se
gradúan cada año en México, lo que significa más ingenieros graduándose en
México que en Alemania o Canadá o Brasil", dice en un inglés razonable.
"Y si establece algún tipo de tasa de ingenieros por 100.000 personas,
sería casi el doble de la tasa estadounidense".
A fin de
despejar cualquier duda de que se trata de ingenieros de segunda categoría,
Calderón resalta que los "ingenieros mexicanos están diseñando el nuevo
motor de GE, el motor para el Airbus 380," y que México comenzará a
fabricar aviones para la compañía canadiense Bombardier así como helicópteros
para Eurocopter. "Estamos invirtiendo en personas", recalca.
"China tiene muchos ingenieros, lo sé, pero nosotros no estamos buscando
mano de obra barata… estoy en búsqueda de factores de talento".
•Inmigración:
"La tasa neta de migración de trabajadores mexicanos hacia Estados
Unidos", indica el presidente, "fue cero en 2010 y el cero se repitió
en 2011 y probablemente será cero o menos de cero este año".
Las
cifras del Pew Research Center de Estados Unidos corroboran su punto de vista,
mostrando que la migración de mexicanos al país vecino alcanzó su máximo de
770.000 personas hace una década y cayó a 140.000 en 2010. En tanto, 1,4
millones de mexicanos en EE.UU. regresaron a su país entre 2005 y 2010, la gran
mayoría en forma voluntaria.
•Economía:
Calderón menciona varias razones que explican el descenso en la migración de
mexicanos a EE.UU., incluyendo la debilidad de la economía estadounidense, la
labor de las agencias fronterizas de ese país y la amenaza de las pandillas
criminales contra los trabajadores inmigrantes.
"Pero
permítanme explicar las razones positivas", añade rápidamente, citando 13
trimestres consecutivos de crecimiento económico y de creación de empleos, que
el año pasado llegó a 700.000 trabajos en el "sector formal" y que
este año muy probablemente rondará esta cifra. Desde la aparición de la crisis
financiera a mediados de 2009, el desempleo en México ha caído a poco menos de
5%, mientras que en EE.UU. se mantiene por encima de 8%. Además, México exporta
US$1.000 millones de bienes al día.
•Seguridad
fronteriza: Los estadounidenses conocen bien el nombre de Brian Terry, el
agente fronterizo estadounidense que mataron en Arizona en 2010 criminales
mexicanos con armas obtenidas por medio del programa del gobierno
estadounidense Rápido y Furioso. ¿Pero, cuántos estadounidenses han escuchado
hablar de Guillermo Arévalo Pedroza? Fue asesinado a principios de este mes por
una bala disparada desde un barco de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. mientras
disfrutaba de un picnic con su esposa y dos hijas al sur del Río Bravo, cerca
de Laredo, Texas. "No ocurrió nada en las instituciones legales de este
país", dice Calderón con evidente mesura y agrega que otros 14 mexicanos
han perdido la vida de manera similar este año. "Este padre no intentaba
cruzar la frontera, sólo intentaba pasar un buen día con sus hijas",
señala.
***
Estas
historias y estadísticas contradicen la imagen común de México en EE.UU. como
un estado casi fallido cuya inestabilidad crónica se desborda hacia el lado
norte de la frontera. Encajan bien con el propio Calderón, quien ha demostrado
ser una figura distinta al tecnócrata deslucido educado en Harvard que
aparentaba ser cuando, a los 44 años, consiguió la victoria por un margen minúsculo
frente el ex alcalde populista de Ciudad de México Andrés Manuel López Obrador
en la elección presidencial de 2006.
En el
momento de su elección, el mayor desafío de Calderón parecía ser establecer su
autoridad constitucional, la cual López Obrador se negó a reconocer al
autonombrarse el "presidente legitimo" y tratar de paralizar Ciudad
de México mediante una serie de manifestaciones multitudinarias. Calderón, sin
embargo, tuvo la sensatez de dejar que las protestas se desvanecieran por sí
solas. Al mismo tiempo, días después de asumir el poder, movilizó al ejército
mexicano para una guerra sin tregua contra los carteles del narcotráfico.
Desde
entonces, cerca de 55.000 mexicanos han muerto producto del conflicto, la
mayoría de ellos miembros de carteles rivales pero la cifra también incluye
unos 1.000 niños, cerca de 100 alcaldes y docenas de periodistas. El número
aproximado de muertes superó 16.000 en 2011, el año más sangriento de la guerra
hasta la fecha. ¿Cómo evalúa Calderón el éxito de la guerra hasta el momento?
"Cuando
asumí mi cargo", responde, "podía ver procesos gemelos. Por un lado,
se podía apreciar que las agencias (de seguridad pública), principalmente el
cuerpo de policía, estaban totalmente penetradas por la corrupción y en un
proceso debilitante muy peligroso. Y, por el otro lado, el fortalecimiento de
las organizaciones criminales… hoy en día las tendencias son las
opuestas".
