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domingo, 19 de octubre de 2014

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: SI A LA VIDA, SI A LA PLANIFICACION




       En las últimas semanas ha estado de actualidad el tema del aborto en nuestro país a raíz de las críticas internacionales recibidas por su extrema e inflexible penalización, y la consiguiente reacción de sectores ultra conservadores de nuestra sociedad. Ello ha provocado un debate en la Asamblea que no ha hecho sino mostrar la marcada polarización social que existe sobre este tema. Nada nuevo; no es la primera vez, ni sera la última, porque cada vez que sucede no se avanza absolutamente nada en el debate, sino, al contrario, se buscan únicamente argumentos para fortalecer posiciones y no para dar solución a un problema. No ayuda tener la sensación de que sean instituciones internacionales las que tratan de dictar lo que debe hacerse en El Salvador, y menos aún que desde alguno de los sectores ultraconservadores internos se dé una vuelta de tuerca más a la sinrazón al afirmar que hasta los sueños húmedos masculinos son también aborto.

       Y es que no se ve, o no se quiere ver cuál es el problema real. Para los sectores más conservadores, el aborto es el problema en sí mismo; para los sectores enfrentados, el aborto es la solución, y el problema es que que no exista esa solución. Discúlpenme ambos, pero ni el aborto es el problema de fondo, ni tampoco es la mejor solución; sino la peor. El aborto es simplemente la solución desesperada que encuentran muchas mujeres para salir de lo que es realmente el problema, los embarazos no deseados. Puede ser que algunas mujeres vean el tema con frivolidad, pero en su gran mayoría las mujeres que deciden abortar son plenamente conscientes de la gravedad de su decisión, y sufren un serio trauma psíquico y hasta riesgo de sus vidas al verse en un callejón sin salida.
      
Los embarazos no deseados son el fondo del problema, y una enorme realidad en nuestro país. La cantidad de mujeres que se ven en ese callejón sin salida es impresionante, y el número de ellas que optan por el aborto es muy pequeño en comparación con las que siguen adelante con su embarazo no deseado. Y el hecho de seguir adelante con el embarazo no lo convierte en deseado; sigue siendo indeseado. Y el bebé que nacerá, solo en algunos casos se convertirá en deseado; en la mayoría de casos seguirá siendo indeseado.


Y el niño que crecerá, seguirá siendo indeseado en el sentido de que no recibirá la debida atención, educación, protección, y cariño; sino, al contrario, más que probablemente recibirá maltrato y abuso; en algunos casos será vendido o secuestrado para tráfico de órganos, y “nadie notará o denunciará su desaparición”. Y el adolescente que crecerá tendrá más probabilidades de integrarse en grupos antisociales e involucrarse en actividades criminales que de integrarse sanamente en la sociedad. No solo será ya indeseado para la madre, sino también para la sociedad. Parte de ellos terminará matando o muriendo, o ambas cosas. Este sí que es un problema con mayúsculas en nuestro país, y parece que nadie repara en la cadena que lo vincula con el problema que estamos tratando.

Es cierto que existe la salida de la adopción, pero no nos engañemos, la cantidad de embarazos no deseados es infinitamente superior a la de solicitudes de adopción, y éstas tienden ser bastante selectivas, prefiriendo los bebés “blanquitos y rubitos”, cuando casi todos los embarazos no deseados se producen en una población que no responde a estas características. La inmensa mayoría no encontrará opciones de ser adoptado y formará parte de las situaciones mencionadas anteriormente. ¿Y el aborto es mejor la solución a todo esto? Por supuesto que no. Es la peor solución que puede haber, pero es la única que muchas mujeres encuentran.

El aborto es una fea realidad que emerge en nuestro país inevitablemente pese a la severa penalización y pese a sonoras campañas por el sí a la vida. El aborto no es un tema de sí o no a la vida. El aborto es un tema de sí o no a la planificación, a la apertura en la educación de la sexualidad, la anticoncepción, y la paternidad responsable, porque es consecuencia directa de ello. En los países en los que hay apertura en este sentido la cantidad de abortos es mucho menor; no porque esté penalizado, sino porque no es necesario; se producen pocos embarazos no deseados. Como siempre, la solución es la educación; no la penalización.


