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sábado, 5 de julio de 2014

Toma el control de tu muro en Facebook decide Quién, Cuándo y Qué debe aparecer en él

Tomado de The Wall Street Journal


Guía: cómo controlar el muro de noticias en Facebook

Por Nick Shchetko

El reciente estudio de Facebook  sobre "contagio emocional" desató un debate entre investigadores y en las redes sociales sobre si la empresa se excedió al alterar las columnas de Noticias de sus usuarios sin su conocimiento.

De hecho, Facebook ha estado utilizando algoritmos para compilar y mostrarles actualizaciones a sus miembros desde los primeros días de esta función, que fue añadida al sitio en 2006. Facebook dice que está tratando de mostrarnos las cosas que son más relevantes y que, sin su intervención, nos veríamos abrumados por las actualizaciones. Cada vez que uno ingresa a la cuenta, puede ver en promedio 1.500 publicaciones. Facebook dice que Noticias despliega alrededor de 300.
Prácticamente desde sus inicios, la red ha tenido que despejar la confusión alrededor de cómo funcionan las Noticias. Sin embargo, años después, la gente sigue sin una idea clara al respecto. A continuación, una guía básica de lo que altera el sistema nervioso central de la red social:
Qué controla las Noticias

Facebook ha estimado que clasifica "historias" en base a hasta 100.000 factores. La empresa no revela su fórmula secreta exacta pero ha empezado a dar luces sobre sus factores más importantes.
Quién, qué y cuándo: Facebook toma en cuenta quién compartió algo y si fue una foto, video o texto. Verá más actualizaciones de las personas con las que interactúa más seguido. Si hace clic en las historias de alguien en particular con frecuencia, es más probable que vea más contenido de esa persona. Si se entretiene con juegos, verá más actualizaciones de gente que también juega.

Popularidad general: el nivel de popularidad de una actualización. Importa el número de comentarios, veces compartidas y los "Me gusta". Las actualizaciones que otros califican de ofensivas o que alguien esconde deliberadamente de su biografía también son menos propensas a aparecer en sus Noticias (hay un pequeño botón en la parte superior derecha de cada actualización que le permite "esconder" cada historia en su biografía, entre otras opciones).

El reloj: también se toma en cuenta qué tan reciente es una historia aunque actualizaciones más antiguas también tienen algo de vida. Si el algoritmo piensa que esas historias antiguas son importantes, que son parte de una historia que está marcando tendencia o que ha enganchado a la gente, podrían volver a aparecer de manera prominente en la lista de noticias. Facebook dice que eso ha ayudado a la gente a leer un mayor porcentaje de historias en esa sección.

¡Nuevo empleo! Si una de sus actualizaciones recibe muchos comentarios con la palabra "Felicitaciones", dé por hecho que recibirá mucha más visibilidad. Facebook percibe que usted está compartiendo un logro importante y ese es exactamente el tipo de contenido que la red está dispuesto a "promover" entre sus amigos.

Cómo puede usted controlar sus Noticias
Además de una lista de información instantánea guardada arriba de su lista de contactos, no hay una manera que le garantice que verá cada actualización de sus amigos. Sin embargo, puede pedirle explícitamente a Facebook qué tipos de historias quisiera ver más o menos.


Reordene la cronología: una manera fácil de reordenar sus Noticias es cambiar la manera de presentación. Puede quedarse con la opción preestablecida de "Historias destacadas" o cambiar las Noticias a un orden cronológico (Más recientes). Facebook eliminó la capacidad de mostrar "Todas" las actualizaciones en 2012. Utilice la pequeña flecha al costado de "Noticias" en la parte superior izquierda, debajo de su foto de perfil. Los usuarios de Facebook se han quejado de que esta composición se reordena a "Historias destacadas" después de un período de tiempo.

Conceda estatus de favorito: otras maneras de configurar sus Noticias son más sencillas. Puede marcar a ciertas personas como "Mejores amigos" para obtener más contenido de ellos o "Conocidos" para ver menos. También puede ingresar a su configuración y herramientas de privacidad para pedir que sea notificado cuando sus "mejores amigos" publican contenido, por ejemplo.

Divida y vencerá: podría ser útil dividir a sus amigos en grupos más pequeños y manejables que usted pueda revisar cada cierto tiempo para asegurarse de que no se está perdiendo ninguna noticia. Facebook intenta automáticamente crear grupos como "familia", por ejemplo.

