Tomado de El País
Niños inocentes y oligarcas voraces
Guatemala,
El Salvador y Honduras están cayendo en un círculo que conecta remesas con
violencia
Por Joaquín
Villalobos
La prolongada crisis social y de seguridad de Guatemala,
Honduras y El Salvador ya se convirtió en una emergencia humanitaria sin
precedentes. Decenas de miles de niños están huyendo al norte por una ruta de
3.000 kilómetros plagada de peligros. La causa fundamental de esta crisis
reside en las economías brutalmente extractivas que dominan a estos países.
Seis millones de migrantes que constituyen el 12% de los guatemaltecos, el 14%
de los hondureños y casi el 40% de los salvadoreños viven en Estados Unidos. En
los últimos veinte años estos centroamericanos han enviado a sus países la
fabulosa suma de ciento veinticuatro mil millones de dólares en remesas.
Exportar pobres se ha convertido en el más lucrativo negocio de los oligarcas
locales.
El debate sobre esta crisis se está colocando sobre las
consecuencias y no sobre la causa. Se habla de las responsabilidades de México
por las amenazas en la ruta o del retraso en la Reforma Migratoria en Estados
Unidos e incluso del crimen organizado que genera la cocaína colombiana. El
problema es que las remesas han fortalecido el modelo extractivo creando una
economía de consumo artificialmente financiada cuyas ganancias van a parar a
las familias dominantes de cada país. Al igual que la renta petrolera, que
permite ser rico con poco esfuerzo, la renta de las remesas está deformando las
economías, acabando con los incentivos para producir, multiplicando la riqueza
de los oligarcas, creando una desigualdad de proporciones trágicas, destruyendo
familias y comunidades y generando violencia social y criminal a gran escala.
El Salvador importa alrededor de 8.500 millones de dólares
anuales y la mitad de estas importaciones las paga con remesas. Se
multiplicaron los grandes centros comerciales, la agricultura fue abandonada,
la economía lleva veinte años sin crecer, el desempleo se volvió crónico, la
población emigra masivamente, los coyotes son el motor de la
economía y las pandillas gobiernan los barrios pobres. Honduras y Guatemala se
han sumado a este modelo. Los ricos captan las remesas supliendo el consumo,
sacan el dinero de sus países y se transforman en empresarios regionales o
globales.
Las familias pudientes de estos países tienen inversiones en
la Florida, Panamá, República Dominicana, Colombia, Nicaragua y Costa Rica.
Sólo uno de ellos invirtió 250 millones de dólares en un complejo turístico en
República Dominicana. No hay razones objetivas para que los ricos de Guatemala,
Honduras y El Salvador inviertan en sus países y se esfuercen en reducir la
emigración. Los peligros de la ruta y las deportaciones masivas de emigrantes
son para ellos riesgos de transportación y devolución de mercadería. Las
remesas los volvieron mucho más ricos que cuando eran sólo terratenientes.
De acuerdo con los datos de la consultora Wealth-X, en
Guatemala, Honduras y El Salvador existen 610 ultra-ricos que poseen 80.000
millones de dólares y éstos captan la mayor parte de los 12.000 millones de
dólares que cada año llegan de Estados Unidos. Frente a tanta riqueza de los
oligarcas, lucen absurdos los 3.700 millones de dólares que el presidente Obama
piensa utilizar para atender la emergencia.
Guatemala, El Salvador y
Honduras están cayendo en un círculo vicioso que conecta las remesas con la
violencia. A más emigración, más remesas, a más remesas menos productividad, a
menos productividad más desempleo, a más desempleo más violencia y a más
violencia más emigración. Las pandillas resultan de la multiplicación
exponencial de las familias disfuncionales y de la destrucción del tejido social
familiar y comunitario que deja la emigración. Las pandillas dominan barrios y
comunidades afectando prácticamente sólo a los pobres con extorsiones que pagan
hasta los vendedores de periódicos. Conforme a datos de la gremial de pequeños
empresarios de El Salvador, el 90% de las microempresas pagan extorsión. En la
capital de Honduras 1.600 pequeños comercios cerraron por la violencia sólo en
el 2012. La emigración es una violenta catástrofe social para los pobres y un
gran negocio para los ricos.
A los ricos de los tres países no les importa la seguridad
pública, ellos se protegen con seguridad privada, los policías son mal pagados
y pocos. En Guatemala se ha creado una ciudad privada para ricos llamadaPaseo
Cayalá. Es un espacio de catorce hectáreas, cerrado por muros, que cuenta
con todos los servicios en su interior, creando un mundo alejado del crimen y
la inseguridad. La seguridad privada en Guatemala cuenta con 125.000 efectivos
mientras la policía sólo son 22,000. Es al mismo tiempo el país de
Latinoamérica donde, en proporción a sus habitantes, se venden más vehículos
blindados. Tiene registrados 406 aviones y 142 helicópteros de uso privado, una
de las mayores flotas áreas en manos de particulares del continente.
Los ricos de Guatemala, Honduras y El Salvador se han vuelto
totalmente insensibles a la realidad que les rodea. Se protegen con sus propios
guardias, pagan salarios de hambre, no invierten en sus países y se resisten a
pagar impuestos. Son fanáticos de la idea de Estados raquíticos a los cuales la
inversión externa les resuelva los problemas. Honduras creó en el 2011 un
programa llamado Honduras abierta a los negocios que supone
regalar espacios del territorio a cambio de que otros se hagan cargo del país.
A tres años de iniciado el programa no han llegado inversionistas porque
Honduras es el país más violento del mundo. Los empresarios salvadoreños
quieren ahora copiar este fracaso.
No se puede culpar a Estados Unidos, México o a la cocaína por esta
crisis. ¿Por qué no hay niños costarricenses, nicaragüenses y panameños huyendo
al norte? Muy a pesar de que presentan problemas de desigualdad la realidad es
que la revolucionaria Nicaragua, la keynesiana Costa Rica y la Panamá que fundó
Torrijos con la recuperación del Canal, mantienen sus economías creciendo,
atraen turistas e inversión externa, no tienen crisis de seguridad a gran
escala y, en los casos de Panamá y Costa Rica, no expulsan trabajadores, sino
que los demandan. Panamá recibe remesas por valor de 214 millones de dólares y
envía 374 millones. Si China construye el canal en Nicaragua, los tres países
del Sur de Centroamérica se volverán un potente polo de desarrollo y los del
tres del Norte se terminarán de hundir.
En el 2011 se llevó a cabo en Guatemala una cumbre de los presidentes de
Centroamérica con Estados Unidos, México y la Unión Europea. En esa ocasión, la
entonces secretaria de Estado Hillary Clinton les dijo a los empresarios de la
región: “Los ricos de cada país deben pagar impuestos justos, la seguridad no
deben financiarla los pobres”. Efectivamente, la principal generadora de la
emergencia es la voracidad de los oligarcas salvadoreños, guatemaltecos y
hondureños. Esta emergencia humanitaria no es un terremoto que ha dejado
damnificados, es el modelo económico extractivo el que está creando refugiados.
Sin duda es indispensable ser solidarios con estos niños inocentes que huyen,
pero los oligarcas deben presionados y sancionados. Los contribuyentes
mexicanos y estadounidenses no tienen por qué asumir los costos de esta
emergencia, eso equivaldría a que subsidien las mansiones, los yates y los
aviones de los culpables de la crisis.