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domingo, 5 de julio de 2015

Proceso de paz colombiano, cerca del final vive una etapa delicada

Tomado de Revista Semana

Humberto de la Calle, jefe negociador del gobierno colombiano

“Es posible que un día de estos las FARC no nos encuentren en la mesa de La Habana”

El reconocido periodista Juan Gossaín entrevistó a jefe negociador del Gobierno Humberto de la calle Lombana sobre el procesos de paz.

Ha llegado la hora de hacerle un balance sincero a las negociaciones de paz entre el Gobierno y las FARC. Desde septiembre del 2012, cuando se iniciaron las conversaciones, el país ha ido pasando de la ilusión al desencanto y de la esperanza a la frustración. Se ha vuelto tan grande esa desconfianza que en este momento, según la última encuesta, menos de la mitad de los colombianos respalda una solución negociada del conflicto. En cambio, más de la mitad prefiere una solución militar.
 
No nos engañemos: en los últimos años ha habido tantos diálogos fallidos, y tantos sueños perdidos, que la gente se ha vuelto desconfiada. La han vuelto, mejor dicho. Es por eso que le propongo al jefe negociador, Humberto de la Calle, que nos sentemos a conversar francamente. Con crudeza, si fuese necesario.
 
El país está exigiendo que le cuenten la verdad. Yo sé que con de la Calle eso es posible porque lo conozco bien desde que trabajamos juntos en la radio. Es el mismo hombre que hace veinte años renunció sin titubeos a la vice-Presidencia de la República, por razones de integridad y de honor.
 
De la Calle contesta que sí, a pesar de su carácter refractario a las entrevistas, pero me pone una condición: que yo le ceda nuestra charla a todos los periódicos que quieran publicarla, grandes o pequeños, y que se comprometan a hacerlo de manera simultánea, el mismo día, juntos, sin excluir a nadie.
 
No tuve que pensarlo mucho: acepté, también de buena gana, porque me parece que es un pequeño ejemplo de desprendimiento, de solidaridad y unión, que los periodistas podemos ofrecerle al país en estos momentos tan cruciales. Al fin y al cabo, ninguna primicia es más importante que la paz de Colombia.

“Esto se está acabando”
 
Juan Gossaín: Llevamos casi tres años en estas negociaciones, le pregunto,  ¿Cuánto más va a durar?
 
Humberto de la Calle: Poco -responde sin vacilar-. No soy capaz de darle un plazo porque esa es la pregunta del millón de dólares, pero sí me parece claro que el proceso está llegando a su fin,  por bien o por mal. Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la recta final de los temas de fondo. O por mal, si, como está ocurriendo, la paciencia de los colombianos se agota. El riesgo es real. Yo sí quiero decirles a las FARC con toda seriedad: “Esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos encuentren en la mesa de La Habana”. Realmente lo que está ocurriendo es insoportable para los colombianos.      
    
J. G.: La cruda verdad es que los colombianos no creen en el proceso de paz. Las encuestas acaban de revelar que lo respalda menos de la mitad del país. ¿A qué atribuye usted ese sentimiento?
 
H. D. L.: Es completamente lógico. Es producto de lo que ha ocurrido en los últimos días. A partir de la muerte de los soldados en el Cauca viene una oleada de destrucción de la infraestructura nacional, con impactos terribles sobre la población civil. Una ciudad como Tumaco, de 160.000 habitantes, se queda 45  días sin acueducto. Todos los caños del suroccidente del país inundados de petróleo con un daño ecológico cuya recuperación tardará décadas. Los campesinos y pescadores del Pacífico no pueden trabajar. Lo que tenemos, en fin, es una oleada que afecta a los ciudadanos.
 
El peor momento
 
J. G.: La pregunta más elemental que se hace la gente es esta: si las negociaciones van bien, ¿por qué las FARC no dan muestras de buena voluntad?
 
H. D. L.: Las FARC están equivocadas contra toda lógica y evidencia. El problema de las FARC no es con el Ejército, ni con los derechistas, ni con los que ellos llaman “la oligarquía”. Es con la gente, porque es a la gente a quien están afectando. Es lógico que la gente haya caído al nivel más bajo del escepticismo. Por eso cunde la desesperanza. Y nosotros tenemos que tener la honestidad de decirles a los colombianos que el proceso de paz está en el peor momento desde que iniciamos las conversaciones.
 
J. G.: ¿Y usted espera que las FARC cambien de actitud?  

H. D. L.:
 Yo espero que sí, aunque haya voces internas de las FARC como la de un señor Aldecoa, quien dice que seguirán los atentados. Eso  realmente es una locura. El camino que han escogido las FARC es insostenible para ellos. Yo confío en que seamos capaces de recuperar la serenidad. Este no es momento de retórica sino de las decisiones de fondo. El caucho de las palabras ya no estira más. Nosotros seguimos buscando un acuerdo a través de la esperanza. Las FARC tienen que entender eso. ¿Usted cree que si esto fracasa va a haber otro gobierno que reemprenda conversaciones con ese grupo? A las FARC también se les agota su tiempo militar y su tiempo histórico.
 