Simplemente diga no: no hay un botón explícito de "No me gusta" en Facebook. No obstante, esa diminuta flecha gris en la esquina superior derecha de cada historia es poderosa. Usted puede esconder cualquier publicación específica o dejar de recibir del todo actualizaciones de alguien, lo que retira todo el contenido de esa persona de sus Noticias. También puede esconder contenido de ciertos anunciantes: si su mamá sigue compartiendo resultados de un juego que sigue, puede pedir que no quiere recibir actualizaciones de ese juego (su relación con su mamá se mantiene intacta).

Dígale a Facebook qué quiere: si no le molesta completar una encuesta, haga un clic en la flecha gris de la esquina superior derecha y seleccione "Mejorar la selección de noticias". Luego de que clasifica un grupo selecto de actualizaciones, Facebook alterará su algoritmo para mostrarle resultados ajustados específicamente para usted. La otra cara de la moneda, sin embargo, es que así le estará dando a Facebook más información de las cosas que le gusta ver.

No se preocupe, eso sucede igual: finalmente, tenga en cuenta que Facebook analiza su actividad en su sitio así como en las aplicaciones móviles que ha instalado en sus dispositivos. Su uso diario le dice a Facebook cuáles son sus hábitos, y la empresa utiliza esa información para presentarle contenido que le parece relevante. Eso podría estar dentro de sus Noticias o en los avisos publicitarios. 

sábado, 1 de marzo de 2014

LA GUERRA FRÍA DEL SIGLO XXI ES COMERCIAL. SU CAMPO DE BATALLA: EL CIBERESPACIO. SU BAJA MAS NOTABLE: LA PRIVACIDAD

Tomado de ESglobal



LA GUERRA FRÍA DEL SIGLO XXI


Por Javier García Toni

Ni Estados Unidos ni China. La Guerra Fría del siglo XXI se parecerá mucho más a la que ya empiezan a librar compañías como Apple y Google que a la que enfrentó a EE UU con la Unión Soviética. Esta vez, además, condicionada por una serie de estrellas invitadas: gobiernos, agencias de espionaje, big data, ciberactivistas o sociedad civil organizada.

