Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
The Lancet, la
histórica revista británica de medicina fundada en 1823, acaba de publicar un
interesante artículo sobre un mal que hace que una persona se vuelve irritable,
deprimida y egocéntrica, y que está asociada con un aumento del 26% en el
riesgo de mortalidad prematura. Incluso en los países industrializados, informa
la investigación, alrededor de un tercio de la población se ve afectados por
esta condición. Sí, aunque parezca mentira se trata de la soledad, una
condición a veces subestimada y otras estigmatizada que debe tratarse como lo
que es: una enfermedad.
La primera pregunta
que surge es ¿por qué somos víctimas de la soledad? Básicamente tiene que ver
con nuestros genes y la crianza de la persona. Hay algunos que por una u otra
razón pueden estar solos y lo disfrutan. En cambio, otros deben tener compañía
siempre. Cuando nos referimos a la “soledad” es mucho más que una sensación de
falta de integración, de ser tomados en cuenta, de compartir aspectos comunes,
de sentirnos aceptados y comprendidos...
En realidad, nos
referimos a ello asociado a la nostalgia, a la tristeza, a la depresión, a la
sensación de abandono, de la marginación. Eso va acompañado de mucho dolor
emocional y a veces también problemas físicos, ya que la mente nos hace
enfermarnos. Definitivamente nos bajan las defensas al estar en esta situación.
Por tanto, no resulta
rara la tesis del psicólogo español Antonio Cano, que dijo que “hay argumentos
más que suficientes para considerar la soledad como un problema de salud
pública, por tanto deberían promoverse medidas desde las administraciones que
favorezcan las relaciones sociales como, por ejemplo, crear comunidades de
convivencia, sobre todo en las ciudades grandes, donde la deshumanización es
más evidente”.
Puede parecer que
gracias a la tecnología y a las redes sociales estemos virtualmente más cerca
de todos, pero físicamente cada vez más aislados… Estamos cerca, sí, pero no
integrados. La gente aparenta mucha amistad por las redes y luego, al momento
de querer tomar un café con ellos, nos ignoran. Aun en lugares donde la idea es
relacionarse, la gente opta después de la actividad por ignorar y/o no aceptar
ninguna otra conexión con los participantes, algo así como: "Si te vi, no
me acuerdo". Ese rechazo, obviamente, lastima mucho a la otra parte.
Soy de la idea que las
redes sociales nos ayudan más a marginar al que queremos marginar, pero a la
vez nos da la sensación de bienestar, ya que creemos que hemos contribuido a
una relación por el simple hecho de darle un like -que ahora hasta con un
corazoncito- o un simple saludo de cumpleaños. La tecnología ha venido a hacer
más válido el aislar a las personas, especialmente los ancianos, los enfermos o
la gente que no es de nuestro grupito.
Se podría decir que la
gente cada vez es menos tolerante al prójimo y por eso prefiere estar sola. Yo
agregaría que la gente es cada vez más haragana y no desea pasar por el trabajo
de acompañar a un anciano, o de hacer un nuevo amigo, de atender a un enfermo,
de ayudar a alguien nuevo en la ciudad o en la universidad. Cada vez tenemos
menos tiempo para eso.
Por eso es fundamental
estimular la sociabilidad de las personas. Es una tarea difícil, pero las
actividades culturales, las clases de lo que sea, los cine fórum, estar en un
grupo deportivo -entre otras cosas- pueden ayudar. Pero, además, concientizar.
Aislar a una persona es una forma de bulliyng pasivo. Es igual a ignorarla, a
marginarla, a hacerla sentir inadecuada, fuera de lugar.
“La soledad es una
condición única en la que un individuo se percibe a sí mismo como aislado
socialmente, incluso cuando está entre otras personas”, afirma el artículo de
The Lancet, cuyo autor John Cacioppo, de 66 años, acaba de morir hace apenas un
mes.
No hace falta ver una
estadística ni un estudio para darnos cuenta que la gente cada vez conversa
menos entre sí. Es que cada vez somos menos cultos, menos humanizados, no saben
de qué hablar… Nos volvemos más máquinas y menos pensantes, repetimos como
loros las noticias sin profundizar ni analizar. Todo es a medias, sintético. El
conocimiento no atrae y por tanto, ¿de qué vamos a hablar? Es mejor estar
tontamente sonriendo con una aplicación que realmente culturizarnos Científicamente
está comprobado que la soledad conduce a la depresión. Cuanto más continuada,
más letal, con enfermedades asociadas, ancianidad y eventos tensionantes. Es
cierto que hay personas más susceptibles genéticamente, pero nadie está
totalmente a salvo.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación
nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la
conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional
estigma.
Fui
la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato
de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a
la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy
absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que
cada persona es o va a ser en el futuro.