Así sería el sistema de justicia 

J. G.:  ¿Por qué está estancado el tema de la justicia que se aplicaría a las FARC? 

H. D. L.: Porque ahora no es lo mismo que en las negociaciones que se hacían antes. Ahora existen el Tribunal de Roma y la Corte Interamericana, la legislación interna también ha cambiado, hay fallos de nuestra Corte Constitucional según los cuales no se pueden suspender la totalidad de las penas. Pero, además, el país exige justicia sin amnistías generales. Eso no lo vamos a hacer. Y están las víctimas, que merecen justicia. Por eso es el territorio más difícil de la negociación. Las FARC tienen que asumir las responsabilidades de sus actos. El Estado también, naturalmente.
 
J. G.: Explíqueme, en términos elementales, qué es la justicia transicional que ustedes le plantearon a las FARC.
 
H. D. L.: Lo que hemos dicho en la mesa es lo siguiente: a partir del marco jurídico para la paz, existe la posibilidad de seleccionar, en primer lugar, los hechos más graves, para que sirvan como patrón o referencia: una masacre, secuestros, violencia sexual. Una comisión independiente hace esa selección que le sería entregada a la Fiscalía para que escoja quiénes fueron los que cometieron esos delitos que tienen carácter internacional. Lo que se busca es limitar la acción penal a ese tipo de delitos y a sus máximos responsables. A ellos se les aplicaría la misma pena que dictan las leyes vigentes, pero que  podría reducirse a una pena alternativa que se pague en condiciones de dignidad, sin rejas ni piyamas rayadas. Pero hay que asumir las consecuencias judiciales de los actos, reparar a las víctimas y dar garantías de no repetición. Eso es lo que hemos llamado “justicia transicional” que ya las FARC, en un paso que les reconozco, han dicho que están dispuestos a aceptar un sistema de justicia que tenga esos componentes.     
                              
La propuesta de Uribe y la extradición 

J. G.: Sobre ese tema, el expresidente Uribe Vélez ha planteado unas “zonas rurales de concentración” para recluir guerrilleros condenados, sin que entreguen sus armas. ¿Usted considera viable esa propuesta? 

H. D. L.: Me parece sumamente constructiva. Y creo que el expresidente Uribe tiene razón. Se puede discutir si es oportuna, pero la idea que uno tiene para acabar el conflicto es que sí es necesario y realista promover esas zonas de concentración, que pueden ser para gente temporalmente armada que se someta a un proceso de dejación de armas, que es una condición esencial para que haya acuerdo y se reincorporen a la vida civil.
 
J. G.: ¿El Gobierno puede garantizarles a las FARC que no serán extraditados si un juez de Estados Unidos los pide, por ejemplo, por narcotráfico?

H. D. L.: En Colombia quien finalmente decide sobre extradiciones es el jefe del Estado. Tenemos que crear un marco, derivado de un acuerdo de paz, que les demuestre a los demás países que se trata de un acuerdo serio y respetable, legítimo, para que respeten lo acordado y no entren en controversia con el país. Que, por el contrario, haya un apoyo internacional a una paz duradera en Colombia, y que eso haga innecesarias las extradiciones. Eso es posible lograrlo porque, aunque parezca una paradoja, el proceso ha encontrado más apoyo afuera que aquí adentro. También es verdad que aquí es donde sufrimos las consecuencias.                  

J. G.: ¿Ese tema de la justicia y las penas es lo que tiene bloqueado el proceso?
 
H. D. L.: Solo en buena parte. También hay una presión de las FARC para buscar un cese bilateral del fuego. Esa es su prioridad. Nosotros hemos dicho: cese del fuego bilateral y definitivo, pero no solo del fuego sino también de las hostilidades, la extorsión el narcotráfico. Eso sí: en condiciones de seriedad y de verificación. Mi respuesta a las FARC es: si lo que están buscando con estos atentados es un cese del fuego mal hecho –como en el juego infantil llamado “estatua”, en que el otro tiene que quedarse quieto , no lo vamos a hacer. No habrá cese del fuego estatua. Entre otras cosas porque aquí hay otras fuentes de violencia, distintas a las FARC, y no podemos decirle a la fuerza pública que se esté quieta. Si quieren un cese del fuego, el Gobierno está dispuesto a anticiparlo,  para lo cual son fundamentales las zonas de concentración. Ese es el camino.
 
J. G.: ¿Pero, entonces, el Gobierno está dispuesto a aceptar un cese bilateral del fuego antes de firmar el acuerdo de paz?
 
H. D. L.: Esa pregunta nos lleva a un punto crítico y esencial. Al principio la posición del Gobierno era que el cese  del fuego solo ocurriría con el acuerdo. En ese punto hemos cambiado. Estamos dispuestos a aceptar un cese del fuego, aún antes de la firma de un acuerdo, en la medida en que sea serio, bilateral, definitivo y verificable, siempre y cuando tengamos la garantía de que ellos asumen su responsabilidad en materia judicial y verificación nacional e internacional. Que no conviertan esto en una especie de payasada. Las experiencias del pasado, en esa materia, son pésimas. 
 
J. G.: ¿No es una exageración que el presidente Santos haya ido a Europa a decir, textualmente, que “en Colombia el postconflicto prácticamente ya empezó”? ¿Postconflicto con esto que está pasando?
 
