jueves, 27 de enero de 2011

Costos de los alimentos e Inflación son discutidos en Davos

Tomado de The Wall Street Journal

Por Stephen Fidler y Anjali Cordeiro

DAVOS, Suiza—A medida que los riesgos de una recaída disminuyen en gran parte del mundo, otra amenaza económica está emergiendo: la inflación.

El alza de los precios de los alimentos, la energía y otras materias primas está reduciendo los ingresos disponibles de las personas de bajos recursos alrededor del planeta, lo que podría ser un detonante para protestas callejeras en África del Norte y plantea un gran enigma para las autoridades de todo el mundo.

Este es uno de los temas en la agenda del Foro Económico Mundial en Davos que no se tocaron en la cumbre del año pasado. Pese a que el fenómeno afectó más a los países en desarrollo, donde la gente gasta la mayor parte de sus ingresos en alimentos y, en menor medida, en la energía, también es una preocupación en países como el Reino Unido.

Nuevos datos del gobierno británico esta semana mostraron que la economía no creció en el cuarto trimestre pese a que la inflación se aceleró. Eso genera la posibilidad de que haya una estanflación —alta inflación y bajo crecimiento— como la que golpeó a Gran Bretaña en los años 70, advierten los economistas y los banqueros.

En Túnez, Argelia y Egipto, incrementos en los costos de los alimentos han provocado manifestaciones callejeras. En India, los presidentes ejecutivos de algunas de las mayores empresas del país indicaron que el rápido aumento de los precios de los alimentos era un problema porque perjudicaba a los sectores más pobres de la población y podría traducirse en incertidumbre política.

"La inflación realmente es nuestra prioridad... es la principal prioridad del gobierno", afirmó Azim Premji, presidente de la junta directiva de Wipro, una de las mayores empresas tecnológicas de India. Agregó que espera que los programas gubernamentales de ayuda a los pobres contribuyan a contener la agitación en las zonas rurales.

"Lo que me quita el sueño es que el sector empresarial de India pueda sacarse a sí mismo del mercado porque nuestros costos parecen estar elevándose más de lo que deberían", señala C.P. Gurnani, presidente ejecutivo de la compañía tecnológica Mahindra Satyam, en referencia al mercado global de tecnología y tercerización. "Mis costos más altos son los laborales".

Zhu Min, un economista chino que asesora al Fondo Monetario Internacional, dijo ante un panel que el alza de los costos de los alimentos tiene un significativo impacto en China e India. Los alimentos representaron 47% de la canasta de productos que componen el índice de precios al consumidor de India y 34% de la de China. Explicó que el mundo estaba viendo una recuperación económica a tres velocidades, en la que los países industrializados probablemente crezcan apenas por encima de 2,5% en 2011, las economías emergentes un poco menos de 7% y EE.UU. cerca de 3%.

Nouriel Roubini, un profesor de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York, dijo que la inestabilidad política derivada del aumento de los precios de los alimentos, la energía y los commodities, como ocurre en América del Norte, era un factor que podría afectar el crecimiento mundial.

No obstante, Roubini, que se mostró pesimista en reuniones anteriores en Davos, indicó que ahora veía las probabilidades de un crecimiento económico y una contracción equilibradas.

Dijo que los puntos positivos eran que hubo una recuperación económica más fuerte en los mercados emergentes; que el pequeño riesgo de una recaída se había disipado, excepto en partes de Europa; y que los balances de las empresas estaban sólidos.

Los aspectos negativos, explicó Roubini, eran que los sectores público y privado aún estaban tratando de reducir sus niveles de deuda en las economías desarrolladas, lo que representa una amenaza al crecimiento. Otro factor que socavaba el panorama positivo era la posibilidad de que haya una cesación de pagos de deuda soberana en la zona euro, agregó.

"Algunos países son efectivamente insolventes", dijo Roubini, mencionando que la deuda de Grecia estaba por superar 150% de su producción anual.

En EE.UU., las preocupaciones se centran en el alto desempleo, un mercado inmobiliario donde los precios están volviendo a bajar, y el débil estado de las finanzas de algunos gobiernos de estados y municipios.

miércoles, 26 de enero de 2011

El discurso de Obama desde la óptica China

Tomado de China en Español

Obama pide a republicanos y demócratas trabajar juntos para “ganar el futuro”

“Necesitamos avanzar en innovación, avanzar en educación y avanzar en construcción frente al resto del mundo. Tenemos que convertir a América en el mejor lugar de la Tierra para hacer negocios”, subrayó…

Estados Unidos está viviendo otro “momento Sputnik” y podría perder la supremacía mundial si no mejora su competitividad en medio de una economía que cambia a una gran velocidad, advirtió el presidente Barack Obama, en su tradicional discurso sobre el Estado de la Unión, en el que invitó a republicanos y demócratas a trabajar juntos para “ganar el futuro”.

“Necesitamos avanzar en innovación, avanzar en educación y avanzar en construcción frente al resto del mundo. Tenemos que convertir a América en el mejor lugar de la Tierra para hacer negocios”, señaló el mandatario ante los representantes de las dos cámaras del Congreso.

Obama comparó la posibilidad de que otras naciones como China la desplacen como primera potencia económica mundial con la situación que vivió el país cuando la desaparecida Unión Soviética lanzó en 1957 el Sputnik, primer satélite que cubrió la órbita terrestre.

"Hace medio siglo, cuando los soviéticos nos ganaron en el espacio con el lanzamiento del Sputnik, no teníamos ni idea de que algún día los venceríamos en la Luna. No teníamos la ciencia necesaria. La NASA no existía", expresó el mandatario para recordar la importancia de “invertir en mejor investigación y mejor educación".

Dedicando recursos a ambos sectores, dijo, "no solamente sobrepasamos a los soviéticos, sino que desatamos una ola de innovación que creó nuevas industrias y millones de nuevos puestos de trabajo".

En la actualidad, matizó, "no hay muros que separen el Este y el Oeste, no hay ningún rival alineado contra nosotros", razón por la que "el éxito en este mundo cambiante" hay que buscarlo por caminos distintos a los que se buscaron contra la URSS.

Sugirió en ese sentido "reformas, responsabilidad e innovación" y advirtió que el país requerirá "una nueva concepción de nuestra política exterior: así como los empleos y los negocios cruzan las fronteras, también pueden hacerlo los peligros".

Recordó la importancia de que la visible recuperación económica del país vaya acompañada de creación de puestos de trabajo. "La economía está creciendo otra vez. Pero nosotros nunca hemos medido el progreso por las cifras económicas. Lo medimos por el éxito de nuestros ciudadanos, por los empleos que tienen a su disposición y la calidad de esos empleos, por las perspectivas del dueño de un pequeño negocio que sueña con transformar una buena idea en una empresa de éxito, por las oportunidades de que nuestros hijos tengan una vida mejor".

Entre otras propuestas, el mandatario presentó la de atajar el fuerte déficit presupuestario, de 1,3 billones de dólares, mediante una reforma del Código Fiscal, para evitar evasiones, y prorrogar dos años más, hasta un total de cinco, la congelación ya existente de los gastos no obligatorios del presupuesto, con excepción del de Defensa, con lo que aspira a ahorrar 400.000 millones de dólares.

También instó a prohibir las llamadas "earmarks", fondos que asignan los legisladores para proyectos que les interesan, generalmente en sus estados, y que se insertan en proyectos de ley no relacionados. Estas partidas han recibido numerosas críticas de los partidarios de la austeridad fiscal.

"Las reglas han cambiado. En una generación, las revoluciones tecnológicas han cambiado el modo en que vivimos, trabajamos y comerciamos" por lo que trazó la meta de que para el 2035 el 80 por ciento de la electricidad provenga de fuentes de energía limpias.

Obama también lanzó un llamamiento para aumentar las exportaciones, y en este sentido instó a sacar adelante los tratados de Libre Comercio pendientes con Corea del Sur, Colombia y Panamá.

Aunque brevemente, abordó también la política exterior, donde expresó su apoyo al levantamiento en Túnez y aseguró que la red Al Qaeda se encuentra más perseguida que nunca en Pakistán.

El presidente estadounidense lanzó un llamamiento a los partidos a colaborar para sacar adelante la reforma migratoria, algo que le parece que contribuirá a mejorar la economía del país.

Pese a las diferencias ostensibles entre demócratas y republicanos en ese y otros puntos, ambos partidos han hecho esta noche un esfuerzo por mantener las formas: los congresistas de uno y otro lado se sentaron juntos, rompiendo la tradicional separación de escaños. Desde las elecciones de noviembre pasado, los republicanos son mayoría en la Cámara de Representantes, pero los demócratas mantienen una corta ventaja en el Senado, por lo que cualquier proyecto relevante exige la colaboración de ambos.

El presidente hizo a lo largo de su alocución varias llamadas al entendimiento y el trabajo bipartidista. "Los desafíos que tenemos por delante son más grandes que los partidos y la política. Lo que está en juego no son las próximas elecciones sino la posición de Estados Unidos, no como un lugar en el mapa sino como faro para el resto del mundo".