Las grandes compañías tecnológicas manejan presupuestos superiores al PIB de la inmensa mayoría de los Estados de la Tierra. Sólo dos de ellas, Apple y Google, se reparten la práctica totalidad del mercado de sistemas operativos móviles, a gran distancia de Blackberry y Windows. Otras empresas crecen a la sombra de Android, el sistema operativo de Google, como Samsung, HTC o LG. Pero para completar el repóquer de ases que combatiría en esta Guerra Fría ‘no estatal’ tendríamos que mirar también a Amazon, a Microsoft o a Facebook; especialmente a sus ingentes almacenes de datos recopilados. Que si Facebook fuera un país, por cierto, hoy sería el tercero más poblado de la Tierra, sólo por detrás de China e India.
Cada uno de los contendientes va moviendo sus fichas. En 2012 Facebook compró Instagram por 1.000 millones de dólares, y ahora ha comprado Whatsapp por 19.000 millones de dólares, apropiándose de la empresa de mensajería instantánea más exitosa del mundo –y, por lo tanto, una amenaza–. Whatsapp, sin embargo, pagaba a menos de 60 empleados. ¿Qué compra Facebook entonces? Datos. Google compró YouTube tras su fallida apuesta por Google Vídeos. Fue en 2006 y pagó 1.600 millones de dólares, casi diez veces menos de lo que paga ahora Facebook por Whatsapp. Microsoft ya se ha hecho con la compañía finlandesa Nokia, antaño hegemónica, hoy venida a menos. Intenta no perder el tren móvil, aunque hay quien dice que quizá ya sea tarde. Apple decidió prescindir de Google Maps y de YouTube como aplicaciones nativas en iOS y desarrolló sus propios Maps con TomTom. Fue un desastre y la compañía mandó una inédita carta de perdón a los usuarios. También Jezz Bezos, fundador y CEO de Amazon, ha decidido mover ficha y se ha comprado la emblemática cabecera The Washington Post.
Cada una de estas compañías pugna por la supremacía tecnológica con diferentes visiones, sea apostando por sistemas abiertos o cerrados. El campo de batalla entre ellas no se diferencia mucho de cualquier otro sector con libre competencia basado en la oferta y la demanda. Sin embargo, hay un hecho diferencial. La verdadera ‘bomba nuclear’ que tiene cada compañía es la ingente cantidad de datos privados de los usuarios y la enorme dependencia que hemos generado de sus servicios. La protección de la privacidad es la gran batalla, que por cierto vamos perdiendo. Aprovecho para mandar un saludo a los amigos de la NSA, que seguro que nos acompañan en la lectura.
Los dispositivos basados en tecnología móvil tienen hoy más influencia en nuestra vida diaria que muchas decisiones políticas de los respectivos gobiernos nacionales. Parece mentira, pero que desaparezca sin previo aviso una app de nuestro teléfono enfada a mucha gente más que las decisiones del próximo Consejo de Ministros. Y hay una gran diferencia: los dispositivos móviles, que saben más de nosotros que nuestros ministros, están diseñados, programados, regidos, regulados y gobernados por compañías no sometidas, evidentemente, a ningún control democrático o ciudadano. Podría argumentarse que la opción de no votarlos se reduce a no comprarlos o a darse de baja... ¿no?
No tan rápido. En cierto modo, el usuario está atrapado. Se puede cambiar sin mayor complicación de coche o de pantalones, pero hoy es muy difícil cambiar de dirección de correo electrónico o de perfil virtual en una plataforma online. ¿Volver a reunir a todos mis amigos otra vez? ¿Tener que dar mi nuevo correo a todos mis contactos? ¿Cómo voy a hacerlo, si además es ya parte de mi trabajo diario, es la manera que tengo de contactar con mi gente y de estar al día de lo que ocurre en mi entorno?
En el proceso, los usuarios han ido cediendo datos clave a las compañías privadas; datos que están almacenados en lugares que escapan a nuestro control, pero no al de los servicios de inteligencia. El individuo, que se las prometía muy felices con tanta libertad al alcance de su mano, también está atrapado por el descarado control al que se ve sometido gracias a las agencias gubernamentales que hacen uso del big data. Compañías como Apple o Google han hecho un ejercicio de transparencia presentando en público las peticiones de datos del gobierno estadounidense, pero no hay por qué esperar que este patrón de comportamiento se repita. Ni tampoco hay por qué suponer que han enseñado todo. Estas empresas –que son las que recaban los datos de los que luego se sirve la NSA u otras agencias– no responden ante el control democrático de la ciudadanía, sino ante sus propios intereses comerciales.
Claro que en la Guerra Fría del Siglo XXI también hay movimientos hippies que protestan contra los Vietnams de turno: Wikileaks, Anonymous, Edward Snowden, Julian Assange... En lugar de flores y guitarras ahora utilizan herramientas informáticas, generando otra auténtica contracultura, esta vez global, con la careta de Guy Fawkes que popularizó V de Vendetta.
Pero no todo es tan feo. Pese al control al que está sometido el ciudadano, Internet ha sido clave para entender, por ejemplo, todos los movimientos de protesta global de los últimos tiempos. Quizá no tanto en el caso de la Primavera Árabe, donde fue mucho más importante Al Jazeera que Twitter, dado el ínfimo nivel de penetración que tiene en la población de los países árabes; pero las redes sociales han estado enormemente presentes en los movimientos de protesta en la orilla norte del Mediterráneo, de Occupy Wall Street o de las protestas en Estambul, Brasil o Moscú. Aunque hay opiniones para todos los gustos: algunos como Evgeny Morozov –investigador y escritor bielorruso muy crítico con el poder de las redes– dicen que lo que provocan estas plataformas es la desmovilización: cientos de miles de jóvenes que se conforman con tuitear desde su habitación en lugar de salir a las calles a cambiar las cosas.
Entonces, si tanto el empoderamiento individual como la posibilidad de control son un hecho, ¿es Internet nuestro mejor aliado para la transformación y el progreso político y social de la historia o no? ¿Es un espacio abierto que crea sociedades más libres y democráticas? ¿O, por el contrario, es el escenario perfecto para el control político? ¿Son las redes sociales la mejor manera de movilizar a las sociedades o son la mejor manera de tenerlas vigiladas? Lo más probable, parece, es que sea todo a la vez. Dependerá de cómo se utilicen, de la legislación y de la presión que pueda ser capaz de ejercer la ciudadanía sobre los gobiernos.
La brecha de desconfianza que ha provocado la NSA nos ha hecho abrir los ojos. Los ciudadanos desconfían ahora de los gobiernos, aunque lo expresen a través de las redes que sospechan que vigilan. Los propios gobiernos también desconfían entre sí, pese al ¿poco creíble? mensaje de Obama hace pocas semanas diciendo que dejaría de espiar a países amigos. Quizá Internet se balcanice y cada gobierno nacional prefiera implantar redes nacionales cerradas y controladas para no depender de servidores en suelo estadounidense. Podría ser una coartada perfecta para que regímenes autoritarios como China o Rusia continúen levantando murallas contra la libertad que se le presupone a la red, aunque de hecho ya lo hagan. El sueño de un Internet abierto, libre y global se ha contaminado por el espionaje del Club de los Cinco Ojos (Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda), y una alternativa europea para los sistemas de almacenamiento en la nube –con servidores en suelo europeo, fuera de las garras de la NSA– se empieza a plantear como opción.
En la Guerra Fría del Siglo XXI no hay teléfonos rojos ni agentes malvados con acento ruso y dientes de hierro. Hay gobiernos, multinacionales, empresas y ciudadanos; ciberespionaje, ciberterrorismo, ciberseguridad y ciberguerra. La bipolaridad ya no es ideológica: es libertad contra control o privacidad contra intromisión. Por ahora, parece, estamos en tablas. 