Si la vida es el valor supremo, cuando se grita “Sí a la vida” debe hacerse con todas la consecuencias, no solo cuando un proyecto de vida empieza dentro del vientre de una mujer que no quiere ser madre. Deben ofrecerse primeramente opciones educativas y luego anticonceptivas para evitar que haya una muerte en el embarazo. Y si el embarazo indeseado se produce pese a todo y se desea evitar su interrupción, hay que pensar en una sociedad en la que ese bebé tenga cabida y altas posibilidades de un desarrollo sano y completo. No tiene sentido proclamar “Sí a la vida” después de una concepción, para nueve meses después despreocuparse y abandonar a su suerte al fruto de esa concepción, y quince o veinte años después desear que “mejor no hubiera nacido”, o clamar por la pena de muerte porque mató.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.  

       

sábado, 11 de octubre de 2014

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: CONDONES TALLA XS





       Hace unos años leí una noticia titulada: “Condones XS para niños de 12 años en Suiza”. La razón de tal iniciativa era que una investigación había detectado que los “jóvenes” de esas edades no están bien protegidos con los preservativos de adultos. O sea, una cuestión de talla. Obviamente no podía ocultar mi perplejidad. Siempre he tenido una mentalidad franca y relativamente abierta en temas de sexualidad, a parte de que también en mi trayectoria profesional he conocido y tenido que manejar situaciones realmente complicadas, que han abierto aún más mi mentalidad, pero siempre se han tratado de situaciones puntuales. Sin embargo, generalizar como normales las relaciones sexuales a esa edad me empieza a asustar bastante.

       Siempre existe una brecha entre la madurez sexual desde el punto de vista biológico y la madurez sexual desde el punto de vista psicológico, de modo que cuando llega la biológica, normalmente el ser humano aún no está preparado para manejarla psicológicamente; incluso muchas personas no son capaces de manejarla aún en edad adulta. Pero cuando tienen que inventar preservativos con talla de niño, significa que ni siquiera existe esa madurez biológica; mucho menos aún la psicológica.

       Supongo que los fabricantes dirán que no es su problema si las relaciones sexuales a esa edad son aceptables o no; simplemente suceden, y por tanto, hay que proporcionar protección. Quizá no entienden que están transmitiendo la idea de que el sexo es un juego, y que los niños pueden jugar. En los varones, esa edad ni siquiera es de la adolescencia, sino de la pubertad o prepubertad. A esas edades empieza a despertarse el interés por el sexo opuesto, pero conocerlo en la intimidad al mismo tiempo es como ver el final de la película a la vez que empieza; ¿Qué gracia tiene?. Se supone que hay un cierto camino que recorrer, toda una película que ver y disfrutar.


       La precocidad en la relación sexual normalmente ha estado asociada a los bajos niveles educativos, asociados a su vez a la pobreza, fundamentalmente en países subdesarrollados y emergentes. Pero en este caso estamos hablando de una “precocidad precoz” (valga la redundancia) y de un país modelo de desarrollo, en los que antes podían encontrarse estas situaciones solo en casos muy puntuales. El hecho de que se empiece a generalizar es un claro indicio de que actualmente los medios de comunicación, tan accesibles para todos, “educan” más que los padres. ¿Culpa de los medios, o culpa de los padres?. En gran medida, de los medios porque usan su enorme poder de una forma poco responsable. Pero sobre todo de los padres, que se despreocupan de la incidencia que el entorno tiene sobre sus hijos y no ofrecen una respuesta educativa adecuada.


Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 


domingo, 28 de septiembre de 2014

No hay suficientes abogados defensores para niños indocumentados

Tomado de La Voz de América
Piden más abogados para menores inmigrantes
Organizaciones entrenan a abogados voluntarios para representar legalmente a los niños centroamericanos en cortes de inmigración.