H. D. L.: Eso quiere decir varias cosas. Primero, que hay zonas de verdadera paz en Colombia. Segundo, y aunque haya gente que no lo cree, todas las cifras de seguridad han mejorado en Colombia. La reducción del homicidio este año es histórica: 443 muertes menos que el año pasado. O sea que estamos en una tasa del 26 % por cada 100.000 habitantes, lo cual no es una maravilla, ni este es el paraíso, pero el descenso es dramático. Hay 470 municipios donde no se han presentado homicidios este año. En este momento tenemos la tasa de secuestros más baja de los últimos catorce años, ya que de 3.706 secuestros hemos llegado a 88. No es que yo diga que tenemos que aplaudir, pero la situación es muy distinta. Es a eso a lo que se estaba refiriendo el presidente.   
                               
J. G.: Hablemos de la Comisión de la Verdad. El procurador Ordóñez ha dicho que fue hecha “a la medida de las FARC” y que, en consecuencia, no será una comisión que trabaje con la verdad de las víctimas sino de los victimarios.

H. D. L.: 
Si queremos dar el paso a una paz duradera, la verdad es un ingrediente necesario, como la justicia y la reparación. Es con todas las realidades, las macabras acciones de las FARC, pero también las de otros agentes, incluso del Estado, hay que reconocerlo. En el mundo de hoy no es posible hacer una paz sin la verdad. Porque el centro de esto, y el ancla, son las víctimas. En 1991 intentamos hacerlo sin que aparecieran las víctimas, y ahora estamos pagando ese error. La gente humilde me agarra del brazo, angustiada, y me dice: “Doctor, ¿qué pasó con mi hijo o con mi padre?”. Y me dicen que, más que reparaciones económicas, lo que quieren es saber la verdad.
 
El Papa y la verdad

J. G.: ¿Y cómo se escogerían esos comisionados?

H. D. L.: Primero se crea un grupo de seleccionadores, de los cuales seis serán convenidos por las partes. (Eso es lo que irrita a algunos). Y luego tres seleccionadores más, escogidos por instituciones o personas de reputación internacional, como el Papa o las Naciones Unidas. Estamos hablando de gente de ese tamaño. Entre todos ellos, escogerán a nueve comisionados integérrimos, independientes y honestos que juzguen todas las verdades. Lo que no funciona, precisamente, es que haya verdad oficial. A eso nos oponemos. Comprendo que, mientras en el exterior aplauden ese proyecto, aquí haya personas que creen que eso es una trampa y que no va a funcionar. 

J. G.:
 A propósito de víctimas y reparaciones: se han entablado hasta ahora más de 22.000 demandas por despojo de tierras. ¿Usted cree que sí habrá una auténtica restitución?

H. D. L.: Creo que sí. Ya se habla de 22.000 hectáreas que están a punto de ser recuperadas en los Llanos Orientales. Parece una paradoja, pero, hablando con el director del Incoder, me decía que a veces lo que impide la reparación es el propio conflicto. Hay zonas donde no pueden entrar ni los jueces ni nadie. Si hay un final del conflicto, lo primero que se acelera  es la estabilización del campo. Tenemos que restablecer las zonas rurales. El jovencito que mata a alguien en la ciudad, para robarse un celular, puede ser el hijo de un desplazado. Por eso el eslabón de la cadena de violencia comienza allá pero termina afectando a todos los colombianos. 
 
“El estado ya ganó la guerra estratégica”

J. G.: Militarmente hablando, ¿en qué situación están las FARC?

H. D. L.: El predominio militar del Estado es indiscutible. En estas encuestas recientes veo que el respaldo a la opción militar vuelve a subir. Eso debería preocupar a las FARC porque no había ocurrido así en los últimos quince años. Pero eso es desconocer que la guerra estratégica ya terminó y que el Estado la ganó. Lo que queda es una resaca táctica que puede durar mucho tiempo y ser muy dolorosa. Ponerle una bomba al oleoducto es muy simple. Eso afecta a los civiles, pero no tiene ningún efecto militar.
 
J. G.: Y, entonces, ¿por qué las FARC siguen en esas?

H. D. L.: Porque, a pesar de esa realidad, las FARC llegan a la mesa casi con la obligación de decir “no hemos sido derrotados”. Las FARC están luchando ahora con su propia identidad como grupo, con su futuro, con la historia,  “cómo nos van a ver dentro de 100 años”. Perdieron la guerra, pero  insisten en su condición de rebeldes porque dicen que no pueden echar por la borda 50 años de lucha. 
 
Las FARC como partido político

J. G.: ¿Cómo serían las FARC sin armas?

H. D. L.: 
Ahí sí, desarmados, que sigan dándole manivela a su ideología. A nosotros no nos asusta eso. Que entren, con garantías, a hacer política en medio del respeto de los colombianos y de ellos hacia los colombianos. 

