Nunca he
dejado de preguntarme por qué el mismo hecho, compartido por hombre y mujer,
era visto de tan diferente manera para uno y para otra. Quizá porque eso de
“compartir” una experiencia sexual no es visto realmente como compartir, sino
que hay un sujeto activo agresor con el derecho y el deber de tomar la
iniciativa, y un sujeto pasivo con el “deber” (no sé si también el derecho) de
defenderse. De esa misma manera ha sido visto el tema de la virginidad. La
Iglesia y la cultura machista iban de la mano para preservársela a la mujer,
mientras que en el caso del hombre el desacuerdo era total, aparentemente, aunque
claramente imperaba la cultura machista para avergonzar la virginidad
masculina, y la iglesia se mostraba tolerante.
En los
últimos tiempos, la cultura, ayudada por la creciente influencia de los medios
de comunicación y de otras culturas, ya no castiga con la misma severidad a la
mujer por lo mismo que sigue elogiando al hombre, quizá porque esa influencia
externa ha quitado gran parte del tabú, y quizá porque está dictando otras
formas de ver las cosas, entre ellas, que la relación sexual no solamente es
permitida independientemente del estado civil de la persona, sino que la
relación sexual es un juego, un juego casi obligado, y que la virginidad es
vergonzosa; no solo para él, sino incluso para ella también.
Ello genera
una enorme y cada vez más precoz presión en la adolescencia hacia la experiencia
sexual, de modo que muchos adolescentes de ambos géneros se ven empujados hacia
el sexo por la presión social y de los medios de comunicación más que por su
propia iniciativa. La adolescencia es la etapa de la vida en la que se aprende
a ser adulto. Por ello aún no se tienen, normalmente, criterios propios, sino
que se buscan en el medio social externo, que no en el familiar, porque éste es
el medio del el que tratan de desvincularse; y por ello la influencia externa y
la presión social son tan fuertes a esta edad en la que nadie quiere ser
diferente y “quedarse afuera”. Como resultado, tenderán a hacer lo que otros
dictan y, lógicamente, no a seguir criterios propios que aún no tienen, o son
débiles.
Lo llamativo
de todo ello es que no solo siempre ha habido, sino que sigue habiendo
poderosos factores externos, llámese Iglesia, cultura machista, presión social,
o medios de comunicación, que dictan “lo que hay que hacer”, avergüenzan y
marginan al que hace otra cosa, y no dan opción a las decisiones personales, ni
siquiera en temas que son muy personales, entre ellos, el de la virginidad. Es
llamativo también que las mismas voces que claman por las libertades (libertad
sexual, entre otras), no permitan decidir libremente abrazar la virginidad y
abstenerse de la relación sexual, tanto en ellos como en ellas.
Tanto la
relación sexual como la virginidad o la abstinencia, en ellos y en ellas por
igual, son opciones y decisiones muy personales. Tanto la decisión en un
sentido como en otro necesita de cierta madurez, por lo que no debe ser tomada
precozmente; la sexualidad no es un simple juego. El acceso a la relación
sexual precoz más difícilmente permitirá adquirir la adecuada madurez en temas
de sexualidad, al igual que cuando la virginidad tardía no es consecuencia de
una decisión personal, sino de traumas derivados de dictados religiosos o
culturales.
Acerca de la Dra. Mendoza
Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y
Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas
en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993,
en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el
ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la
colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en
ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la
necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también
con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir,
Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador.
He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la
atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido
establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a
distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo
cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque
esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental
que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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