La mayoría de los casi 60.000 niños centroamericanos que llegaron a la frontera sur de Estados Unidos en el último año todavía no tienen abogados que los representen en la corte de inmigración.
Por ello, defensores están luchando para entrenar abogados voluntarios y así ayudar a hacer frente a la enorme carga de trabajo.
Dado el inmenso aumento del número de menores inmigrantes no acompañados, la necesidad de abogados se ha disparado, lo que se ha agravado por la decisión de otorgar vía rápida a los casos de los niños  en tribunales de inmigración, es decir, la celebración de audiencias iniciales en unas pocas semanas en lugar de meses.
Los inmigrantes pueden contar con un abogado en los tribunales de inmigración, pero no se garantiza asesoría legal o que sea proporcionada a expensas del gobierno, informó la AP.
Tener un abogado puede hacer una gran diferencia: mientras a casi la mitad de los niños con abogados se les permitió permanecer en el país, sólo el 10 por ciento de los que no tienen representación se les permitió quedarse, según un análisis de los casos hasta junio del Transactional Records Access Clearinghouse de la Universidad de Syracuse.
Por ello, se están realizando esfuerzos desde White Plains, Nueva York, a Nueva Orleans para entrenar a abogados de bufetes de privados en leyes de inmigración del país y la manera de trabajar con niños traumatizados, muchos de los cuales huyen de la violencia.
"Estamos haciendo muy bien en la búsqueda de abogados dispuestos a ayudar. Tenemos que entrenarlos, tenemos que conseguir que se adapten a ese niño", dijo Reid Trautz, director del centro de práctica y profesionalidad de la Asociación Estadounidense de Abogados de Inmigración. "Sólo hace falta tiempo".
El mes pasado, el vicepresidente Joe Biden instó a los abogados a aumentar los esfuerzos para tomar en los casos de los niños. Desde entonces, las ciudades de San Francisco y Nueva York han anunciado planes para asignar cada uno cerca de $2 millones de dólares para ayudar a proporcionar más abogados para los menores no acompañados. La legislatura de California aprobó $3 millones para el esfuerzo.
Cerca de 800 abogados de inmigración se han inscrito como voluntarios en los casos, según la Asociación de Abogados de inmigración.
También lo han hecho muchos otros abogados sin alguna experiencia en la ley de inmigración. Ellos están siendo entrenados con los profesionales de inmigración con experiencia, que sirven como mentores. 

domingo, 7 de septiembre de 2014

Disciplina draconiana método Chino para corregir niños rebeldes

Tomado de El Mundo
Nota de Compartiendo mi opinión: La publicación de este artículo no implica que se esté de acuerdo ni se sugiera de forma alguna métodos extremos de corrección a los niños

En todo el país son más de 300 campamentos de este tipo

Electroshock para los hijos rebeldes

Por Diego Torres

 

La receta de los polémicos campamentos donde los chinos envían a hijos descarriados

Caminatas de 60 kilómetros, privación del sueño y de comida, castigos físicos...

En junio murió una chica a golpes

Pasamos 48 horas en uno de estos centros de reeducación


De verdad estáis tan cansados? Yo creo que no. Lo que pasa es que no tenéis disciplina. Nunca en vuestra vida habéis comido amargura». Cuarenta niños desde los ocho años escuchan la arenga del monitor,Tang Qiang, vestidos con uniforme militar y formados en pelotón. Están destrozados después de una marcha de 35 kilómetros bajo el sol abrasador de las montañas de Chongqing. Tang, ex soldado, habla encaramado a un muro, mirando hacia abajo a los jóvenes. Son las seis de la tarde. Se han levantado a las cinco de la mañana. Y aún les queda lo peor. Otros 25 kilómetros de una caminata que acabará a las dos de la madrugada.

El pelotón descansa a la sombra 20 minutos antes de comer. Una chica, sin embargo, permanece de pie. No ha cumplido las reglas. «Es el caso más grave que tenemos», explica Kang Yusong, director del centro. «Amenazaba a sus padres con no comer, con suicidarse y siempre conseguía imponer su voluntad. Aquí trata de hacer lo mismo, se pasó cuatro días sin probar bocado, se orina en la ropa y se hace la loca para evitar caminar», afirma. La joven tiene la mirada perdida, una sonrisa tenebrosa y la cara bañada en sudor.