El discurso de Obama desde la óptica Rusa

Tomado de La Voz de Rusia

El “relanzamiento” de las relaciones con Rusia es uno de los más importantes alcances de Estados Unidos en su política exterior. Así opina el presidente Barak Obama a juzgar por su reciente alocución al Congreso. Alentado, Obama propuso elevar a un nuevo nivel la cooperación con toda la comunidad mundial, sin dar mayores detalles.

Pocas horas antes de la declaración de Obama, la Cámara Baja del parlamento ruso ratificó el Tratado START-3 entre Rusia y Estados Unidos. Ésta no fue ninguna sorpresa ni tampoco el principal motivo de inspiración para el presidente estadounidense.

En una conversación telefónica con Dmitri Medvédev, Obama calificó ese documento como uno de los principales alcances de la cooperación ruso-norteamericana. Al intervenir más tarde ante el Congreso, el presidente además se adjudicó el mérito de haber fortalecido la alianza con los países de Asia y construido un nuevo tipo de asociación con la India, pero no aclaró en qué concretamente consiste la novedad de la diplomacia estadounidense respecto a Asia. Con anterioridad, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, manifestó que Washington se propone reforzar su presencia en dicha región, intención que, políticamente hablando, ha dejado muy alarmados a muchos dirigentes asiáticos.

Es bastante ambigua la frase de Obama, de que Estados Unidos pasarán a formar coaliciones que excedan los límites regionales, raciales y religiosos. El director del Centro de Pesquisas Sociopolíticas de Rusia, Vladímir Yevséev, considera que Obama está vendiendo la “vieja mercancía en un nuevo empaque”.

Esta declaración del presidente de Estados Unidos no avala la intención de Washington de llegar a un mundo multipolar. Por lo visto, los norteamericanos están bastante conformes con la unipolaridad y lo más probable es que su propósito sea ponerse al frente de dichas coaliciones para de esta manera conseguir sus intereses nacionales. Las palabras de Obama son una prueba visible de que no han tenido muchos éxitos en este camino hasta ahora.

Al referirse a su estraegia afgana, Obama dijo lo justo para complacer a los congresistas, o sea que la retirada de las tropas norteamericanas de Afganistán comenzará en verano. Ésta es una declaración más bien política, opina el director del Insituto de Estados Unidos y Canadá de la Academia Nacional de Ciencias, Pável Zolotariov.

La promesa de iniciar la retirada en 2011 tiene que ver con la futura campaña electoral de Obama y, a grandes rasgos, no tiene fundamento real alguno. Creo que bien pueden hallar alguna tecnología para retirar de Afganistán tal o cual unidad de combate. Siempre acompañándolo de un aumento de estructuras no militares. Pero, en esencia, la situación aún no da para la salida de tropas, aunque Estados Unidos quiera simular alguna forma de retirada victoriosa. O por lo menos dar idea de que se va sin haber sufrido una clara derrota. A la larga, es lo mismo que están haciendo en Irak.

Al hablar de la problemárica nuclear de Irán y Corea del Norte, el presidente de Estados Unidos no ha sugerido nada nuevo. Mencionó como sus méritos personales la aplicación de sanciones severas contra Irán y la alianza con Corea del Sur. Mientras tanto se sabe que las medidas contra Irán no han surtido ningún efecto palpable para la solución del problema nuclear y que los ejercicios militares conjuntos con Seúl sólo han agravado la situación en la Península de Corea.

Si no cambiamos perderemos supremacía mundial advirtió Obama

Tomado de El País

La creación de puestos de trabajo y la necesidad de contener el déficit, dos de los puntos elementales del discurso sobre el estado de la Unión del presidente

ANTONIO CAÑO


Acudiendo a reminiscencias de la vieja competencia con la Unión Soviética, Barack Obama convocó esta noche a su país a asumir los retos que los nuevos tiempos representan para Estados Unidos y hacer los esfuerzos requeridos para mantener un liderazgo mundial que reconoció amenazado. "Este es el momento Sputnik de esta generación", dijo el presidente para describir el peligro cierto de que otra nación, China, sobrepase a Estados Unidos en la aventura de esta nueva época.

El lanzamiento en 1957 del Sputnik soviético, el primer satélite que cubrió la órbita terrestre, fue, en su tiempo, la mayor demostración de fuerza de la Unión Soviética y una gigantesca llamada de atención para Estados Unidos. Allí empezó lo que se llamó la carrera espacial, que los norteamericanos acabarían ganando al colocar al primer hombre en la Luna en 1969.

"Hace medio siglo", dijo Obama en su discurso, "cuando los soviéticos nos ganaron en el espacio con el lanzamiento del Sputnik, no teníamos ni idea de que algún día los venceríamos en la Luna. No teníamos la ciencia necesaria.

La NASA no existía". "Pero después de invertir en mejor investigación y mejor educación", añadió, "no solamente sobrepasamos a los soviéticos sino que desatamos una ola de innovación que creó nuevas industrias y millones de nuevos puestos de trabajo".

Obama no mencionó a China en términos negativos ni la relacionó con ninguna actitud hostil hacia Estados Unidos. Desde ese punto de vista, esta época no es la de la Guerra Fría. "No hay muros que separen el Este y el Oeste, no hay ningún rival alineado contra nosotros", afirmó. "El éxito en este mundo cambiante", manifestó, hay que buscarlo por caminos distintos a los que se buscaron contra la URSS, "mediante las reformas, la responsabilidad y la innovación". "También requerirá", advirtió, "una nueva concepción de nuestra política exterior: así como los empleos y los negocios cruzan las fronteras, también pueden hacerlo los peligros".

Con la alusión al Sputnik, tan viva en la memoria feliz del pueblo norteamericano, Obama no solo recordó la trascendencia del momento histórico en el que vivimos sino la enorme capacidad de reacción que siempre ha caracterizado a esta sociedad. Al mismo tiempo, introdujo dos de los elementos centrales de su discurso: empleos y gasto público.

El presidente destacó la necesidad de que la recuperación económica que ya experimenta Estados Unidos se traduzca cuanto antes en creación de puestos de trabajo. "La economía está creciendo otra vez", aseguró. "Pero nosotros nunca hemos medido el progreso por las cifras económicas. Lo medimos por el éxito de nuestros ciudadanos, por los empleos que tienen a su disposición y la calidad de esos empleos, por las perspectivas del dueño de un pequeño negocio que sueña con transformar una buena idea en una empresa de éxito, por las oportunidades de que nuestros hijos tengan una vida mejor".

Con ese fin, Obama defendió la necesidad de mantener la inversión pública en algunos programas esenciales, para mejorar la formación, la educación y la salud de sus compatriotas. Pero quiso demostrar también su preocupación por contener el déficit y, con ese fin, propuso extender de tres a cinco años su compromiso de congelar los gastos del Estado mediante recortes en aquellos proyectos que no se consideren prioritarios, lo que, según él, recortaría el déficit en 400.000 millones de dólares en la próxima década.

Entre esos recortes, el presidente confirmó la reducción de 78.000 millones de dólares en gastos militares -aunque no precisó esa cifra- que previamente había anunciado el secretario de Defensa, Robert Gates. Esos recortes no afectarán a la guerra de Afganistán ni a los planes de jubilación de los militares retirados; se concentrarán en la eliminación de algunos programas de construcción de nuevos armamentos.

Esta propuesta es considerada insuficiente por los republicanos, que proponen devolver el nivel de gasto público al punto en el que estaba en 2008, el último año de la presidencia de George Bush. La oposición tampoco quiere incluir el gasto militar entre los recortes para la reducción del déficit.

Pese a las diferencias ostensibles entre demócratas y republicanos en ese y otros puntos, ambos partidos han hecho esta noche un esfuerzo por mantener las formas: los congresistas de uno y otro lado se sentaron juntos, rompiendo la tradicional separación de escaños. Desde las elecciones de noviembre pasado, los republicanos son mayoría en la Cámara de Representantes, pero los demócratas mantienen una corta ventaja en el Senado, por lo que cualquier proyecto relevante exige la colaboración de ambos.

El presidente hizo a lo largo de su alocución varias llamadas al entendimiento y al trabajo bipartidista. "Los desafíos que tenemos por delante son más grandes que los partidos y la política. Lo que está en juego no son las próximas elecciones sino la posición de Estados Unidos, no como un lugar en el mapa sino como faro para el resto del mundo".

"Ese es el proyecto", añadió Obama, "en el que el pueblo norteamericano quiere que trabajemos. Juntos".

Obama repasó los principales asuntos de la política exterior sin incorporar grandes novedades a su política conocida respecto a Pakistán o la guerra contra Al Qaeda. Pero puso mucho énfasis en respaldar el reciente levantamiento popular en Túnez. "El deseo del pueblo se ha demostrado más fuerte que el puño del dictador", dijo. "Permítanme decirlo con claridad: Estados Unidos apoya al pueblo de Túnez y las legítimas aspiraciones democráticas de todos los pueblos".

Obama abandona al político idealista y da paso al estadista

Tomado de RFI

Por Jesús Moreno Abad

Con reminiscencias a la Unión Soviética, el presidente estadounidense hizo el balance anual de su mandato y advirtió de que peligra la supremacía mundial de EEUU: “Estamos ante un momento de cambio y China y la India se han dado cuenta”.