J. G.: ¿Unas curules para las FARC en el Congreso, sin necesidad de que participen en elecciones? 

H. D. L.: 
Yo sé que los ciudadanos piensan eso. Yo tengo que ser totalmente honesto y decirles, así me lluevan tomates, que en una primera etapa, netamente transitoria, el Estado y el país tienen que abrir la mente a la participación de las FARC como partido político desarmado. Tienen que abrirse dignamente las puertas políticas para las FARC. Más allá de si hay curules o no -porque eso habrá que discutirlo-, creo que los colombianos tenemos que prepararnos para obrar con generosidad en ese momento. Las FARC han sido el elemento más conservador de la vida política colombiana. Cincuenta años de violencia disolvieron prácticamente el movimiento sindical y el estudiantil.  

jueves, 15 de enero de 2015

Bravo Colombia! Zuckerberg oficializa alianza con gobierno colombiano para llevar internet a los más pobres

Tomado de El País
Zuckerberg y Juan Manuel Santos, este miércoles en Bogotá. 
Zuckerberg amplía a Colombia su programa de Internet para pobres
Una alianza con el Gobierno permitirá a los usuarios de móviles de baja gama acceder a varios contenidos de la red sin costo

Por Elizabeth Reyes L.

Desde ahora, los colombianos que tengan un móvil con la tecnología más básica podrán acceder de forma gratuita a diversos contenidos de Internet, gracias a una alianza entre el Gobierno y el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, quien eligió al país para desarrollar su proyecto de masificar Internet entre los más pobres, el cual lidera a través de Internet.org, una organización que creó en 2013 con otros líderes mundiales de la tecnología como Nokia.
Zuckerberg estuvo en Bogotá este miércoles para oficializar la alianza con el presidente Juan Manuel Santos durante una conversación que fue transmitida por la televisión oficial y en la que el mandatario reveló que del 98 % de municipios que tiene Colombia ya están conectados por fibra óptica. Por eso, dijo Santos, el nuevo reto de su Gobierno es aprovechar esa conexión para desarrollar aplicaciones que sirvan en la solución de problemas de los más necesitados.
Colombia es el primer país de la región y el cuarto en el mundo después de Zambia, Tanzania y Kenia, donde empezará a funcionar la aplicación de Internet.org, una plataforma móvil que contiene 14 contenidos de Internet que los usuarios, inicialmente del operador Tigo (que tiene cerca de 8 millones de suscriptores) y cuyos móviles tengan el sistema Android, podrán consultar sin tener que pagar por un plan de datos.
El costo de la navegación será financiado por Facebook y el Gobierno de Santos aportará, para comenzar, dos contenidos de instituciones oficiales que se encargan de temas de educación y agricultura. Los otros contenidos tienen que ver con salud, clima, información para eliminar la discriminación contra la mujer y sobre cómo mejorar las finanzas y buscar empleo (Accuweather, Girl Effect, UN Women, MAMA, Unicef, Mitula, Su Dinero, 24 Symbols, Tamberos, 1doc3).
Los usuarios también podrán acceder sin ningún costo a Facebook, Messenger y Wikipedia. La idea es que poco a poco se sumen los otros operadores que ofrecen el servicio de Internet en Colombia y que crezca el contenido de la plataforma. “Al darle a la gente estas herramientas básicas gratis se está creando un campo igualitario en el país. La tecnología no debe ser solo para la gente rica que puede pagarla, sino para todos”, dijo Zuckerberg.
Los beneficiarios del programa podrán acceder sin costo a Facebook, Messenger y Wikipedia

Esta alianza con Facebook se logró, según contó Santos, luego de una reunión con Barack Obama en diciembre de 2013, donde se acordó crear un grupo de trabajo en TIC que involucrara al sector privado de los dos países y se centrara en mejorar la calidad de vida de los más pobres. Por eso, el ministro de las TICs, Diego Molano, ha destacado que Internet.org ayudará en el reto de llegar a los más vulnerables con aplicaciones de impacto social.
Durante el conversatorio entre Zuckerberg y Santos, que duró un poco más de media hora, Santos centró sus preguntas al joven empresario en saber cómo, a través de la tecnología, se puede reducir la pobreza, mejorar la calidad de la educación, generar empleo, y en particular, fomentar la reconciliación que necesita el país si de firma la paz con la guerrilla de las FARC.
Zuckerberg destacó el trabajo que se ha hecho para conectar físicamente al país pero insistió en que este es solo el primer paso. “Si usted quiere que la gente participe y lidere la economía del conocimiento y genere aplicaciones, un requisito es que todos estén en Internet. Hay que tener el acceso a esta herramienta primero que todo”, dijo frente a un auditorio reunido en uno de los salones de la casa presidencial, donde recordó que en el mundo solo la tercera parte tiene acceso a la red.
Con relación a la paz y a la necesidad de hacer pedagogía sobre los beneficios que le traería a Colombia si se acaba el conflicto armado interno, algo que el mismo Santos ha reconocido que es una tarea en la que su Gobierno tiene que trabajar, el creador de Facebook destacó que es en las redes sociales donde hoy está gran parte de la ciudadanía. “Darle herramientas de comunicación a la gente es importante para crear un tejido social mucho más fuerte para la paz”, añadió.
Colombia, un país de 45 millones de habitantes, tiene cerca de 10 millones de suscriptores a Internet y más de 22 tienen cuenta en Facebook, según Santos, que al final del encuentro le preguntó a Zuckerberg sobre cómo aumentar sus seguidores en esa red. “Usted tiene contenido auténtico y eso es lo que la gente quiere”, fue la respuesta.




jueves, 20 de noviembre de 2014

Revive proceso de paz colombiano. Las FARC ceden ante presión y liberarán a General secuestrado

Tomado de El Espectador 

El representante de Cuba, Rodolfo Benítez (centro), en la lectura de la declaración conjunta del gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, junto al exvicepresidente Humberto de la Calle , el comandante de las FARC Iván Márquez y el delegado sueco Dag Nylander, el 6 de junio de 2014.