Como
evidencia, el mandatario apunta al incremento en las riñas internas de los
carteles, así como a la caída de la tasa de homicidios desde el año pasado.
Pero Calderón está lejos de declarar victoria. El ejército ha dado de baja en
combate o arrestado a un líder del narcotráfico después de otro —la semana
pasada trascendió que el cabecilla de los Zetas, Iván Velázquez Caballero
(apodado "El Talibán") fue detenido en la ciudad de San Luis Potosí—
sin aún cambiar el rumbo de la guerra. Los intentos de mejorar el calibre y la
integridad de las fuerzas policiales federales también han tenido resultados contradictorios,
a pesar de la capacitación provista por la Policía Montada de Canadá e incluso
el Mossad israelita.
Calderón
menciona una serie de obstáculos, como las trabas que el sistema federalista
mexicano impone sobre sus facultades presidenciales. "El director de la
policía nacional de Colombia podría remover a cualquier agente", afirma,
refiriéndose a un país que a menudo es comparado con México. "Sin embargo,
si yo, como presidente, veo a un policía en la esquina recibiendo un soborno,
si no tengo evidencia jurídica suficiente, no tengo la capacidad de
removerlo".
El
problema más amplio es el flujo de dinero procedente de los consumidores de
drogas (principalmente estadounidenses) que termina en las cajas fuertes de los
narcotraficantes. "Mientras no podamos detener el flujo de dinero hacia
los criminales", manifiesta, "este negocio de los narcos será un
cuento de nunca acabar".
¿Significa
esto que Calderón apoya la legalización de las drogas? "Esta
sociedad", asevera, aludiendo a EE.UU., "tiene la responsabilidad… de
explorar otras alternativas, incluyendo las alternativas del mercado, para
reducir la increíble cantidad de dinero proveniente del mercado negro de las
drogas".
El
presidente observa que la "respuesta tradicional acerca del flujo de
dinero hacia los criminales es de reducir el consumo. ¿Para ser franco, existe
alguna posibilidad de que el consumo vaya a reducirse en esta sociedad de
manera significativa? Sé que hay cifras de que el consumo de cocaína está
disminuyendo, pero está claramente siendo sustituido por el consumo de
metanfetaminas".
Lo que
lo lleva a concluir: "Si el precio aumenta (gracias en buena parte a los
esfuerzos de prohibición) y la demanda se mantiene igual, aumentarán los
ingresos y, por lo tanto, se crearán mayores incentivos para los participantes
en el mercado. Y es claramente un ejemplo de libro de texto sobre un sistema
económico inestable en el que mientras más exitoso eres, más criminales
creas".
La
guerra contra las drogas, en otras palabras, inevitablemente produce sus propios
enemigos. Milton Friedman estaría de acuerdo.
Tal vez
sea irónico que el hombre que ha librado esta guerra más ferozmente que
cualquiera de sus predecesores llegue a esta conclusión. Pero Calderón no
escatima esfuerzo para enfatizar que, en última instancia, la guerra contra el
narcotráfico no tiene que ver tanto con las drogas, sino con lo que él
considera "un intento difícil y doloroso de hacer de México un estado de
derecho". Las ganancias del narcotráfico pueden estar llenando las arcas
de los carteles, pero al menos que se produzcan cambios improbables en la
legislación de EE.UU., Calderón y sus sucesores tendrán que jugar con las
cartas que les han tocado.
Esto
significa mejorar la efectividad de las instituciones legales, ampliar las
oportunidades educativas y económicas, aprovechar mejor los recursos
energéticos que han sido crónicamente mal administrados (incluyendo el
potencial de vastos depósitos de gas de esquisto) y afianzar los fundamentos
monetarios de un país que ha sufrido frecuentes y devastadoras devaluaciones
del peso. A propósito de esto último, Calderón se mostró escéptico frente a la
moda actual de intentar estimular la economía mediante acciones como las
sucesivas rondas de relajamiento cuantitativo impulsadas por la Reserva Federal
de EE.UU. "La paradoja es que con una medida monetaria (tomada) para
expandir la economía, se provoca algún tipo de incremento en el (precio de) las
materias primas. Por lo tanto resulta una medida recesiva". ¿Escuchó bien,
Ben Bernanke?
Finalmente,
está el tema del futuro de la democracia en México. Calderón es hijo del
cofundador del Partido de Acción Nacional (PAN), que hace 12 años rompió el
monopolio de 70 años que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenía
sobre la presidencia. Pero el PRI fue el gran ganador —y el PAN el gran
perdedor— en las elecciones de julio, y es una pregunta abierta si el PRI del
futuro continuará las reformas de Calderón o regresará a su pasado
antediluviano.
Al
presidente saliente de México no le queda más que seguir los acontecimientos
con atención y esperar lo mejor: "México tiene mucho trabajo por
hacer", dice en tono nostálgico. "Estamos en el medio de un
renacimiento".
Bret Stephens escribe "Global View", la
columna de política internacional de The Wall Street Journal.