“Un momento Sputnik”. Esas tres enigmáticas palabras resumen el discurso del estado de la Unión que pronunció la madrugada del miércoles el presidente estadounidense, Barack Obama. Dos años después de su llegada a la Casa Blanca, en pleno ecuador de su mandato, el hombre que compareció ante el Congreso estadounidense no es el mismo que asumió su cargo aquel 20 de enero de 2009. Su discurso idealista y renovador ha dado paso a uno más pragmático.

Las circunstancias le obligan. Estados Unidos se enfrenta a “un momento Sputnik”, explicó Obama. Es decir, a un mundo cambiante en la que los países emergentes hacen que se tambalee la supremacía mundial de la primera potencia del siglo XX.

Cuando la Unión Soviética lanzó el Sputnik, el primer satélite espacial que cubrió la órbita terrestre, Estados Unidos vio peligrar su liderazgo mundial por primera vez en su historia.

Acababa de empezar la carrera espacial y los estadounidenses miraban con ensoñación al cielo, mientras la potencia comunista ya les esperaba allí. Obama explicó ayer que fue un serio toque de atención para su país, que aún no había creado ni la NASA.

Hoy se repite un momento en que la tecnología y el mundo están en una permanente revolución, un momento de cambio, un momento Sputnik: “Las reglas han cambiado. En una sola generación, las revoluciones tecnológicas han transformado nuestra forma de vivir, trabajar y hacer negocios”, explicó Obama, “prácticamente cualquier empresa puede establecerse, contratar trabajadores y vender sus productos en cualquier sitio que tenga conexión de Internet”.

Las relaciones con la Unión Soviética fueron tormentosas, ahora la competición tiene que ver más con la competitividad que con la amenaza, a ojos del presidente estadounidense. Por eso se refirió a las nuevas grandes potencias que suponen una oportunidad y un reto para Estados Unidos.

“Países como China e India se dieron cuenta de que, con algunos cambios por su parte, podían competir en este nuevo mundo. De modo que empezaron a dar educación a sus niños desde más pronto y durante más tiempo y a hacer más hincapié en las matemáticas y las ciencias. Hoy invierten en investigación y nuevas tecnologías.

Desde hace poco, China alberga la mayor instalación privada de investigación solar y el ordenador más rápido del mundo”.El discurso de Obama sonó a toque de atención hacia su país, a una constatación de que necesita cambios profundos: “Sí, el mundo ha cambiado. La competencia […] es auténtica. Pero eso no debe desanimarnos. Debe desafiarnos”, arengó Obama al Congreso.

A partir de ese arranque sobre el cambio global del mundo y haciendo sonar la alarma de emergencia, Barack Obama abordó la temática económica, el verdadero campo de batalla con la oposición republicana. El empleo y el gasto público centró su intervención en este campo. “El cambio ha sido doloroso, lo he visto en las ventanas cerradas de fábricas en otro tiempo pujantes y en las tiendas vacías de calles que solían ser bulliciosas”, reflexionó Obama. Obama defendió que su Gobierno está reinventando EEUU, asumiendo como puntales “la innovación y la educación”.

Señaló que su proyecto futuro planea fomentar los trenes de alta velocidad, las infraestructuras aeroportuarias y las telecomunicaciones. En cada punto que desgranaba, recordaba lo que estaba haciendo China, aunque nunca en una actitud negativa ni hostil. A diferencias de los tiempos de la Guerra Fría, Obama aseguró que ahora “no hay muros que separen el Este del Oeste”. “No hay ningún rival alineado contra nosotros”, sentenció.

Obama recordó que los últimos acuerdos con China e India van a reportar a Estados Unidos unos 250.000 puestos de trabajo.

Economía

Hasta ahí llegó la parte del discurso, entre soñador e ilusionante, que ha caracterizado al Obama de sus principios, al carismático. Pero dejó sitio al nuevo Obama: al pragmático.

La fiebre que recorrió Estados Unidos y el mundo con su nombramiento y sus promesas de cambio se ha enfriado por el camino, debido a las dificultades. La principal dificultad que se encuentra es el desempleo que sigue cercano al 10%. Eso ha desgastado al país y a su propia imagen, hasta el punto de que su aprobación entre la ciudadanía descendió desde el 70% hasta bajar del 50%, según los últimos sondeos.

Perder el Control de la Cámara de Representantes en las últimas elecciones ha sido la señal definitiva para Obama de que necesita resolver los acuciantes problemas económicos de Estados Unidos cuanto antes. Sus medidas comienzan a dar sus primeros frutos, como señaló en su discurso. “La economía está creciendo otra vez”, aseguró, pero hay que reflejarlas en el “empleo”.

El Fondo Monetario Internacional avaló sus palabras, al destacar el martes que la economía de la primera potencia del mundo crecerá un 3% este año, según sus previsiones, el doble, por ejemplo, que la zona euro. Los expertos del FMI lo achacan a los efectos positivos del nuevo programa fiscal de Barack Obama.

Otro punto económico peliagudo es la contención del déficit, punto donde el Partido Republicano retuerce todas las tuercas del Gobierno de Obama. Los republicanos buscan meter la tijera del recorte en educación y transporte, y Obama en gasto militar “y otros proyectos no esenciales”, que sin especificar el presidente estadounidense cifró en 400.000 millones de dólares.

Inmigración y política exterior

Para acabar, Obama repaso otros temas, como los asuntos de política exterior, donde no varió su discurso sobre Pakistán o la guerra contra Al Qaida. También tuvo palabras para la inmigración, donde expresó su deseo de fortalecer la seguridad de las fronteras pero, al mismo tiempo, profundizar en la integración.

Hace un año, Barack Obama comenzó su discurso contextualizando la situación de Estados Unidos cuando llegó al poder: “Tomé posesión en medio de dos guerras, una economía sacudida por una grave recesión, un sistema financiero al borde del colapso y un gobierno profundamente endeudado”.

En este tiempo ha abordado medidas ambiciosas como la ley de Estímulo Económico (787.000 millones de dólares), el proyecto de la Reforma Sanitaria para garantizar el acceso a la atención médica, y se ha enfrentado a las guerras de Irak y Afganistán, además de al mayor desastre medioambiental de la historia de Estados Unidos, como ha sido el derrame de petróleo en el Golfo de México.

A tenor de las encuestas, ha sido demasiado incluso para Obama: el prometedor primer presidente negro de la historia de Estados Unidos que busca ahora enderezar el rumbo para no convertirse en un presidente de un sólo mandato.

Traducción del discurso completo del Estado de la Nación

Discurso completo en Inglés

Tomado del web site oficial de la Casa Blanca



Texto traducido por Mª LUISA RODRÍGUEZ TAPIA

Tomado de El País

Discurso del Estado de la Unión

Señor presidente de la Cámara, señor vicepresidente, miembros del Congreso, distinguidos invitados y conciudadanos:

Esta noche quiero empezar felicitando a los hombres y mujeres del 112º Congreso y al nuevo presidente de la Cámara, John Boehner. Y quiero aprovechar asimismo la ocasión para recordar que tenemos un escaño vacío, y para rezar por la salud de nuestra colega y amiga Gabby Giffords.

No es ningún secreto que quienes estamos aquí esta noche hemos tenido nuestras diferencias durante los dos últimos años. Los debates han sido intensos: hemos defendido ferozmente nuestras convicciones. Y eso es positivo. Eso es lo que exige una democracia sólida. Eso es lo que nos distingue como nación.

Pero existe un motivo para que la tragedia de Tucson nos hiciera reflexionar. En medio del ruido, las pasiones y el rencor de nuestro debate público, Tucson nos recordó que, independientemente de quiénes seamos o de dónde vengamos, cada uno de nosotros forma parte de algo mucho más amplio, algo más importante que los partidos y las preferencias políticas.

Formamos parte de la familia estadounidense. Creemos que, en un país en el que pueden encontrarse todas las razas, todas las religiones, todos los puntos de vista, sin embargo somos un solo pueblo unido; que compartimos unas mismas esperanzas y un credo común; que los sueños de una niña en Tucson no son muy distintos de los de nuestros propios hijos, y que todos ellos merecen la oportunidad de hacerse realidad.

Eso también es lo que nos distingue como nación.

Esta reflexión, por sí sola, no basta para iniciar una nueva era de cooperación. Lo que surja de este momento dependerá de nosotros. Lo que surja de este momento dependerá, no de si somos capaces de sentarnos juntos esta noche, sino de si podemos trabajar juntos mañana.

Creo que podemos. Creo que debemos. Eso es lo que los ciudadanos que nos colocaron aquí esperan de nosotros. Con sus votos, han decidido que la tarea de gobernar sea, a partir de ahora, una responsabilidad común de los dos partidos. Las nuevas leyes sólo podrán aprobarse con el apoyo de demócratas y republicanos. Tenemos que avanzar juntos, o no avanzaremos; porque los retos que nos aguardan están por encima de los partidos y por encima de la política.

Lo que está en juego en estos momentos no es quién ganará las próximas elecciones; al fin y al cabo, hace muy poco que tuvimos unas. Lo que está en juego es si va a haber nuevos puestos de trabajo y nuevas empresas en este país, o si van a irse fuera. Es si el esfuerzo y la laboriosidad de nuestro pueblo van a tener recompensa. Es si somos capaces de mantener el liderazgo que ha hecho que Estados Unidos no sea sólo un lugar en el mapa, sino un faro para el mundo.