Garantes de proceso de paz anuncian liberación de secuestrados

 

Rodolfo Benítez, representante de los diálgos de La Habana señaló que las partes ya pactaron las condiciones necesarias para llevar a cabo la liberación.

Rodolfo Benítez, representante y garante de los diálogos que se adelantan entre el Gobierno colombiano y las Farc, en La Habana, Cuba, se manifestó este miércoles frente a la suspensión de las conversaciones con el grupo guerrillero- tras el secuestro del general del Ejército, Rubén Darío Alzate,del cabo Jorge Rodríguez y la abogada Gloria Urrego-. Benítez habló en representación de Cuba y Noruega, países garantes del proceso de paz, e indicó que ya se encuentra acordada la liberación de los secuestrados.

El representante cubano señaló así mismo, y en compañía de su colega noruega Rita Sandberg, que las partes del gobierno colombiano y las Farc ya pactaron las condiciones necesarias para llevar a cabo la liberación, que será “a la mayor brevedad posible”. De la misma forma reiteró que se continuará contribuyendo firmemente para que se reanuden los diálogos de paz.

Unas trescientas personas convocadas por la izquierda y organizaciones civiles se concentraron este miércoles en el centro de Bogotá para pedir la reanudación de las conversaciones entre el Gobierno y las Farc en La Habana, que este miércoles cumplen dos años.

Lo anterior después de que el presidente Juan Manuel Santos ordenara la suspensión de las negociaciones al conocerse del secuestro del general Alzate y sus dos acompañantes. "Mañana (lunes) viajaban los negociadores de paz a una nueva ronda de negociaciones en La Habana. Les voy a decir a los negociadores que no viajen y que se suspende esta negociación hasta tanto no se aclare y se liberen estas personas", declaró el Presidente en la noche del domingo. Pese a dichas declaraciones, el mandatario señaló este mismo miércoles, en el marco de un acto de gobierno en Ataco (Tolima), la necesidad de “deponer las armas y la violencia. (…) Ese conflicto armado necesitamos terminarlo, por eso yo espero que este impasse que se ha presentado en La Habana se resuelva pronto", añadiendo una petición de apoyo de Cuba y Noruega para resolver la situación.

Las Farc, por su parte, aceptaron este martes en horas de la mañana el secuestro del general Alzate y sus dos acompañantes. Aunque Pastor Alape, desde Cuba, había señalado que el secretariado no tenía información sobre la desaparición delcomandante de la Fuerza de Tarea Titán, menos de una hora después un comunicado del grupo guerrillero confirmó que Alzate estaba en poder del Bloque Iván Ríos. “Son grandes las cuentas pendientes del general Alzate con la justicia popular. Seguramente su caso amerita un detenido examen en el que habrá que balancear muchas cosas”, añadía el comunicado.

En la esfera política, las comisiones de Paz del Senado y la Cámara de Representantes emitieron también una declaración de cuatro puntos en la que piden "la inmediata libertad del general Alzate, de los otros militares retenidos tanto en el Chocó como en Arauca, y de los civiles secuestrados".


Se espera que en la próximas horas se conozcan mayores detalles sobre el proceso de liberación y su fecha.




sábado, 20 de septiembre de 2014

La historia de cómo Cali se convirtió en la capital mundial de la Salsa

Tomado de El País


Inauguración de la Escuela Herencia Caleña en Brentwood, Nueva York

Cali, capital mundial de la salsa

El baile a ritmo endiablado está transformando una ciudad marcada por el estigma del narcotráfico y los asesinatos

 

Por Guillermo Abril


El viaje comienza como suelen comenzar en Colombia, o al menos eso dice la cineasta española Chus Gutiérrez (El calentito, Viaje a Hansala), desde el asiento trasero del taxi, con el móvil en la mano y el rostro contrariado: “Se ha olvidado de que teníamos una cita”. Árboles gigantes de nombres ignotos dan aún una sombra alargada en Santiago de Cali. Primera hora de la mañana. Íbamos de camino a una de las escuelas de danza más reputadas. Pero nunca llegaremos. Algunos de sus bailarines formaron parte de la película Ciudad delirio que Gutiérrez rodó aquí el año pasado y cuya experiencia, en cuanto al cumplimiento del plan previsto, resume: “Antes de empezar ya íbamos tarde”. En este lugar, los chóferes se pierden a menudo. Las personas, de pronto, dejan de responder al teléfono. Aunque siempre surge alguna alternativa. Las cosas acaban saliendo. Estos días de verano, por ejemplo, se desarrolla el Festival Mundial de Salsa. Hay rumba en los cuatro puntos cardinales. Así que el vehículo enfila hacia otra localización del baile. A eso hemos venido. A descubrir las raíces del ritmo en el corazón del Valle del Cauca. A seguir los pasos que la realizadora dio por aquí cuando aceptó el encargo de escribir y dirigir un filme sobre la locura por la salsa en esta ciudad tropical. Una comedia romántica con la danza como hilo conductor. Gutiérrez se pateó escuelas, espectáculos y viejotecas, las discotecas donde se escucha la salsa más dura. Conoció a los maestros y a sus alumnos. A los ancianos pioneros. A niños que rumbean desde la cuna. A melómanos y estudiosos del fenómeno. A cientos de bailarines. Todos en su película lo son, salvo los protagonistas. Y todos caleños. Aquí el baile mueve mareas.


