sábado, 31 de octubre de 2015

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: DISCIPLINA

   
       Existen cuatro conceptos fundamentales referentes a la educación, todos ellos diferentes, necesarios y complementarios; que a menudo suelen ser confundidos, malinterpretados, y aplicados inconvenientemente. Se trata de la disciplina, la firmeza, la tolerancia y la flexibilidad.

       Se tiene tendencia a agrupar los dos primeros por un lado, y contraponerlos a los dos últimos, como si unos y otros constituyesen diferentes y opuestos criterios de educación, es decir, que donde imperan la disciplina y la firmeza no caben la tolerancia y la flexibilidad; y donde predominan estas últimas, fracasan la disciplina y la firmeza. No debe ser así. Los cuatro son necesarios y deben aplicarse en armonía; a veces uno, a veces otro. Dedicaré éste y los próximos blogs  a hablar de cada uno de ellos y su relación con los otros, con objeto de entender la importancia de todos ellos, y cuál es el lugar que cada uno ocupa en la educación de los hijos.

       En esta ocasión voy a referirme a la disciplina por ser el elemento central de todos ellos. Disciplina es la actitud de acatamiento de las normas que pretenden hacer lo más armónica y funcional posible, tanto la convivencia e interrelación entre los miembros de cualquier tipo de grupo humano, como, a nivel individual, la relación de uno mismo con el medio y con su propio ser. Puesto que estamos hablando de educación en el ámbito familiar, tomaremos en cuenta la versión individual de la disciplina como algo importante a inculcar en los hijos, pero nos referiremos, sobre todo, a la versión colectiva de la disciplina, tomando como grupo humano a la familia. 
       La familia tiene unas determinadas normas para su óptimo funcionamiento; algunas de las normas son generales; otras son particulares de cada familia, pero, en definitiva, lo que todas pretenden, normalmente, es lo que son los objetivos fundamentales de la familia, es decir, buscar el equilibrio emocional y satisfacer la necesidad afectiva mediante la relación armónica entre sus miembros, y ser transmisora de valores éticos y educativos a la siguiente generación. Estas normas, implícitas o explícitas, deben existir siempre.

       Los padres son los principales responsables de establecer estas nomas, y de procurar el acatamiento, el respeto y la actitud positiva hacia las mismas, tanto por parte de los hijos, como, por supuesto, de ellos mismos. Nunca cometamos el error de confundir dichas normas con exigencias caprichosas puntuales que los padres podamos tener a veces con los hijos. Por ejemplo, si el padre "ordena" al hijo que le traiga un vaso de agua, eso no es una norma familiar, y el padre no tiene ningún derecho a exigir disciplina al hijo con el pretexto de que la obediencia a los padres sí es una norma que requiere disciplina.

       Los padres están también obligados a la misma disciplina a las normas familiares, y además, deben dar ejemplo, y en el caso anterior el padre está abusando de su autoridad al tratar al hijo de forma esclavista, sin considerar que una de las normas básicas en la familia es el respeto mutuo; no solo de hijos a padres, sino de padres a hijos igualmente. Si en vez de ello, el padre le pide el vaso de agua por favor y con cariño, probablemente el hijo estará encantado de satisfacer a su padre. 
       Un problema demasiado común es que en los hogares no haya unas normas básicas claras, ni explícitas, ni siquiera implícitas. Y no existen esas normas claras porque no hay unos valores claros. Cuando existen los valores definidos, las normas aparecen por sí solas, aunque sea solo implícitamente. En estas condiciones, es imposible pedir una disciplina a algo que no existe, y frecuentemente se aplica la disciplina, completamente fuera de lugar, a situaciones puntuales caprichosas, cayendo en el despotismo. De este modo, es imposible que los hijos aprendan el sentido y la conveniencia de la disciplina.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

 Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 


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