Estamos listos para iniciar el progreso. Dos años después de la peor recesión que la mayoría de nosotros ha conocido, la bolsa se ha recuperado con fuerza. Los beneficios empresariales están aumentando. La economía está volviendo a crecer.

Pero nunca hemos medido el progreso sólo en función de estos criterios. Medimos el progreso en función del éxito de nuestros ciudadanos. En función del trabajo que pueden encontrar y la calidad de vida que ofrece ese trabajo. En función de las perspectivas de un pequeño empresario que sueña con convertir una buena idea en un próspero negocio. En función de las oportunidades de tener una vida mejor que transmitamos a nuestros hijos.

Ése es el proyecto en el que el pueblo estadounidense quiere que trabajemos j
untos.

Lo hicimos en diciembre. Gracias a los recortes fiscales que aprobamos, los salarios son hoy un poco mayores. Cada empresa puede desgravarse el coste completo de las inversiones nuevas que haga este año. Estas medidas, aprobadas por demócratas y republicanos, harán crecer la economía y se añadirán a los más de un millón de puestos de trabajo en el sector privado creados el año pasado.

Sin embargo, queda mucho por hacer. Las medidas que hemos tomado en los dos últimos años han acabado con la parte peor de la recesión, pero, para ganar el futuro, necesitamos afrontar unos retos que llevan fraguándose decenios.

Muchos de quienes nos ven esta noche pueden recordar seguramente una época en la que para encontrar un buen trabajo no había más que ir a una fábrica cercana o a unas oficinas en el centro. No siempre hacía falta un título, y la competencia solía limitarse a los vecinos. Si uno se esforzaba, lo más probable era que tuviera trabajo para siempre, con un sueldo decente, buenas prestaciones y, de vez en cuando, un ascenso. Quizá incluso podía tener el orgullo de que sus hijos trabajasen en la misma empresa.

Ese mundo ha cambiado. Y, para muchos, el cambio ha sido doloroso. Lo he visto en las ventanas cerradas de fábricas en otro tiempo pujantes, en las tiendas vacías de calles que solían ser bulliciosas. Lo he oído en la frustración de los ciudadanos que han visto cómo disminuían sus sueldos o desaparecían sus puestos de trabajo, hombres y mujeres llenos de amor propio, que sienten que las reglas han cambiado a mitad de partido.

Tienen razón. Las reglas han cambiado. En una sola generación, las revoluciones tecnológicas han transformado nuestra forma de vivir, trabajar y hacer negocios. Las plantas siderúrgicas que antes necesitaban 1.000 trabajadores ahora pueden hacer el mismo trabajo con 100. Hoy, prácticamente cualquier empresa puede establecerse, contratar trabajadores y vender sus productos en cualquier sitio que tenga conexión de internet.

Mientras tanto, países como China e India se dieron cuenta de que, con algunos cambios por su parte, podían competir en este nuevo mundo. De modo que empezaron a dar educación a sus niños desde más pronto y durante más tiempo y a hacer más hincapié en las matemáticas y las ciencias. Hoy invierten en investigación y nuevas tecnologías. Desde hace poco, China alberga la mayor instalación privada de investigación solar y el ordenador más rápido del mundo.

Es decir, sí, el mundo ha cambiado. La competencia para ocupar los puestos de trabajo es auténtica. Pero eso no debe desanimarnos. Debe desafiarnos. Recordemos que, a pesar de los golpes que hemos recibido en los últimos años, a pesar de los agoreros que predicen nuestro declive, Estados Unidos sigue siendo la mayor economía, la más próspera, del mundo. No hay trabajadores tan productivos como los nuestros. No hay ningún país con tantas empresas de éxito, ni que conceda más patentes a inventores y empresarios. Contamos con las mejores universidades del mundo, a las que vienen a formarse más estudiantes que a ningún otro lugar del mundo.

Más aún, somos la primera nación fundada en nombre de una idea: la idea de que todos merecemos la oportunidad de labrar nuestro propio destino. Por eso es por lo que pioneros e inmigrantes, desde hace siglos, arriesgan todo para venir aquí. Por eso es por lo que nuestros estudiantes no se limitan a memorizar ecuaciones, sino que responden a preguntas como "¿Qué te parece esa idea? ¿Qué te gustaría cambiar del mundo? ¿Qué quieres ser cuando seas mayor?"

El futuro está a nuestro alcance. Ahora bien, para llegar a él, no podemos permanecer quietos. Como dijo Robert Kennedy: "El futuro no es un regalo. Es una conquista". Sostener el Sueño Americano no ha consistido nunca en quedarnos parados. Ha obligado a cada generación a sacrificarse, y luchar, y hacer frente a las exigencias de una nueva era.

Ahora nos toca a nosotros. Sabemos lo que hace falta para competir por los puestos de trabajo y las industrias de hoy. Necesitamos innovar, educar y construir más que el resto del mundo. Debemos hacer que Estados Unidos sea el mejor lugar del mundo para hacer negocios. Tenemos que asumir la responsabilidad de nuestro déficit y reformar nuestro gobierno. Así es como nuestros ciudadanos prosperarán. Así es como ganaremos el futuro. Y esta noche, quiero hablar de cómo vamos a conseguirlo.

El primer paso para conquistar el futuro es estimular la innovación en Estados Unidos.

Nadie puede predecir con certeza cuál va a ser el próximo gran sector industrial ni dónde van a estar los puestos de trabajo. Hace 30 años, no podíamos saber que una cosa llamada Internet iba a desembocar en una revolución económica. Lo que sí podemos hacer "lo que Estados Unidos hace mejor que nadie" es despertar la creatividad y la imaginación de nuestro pueblo. Somos el país que llenó las calles de coches y las oficinas de ordenadores; el país de Edison y los hermanos Wright; de Google y Facebook. En Estados Unidos, la innovación no sólo cambia nuestras vidas. Es nuestra forma de ganarnos la vida.

Nuestro sistema de libre empresa es el motor de la innovación. Pero, como a las empresas no siempre les es rentable invertir en investigación básica, nuestro gobierno ha dado siempre a los científicos de vanguardia y los inventores el apoyo que necesitaban. Eso fue lo que plantó las semillas de Internet. Eso fue lo que contribuyó a hacer posibles cosas como los chips informáticos y los GPS.

Pensemos en todos los puestos de trabajo "desde la fabricación hasta el comercio" que han surgido de esos avances.

Hace medio siglo, cuando los soviéticos se nos adelantaron en el espacio con el lanzamiento de un satélite llamado Sputnik¸ no teníamos ni idea de cómo íbamos a llegar antes que ellos a la luna. Todavía no existían las bases científicas. Ni siquiera existía la NASA. Pero después de invertir para tener mejor investigación y mejor educación, no sólo sobrepasamos a los soviéticos, sino que desencadenamos una marea de innovación que creó nuevas industrias y millones de nuevos puestos de trabajo.

Éste es el momento Sputnik de nuestra generación. Hace dos años, dije que debíamos alcanzar un nivel de investigación y desarrollo como no se había visto desde el apogeo de la carrera espacial. Dentro de unas semanas, enviaré al Congreso un presupuesto que nos ayude a cumplir ese objetivo. Vamos a invertir en investigación biomédica, tecnología de la información y, sobre todo, tecnología de energías limpias; una inversión que reforzará nuestra seguridad, protegerá nuestro planeta y creará incontables puestos de trabajo para nuestra gente.

Ya estamos viendo las posibilidades de las energías renovables. Robert y Gary Allen son unos hermanos que poseen una pequeña empresa de techos en Michigan. Después del 11-S, enviaron a sus mejores operarios para ayudar a reparar el techo del Pentágono. Pero la mitad de su fábrica se quedó sin uso, y la recesión les hizo mucho daño.
Hoy, con ayuda de un préstamo oficial, están usando ese espacio vacío para fabricar paneles solares que se venden en todo el país. Como dice Robert: "Nos reinventamos".

Eso es lo que hacen los estadounidenses desde hace más de 200 años: reinventarse. Y, para provocar más casos como el de los hermanos Allen, hemos empezado a reinventar nuestra política energética. No nos limitamos a dar dinero. Planteamos un reto. Estamos diciendo a los científicos e ingenieros estadounidenses que, si reúnen unos equipos formados por los mejores de sus respectivos campos, y dedican su atención a los problemas más difíciles de la energía limpia, estamos dispuestos a financiar los proyectos Apollo de nuestros días.

En el Instituto de Tecnología de California, están desarrollando una forma de convertir la luz solar y el agua en combustible para nuestros coches. En el Laboratorio Nacional de Oak Ridge, utilizan superordenadores para obtener mucha más energía de nuestras centrales nucleares. Con más investigación y más incentivos, podremos conseguir unos biocombustibles que acaben con nuestra dependencia del petróleo y ser el primer país que disponga de un millón de vehículos eléctricos en circulación de aquí a 2015.

Debemos apoyar esta innovación. Y, para ayudar a pagarla, pido al Congreso que elimine los miles de millones de dólares procedentes de los contribuyentes que entregamos en la actualidad a las compañías petroleras. No sé si se habrán dado cuenta, pero no parece que les vaya muy mal. De modo que, en vez de subvencionar la energía de ayer, invirtamos en la de mañana.