El taxi se detiene en el centro de la ciudad cuando el sol comienza a transformar la urbe en una olla al rojo. Descendemos por unas escaleras hasta las tripas de un centro cultural del Ayuntamiento. En el salón de actos nos golpea una bola de humedad y calor de origen humano. Hay luz tenue de guarida prohibida. Unos 250 cuerpos se mueven como el coral bajo el agua. Cadenciosos y sincopados. Sin música de momento. El rozamiento de las suelas sobre las baldosas crea un silencio fricativo. Casi hipnótico. “Un, dos, tres…”, marca el profesor desde el escenario, “cinco, seis, siete…”. El Mulato. Uno de los bailarines más famosos de Cali imparte un macrotaller de salsa. Es uno de los eventos del festival mundial. No cabe un alfiler y ahora los altavoces suenan a todo trapo. “Una pajarita de verde limón ¡ay! de verde limón”. A velocidad endiablada. El Mulato lanza a su pareja de un hombro a otro con golpes de muñeca, puntea con las botas y un calambre recorre sus rodillas. Parece que apenas tocara el suelo. El público imita como puede; y finalmente respira cuando para la música. Entre aplausos, su pareja de baile toma un micrófono. Luce una frondosa melena afro y ropa ceñida con los colores de Colombia. Grita: “¡Cuando los europeos piensan en nosotros, imaginan cocaína! ¡Pero yo estoy orgullosa de vestir esta camiseta!”. La bandera del país sudada y a punto de reventar sobre su cuerpo.

 

Cali, que aún da nombre a uno de los cárteles más temidos, se ha convertido desde hace una década en mucho más que narcotráfico. El baile ha tenido mucho que ver en el proceso. Saca a chicos de la calle. Ofrece una alternativa en los barrios deprimidos. Ha dado una profesión a quien nunca la tuvo. Y ha colocado a la localidad la etiqueta de destino turístico. Un epicentro de la salsa, con permiso de Cuba y Puerto Rico. Donde todo el mundo baila y las escuelas dan aliento a la juventud en riesgo de exclusión. Tras la clase, Chus Gutiérrez nos guía hasta una de las academias más prestigiosas, Stilo y Sabor. Esta vez no hay problemas con la cita. Se abre una reja y ascendemos por unas escaleritas, en cuyos muros cuelgan fotos viejas de leyendas, con apodos extravagantes como Jimmy Boogaloo, el creador del pasito cañandonga. La primera planta es diáfana. Suelo de baldosas pulidas. Las ventanas abiertas, por donde entra el calor sofocante, vierten sobre una autopista. En un recorte de periódico enmarcado se lee: “Viviana Vargas y Ricardo Murillo, campeones mundiales de salsa en 2005”. Desde la planta superior llega la melodía deStand by me con ritmo latino. Una pareja baila. Cuando notan la presencia de Chus Gutiérrez, el hombre deja la danza y se acerca y le da un abrazo a la cineasta. Se llama Camilo Arias, tiene 20 años y el porte de un atleta. Es instructor de baile en la escuela. Entrenó a la actriz española Ingrid Rubio, secundaria en la película. Y él también aparece fugazmente. No hace mucho se vio en pantalla, cuando Ciudad delirio se estrenó en este país (ha llegado a los cines de España el 5 de septiembre). Y dice: “Acá fue una revolución. Se formaban filas desde mediodía para conseguir entradas para la noche”. Y añade lo bien que le ha venido a la ciudad sacudirse el polvo de encima. El polvo blanco que le dio fama; y el reguero de sangre roja que aún baña las calles.
 
El público disfruta del IX Festival Mundial de Salsa. / GORKA LEJARCEGI

Arias se formó como bailarín en una academia de la comuna 20, en uno de cuyos barrios, Siloé, un laberinto de construcciones crecidas sin control en una loma, se concentran algunas de las pandillas más temibles. Colombia sigue siendo uno de los países del mundo donde resulta más fácil perder la vida de forma violenta. Sumó algo más de 14.000 homicidios en 2013, según el informe Forensis. Cali, la tercera ciudad más poblada del país, acostumbra a situarse en los primeros puestos de esta terrible espiral. El año pasado fueron asesinadas aquí unas 2.000 personas. En 2011, con cifras similares, cerca del 90% fueron abatidas con arma de fuego. “Ver a Cali en la pantalla y encontrarnos en algo artístico fue chévere”, añade Arias en la trastienda de la escuela, rodeado de los vestidos de lentejuelas con los que un grupo de alumnos competirá en la final del mundial de salsa. Entre los trajes destaca una braga dorada y con flecos. Esta la vestirá Viviana Vargas, la fundadora y maestra.