sábado, 25 de enero de 2014

Usuarios hispanos son más activos en twitter y FB que los de otras etnias

Tomado de The Wall Street Journal 

La popularidad de Twitter entre los hispanos atrae a los anunciantes

Por Yoree Koh

Durante la mayor parte de su corta vida, Twitter Inc. rara vez mencionó que su base de usuarios es racialmente más diversa que el promedio de usuarios estadounidenses de Internet. Ahora, como una empresa debutante en bolsa, con necesidad de generar ingresos, está tomando medidas para aprovechar al máximo su composición demográfica.

En noviembre, Twitter contrató a la veterana del marketing Nuria Santamaría para el recién creado cargo de estratega multicultural para que lidere sus esfuerzos por llegar a los usuarios de raza negra, hispanos y asiáticos en Estados Unidos.
En conjunto, esos grupos representan 41% de los 54 millones de usuarios en EE.UU. de Twitter, en comparación a un 34% de los usuarios de su rival Facebook y 33% de todos los usuarios de Internet en ese país, según el Internet and American Life Project del Pew Research Center.
Santamaría asegura que los anunciantes desean saber más sobre las minorías raciales y étnicas en Twitter, desde sus cifras básicas al número de lenguajes en los que tuitean. El mes pasado, Twitter comenzó a mostrarles a las agencias publicitarias cifras de un informe que publicará pronto en el cual indica que los hispanos tuitean más seguido que otros usuarios y la actividad entre ellos aumenta cuando la conversación tiene que ver con tecnología. 
Marla Skiko, vicepresidenta ejecutiva y directora de publicidad digital de la división multicultural de Starcom Mediavest Group, dice que algunos anunciantes se han sorprendido al ver la composición demográfica de los usuarios de Twitter. Ella asegura que la contratación de Santamaría ayudará a que Twitter atraiga a anunciantes interesados en grupos raciales y étnicos. Hasta ahora, asegura Skiko, "no ha habido un campeón interno". Starcom Mediavest Group es propiedad de Publicis Groupe SA.