Ahora bien, los avances energéticos sólo se traducirán en puestos de trabajo si las empresas saben que existe un mercado para su producto. Por eso, esta noche, les pido que me acompañen para establecer un nuevo objetivo: que, de aquí a 2035, el 80% de la electricidad de Estados Unidos proceda de fuentes limpias de energía. Algunos quieren que sean el viento y el sol. Otros prefieren la energía nuclear, el carbón limpio, el gas natural. Para cumplir nuestra meta, vamos a necesitar todas, y animo a demócratas y republicanos a que trabajen juntos para que así sea.

Mantener nuestro liderazgo en investigación y tecnología es crucial para la prosperidad de Estados Unidos. Pero, si queremos conquistar el futuro "si queremos que la innovación cree puestos de trabajo en Estados Unidos y no en el extranjero--, también tenemos que ganar la carrera de la educación.

Pensemos un momento. Durante los próximos 10 años, casi la mitad de todos los puestos de trabajo nuevos exigirán una educación que vaya más allá del bachillerato. Y, sin embargo, nada menos que la cuarta parte de nuestros estudiantes ni siquiera termina el bachillerato. La calidad de nuestra formación en matemáticas y ciencias está por debajo de la de muchos otros países. Estados Unidos ha caído al 9º puesto de acuerdo con la proporción de jóvenes que poseen un título universitario. Por consiguiente, la pregunta es si estamos todos dispuestos "como ciudadanos, como padres" a hacer lo necesario para dar a cada niño la oportunidad de triunfar.

Esa responsabilidad no comienza en nuestras aulas, sino en nuestros hogares y nuestras comunidades. La familia es la primera que inspira en un niño el amor al saber. Sólo los padres pueden asegurarse de que se apaga la televisión y se hacen los deberes. Debemos enseñar a nuestros niños que el vencedor del Super Bowl no es el único digno de elogio, también lo es el ganador del concurso de ciencias; que el éxito no es cuestión de fama o relaciones públicas, sino de esfuerzo y disciplina.

Nuestras escuelas también comparten esta responsabilidad. Cuando un niño entra en el aula, debería encontrarse con un lugar de grandes expectativas y grandes resultados.

Pero son demasiados los centros que no dan la talla. Por eso, en vez de limitarnos a invertir dinero en un sistema que no funciona, hemos puesto en marcha una competición llamada "La carrera hasta la cima". Hemos dicho a los 50 estados: "Si nos muestran los planes más innovadores para mejorar la calidad de los enseñantes y los resultados de los alumnos, pondremos a su disposición el dinero".

La carrera hasta la cima es la reforma más importante de nuestras escuelas públicas desde hace una generación. Por menos del 1% de lo que gastamos en educación cada año, ha conseguido que más de 40 estados hayan mejorado su nivel en función de unos criterios de enseñanza y aprendizaje elaborados, no por Washington, sino por gobernadores republicanos y demócratas de todo el país. La carrera hasta la cima debe ser nuestra estrategia cuando, este año, sustituyamos el programa Ningún niño rezagado por una ley más flexible y centrada en lo que más conviene a nuestros hijos.

Sabemos lo que es posible ofrecer a nuestros hijos cuando la reforma no se limita a ser un mandato desde arriba sino que es la labor de profesores y directores de centros, consejos escolares y comunidades.

Por ejemplo, veamos el colegio Bruce Randolph de Denver. Hace tres años, era una de las peores escuelas de Colorado; situada en el terreno disputado por dos bandas rivales. Sin embargo, el mes de mayo pasado, el 97% de los alumnos de último curso obtuvo su diploma. Casi todos van a ser los primeros de sus familias que van a la universidad. Y, después del primer año de transformación del centro, la directora que lo había hecho posible tuvo que enjugarse las lágrimas cuando un alumno le dijo: "Gracias, señora Waters, por demostrarnos... que somos listos y que podemos conseguirlo".

Recordemos también que, después de los padres, la mayor influencia en el éxito de un niño es la del hombre o la mujer que dirige la clase. En Corea del Sur, a los profesores los llaman "constructores de la nación". Ya es hora de que aquí, en Estados Unidos, tratemos a las personas que educan a nuestros hijos con ese mismo respeto. Queremos recompensar a los buenos profesores y dejar de disculpar a los malos. Y durante los próximos 10 años, en los que tantos miembros de la generación del Baby Boom van a jubilarse, queremos preparar a 100.000 nuevos profesores en los campos de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.

Por eso, a todos los jóvenes que me escuchan esta noche y que están pensando en qué carrera elegir, les digo: Si quieres influir en la vida de nuestra nación; si quieres influir en la vida de un niño, háganse profesores. Tu país te necesita.

Por supuesto, la carrera de la educación no termina con el título de bachillerato. Para competir, todos los estadounidenses deben tener a su alcance la posibildiad de hacer estudios superiores.

Por eso hemos acabado con los injustificados subsidios a los bancos y con ese dinero hemos intentado que la universidad sea asequible para millones de estudiantes. Y este año, voy a pedir al Congreso que dé un paso más y de carácter permanente a nuestra desgravación fiscal por matrícula universitaria: 10.000 dólares por cuatro años de universidad.

Como la gente necesita formarse para los nuevos trabajos en la cambiante economía actual, también estamos revitalizando los colegios universitarios públicos. El mes pasado pude ver las posibilidades que ofrecen estos centros en Forsyth Tech, en Carolina del Norte.

Muchos estudiantes de los que allí estaban trabajaban antes en las fábricas de la zona, que han ido cerrando poco a poco. Una mujer llamada Kathy Proctor, madre de dos hijos, había trabajado en la industria del mueble desde los 18 años. Y me dijo que ahora, a los 55, está estudiando biotecnología, no sólo porque ya no hay trabajo en el sector del mueble, sino porque quiere enseñar a sus hijos que deben perseguir sus sueños. Como dijo Kathy: “Espero que les enseñe a no darse nunca por vencidos”.

Si damos estos pasos, si elevamos las espectativas de cada niño y les damos la mejor oportunidad posible de obtener una educación, desde que nacen hasta el día en el que aceptan su último trabajo, cumpliremos el objetivo que me propuse hace dos años: que, para el final de esta década, Estados Unidos vuelva a tener la mayor proporción de titulados universitarios del mundo.

Una última cosa sobre educación. Hoy hay cientos de miles de estudiantes que obtienen resultados excelentes en nuestras escuelas y que no son ciudadanos estadounidenses. Algunos son hijos de trabajadores sin papeles, pero no tienen nada que ver con las acciones de sus padres. Han crecido sintiéndose estadounidenses y juran lealtad a nuestra bandera; sin embargo, viven cada día con el miedo a ser deportados. Otros vienen del extranjero para estudiar en nuestras universidades. Sin embargo, en cuanto obtienen sus títulos superiores, los enviamos de vuelta a sus países, a competir con nosotros. Es absurdo.

Creo firmemente que debemos abordar, de una vez por todas, la cuestión de la inmigración ilegal. Estoy dispuesto a trabajar con los republicanos y los demócratas para proteger nuestras fronteras, hacer respetar nuestras leyes y ocuparnos de los millones de trabajadores indocumentados que viven en la sombra.

Sé que ese debate será difícil y habrá que dedicarle mucho tiempo. Pero pongámonos de acuerdo, esta noche, en que hay que hacer ese esfuerzo. Y en que debemos dejar de expulsar a jóvenes de talento y responsables que pueden trabajar en nuestros laboratorios, poner en marcha nuevas empresas y enriquecer aún más a este país.

El tercer paso para conquistar el futuro es reconstruir Estados Unidos. Para atraer nuevas empresas a nuestro territorio, necesitamos tener los medios más rápidos y seguros de transportar bienes, personas e información, ya sea el tren de alta velocidad o internet de alta velocidad.

En otro tiempo, nuestras infraestructuras eran las mejores, pero ya no es así. Los hogares surcoreanos tienen mejor acceso a internet que los nuestros. Los países europeos y Rusia invierten más en carreteras y ferrocarriles que nosotros. China está construyendo trenes más rápidos y aeropuertos más modernos. Mientras que nuestros propios ingenieros, a la hora de evaluar las infraestructuras de nuestro país, les dan un suspenso.

Debemos mejorar. Estados Unidos es el país que construyó el ferrocarril transcontinental, llevó la electricidad a las comunidades rurales y construyó el sistema de autopistas interestatales. Los puestos de trabajo creados por esos proyectos no fueron sólo los de quienes tendían las vías o ponían el asfalto. Fueron los de las empresas que se establecían junto a las nuevas estaciones de tren o las salidas de las autopistas.

Durante los dos últimos años, hemos empezado a reconstruir para el siglo XXI, un proyecto que ha generado miles de puestos de trabajo seguros para el maltrecho sector de la construcción. Esta noche, propongo que redoblemos esos esfuerzos.

Vamos a poner a más personas a reparar carreteras y puentes. Garantizaremos que haya dinero para sufragar este programa, atraeremos las inversiones privadas y escogeremos los proyectos en función de lo que más convenga a la economía no a los políticos.

