sábado, 10 de octubre de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: NO ES MAS FELIZ QUIEN MAS TIENE, SINO QUIEN MENOS NECESITA


Probablemente hemos escuchado o leído esto numerosas veces, y aunque una momentánea reflexión tiende a llevarnos a pensar que es muy cierto, la verdad es que no nos lo creemos mucho en el fondo. O, al menos no mucho lo ponemos en práctica. De igual forma sucede con eso de que “el dinero no da la felicidad”. Y es que tenemos muy arraigada en la cabeza la idea de medir la riqueza con dinero o con posesiones materiales, que, a fin de cuentas, se consiguen con dinero. Pensamos que eso de “riqueza cultural”, “riqueza educativa”, o “riqueza interior” son solo formas de hablar, y difícilmente nos planteamos que la riqueza pueda consistir realmente en eso.

Y menos aún nos planteamos que la riqueza pueda consistir en, simplemente, ser feliz, que en el fondo es lo que casi todos persiguen. Más bien pensamos al contrario, que la felicidad consiste en ser ricos (materialmente, claro). Y eso que casi todos persiguen no muchos consiguen, al menos en gran medida, porque en esto de la felicidad no podemos hablar en términos absolutos. Y entre quienes la consiguen son pocos los que lo hacen gracias al dinero, aunque les cueste aceptarlo. Y de quienes la encuentran siendo económicamente ricos, casi siempre es a través de utilizar su riqueza para ayudar a otros más necesitados, con lo que no es la riqueza lo que realmente les hace felices, sino la solidaridad.

Cuando a un rico que busca la felicidad a través de la riqueza se le pregunta “¿Es usted feliz?” es probable encontrar respuestas como “Sí, soy feliz, pues tengo tanto dinero, tantas casas, carros de lujo, etc.” es decir, como que todo eso ni siquiera es el camino para… sino que es la felicidad en sí misma. Disculpe, no le he preguntado por lo que tiene, sino solo si es feliz, y usted no sabe de qué se trata eso de la felicidad. Otros admitirán que no lo son, pues la riqueza material no solo no les ha conducido al objetivo, sino que les ha generado problemas paralelos de estrés, de envidias y de pugnas a su alrededor que imposibilitan aún más esa sensación de felicidad.

Y tanto unos como otros tenderán a sentirse desconcertados o a envidiar a aquella persona que se ve feliz en la sencillez de su vida cotidiana, y a preguntarse cómo lo consigue. Y, sin embargo, ni unos ni otros renunciarían a nada de esa riqueza para tratar de ser felices de otra forma; unos porque no saben en qué consiste eso, y los otros porque no confían en poder encontrar la felicidad de otra manera tampoco, y ante tal situación, es mejor la seguridad que da el tener dinero, que la zozobra que da el no tenerlo (como si las cosas fuesen blancas o negras). Hay también quienes no persiguen la felicidad, porque, simplemente no creen en ella; solo creen en el dinero con todas sus cosas buenas y malas. No creer en la felicidad es síntoma obvio de no saber de no conocerla ni saber de qué se trata.

Pero la gran mayoría de los que experimentan la felicidad dan fe de que no tiene nada que ver con el dinero, o, mejor dicho, con el exceso de dinero, aunque sí tiene que ver en mayor o menor medida con no pasar penurias económicas. Y dan fe también de que tiene que ver con no tener mucho estrés, con estar en paz con todos y con todo, y tener la conciencia tranquila (de verdad, no de palabra), con unas buenas relaciones humanas, especialmente con las personas más cercanas (familia), con realizar los trabajos o actividades preferidas, con la solidaridad con otros, y, sobre todo, con valorar lo inmaterial por encima de lo material, y lo que se tiene, por encima de lo que no se tiene.

En definitiva, la felicidad parece depender en buena medida del dinero cuando éste es muy escaso, y en menor medida si ya no es tan escaso. Parece llegar un punto, cuando el dinero cubre satisfactoriamente las necesidades básicas materiales e inmateriales (educación o salud, por ejemplo), a partir del cual deja de ser un factor clave para ser feliz y son otros factores no materiales los que son más determinantes, aunque, eso sí, el dinero facilita la felicidad en tanto en cuanto sirve como medio para algunos de esos aspectos no materiales, como educación, salud, solidaridad… pero la entorpece cuando tiene un objetivo egoísta.

De todos modos, siempre hay aspectos inmateriales valiosísimos para los que no se necesita dinero: el amor, el cariño, o la amistad son gratis y tienden a ser más auténticos cuanto menos dinero se tiene. La naturaleza por sí misma ofrece infinidad de argumentos para disfrutarla enormemente y gratis; únicamente hay que sentirse parte de ella y saber ser receptivo a los paisajes del campo, del mar o del cielo, a la caricia de la brisa, al calorcito del sol (no en todas partes pueden disfrutarlo), o a la simple, y a la vez compleja, aventura de la vida animal. Si lo que le motiva es lo que ofrecen los comerciales de la televisión, o lo que tienen los vecinos, entonces tiene mal pronóstico, porque siempre necesitará más y más, y nunca tendrá suficiente.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 



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