Santamaría está comenzando con los hispanos. La participación de usuarios latinos de Twitter es casi igual a la que representan en el total de la población conectada del país, pero es un grupo de rápido crecimiento con cada vez más ingresos.
Los hispanos también son más fáciles de identificar debido a su lenguaje. Twitter no le pregunta a los usuarios sobre su raza o etnia, pero los categoriza según "intereses" basándose en sus tuits y a las personas o grupos a los que siguen. Un usuario que sigue a un programa de Telemundo o tuitea en español sería considerado como interesado en la cultura hispana incluso si el usuario no es hispano.
Otras redes sociales están siguiendo estrategias similares. En noviembre, Facebook Inc. contrató a un ejecutivo proveniente de Univision Communications Inc. Facebook también está compartiendo con los anunciantes más detalles sobre sus 23 millones de usuarios que han mostrado interés en la cultura hispana, haciendo que sea más sencillo llegar a ellos. Por ejemplo, la red social dice que sus usuarios hispanos suben más fotos y videos, hacen más comentarios y hacen clic en "me gusta" en más "posts" que otros usuarios. Los hispanos representan 14% de los usuarios de Facebook en EE.UU., según Pew, lo que los convierte en el mayor grupo minoritario de la red social.
Pero la gran fortaleza de Twitter se encuentra entre los usuarios negros. Un 18% de los usuarios del servicio de microblogueo en EE.UU: son de raza negra, según Pew. Eso es casi el doble del 10% de usuarios afroamericanos de Internet en EE.UU. y más del 11% de usuarios de Facebook, dice Pew. (Facebook tiene más usuarios negros debido a que tiene más de tres veces el número de usuarios en EE.UU. que Twitter).
Entre los jóvenes, la disparidad es significativa. Según una encuesta de Pew llevada a cabo en septiembre, 40% de los usuarios afroestadounidenses de Internet entre los 18 y 29 años usaban Twitter, frente a un 28% de los blancos en ese rango de edad.
Algunos anunciantes han tomado nota. Para conectar con los afroestadounidenses en las redes sociales "decidimos 'especializarnos en Twitter'", dice Georgina Flores, directora de marketing multicultural de Allstate Corp.

Para una campaña reciente que forma parte de un esfuerzo continuo por llegar a clientes de raza negra, Allstate creó una cuenta de Twitter dedicada, videos y un sitio web en el que la red social tiene un papel prominente, además de sus anuncios tradicionales en Twitter. La campaña busca alentar a los afroamericanos a compartir historias positivas e inspiradoras sobre la comunidad.

"La esperanza es que la gente vea los videos y se sientan motivados a hablar de ellos y Twitter usualmente es el medio para hacerlo, especialmente entre la audiencia afroestadounidense", dice Jon Cohen, copresidente ejecutivo de la agencia Cornerstone. 

domingo, 30 de junio de 2013

Políticos latinoamericanos todavía no comprenden el poder de las redes sociales

Tomado de Americas Quarterly  


Las redes sociales y la política en México: El caso de las “ladies” y los “gentlemen”

Por Rodrigo Borja

Desde que comenzó el gobierno de Enrique Peña Nieto en diciembre de 2012, un curioso fenómeno se ha presentado en el mundo de la política mexicana. Al parecer, nuestros dirigentes no han comprendido el enorme poder de la tecnología y la impresionante capacidad de difusión que tienen las redes sociales, mismas que escapan completamente de su poder de control. La clase política puede pactar con los dueños de las televisoras, de la radio y de los periódicos sobre la información que se puede o no se puede transmitir, pero son incapaces de imponer el mismo control sobre Facebook, Twitter o YouTube.

Gracias a eso, en los últimos meses hemos podido presenciar una serie de escándalos que desnudan a la clase política en general. Los videos subidos a YouTube que muestran a políticos mexicanos de todos los partidos en situaciones comprometedoras se han vuelto algo común en los últimos meses. La sabiduría popular los ha bautizado como las “ladies” y los “gentlemen”.

Todo comenzó cuando la hija del Procurador Federal del Consumidor se enojó porque en un restaurante no le dieron la mesa que quería. De inmediato se fue a la oficina de papi y regresó con algunos inspectores que procedieron a clausurar el restaurante en cuestión, alegando diversas violaciones en el sistema de reservaciones. Los testigos que presenciaron el acto lo comentaron en Twitter y Facebook y de inmediato se le bautizó como la “lady Profeco”. Aunque el incidente le costó el trabajo a su padre, ninguna autoridad decidió investigar el hecho de que los inspectores hayan obedecido a esta señorita si ella no era ninguna autoridad. ¿Tan sólo por ser la hija del jefe?

Después supimos de la “lady del Senado”, una senadora del Partido de la Revolución Democrática (PRD) que insultó a una trabajadora de una aerolínea después de que no le permitiera subir al avión por llegar tarde. La senadora aseguraba que ella era una autoridad y que por ello tenían que permitirle subir al avión. Poco después tuvo el descaro de pedir que se creara una “Fiscalía Especializada en la Protección de los Políticos,” pues éstos sufren del acoso de los medios de comunicación y de la ciudadanía.