Nuestro objetivo es que, en un plazo de 25 años, el 80% de los estadounidenses tenga acceso al tren de alta velocidad, que permitirá llegar a los sitios en la mitad de tiempo que en coche. Para algunos viajes, será incluso más rápido que volar, y sin los registros corporales. En estos momentos, ya están en marcha nuevas rutas en California y el Medio Oeste.

Durante los próximos cinco años haremos posible que las empresas desplieguen la siguiente generación de cobertura wi-fi de alta velocidad al 98% de los estadounidenses. No se trata sólo de tener internet más rápido y menos llamadas que se cortan. Se trata de conectar todos los rincones de Estados Unidos a la era digital. Se trata de que en una comunidad rural de Iowa o Alabama, los agricultores y los dueños de pequeños negocios puedan vender sus productos en todo el mundo. Se trata de que un bombero pueda descargarse los planos de un edificio en llamas a su dispositivo manual; de que un estudiante pueda asistir a clase con un libro de texto digital; o de que un paciente pueda hablar por vídeo con su médico.

Todas estas inversiones »en innovación, educación e infraestructuras» harán que Estados Unidos sea un lugar mejor para hacer negocios y crear empleo. Ahora bien, para ayudar a que nuestras empresas sean competitivas, debemos acabar también con los obstáculos que entorpecen su camino hacia el éxito.

A lo largo de los años, los lobbies han conseguido manipular las leyes fiscales para que salieran beneficiadas empresas e industrias concretas. Quienes disponen de contables o abogados capaces de sortear el sistema pueden acabar no pagando ningún impuesto. Los demás, por el contrario, sufren unos tipos de impuestos de sociedades que están entre los más elevados del mundo. No tiene sentido, y es preciso que cambie.

Por eso, esta noche, pido a demócratas y republicanos que simplifiquen el sistema. Hay que deshacerse de las trampas. Dar auténtica igualdad de oportunidades a todos. Y utilizar el dinero ahorrado para rebajar el impuesto de sociedades por primera vez en 25 años, sin que eso aumente nuestro déficit.

Para ayudar a las empresas a vender más en el extranjero, nos hemos propuesto duplicar nuestras exportaciones de aquí a 2014, porque, cuanto más exportemos, más empleo crearemos. Nuestras exportaciones ya han aumentado. Hace poco firmamos unos acuerdos con India y China que van a sostener más de 250.000 puestos de trabajo en Estados Unidos. Y el mes pasado, concluimos un acuerdo comercial con Corea del Sur que sostendrá, al menos, 70.000 puestos. Se trata de un acuerdo que ha contado con un apoyo sin precedentes tanto de los empresarios como de los trabajadores, los demócratas y los republicanos, y pido al Congreso que lo apruebe lo antes posible.

Antes de tomar posesión, dejé claro que iba a hacer respetar nuestros acuerdos comerciales y que sólo firmaría tratados que contaran con el apoyo de nuestros trabajadores y promovieran el empleo en nuestro país. Es lo que hicimos con Corea y es lo que tenemos intención de hacer en los acuerdos que estamos negociando con Panamá y Colombia y en nuestras negociaciones comerciales con Asia Pacífico y el resto del mundo.

Con el fin de eliminar obstáculos al crecimiento y la inversión, he ordenado una revisión de las normativas del gobierno. Cuando encontremos normas que supongan un lastre innecesario para las empresas, las modificaremos. Pero no voy a dudar a la hora de crear o reforzar salvaguardias lógicas para proteger a los ciudadanos estadounidenses. Es lo que estamos haciendo en este país desde hace más de un siglo. Por eso es seguro consumir nuestros alimentos, beber nuestra agua y respirar nuestro aire. Por eso tenemos límites de velocidad y leyes sobre el trabajo infantil. Por eso, el año pasado, instauramos protecciones al consumidor frente a las tarifas y penalizaciones ocultas de las compañías de tarjetas de crédito, además de nuevas normas para prevenir otra crisis financiera. Y por eso hemos aprobado una reforma que, por fin, impide que la industria de las aseguradoras se aproveche de los pacientes.

He oído rumores de que algunos de ustedes tienen objeciones a la nueva ley de sanidad. Quiero ser el primero en decir que todo es mejorable. Si tienen ideas sobre cómo mejorar esta ley, hacer que la atención sea mejor o más asequible, estoy deseando colaborar con ustedes. Podemos empezar ahora mismo, corrigiendo un fallo de la ley que impone una carga contable innecesaria a las pequeñas empresas.

Lo que no estoy dispuesto a hacer es volver a los tiempos en los que las aseguradoras podían negar a alguien la asistencia por alguna enfermedad previa. No estoy dispuesto a decir a James Howard, enfermo de cáncer de cerebro en Texas, que es posible que no cubran su tratamiento. No estoy dispuesto a decir a Jim Houser, un pequeño empresario de Oregon, que tiene que volver a pagar 5.000 dólares más para cubrir a sus empleados. En estos momentos, esta ley ha conseguido que las medicinas con receta sean más baratas para la tercera edad y ha dado a los estudiantes sin seguro la posibilidad de permenecer cubiertos por el de sus padres. De modo que, en lugar de volver a librar las batallas de los dos últimos años, vamos a arreglar lo que hace falta y a seguir avanzando.

Y ahora, el último paso "un paso fundamental" para conquistar el futuro es asegurarnos de no acabar enterrados bajo una montaña de deuda.

Vivimos con un legado de gasto deficitario que comenzó hace casi 10 años. Y después de la crisis financiera, ha hecho falta una parte para mantener el flujo crediticio, salvar puestos de trabajo y poner dinero en el bolsillo de la gente.

Pero ahora que lo peor de la recesión ha pasado, debemos afrontar el hecho de que nuestro gobierno gasta más de lo que recauda. Eso es insostenible. Cada día, las familias se sacrifican para vivir dentro de sus posibilidades, y se merecen un gobierno que haga lo mismo.

Por eso, esta noche, propongo que, a partir de este año, congelemos el gasto interno anual durante los cinco próximos años. Eso reduciría el déficit en más de 400.000 millones de dólares durante los próximos 10 años, y producirá el gasto discrecional proporcionalmente más bajo desde la presidencia de Dwight Eisenhower.

Esta congelación exigirá recortes dolorosos. Ya hemos congelado los sueldos de nuestros esforzados funcionarios federales durante los dos próximos años. He propuesto recortes en cosas que me interesan profundamente, como los programas de acción comunitaria. El Secretario de Defensa también ha aceptado reducir el gasto en decenas de miles de millones de dólares sin los que sus generales y él piensan que nuestro ejército puede vivir a la perfección.

Reconozco que algunos miembros de esta Cámara ya han propuesto recortes más drásticos, y estoy dispuesto a eliminar todo aquello de lo que verdaderamente podamos prescindir. Pero debemos estar seguros de que no pagan el pato nuestros ciudadanos más vulnerables. Y debemos estar seguros de que lo que recortamos es verdaderamente un lastre. Reducir el déficit a base de destruir las inversiones en innovación y educación es como quitar el motor de un avión sobrecargado para aligerarlo. Al principio podrá parecer que vuela más alto, pero pronto se sentirá el impacto.

La mayoría de los recortes y ahorros que he propuesto no afectan más que al gasto interno anual, que representa poco más del 12% de nuestro presupuesto. Para avanzar más, debemos dejar de pensar que eso va a ser suficiente. No lo es.

La Comisión Fiscal que creé el año pasado, formada por los dos partidos, lo dejó muy claro. No estoy de acuerdo con todas sus propuestas, pero han hecho progresos importantes. Y su conclusión es que la única forma de abordar nuestro déficit es reducir el gasto excesivo en cualquier lugar que lo encontremos: gasto interno, gasto de defensa, gasto de sanidad y el gasto que suponen las reducciones y las trampas fiscales.

Eso significa disminuir aún más los costes sanitarios, incluidos programas como Medicare y Medicaid, que son los mayores contribuyentes a nuestro déficit a largo plazo La reforma de la sanidad reducirá el aumento de los costes, que es una de las razones por las que los economistas no sectarios han dicho que revocar la ley de sanidad añadiría 250.000 millones dólares a nuestro déficit. No obstante, estoy dispuesto a ver otras ideas para reducir los costes, incluida una que sugirieron los republicanos el año pasado: la reforma de las normas sobre negligencia medida para controlar el número de demandas frívolas.

Si queremos sentar unas bases sólidas, deberíamos también encontrar una solución bipartidista que nos permita reformar la Seguridad Social para las generaciones futuras. Y debemos hacerlo sin poner en peligro a los jubilados actuales, los más vulnerables, ni a las personas con discapacidades; sin recortar las prestaciones a las generaciones futuras; y sin someter las pensiones garantizadas de los ciudadanos a los caprichos de la bolsa.

Y, si de verdad nos preocupa nuestro déficit, no podemos permitirnos una prolongación permanente de los recortes fiscales para el 2% más rico de los estadounidenses. Antes de quitar dinero a las escuelas y becas a los estudiantes, debemos pedir a los millonarios que renuncien a sus exenciones fiscales.

No se trata de castigarles por su éxito. Se trata de promover el éxito de Estados Unidos.

