sábado, 1 de noviembre de 2014

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: VIRGINIDAD, UNA DECISION PERSONAL

  
           En la cultura latinoamericana, en la que la Iglesia católica tradicionalmente ha tenido un papel determinante, el tema de la virginidad ha vivido envuelto con el mismo tabú y ambivalencia que cualquier otro tema relacionado con la sexualidad; y no solo por el papel de la Iglesia católica, sino también y sobre todo, por otro aspecto, mucho más poderoso, característico de nuestra cultura, el machismo. Porque si bien la Iglesia católica, teóricamente, aplicaba el mismo rasero para hombres y mujeres, el aspecto machista de nuestra cultura ha discriminado marcadamente a la mujer, de modo que lo que la Iglesia prohibía, la cultura no solo lo permitía, sino que lo alentaba y lo elogiaba en el hombre, a la vez que lo prohibía y avergonzaba en la mujer.

Nunca he dejado de preguntarme por qué el mismo hecho, compartido por hombre y mujer, era visto de tan diferente manera para uno y para otra. Quizá porque eso de “compartir” una experiencia sexual no es visto realmente como compartir, sino que hay un sujeto activo agresor con el derecho y el deber de tomar la iniciativa, y un sujeto pasivo con el “deber” (no sé si también el derecho) de defenderse. De esa misma manera ha sido visto el tema de la virginidad. La Iglesia y la cultura machista iban de la mano para preservársela a la mujer, mientras que en el caso del hombre el desacuerdo era total, aparentemente, aunque claramente imperaba la cultura machista para avergonzar la virginidad masculina, y la iglesia se mostraba tolerante.

En los últimos tiempos, la cultura, ayudada por la creciente influencia de los medios de comunicación y de otras culturas, ya no castiga con la misma severidad a la mujer por lo mismo que sigue elogiando al hombre, quizá porque esa influencia externa ha quitado gran parte del tabú, y quizá porque está dictando otras formas de ver las cosas, entre ellas, que la relación sexual no solamente es permitida independientemente del estado civil de la persona, sino que la relación sexual es un juego, un juego casi obligado, y que la virginidad es vergonzosa; no solo para él, sino incluso para ella también.

Ello genera una enorme y cada vez más precoz presión en la adolescencia hacia la experiencia sexual, de modo que muchos adolescentes de ambos géneros se ven empujados hacia el sexo por la presión social y de los medios de comunicación más que por su propia iniciativa. La adolescencia es la etapa de la vida en la que se aprende a ser adulto. Por ello aún no se tienen, normalmente, criterios propios, sino que se buscan en el medio social externo, que no en el familiar, porque éste es el medio del el que tratan de desvincularse; y por ello la influencia externa y la presión social son tan fuertes a esta edad en la que nadie quiere ser diferente y “quedarse afuera”. Como resultado, tenderán a hacer lo que otros dictan y, lógicamente, no a seguir criterios propios que aún no tienen, o son débiles.

Lo llamativo de todo ello es que no solo siempre ha habido, sino que sigue habiendo poderosos factores externos, llámese Iglesia, cultura machista, presión social, o medios de comunicación, que dictan “lo que hay que hacer”, avergüenzan y marginan al que hace otra cosa, y no dan opción a las decisiones personales, ni siquiera en temas que son muy personales, entre ellos, el de la virginidad. Es llamativo también que las mismas voces que claman por las libertades (libertad sexual, entre otras), no permitan decidir libremente abrazar la virginidad y abstenerse de la relación sexual, tanto en ellos como en ellas.


Tanto la relación sexual como la virginidad o la abstinencia, en ellos y en ellas por igual, son opciones y decisiones muy personales. Tanto la decisión en un sentido como en otro necesita de cierta madurez, por lo que no debe ser tomada precozmente; la sexualidad no es un simple juego. El acceso a la relación sexual precoz más difícilmente permitirá adquirir la adecuada madurez en temas de sexualidad, al igual que cuando la virginidad tardía no es consecuencia de una decisión personal, sino de traumas derivados de dictados religiosos o culturales.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.  

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