Y no podemos dejar de mencionar a los “gentlemen” de Ixtapaluca y de Silao, regidores de esos ayuntamientos, el primero del Partido de Acción Nacional (PAN) y el segundo del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), que en total estado de ebriedad insultaron a los policías que intentaban poner freno a los escándalos que hacían en la vía pública y que fueron captados en video, o a la “lady diputada”, candidata del PAN a la legislatura local de Chihuahua por Ciudad Juárez, que fue grabada en un video saliendo de un bar en total estado de ebriedad.

Y la lista sigue creciendo. La “lady de Tepoztlán”, militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI); el “gentleman de Morelia”, diputado federal del PRD; la “lady de la Roma”, la “lady de Saltillo”, la “lady LaFragua” y otros y otras más que escapan a mi memoria en estos momentos. Pero todos tienen en común ser funcionarios públicos o tener alguna relación familiar o de amistad con alguno de ellos y alardear de eso para evitar ser sancionados u obtener algún privilegio.

Pero en ocasiones son ellos mismos quienes se “balconean” en las redes sociales, especialmente en Facebook, y de esa forma hemos conocido el altísimo nivel de vida del que presumen los hijos de políticos y líderes sindicales.

Por desgracia, a pesar de de ser exhibidos una y otra vez, éstos siguen haciendo alarde de la impunidad de que gozan, pues al día siguiente, una vez que se repusieron de la borrachera, piden perdón y aclaran que seguramente es una maniobra de sus rivales y que todo tiene tintes electorales.


*Rodrigo Borja is a guest blogger to AQ Online. He is a Mexican historian and writer.

domingo, 16 de junio de 2013

Revelaciones del espía Edward Snowden confirman al mundo que ya no existe la privacidad y menos en internet

Tomado de El País

Origen, impacto y consecuencias de los papeles de Snowden

Los programas secretos de espionaje de EE UU desvelados por un contratista de la NSA abren un debate sobre la intromisión del Gobierno en la privacidad de los ciudadanos