En realidad lo mejor que podríamos hacer con los impuestos para todos los ciudadanos sería simplificar el código impositivo individual. Será difícil, pero varios miembros de los dos partidos se han mostrado interesados en hacerlo, y yo estoy listo para trabajar con ellos.

Así, pues, ha llegado el momento de actuar. Ha llegado la hora de que los dos lados y las dos cámaras del Congreso "y tanto los demócratas como los republicanos" elaboren un compromiso de principios que permita avanzar. Si tomamos ahora las decisiones difíciles para controlar nuestro déficit, podremos hacer las inversiones necesarias para conquistar el futuro.

Voy a ir un poco más allá. No sólo debemos dar a nuestros ciudadanos un gobierno que sea más asequible. Debemos darles un gobierno que sea más competente y eficaz. No podemos conquistar el futuro con un gobierno del pasado.

Vivimos y trabajamos en la era de la información, pero la última gran reorganización de la Administración se produjo en la era de la televisión en blanco y negro.

Existen 12 organismos diferentes encargados de las exportaciones. Hay al menos cinco entidades distintas que se ocupan de la política de vivienda. Y está mi ejemplo favorito: El Departamento del Interior es responsable del salmón mientras está en agua dulce, pero, cuando están en agua salada, se ocupa de ellos el Departamento de Comercio. Y creo que es todavía más complicado después de ahumado.

Por supuesto, hemos avanzado enormemente en los dos últimos años en el uso de la tecnología y a la hora de librarnos de lo que sobra. Los veteranos de guerra pueden ya descargarse sus expedientes médicos electrónicos con un clic de ratón. Estamos vendiendo hectáreas de locales federales para oficinas que llevan años sin usarse, y vamos a eliminar trámites burocráticos para deshacernos de más. Pero tenemos que pensar en términos más amplios. En los próximos meses, mi gobierno elaborará una propuesta para fusionar, consolidar y reorganizar la Administración federal de forma que contribuya a alcanzar el objetivo de que Estados Unidos sea más competitivo.

Presentaré dicha propuesta al Congreso para someterla a votación, y presionaremos para conseguir que se apruebe.

En este próximo año, trabajaremos también para restaurar la fe de la gente en la institución del gobierno. Como el ciudadano merece saber con exactitud cómo y dónde se gasta el dinero de sus impuestos, vamos a crear una página web que permita entrar y obtener esa información por primera vez en la historia. Como el ciudadano merece saber cuándo se reúnen sus representantes electos con miembros de algún lobby, pido al Congreso que haga lo que ya ha hecho la Casa Blanca: colocar esa infomación en la red. Y como el pueblo estadounidense merece saber que los grupos de intereses especiales no están cargando las leyes con sus proyectos favoritos, ambos partidos deben saber que, si a mi mesa llega un proyecto de ley con cláusulas interesadas, lo vetaré.

Un gobierno para el siglo XXI, que sea abierto y competente. Un gobierno que viva dentro de sus posibilidades. Una economía impulsada por nuevas aptitudes y nuevas ideas. Para triunfar en este mundo nuevo y cambiante necesitaremos reformas, responsabilidad e innovación. Y necesitaremos también abordar ese mundo con un nuevo grado de compromiso en nuestras relaciones internacionales.

Así como los puestos de trabajo y las empresas pueden traspasar fronteras, también pueden hacerlo las nuevas amenazas y los nuevos problemas. No hay un muro que separe el Este de Occidente; no hay ninguna superpotencia rival contra nosotros.

Por consiguiente, debemos derrotar a los enemigos obstinados en cualquier lugar en el que estén y construir coaliciones que superen los límites de las regiones, las razas y las religiones. El ejemplo moral de Estados Unidos debe brillar de forma constante para todos los que anhelan la libertad, la justicia y la dignidad. Y, gracias a que ya hemos comenzado esta tarea, esta noche podemos decir que se ha renovado el liderazgo estadounidense y se ha restaurado nuestro prestigio.

Fijémonos en Irak, donde casi 100.000 de nuestros valerosos hombres y mujeres se han retirado con la cabeza bien alta; Donde las patrullas de combate norteamericanas han concluido su tarea; la violencia ha disminuido y se ha formado un nuevo gobierno. Este año, nuestros enviados civiles establecerán una relación duradera con el pueblo iraquí, mientras culminamos la tarea de sacar a nuestras tropas del país. Estados Unidos ha respetado su compromiso; la guerra de Irak está a punto de terminar.

Evidentemente, Al Qaeda y sus afiliados siguen planeando ataques contra nosotros. Gracias a nuestros servicios de inteligencia y de policía, hemos desbaratado varias tramas y hemos asegurado nuestras ciudades y nuestros cielos. Y, cuando los extremistas tratan de inspirar actos violentos dentro de nuestro territorio, nosotros reaccionamos con la fortaleza de nuestras comunidades, el respeto al imperio de la ley y la convicción de que los estadounidenses de fe musulmana forman parte de nuestra gran familia.

También hemos llevado la lucha contra Al Qaeda y sus aliados al extranjero. En Afganistán, nuestras tropas han tomado bastiones talibanes y han entrenado a las Fuerzas Afganas de Seguridad. Nuestro fin está claro: al impedir que los talibanes restablezcan su poder absoluto sobre el pueblo afgano, evitaremos que Al Qaeda tenga el refugio que sirvió de trampolín desde el que se lanzó el 11-S.

Gracias a nuestros heroicos militares y civiles, cada vez hay menos afganos bajo el poder de los insurgentes. Nos esperan aún duros combates, y las autoridades afganas deberán gobernar mejor, pero estamos contribuyendo a capacitar a sus ciudadanos y construyendo una relación duradera con ellos. Este año colaboraremos con casi 50 países para iniciar una transición hacia un gobierno verdaderamente autóctono. Y en julio empezaremos a traer a nuestras tropas a casa.

En Pakistán, el liderazgo de Al Qaeda no sufría tantas presiones desde 2001. Sus líderes y sus agentes ya no están en el campo de batalla. Sus refugios son cada vez menos numerosos. Y hemos enviado un mensaje desde la frontera con Afganistán hasta la Península Arábiga y a todos los rincones del globo: no vamos a ceder, no vamos a rendirnos, y acabaremos derrotándolos.

También es posible ver el liderazgo de Estados Unidos en el esfuerzo para controlar las peores armas de la guerra. Tanto republicanos como demócratas aprobaron el nuevo tratado START, de modo que vamos a desplegar menos armas nucleares y plataformas de lanzamiento. Hemos conseguido poner de acuerdo a todo el mundo y en todos los continentes están poniéndose los materiales nucleares a buen recaudo para que no caigan jamás en manos de terroristas.

Gracias a un esfuerzo diplomático para lograr que Irán cumpla sus obligaciones, el gobierno de dicho país se enfrenta hoy a unas sanciones más duras y estrictas que nunca. Y en la Península de Corea, estamos del lado de nuestro aliado, Corea del Sur, además de insistir en que Corea del Norte cumpla su compromiso de abandonar las armas nucleares.

Éstos no son más que unos ejemplos de cómo estamos contribuyendo a construir un mundo que prefiere la paz y la prosperidad. Junto con nuestros aliados europeos, hemos revitalizado la OTAN y hemos aumentado nuestra cooperación en todos los aspectos, desde la lucha antiterrorista hasta la defensa antimisiles.

Hemos reiniciado desde cero nuestras relaciones con Rusia, hemos reforzado las alianzas en Asia, y hemos establecido nuevas relaciones con países como India. En marzo viajaré a Brasil, Chile y El Salvador con el fin de crear nuevas alianzas para el progreso en América. En todo el mundo, estamos del lado de quienes asumen sus responsabilidades: ayudamos a los agricultores a cultivar más alimentos; ayudamos a los médicos que cuidan a los enfermos; combatimos la corrupción que puede descomponer una sociedad y arrebatar las oportunidades a un pueblo.

Los últimos acontecimientos nos han demostrado que lo que debe caracterizarnos no es sólo nuestro poder, sino con qué fin lo utilizamos. En Sudán del Sur, con nuestra ayuda, la gente pudo votar por fin a favor de la independencia, tras años de guerra. Miles de personas hicieron cola antes del amanecer. La gente bailaba en las calles. Un hombre que había perdido a cuatro hermanos en la guerra resumió la escena que le rodeaba: "Éste ha sido un campo de batalla durante casi toda mi vida. Ahora queremos ser libres".

Ese mismo deseo de ser libres lo hemos visto en Túnez, donde la voluntad del pueblo ha resultado más poderosa que los mandatos de un dictador. Y esta noche debemos dejar algo muy claro: Estados Unidos está junto al pueblo de Túnez y apoya las aspiraciones democráticas de todo el mundo.

No debemos olvidar nunca que las cosas por las que hemos trabajado y por las que luchamos en su día son ideas vivas en los corazones de la gente en todas partes. Y debemos recordar siempre que los que más peso han soportado en esta lucha son los hombres y mujeres que sirven a nuestro país en las fuerzas armadas.

Quiero que esta noche seamos unánimes al reafirmar que nuestra nación apoya sin fisuras a nuestros soldados y sus familias. Quiero que estemos a su servicio como ellos han estado al nuestro, proporcionándoles el equipamiento que necesitan, ofreciéndoles la atención y las prestaciones que se han ganado, e incorporando a nuestros veteranos a la gran tarea de construir nuestra nación.