El Campamento Juvenil de Entrenamiento Especial Kangyida de Chongqing es uno de los centros de internamiento para niños y adolescentes que han surgido en China desde mediados de la pasada década. Sólo en Chongqing hay ocho. En todo el país son más de 300. Se trata de escuelas privadas, donde los padres envían a los hijos descarriados con la esperanza de que la férrea disciplina militar consiga enderezarlos. En estos sitios acaban los balas perdidas de la escuela, los que coquetean con las drogas, los rebeldes incontrolables y, fundamentalmente, los llamados adictos a internet, que conforman el grupo más numeroso.

En junio, Guo Lingling, una chica de 19 años, murió tras ser castigada a golpes en un campamento de Zhengzhou. ¿Su delito? Fue al baño sin pedir permiso. Hasta cinco instructores estuvieron empujándola y zancadilleándola para hacerla caer durante dos horas. Los alumnos del centro contemplaron el escarmiento en el patio. Cuando se metieron en sus dormitorios, continuaron escuchando los gritos de dolor de la muchacha, hasta que finalmente se extinguieron. Guo llegó cadáver al hospital debido a un traumatismo craneal y a una hemorragia interna, según reveló la autopsia. Ninguno de sus compañeros o de sus profesores, movió un dedo en su ayuda. Nadie se sorprendió del castigo. Era el procedimiento habitual del internado.

Otro niño de 15 años murió en 2009 en la ciudad de Nanning debido a la paliza que le propinaron los instructores. Y hay más jóvenes que se han suicidado lanzándose por la ventana o que han fallecido durante las agotadoras sesiones de entrenamiento en este tipo de centros militarizados. Se han denunciado también prácticas propias de la base de Guantánamo, como la privación de sueño y de comida, o incluso tratamientos por electroshock para curar las adicciones. A cada golpe de crueldad divulgado por los medios locales, la opinión pública reacciona con indignación. Pero la mayoría de los campamentos sigue en pie. Y los padres continúan enviando a sus hijos. Algunos por desconocimiento o desesperación. Otros porque realmente creen que la letra con sangre entra.

«Los episodios de violencia ocurren porque los campamentos priman el beneficio económico sobre la rectitud moral», defiende Kang. Algunas escuelas no disponen de instructores suficientes para mantener el orden por otros medios, y pegar a los niños es la forma más rápida de imponer la disciplina, explica el director, que cree que estos métodos son contraproducentes. Kang, que fundó su escuela en 2007, asegura que, salvo excepciones, como cuando un estudiante levanta la mano al instructor, en su campamento no se hace uso de la violencia. En los dos días que Crónica pasa con los 40 niños del centro, los monitores, varios de ellos ex soldados, además de profesores y estudiantes de psicología en prácticas, no hacen ningún amago de golpear a los jóvenes.

Kang cree que lo que necesitan estos niños problemáticos es lo que los chinos llaman «comer amargura»: disciplina, ejercicio físico, trabajo duro, levantarse temprano, sudar bajo el sol, aprender de la vida dura de los campesinos... La mayoría se adapta rápido al régimen militarizado del centro, asegura. Para los pocos que no lo hacen, el director reserva un trato personalizado. «Todo niño tiene su punto débil; sólo hay que encontrarlo», explica. A veces, la herramienta para doblegar las voluntades rebeldes es el hambre. «No los llamamos para comer», afirma. En otros casos es el miedo. «A una chica de 13 años que amenazaba con suicidarse le dije que la iba a llevar al hospital, a la morgue, para que viera y tocara los cadáveres».