Por Antonio Caño
De todo lo que se ha conocido en los últimos días gracias a la audacia de un joven de 29 años con una cierta obsesión por el espionaje, hay algo que no es novedad: la privacidad ha desaparecido, somos constantemente objeto de la mirada de alguien. Ahora hemos sabido que entre esos muchos que nos observan está el Gobierno de Estados Unidos, lo cual tampoco es exactamente una gran sorpresa.
EE UU es la mayor potencia económica y militar del mundo. Tiene intereses planetarios y tropas y bases en los cinco continentes. Es el objetivo declarado número uno del terrorismo internacional, que le demostró sus intenciones y recursos el 11 de septiembre de 2001. Ha sido blanco de numerosos ataques cibernéticos de parte de su gran rival en el mundo, China. Es el país que inventó Internet y en el que han nacido y residen Google, Microsoft, Facebook, Apple, Twitter y otras marcas de menos renombre que dominan la actividad en la Red. Tiene, por tanto, los motivos y los medios. Que el Gobierno de EE UU, en colaboración más o menos voluntaria con las empresas de EE UU que poseen toda la información existente en Internet, haya accedido a esos datos con el propósito de localizar a sus enemigos, puede ser cualquier cosa menos una sorpresa.
Tampoco es un una ilegalidad, puesto que el Gobierno se proveyó de todas las autorizaciones parlamentarias y judiciales que eran pertinentes. Sí puede ser una inmoralidad y un atropello de las libertades públicas, algo en lo que las autoridades de todos los países incurren frecuentemente con la ley en la mano. Pero el juicio de esa actitud puede producir resultados distintos si se observa desde el concepto liberal e individualista, en cuyo caso el veredicto sería severo, o desde una idea más estatista sobre el papel del Gobierno, que podría dictar una sentencia más benevolente.
¿Qué es lo que está en juego en el caso que el joven Edward Snowdenha puesto sobre la mesa? ¿Qué es lo que realmente ha sacado a relucir y qué debate ha desencadenado eso? ¿Debe preocuparle a los ciudadanos ser espiados? ¿Por qué? En EE UU, la opinión pública parece decantarse a favor de permitir ciertas incursiones del Gobierno en su privacidad, si eso ayuda a mejorar su seguridad, lo que responde a la lógica de que una mayoría de población cuyo comportamiento es intachable no tiene en principio ningún temor a que revisen su vida. Pero, por supuesto, no se trata de eso. Se trata de cuáles son los límites del Estado y qué pueden hacer las personas corrientes para protegerse.
Edward Snowden, un contratista privado al servicio de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), entregó a The Guardian, primero, y después a The Washington Post dos documentos que recogían otros tantos programas secretos de espionaje del Gobierno de EE UU, uno para el registro de los números de teléfono y duración de las llamadas telefónicas de la compañía Verizon en EE UU, y otro, conocido como Prisma, que permite el acceso a correos electrónicos, chats, fotos y otro material intercambiable en Internet entre ciudadanos extranjeros y fuera de territorio de EE UU.
De acuerdo a las autoridades norteamericanas, ambos son programas son muy valiosos, han permitido en el pasado abortar decenas de intentos de ataques terroristas y su revelación constituye un gran perjuicio para EE UU. De acuerdo a la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que ha presentado una demanda contra el Gobierno, es una violación de la Constitución. El presidente Barack Obama los defendió diciendo que, en el mundo actual, “no se puede tener el 100% de privacidad y el 100% de seguridad”. Esos programas representan, dijo, una mínima molestia que los norteamericanos pueden permitirse en aras de dormir más tranquilos.
Ahí es donde está el meollo de la cuestión. ¿Dormimos más tranquilos sabiendo que el ojo del Gran Hermano orwelliano vigila? Tal vez sí o tal vez no, pero, en todo caso, la única alternativa es permanecer despiertos.
Para analizar el impacto y las consecuencias de los papeles de Snowden es necesario inscribirlos en el tiempo en que se han producido. Así como los papeles del Pentágono cayeron sobre una población horrorizada con la guerra y el Watergate aterrizó en un país asqueado de las marrullerías de la política, los papeles de Snowden encuentran a una sociedad adormecida por los encantos ilimitados de las nuevas tecnologías.
Hoy la privacidad es objeto de ataque constante e impune. Cuando se entra en un banco, uno es observado por una cámara tras la que hay un agente de seguridad; cuando se sube al metro o se accede a un aeropuerto, todos somos, igualmente, filmados y registrados. Simplemente paseando por la calle podemos ser grabados y, posteriormente, nuestra imagen puede ser contemplada por un funcionario, que, aburrido, podría llegar a entretenerse con algunos detalles de nuestro físico. Hay cámaras en los más diversos escenarios públicos y privados, desde un teatro a un taxi, y a nadie parece importarle mucho.
Esa realidad adquiere una proporción desmesurada cuando se traslada al campo de Internet. Nuestros mensajes, nuestras fotos de cumpleaños, cualquier indiscreción personal, incluso nuestros más íntimos pensamientos ofrecidos al amigo o la persona amada están almacenados en algún lugar de lo que, muy gráficamente, se llama “la nube”. Será una nube, pero no es un limbo. Empresas concretas y personas precisas tienen acceso a esa información, la procesan y, eventualmente, la usan con motivos comerciales.
¿Cuál es la diferencia de que la use el Gobierno con motivos más nobles, como la seguridad? En primer lugar, es necesario recordar que el programa Prisma no afecta, al menos en lo que se sabe, a ciudadanos norteamericanos o que residan en EE UU. Por lo demás, el espionaje es una actividad tan antigua como el propio ser humano. En otros tiempos se hacía con rudimentarias antenas parabólicas y micrófonos ocultos en un jarrón. Hoy basta un ordenador. Los países se espían unos a los otros, y espían a sus propios ciudadanos, sus finanzas y movimientos sospechosos. Cuando ese espionaje produce resultados satisfactorios, que es relativamente frecuente –piensen, en cada país, en la cantidad de indeseables detectados en los últimos años por el seguimiento de sus cuentas bancarias o sus llamadas telefónicas–, nos alegramos todos. ¡Cuántos inocentes no habrán sido espiados hasta llegar a los verdaderos culpables! Pero, al mismo tiempo, cuando nos queda constancia de que ese espionaje existe, nos horrorizamos. Y ese horror se produce, no tanto por el espionaje en sí, sino por su carácter secreto.
Lo secreto nos asusta y, con razón, nos alarma. El secreto protege la actuación legítima de un agente del bien, pero también tapa el abuso de un funcionario inescrupuloso. El secreto deja a los ciudadanos inertes ante el Gobierno, que queda como la única autoridad para decidir qué hacer en cada situación. El secreto es, obviamente, el caldo de cultivo del autoritarismo.
Cualquiera puede entender que los gobernantes tengan que actuar en secreto en ocasiones. A nadie se le ocurre que la CIA debiera haber ido informando al Congreso sobre sus pasos en la localización de Osama bin Laden. Pero el secreto no se justifica siempre ni con tanta frecuencia como las autoridades desearían. Probablemente, no se justifica en los papeles de Snowden. No se aprecia a primera vista qué dicen esos papeles que los terroristas no dieran ya por supuesto. ¿A alguien se le ocurre que Al Qaeda se comunicaba por correo electrónico sin sospechar en absoluto que pudiera ser leídos por los servicios de espionaje?
Así pues, el problema de fondo detectado gracias a los papeles de Snowden es el del insuficiente control de la intromisión del Gobierno en las vidas privadas de los ciudadanos. No el ataque en sí a una privacidad que ya no existe, ni el hecho mismo de que EE UU, como le corresponde, espíe para protegerse, sino la preocupación por la extensión de ese espionaje debido a la falta de control democrático. El Congreso era informado, pero en secreto. Un juez firmaba la autorización para ese espionaje, pero era el juez de un tribunal secreto –creado en 1978 y conocido por las siglas de FISA- que en último año aprobó todas, absolutamente todas, las solicitudes de intervención presentadas por los responsables de seguridad. A todas luces parecen garantías escasas para una recolección tan masiva de datos.
El último ángulo controvertido de esta historia es el del papel de las empresas de Internet, que ahora tratan de limpiar su imagen. Este sábado, Facebook dijo que en 2012 había recibido alrededor de 10.000 peticiones de distintos niveles del Gobierno para acceder a cuentas de sus clientes. Microsoft informó de haber recibido entre 6.000 y 7.000 reclamaciones similares. Difícil resistirse a esas peticiones, que iban firmadas por el correspondiente juez de FISA. Pero esas empresas y otras grandes de Internet que esta semana hicieron públicas reclamaciones de más transparencia, se deben también a sus clientes, con los que se han comprometido a no desvelar sus datos privados.
De nuevo, nos encontramos ante un dilema muy propio de este tiempo y dificilísimo de resolver. La tensión entre el interés público y el espacio privado existe desde que las personas conviven. En nombre de atender el bien de la mayoría se han cometido grandes gestas y tropelías a lo largo de la historia de la humanidad. Los papeles de Snowden prueban que la tentación de actuar por encima del conocimiento de los ciudadanos, aunque sea en su propio favor, no solo no ha desparecido sino que se ha incrementado y hecho más peligrosa en la era de Internet. 

