En
las últimas semanas ha estado de actualidad el tema del aborto en nuestro país
a raíz de las críticas internacionales recibidas por su extrema e inflexible
penalización, y la consiguiente reacción de sectores ultra conservadores de
nuestra sociedad. Ello ha provocado un debate en la Asamblea que no ha hecho
sino mostrar la marcada polarización social que existe sobre este tema. Nada nuevo;
no es la primera vez, ni sera la última, porque cada vez que sucede no se avanza
absolutamente nada en el debate, sino, al contrario, se buscan únicamente
argumentos para fortalecer posiciones y no para dar solución a un problema. No
ayuda tener la sensación de que sean instituciones internacionales las que
tratan de dictar lo que debe hacerse en El Salvador, y menos aún que desde alguno
de los sectores ultraconservadores internos se dé una vuelta de tuerca más a la
sinrazón al afirmar que hasta los sueños húmedos masculinos son también aborto.
Y
es que no se ve, o no se quiere ver cuál es el problema real. Para los sectores
más conservadores, el aborto es el problema en sí mismo; para los sectores enfrentados,
el aborto es la solución, y el problema es que que no exista esa solución. Discúlpenme
ambos, pero ni el aborto es el problema de fondo, ni tampoco es la mejor
solución; sino la peor. El aborto es simplemente la solución desesperada que
encuentran muchas mujeres para salir de lo que es realmente el problema, los
embarazos no deseados. Puede ser que algunas mujeres vean el tema con
frivolidad, pero en su gran mayoría las mujeres que deciden abortar son
plenamente conscientes de la gravedad de su decisión, y sufren un serio trauma
psíquico y hasta riesgo de sus vidas al verse en un callejón sin salida.
Los
embarazos no deseados son el fondo del problema, y una enorme realidad en
nuestro país. La cantidad de mujeres que se ven en ese callejón sin salida es
impresionante, y el número de ellas que optan por el aborto es muy pequeño en
comparación con las que siguen adelante con su embarazo no deseado. Y el hecho
de seguir adelante con el embarazo no lo convierte en deseado; sigue siendo
indeseado. Y el bebé que nacerá, solo en algunos casos se convertirá en
deseado; en la mayoría de casos seguirá siendo indeseado.
Y el niño que
crecerá, seguirá siendo indeseado en el sentido de que no recibirá la debida atención,
educación, protección, y cariño; sino, al contrario, más que probablemente
recibirá maltrato y abuso; en algunos casos será vendido o secuestrado para
tráfico de órganos, y “nadie notará o denunciará su desaparición”. Y el
adolescente que crecerá tendrá más probabilidades de integrarse en grupos
antisociales e involucrarse en actividades criminales que de integrarse sanamente
en la sociedad. No solo será ya indeseado para la madre, sino también para la
sociedad. Parte de ellos terminará matando o muriendo, o ambas cosas. Este sí
que es un problema con mayúsculas en nuestro país, y parece que nadie repara en
la cadena que lo vincula con el problema que estamos tratando.
Es cierto que
existe la salida de la adopción, pero no nos engañemos, la cantidad de
embarazos no deseados es infinitamente superior a la de solicitudes de
adopción, y éstas tienden ser bastante selectivas, prefiriendo los bebés
“blanquitos y rubitos”, cuando casi todos los embarazos no deseados se producen
en una población que no responde a estas características. La inmensa mayoría no
encontrará opciones de ser adoptado y formará parte de las situaciones
mencionadas anteriormente. ¿Y el aborto es mejor la solución a todo esto? Por
supuesto que no. Es la peor solución que puede haber, pero es la única que muchas
mujeres encuentran.
El aborto es
una fea realidad que emerge en nuestro país inevitablemente pese a la severa
penalización y pese a sonoras campañas por el sí a la vida. El aborto no es un
tema de sí o no a la vida. El aborto es un tema de sí o no a la planificación,
a la apertura en la educación de la sexualidad, la anticoncepción, y la
paternidad responsable, porque es consecuencia directa de ello. En los países
en los que hay apertura en este sentido la cantidad de abortos es mucho menor;
no porque esté penalizado, sino porque no es necesario; se producen pocos
embarazos no deseados. Como siempre, la solución es la educación; no la
penalización.
Si la vida es
el valor supremo, cuando se grita “Sí a la vida” debe hacerse con todas la
consecuencias, no solo cuando un proyecto de vida empieza dentro del vientre de
una mujer que no quiere ser madre. Deben ofrecerse primeramente opciones
educativas y luego anticonceptivas para evitar que haya una muerte en el
embarazo. Y si el embarazo indeseado se produce pese a todo y se desea evitar
su interrupción, hay que pensar en una sociedad en la que ese bebé tenga cabida
y altas posibilidades de un desarrollo sano y completo. No tiene sentido
proclamar “Sí a la vida” después de una concepción, para nueve meses después
despreocuparse y abandonar a su suerte al fruto de esa concepción, y quince o
veinte años después desear que “mejor no hubiera nacido”, o clamar por la pena
de muerte porque mató.
Acerca de la Dra. Mendoza
Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y
Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas
en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993,
en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el
ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la
colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones
también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad
de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también
con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir,
Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador.
He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la
atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido
en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con
otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido
establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a
distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo
cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque
esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental
que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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