Acá ‘Ciudad delirio’ fue una revolución. se formaban colas desde mediodía para conseguir entradas para ver la película por la noche”

Vivi, así llaman todos a esta mujer radiante y menuda, tiene 28 años. En la película de Gutiérrez preparó a la protagonista, la actriz colombiana Carolina Ramírez, cuyo rol en Ciudad delirio recuerda bastante a la vida real de Vargas: instruye a chicos en una academia y prepara con ellos una coreografía para ser aceptados como bailarines de un espectáculo llamado Delirio, una especie de Circo del Sol de la danza. El show existe en la realidad y, para Vargas, esta historia ocurrió hace tiempo. Su escuela, Stilo y Sabor, aporta 49 bailarines (ella incluida) al espectáculo de Delirio; 29 de ellos son niños; la más pequeña tiene cinco años, se llama Alejandra Arcos, y en la coreografía es volteada y cargada por su pareja, Juan Felipe Orozco, de ocho, campeón infantil en la World Latin Dance Cup 2013 de Miami. “Se nos creció el semillero”, dice Vargas sobre la cantera de su escuela, que ahora mismo cuenta con 80 alumnos.

 
Viviana Vargas, campeona mundial de salsa en 2005, es fundadora y maestra de la escuela Stilo y Sabor, una de las mecas de la salsa colombiana. 

Ella es una leyenda en la ciudad. A los 16 años abandonó los estudios porque su mamá, cuenta, “no tenía plata” para que siguiera entre libros. Se apuntó a una escuela de baile para no pasar todo el día “viendo novelas”. El bailarín Ricardo Murillo la tomó allí como pareja. Durante tres años, Vargas entrenó hasta que, según dice, estuvieron a punto de estallarle los dedos. En 2005 compraron unos billetes a Estados Unidos y compitieron en un torneo en Las Vegas: los Campeonatos Mundiales de Salsa (más tarde fueron rebautizados como World Latin Dance Cup). Ganaron.

 

El galardón descansa en lo más alto de la pared con trofeos de la escuela. Las imágenes de aquella competición, televisada por la cadena ESPN, llegaron hasta Cali. Y resultó en un resurgir de la conciencia bailarina de la ciudad. Llevaban años gestando una identidad propia en el ritmo. Una salsa ultrarrápida y eléctrica. Diferente al resto. Ecléctica, creativa. Caleña, dicen los entendidos. Capaz de mezclar los pasos más puros con los de Fred Astaire y Michael Jackson (hay fotos de ambos en las paredes de la escuela de Vargas). Con aquella victoria, los caleños se empezaron a mirar los pies con dignidad. Un año después comenzó a organizarse el Festival Mundial de Salsa en la ciudad; se creó el espectáculo Delirio, que atrae público de todo el mundo; la Feria de Invierno de Cali organizó por primera vez un desfile multitudinario, con 1.300 bailarines, y lo bautizaron el salsódromo, al modo de la samba en Río de Janeiro. De pronto, la salsa estaba por todas partes. Pero los caleños aún están intentando descifrar cómo ocurrió. La fiebre no existe en ninguna otra ciudad de Colombia. Y probablemente ya no sea tan intensa ni en Cuba ni en Puerto Rico. Cali ni siquiera es una localidad del Caribe, la cuna de los ritmos latinos. Se encuentra al sureste del país, cerca del Pacífico. Su historia salsera está aún por escribirse. De momento, pertenece a la tradición oral. Y gran parte de ella sigue viva.


El mayor esplendor coincidió con el auge de la economía del narco. Todo lo que habíamos escuchado en discos lo veíamos en vivo”

Al atardecer, en una plaza al aire libre, un hombre se pasea vendiendo cucuruchos de maní entre sillas de plástico. Desde el escenario, el presentador anuncia el título del “conversatorio” de esta noche: ¿Por qué Cali baila así?, otra de las actividades del Festival Mundial, en el que una decena de invitados, que rondan los 70 años y tienen el rostro mestizo y arrugado, irán tomando el micrófono para hablar de los años treinta, cuando aparecieron las primeras emisoras de radio y proliferaban los locales “con bombillo rojo” adonde “llegaban la guaracha y el mambo y toda la música que algunos llamaban antillana y otros cubana”. Y hablarán de la “zona negra”, también conocida como “zona de tolerancia”; y del aluvión de inmigrantes de Ecuador, de la selva, del Pacífico que irrumpió con la industrialización y se asentó en el barrio obrero, donde nacieron negocios nocturnos como el Rayo X o el Mickey Mouse, donde escuchaban los “discos de acetato” que venían de Nueva York, pues allá habían emigrado los artistas cubanos tras la revolución; y fueron esos músicos, y los puertorriqueños, quienes perfilaron en los sesenta un ritmo nuevo llamado boogaloo; y cuando éste aterrizó en Cali “cambió el sistema”, pues la memoria cuenta que alguien en la ciudad, nadie sabe quién, decidió acelerar aquellos discos y los hizo girar a 45 revoluciones por minuto en las discotecas (en lugar de a 33), y así “la vieja escuela” aprendió a bailar de forma acelerada y fuera de clave, creando un estilo propio, cuando la salsa era considerada aún música de “negros y marihuaneros”.