En la marcha, los chicos caminan en dos filas paralelas. Algunos van cogidos de la mano, tratando de ayudarse mutuamente. Dos de los más pequeños se agarran a un cordel del que tira una de las profesoras, que los anima con dulces embustes: «No queda nada, sólo un poquito más». Cuando las fuerzas flaquean, la voz de uno de los chavales se alza: «¡Ánimo compañeros!». Pero conforme se suceden los kilómetros, a 35 grados en la sombra, el cansancio impone su ley por encima de la disciplina. Uno de los niños se desmaya y lo cargan en una furgoneta. Un adolescente, de los más altos del grupo, que anda cojeando con una mueca de dolor en la cara, rechaza subirse al mismo vehículo movido por orgullo.
Clases y entrenamiento
La caminata de 60 kilómetros es una de las actividades de verano. La mayor parte del tiempo los niños están encerrados en la escuela. Por la mañana dan clase y por la tarde entrenamiento físico. O viceversa. No pueden utilizar el teléfono ni internet. Solo les está permitido enviaruna carta semanal a sus padres. El centro organiza un encuentro con estos en el recinto escolar cada dos meses. Los jóvenes pasan generalmente periodos de seis meses o un año en el internado. Algunos más.

Casi todos llegan engañados. «Pensaba que veníamos a divertirnos en Chongqing, pero el segundo día ya me di cuenta de que había venido a comer amargura, a trabajar duro y a entrenarme en la disciplina militar», se lamenta Tian Heshan, un chico de 11 años que lleva 15 días en el centro. «Al principio no conseguía seguir los ejercicios, pero he notado que me voy poniendo en forma; en casa estaba todo el día jugando al ordenador, y tenía problemas en la vista; aquí he notado mejoría», cuenta.

A su alrededor, los chicos, que duermen sobre esterillas en el suelo, se van desperezando. Desde que se despiertan, comienzan a recibir órdenes. Los 40 jóvenes están divididos en tres grupos, que pliegan simultáneamente la fina alfombra sobre la que descansan, preparan después los bártulos, se lavan los dientes, limpian los utensilios personales, y se dirigen en fila al baño. Cada tarea tiene su momento concreto. Los instructores vigilan la puesta en marcha del pequeño ejército. «¡Más rápido!», grita uno cuando los chicos se retrasan. La joven más conflictiva permanece apartada, erguida y quieta, cociéndose esta vez bajo el sol, por orden de los supervisores. «No se ha puesto todavía los zapatos», justifica una profesora.

Las familias abonan unos 4.000 euros por seis meses de internamiento. Son hogares de clase media. Muchos no saben controlar a sus hijos, comunicarse con ellos o qué valores transmitirles. Otros están demasiado ocupados. «Resolver los problemas de los niños es fácil, lo complicado es resolver los de los padres», explica Huang Rongrong, la mujer de Kang.

El sistema educativo chino es muy exigente, está orientado a producir resultados en los exámenes y no se ocupa de los alumnos que quedan atrás. Los niños deben dedicar jornadas de 12 horas, a veces seis días a la semana, a memorizar textos y repetir los ejercicios de los exámenes. No hay tiempo para distracciones. Ni para juegos. Muchos encuentran en la red una vía de escape fuera del control de los padres y de los profesores. La adicción a internet, además, está catalogada en China como un desorden mental, pero la psicología y la psiquiatría afrontan aún enormes obstáculos en el país, fruto de tabúes, estigmas y prejuicios. Mucha gente prefiere confiar sus hijos a la mano dura de los soldados que a las ciencias ocultas de los loqueros.

Xiong Zhangbing mandó a su hijo hace dos años al centro Kangyida de Chongqing. El chico, de 13 años, se refugia en las faldas de su abuela mientras los adultos comen caldo caliente. «En China la vida es muy dura, hay que estar preparado para trabajar horas extras, los fines de semana, o cuando sea; por eso quería que mi hijo comiera amargura», explica.

Su mujer, Lei Qin, asegura que tras el periodo en el campamento, el niño llegó muy obediente, aunque ha empezado de nuevo a estropearse. «Deberíamos desempeñar nosotros la tarea de educarlo, pero estamos muy ocupados», asegura la mujer, que acaba de llegar de viaje de negocios por Europa y se dedica a la cosmética. «En China hay mucha presión por los estudios, los niños de ahora están confusos, se refugian en internet, y nosotros los adultos también estamos desorientados», matiza. El chico, que ha permanecido callado toda la cena, responde de pronto a esta última afirmación con una queja que le sale de las entrañas: «¿Y por qué no vas tú al campamento?».