Nuestros soldados proceden de todos los rincones de nuestro país: son negros, blancos, hispanos, asiáticos e indios americanos. Son cristianos e hindúes, judíos y musulmanes. Y, en efecto, sabemos que algunos son homosexuales. A partir de este año, no se prohibirá a ningún ciudadano que sirva al país que ama por culpa de a quién ama. Y con ese cambio, pido a todos nuestros campus universitarios que abran las puertas a los encargados del reclutamiento y al Cuerpo de Oficiales en la Reserva. Ya es hora de que dejemos atrás las divisiones del pasado. Ya es hora de que avancemos hacia adelante como una misma nación.

No debemos hacernos ilusiones sobre la labor que nos aguarda. Reformar nuestras escuelas; cambiar nuestra forma de utilizar la energía; reducir nuestro déficit: ninguna de estas cosas es fácil. Todas costarán tiempo. Y será aún más difícil porque discutiremos sobre todo. El coste. Los detalles. La letra de cada ley.

Por supuesto, algunos países no tienen este problema. Si el gobierno central quiere un ferrocarril, consigue un ferrocarril; aunque tenga que derribar un montón de casas. Si no quiere que aparezca una información negativa en el periódico, no se escribe.

Sin embargo, por muy discutidora, frustrante y caótica que pueda ser a veces nuestra democracia, sé que no hay aquí una sola persona que estuviera dispuesta a cambiarse por ningún otro país del mundo.

Podemos tener diferencias políticas, pero todos creemos en los derechos consagrados en nuestra Constitución. Podemos tener opiniones diferentes, pero creemos en la misma promesa de que éste es un lugar en el que uno puede prosperar si lo intenta. Podemos tener antecedentes diversos, pero creemos en el mismo sueño que dice que éste es un país en el que todo es posible. Da igual quién seas. Da igual de dónde vengas.

Ese sueño es el motivo por el que puedo estar esta noche antes ustedes. Ese sueño es el motivo por el que un chico de clase obrera de Scranton puede estar detrás de mí. Ese sueño es el motivo por el que alguien que empezó barriendo el suelo del bar de su padre en Cincinnati puede ser hoy presidente de la Cámara de Representantes en el país más importante del mundo.

Ese sueño "ese Sueño Americano" es lo que empujó a los hermanos Allen a reinventar su empresa de tejados para una nueva era. Es lo que empujó a esos alumnos de Forsyth Tech a aprender nuevas aptitudes y preparar su futuro. Y ese sueño es la historia de un pequeño empresario llamado Brandon Fisher.

Brandon creó una empresa en Berlin, Pennsylvania, especializada en un nuevo tipo de tecnología de perforación. Un día, el verano pasado, vio en las noticias que, en el otro extremo del mundo, había 33 hombres atrapados en una mina chilena, y nadie sabía cómo rescatarlos.

Pero Brandon pensó que su empresa podía ayudar. Así que diseñó un plan de rescate que más tarde se denominaría Plan B. Sus empleados trabajaron sin descanso para fabricar el equipo de perforación necesario. Y Brandon se fue a Chile.

Junto con otras personas, empezó a perforar un agujero de más de 600 metros en la tierra, trabajando turnos de tres o cuatro días seguidos, sin dormir. Treinta y siete días después, el Plan B triunfó, y los mineros fueron rescatados. Pero, como no quería ser el foco de atención, Brandon no estaba allí cuando los mineros salieron a la superficie. Había vuelto ya a casa, a trabajar en su siguiente proyecto.

Más tarde, uno de sus empleados dijo a propósito del rescate: "Probamos que Center Rock es una empresa pequeña capaz de hacer grandes cosas".

Hacemos grandes cosas. Desde los primeros tiempos de nuestra fundación, Estados Unidos ha sido un país de gente corriente que se atreve a soñar. Así es cómo conquistamos el futuro.

Somos una nación que dice: "Puede que no tenga mucho dinero, pero tengo esta gran idea para una empresa nueva. Puede que en mi familia no haya títulos universitarios, pero yo voy a ser el primero en obtenerlo. Puede que no conozca a esas personas que están pasándolo mal, pero creo que puedo ayudarles, y necesito intentarlo. No estoy seguro de cómo vamos a llegar a ese lugar mejor que hay más allá del horizonte, pero sé que llegaremos, Lo sé".

Hacemos grandes cosas. La idea de Estados Unidos perdura. Nuestro destino sigue siendo una elección nuestra. Y esta noche, más de dos siglos después, gracias a nuestra gente, nuestro futuro está lleno de esperanza, nuestro viaje continúa y el estado de nuestra unión es fuerte.

Gracias, Dios les bendiga y Dios bendiga los Estados Unidos de América.

Origen e historia de los discursos presidenciales “Estado de la Nación”

El discurso conocido en Inglés como State of the Union es una obligación constitucional de los presidentes de Estados Unidos

Por Bridget Hunter

Washington.
El presidente Obama se dirijió a los líderes del gobierno federal de Estados Unidos anoche, cumpliendo con una obligación constitucional así como siguiendo una tradición de larga data de los presidentes estadounidenses.

La Constitución de Estados Unidos exige al presidente que informe al Congreso “ocasionalmente” sobre el “Estado de la Unión”. Este requisito constitucional ha evolucionado hasta llegar a ser el discurso anual del presidente sobre el Estado de la Unión, que ahora tiene varios propósitos: El discurso informa sobre la condición de Estados Unidos tanto a nivel nacional como internacional, recomienda una agenda legislativa para el año que comienza y ofrece al presidente la oportunidad de comunicar su visión para el país.

En su segundo discurso sobre el Estado de la Unión, Obama se centró principalmente en sus prioridades a nivel nacional, pero también describió las metas de su administración en lo que se refiere a política exterior. El éxito en lograr sus metas dependerá en gran parte de cuán hábilmente pueda trabajar Obama con el Congreso y cuán eficazmente pueda superar la división partidista entre republicanos y demócratas, algo de lo que el presidente está plenamente consciente. En el Congreso 112, el control de la Cámara de Representantes ha pasado al partido Republicano, aunque el partido Demócrata aún tiene la mayoría de los escaños en el Senado.

Como los hizo en 2010, el presidente instó a la unidad de los estadounidenses y al cambio en el tono de la política de Estados Unidos, a un enfoque bipartidista para gobernar, y a centrarse en servir al público en lugar de hacer avanzar las ambiciones políticas.

HISTORIA DEL DISCURSO

La tradición del discurso del Estado de la Unión data de 1790 cuando George Washington, el primer presidente de Estados Unidos pronunció su “Mensaje anual” ante el Congreso en la Ciudad de Nueva York, que entonces era la capital provisional de Estados Unidos. Su sucesor, John Adams, continuó con la tradición.

Sin embargo el tercer presidente del país, Thomas Jefferson, consideraba que tales y elaborados eventos no eran adecuados para la nueva república democrática. Preparó un mensaje por escrito en lugar de comparecer en persona. La influencia de Jefferson fue tal que durante más de un siglo después de él, los presidentes posteriores entregaban mensajes anuales por escrito al Congreso.

En las primeras décadas de la república, la mayoría de estos comunicados eran listas de las propuestas de ley que el presidente deseaba que el Congreso aprobara, reflexiones sobre el tenor de los tiempos y los problemas prácticos que surgían durante el desarrollo del joven país de Estados Unidos. Los comentarios también trataban de la situación internacional y el lugar de Estados Unidos en el mundo.

Durante la crisis que, más que ninguna otra, amenazó la propia existencia de la Unión de Estados Unidos, la Guerra Civil, Abraham Lincoln escribió el que probablemente sea el más elocuente y memorable de todos los mensajes presidenciales que se hayan enviado al Congreso.

“Al liberar a los esclavos, aseguramos la libertad de los libres — igualmente honorable en lo que otorgamos y lo que preservamos”, escribió Lincoln en 1862.

En 1913, Woodrow Wilson revivió la práctica de pronunciar el mensaje anual en persona. Esta decisión se produjo en el momento adecuado pues Estados Unidos estaba en vísperas de una revolución de los medios de comunicación de masas que pronto introduciría a los presidentes en los hogares de los estadounidenses, primero por medio de la radio, y después por la televisión.

Con la elección de Franklin Delano Roosevelt en 1932, los estadounidenses se acostumbraron a escuchar a sus presidentes en la radio así como a verlos y escucharlos en los informativos de noticias que se mostraban en los cines.

En 1945, el mensaje anual se hizo conocido formalmente como el discurso del Estado de la Unión. También se convirtió en algo habitual en la televisión, así como en la radio, al haber aumentado grandemente las ventas de aparatos de televisión en la década de 1950. Al reconocer el poder de la televisión para hacer llegar las palabras del presidente a una gran audiencia, el presidente Lyndon Johnson cambió la hora del discurso de su tradicional mediodía hasta la noche, cuando más televidentes podían verlo.

La tradición de la respuesta de la oposición comenzó en 1966 cuando dos congresistas republicanos, entre los que estaba el futuro presidente Gerald Ford, pronunciaron una respuesta republicana que fue televisada luego del discurso del Estado de la Unión pronunciado por el presidente Johnson.