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Cuando hablamos de amor hacia nuestros retoños
casi siempre pensamos en un amor incondicional, que lo perdona todo y no
cuestiona nada. Sin embargo, esto no es suficiente, y, en ocasiones hasta es
incompatible con la adecuada forma de amar a nuestros hijos, es decir, en
la racionalidad, en la educación de valores, premios, consecuencias y castigos.
Frecuentemente creemos que eso no es amor, y, por otro lado, a veces pensamos
que es más difícil amarlos de esta manera, ya que si accedemos a todo lo que
piden, pasamos por alto malas acciones y rehuimos los regaños, la disciplina y
el establecimiento y cumplimiento de límites, nos resulta más cómodo, menos
complicado.
Sin embargo, nada más equivocado. Amar a un
hijo implica educarlo; y educarlo implica amarlo, porque el esfuerzo y la
dedicación que requiere una buena educación solo se hace por alguien a quien se
ama; difícilmente se hace por alguien a quien no se ama, y si se hace, al
hacerlo automáticamente se le ama, porque la educación es una entrega a él
(ella), y él(ella) se convierte en la obra de nuestro esfuerzo, dedicación y
entrega. Amar con el corazón, y educar con la razón. Y la razón nunca puede ir
por detrás del corazón; muchas veces tiene que ir por delante, y esa es la
parte dolorosa y difícil de la educación, pero nos debe reconfortar el pensar
no en el hijo que tenemos delante, sino en el que queremos tener en el futuro.
Educar a un hijo no es consentirlo, sino
prepararlo para ser en el futuro un miembro valioso de la sociedad, que la
enriquezca, que aporte sus valores, su esfuerzo y conocimiento; y que disfrute
de su integración a la misma. Amar a un hijo es hacerlo feliz cada día, si
fuera posible; educar a un hijo es hacerlo feliz mañana y cada día del futuro,
aun cuando ello implique no hacerlo feliz hoy. ¿Cuántos sacrificios somos
capaces de hacer por nosotros mismos en el presente para tener un futuro mejor?
Pues la educación de nuestros hijos no es una excepción; es simplemente el más
importante y más grato de todos ellos.
Acerca
de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol
fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.