“El momento de mayor esplendor coincidió con el auge de la economía del narco”, cuenta al día siguiente el investigador y cronista del ritmo Umberto Valverde, uno de los fundadores del Festival Mundial. Los capos eran de origen popular. El dinero circulaba a espuertas y las discotecas contrataban a las mejores orquestas. “De pronto, todo lo que habíamos escuchado, a través de discos y emisoras, lo podíamos ver en vivo”. En los noventa, Nueva York va perdiendo la pulsión latina. En Puerto Rico se entregan al reggaeton. Y Cali, según Valverde, queda como capital cultural y guardiana del saber.

 

Hoy la salsa es una industria efervescente capaz de reunir a 3.000 personas una tarde en la plaza de toros, para ver las semifinales de los mundiales entre gritos y pancartas, mientras otro millar acude al espectáculo Delirio, más selecto y exclusivo, en otra esquina de la ciudad. Salsa para todos los públicos. Pero, de momento, en compartimentos estancos. Tal y como explica la secretaria de Turismo y Cultura, María Helena Quiñónez Salcedo, que mueve los hombros al compás de la música en la tribuna de personalidades del festival, “hasta la clase alta va ahora a bailar a la carpa de Delirio. Allá van los estratos 5 y 6. Acá”, dice refiriéndose a la plaza de toros, “vienen el 3, 2, 1 y 0”. En pocos lugares persiste tanta conciencia de clase como en Colombia. A esto ayuda la mencionada división social por estratos, que distingue seis clases diferentes, en función de la renta. En teoría, la gradación ayuda a determinar ayudas estatales. Pero algunas voces la critican, pues perpetúa la segregación. En el aeropuerto de Cali, por ejemplo, un enorme cartel anuncia pisos de lujo con un llamativo “Estrato 6” en un rótulo destacado.

Si no fuera por el baile, ya estaría muerto”, dice Orlando Urreste, de 29 años. “Para mí la salsa es la posibilidad de cambio”

“Todo caleño rico o pobre tiene la salsa en la sangre”, apacigua Andrea Buenaventura, directora artística del espectáculo Delirio. “Esta es una ciudad explosiva. Festiva. Con una mezcla de gente, razas y procedencias. Y un 60% de afrodescendientes”. Buenaventura cuenta que gracias alshow han logrado “subir la autoestima” de una ciudad “muy golpeada por la relación entre el narcotráfico y la cultura popular”. Delirio nació en 2006. Iba a ser un espectáculo aislado de seis funciones. “Pero Cali estaba ávida de algo como esto. Destapó la olla. Y se quedó”. Su cuerpo de baile, de 180 artistas, se nutre de cuatro escuelas. Buenaventura calcula que habrá unas 50 en la ciudad. Cerca de 1.250 bailarines profesionales. Otros 2.500 en el proceso. Su espectáculo se ha convertido en el vértice de la pirámide. El escenario al que quieren acceder los chavales de los barrios para ganarse la vida con los pies. Tipos como Orlando Urreste. Corpulento. Con rastas. De 29 años. Que suele decir: “Si no fuera por el baile, ya estaría muerto”. Y añade: “Desde niño había alguien siempre en la esquina. De mis amigos, hay varios que ya no existen. Yo lo llamo limpieza social. Acaban cayendo justos por pecadores”. Y concluye: “Para mí la salsa es la posibilidad de cambio”.

 

Delirio dura tres horas. Se representa una vez al mes. Entran mil personas en la carpa. Desde hace ocho años han prevendido el 100% de las entradas. Y no es barato: 150.000 pesos colombianos, unos 75 euros (el PIB per capita aquí ronda los 6.000 euros, menos de un tercio del español). El pasillo de acceso a la carpa, donde ofrecen un Chivas 12 años, es un desfile de la beautiful people (la gente guapa) en el que abunda el tacón de vértigo. El espectáculo cambia cada poco tiempo. Asistimos a uno titulado Mulier, que narra una historia muy local: la de cómo una ciudad se transforma gracias a la danza. Sentada en una de las primeras filas, Chus Gutiérrez se nos acerca al oído de vez en cuando y dice: “Mira Camilo, ¡qué guapo!” y “¡Ahí está Viviana!”. Muchos de estos bailarines aparecen en su película. El espectáculo comienza con una radio en medio del escenario en la década de los años treinta. A partir de ahí, las coreografías van recorriendo todos los estilos, del foxtrot al chachachá. Hasta encontrar el suyo propio. El caleño. Entonces la orquesta acelera el ritmo. Los zapatos comienzan a echar humo con el repique. Y los bailarines, sobre las tablas, yerguen la cabeza con orgullo frente a un público de alto poder adquisitivo.