Está cada vez más de actualidad el tema del acoso escolar, o “bullying”, como se le conoce en inglés. Nunca como hasta ahora han salido a la luz tantos casos y tan graves, lo que nos lleva a preguntarnos si es que esta práctica es cada vez más común. Hay una doble respuesta a esto. Por un lado, el acoso escolar ha existido siempre, aunque siempre se ha considerado simplemente como un aspecto negativo de la experiencia escolar, sin mayor trascendencia, y nunca como hasta ahora se han hecho públicos tantos casos, ni ha habido semejante sensibilización social hacia el problema; sucede como con el maltrato doméstico.
Y, por el otro lado, sí, independientemente de dicha mayor sensibilización, existen cada vez más argumentos que hacen que la práctica del acoso escolar sea cada vez más común y generalizada y se escape cada vez más del control de los centros educativos, que difícilmente tratan de tomar alguna medida, a parte de recomendar cambiar de colegio a la víctima, como entendiendo que el problema es la víctima, y no habiendo víctima ya no hay problema, cuando es obvio que el veneno sigue ahí, y habrá nuevas víctimas. Pero, como siempre digo, la conducta de nuestros hijos no es tanto responsabilidad de los centros educativos como de los propios padres.
En los casos de acoso escolar normalmente el protagonista es la víctima, hacia quien se dirigen las miradas, y quien se ve forzado a buscar salidas a la situación; salidas que, en casos extremos, pueden llegar a incluir el suicidio del niño o adolescente. Salidas que, a parte de casos extremos suelen consistir en cambios de colegio, confirmando con ello que, además de ser víctima de acoso, es también víctima en la solución por la pasividad del centro educativo. Y es probable que en el nuevo centro educativo tenga que enfrentarse al mismo problema, puesto que también habrá acosadores, porque los hay en todas partes, y porque la víctima lo es, probablemente por responder a ciertas condiciones o características que lo diferencian de lo estándar, aun cuando dichas condiciones sean valores sobresalientes.
A tal punto la problemática se centra en la víctima que incluso muchos padres se preguntan si su hijo será víctima de acoso escolar. Sin embargo, tiende a olvidarse que frente a cada víctima de acoso escolar hay siempre un acosador, o más de uno; pequeños delincuentes en potencia que suelen quedar impunes y reincidir en su conducta una vez tras otra, frecuentemente ante la pasividad de los centros educativos, pero, sobre todo, ante la pasividad de los propios padres, porque… ¿Cuántos son los padres que se preguntan si su hijo será un acosador, se preocupan por ello, y toman un papel activo en la solución del problema? Creo que es muy difícil encontrarlos.
Lo que sí es común es la indiferencia y pasividad de los padres de los acosadores, a quienes les da igual el asunto mientras sus hijos no sean víctimas; y es común también el proteccionismo y hasta el aliento y apoyo que estos padres dan a sus hijos, en un erróneo afán de que éstos aprendan y muestren su valentía, poder y liderazgo. Más aún, casi todos estos padres desvirtuarán los hechos y buscarán mecanismos para defender a su hijo de acusaciones y de medidas que pueda tomar la institución educativa; muy lejos de ver que el que tiene realmente el problema es su hijo, y que hay gran responsabilidad de los padres en ello. Seguiremos analizando este tema y desgranando el perfil tanto de víctimas, como sobre todo, de acosadores, puesto que es a ellos a quienes se debe identificar.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Consultas on line
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras
instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de
Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido
también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a
su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol
fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.