domingo, 17 de marzo de 2013

Cambios: El Poder ya no es como antes, ni los poderosos lo son tanto


Tomado de El País

¿Qué les está pasando a los poderosos? 
Presidentes maniatados. Magnates hundidos. Ejércitos impotentes. Obispos sin fieles. Nuevos actores desafían a los dirigentes tradicionales. El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más difícil de usar y más fácil de perder

Por Moisés Naím

En su primer discurso ante el Congreso, en 2009, el presidente Obama propuso un presupuesto con ambiciosas inversiones en energía, sanidad y educación. “Esto es América”, proclamó. “Aquí no vamos a lo más fácil”. Cuatro años después, hasta lo fácil se le ha vuelto imposible. “Acordemos aquí, y ahora, mantener al Gobierno funcionando, pagar las facturas a tiempo y proteger el crédito de Estados Unidos”, imploraba Obama al Congreso hace unas semanas. Evidentemente, el presidente de la superpotencia no se debe sentir muy poderoso.
El resultado de los comicios en Italia ha sumido al país en una crisis aún mayor de ingobernabilidad, y en Israel y Reino Unido, Benjamín Netanyahu y David Cameron se han visto obligados a forjar complejas coaliciones para poder gobernar. Las victorias electorales con grandes mayorías son cada vez menos frecuentes. A nivel mundial, la comunidad internacional no logra actuar para detener las matanzas en Siria o el calentamiento global.
El poder ya no es lo que era. Se ha vuelto más fácil de obtener, más difícil de usar y mucho más fácil de perder. Un ejecutivo puede celebrar su ascenso a la dirección de su prestigiosa compañía solo para descubrir que una empresa recién creada está arrasando con sus clientes. Un político que llega a primer ministro puede encontrarse maniatado ya que una multitud de partidos minoritarios bloquea sus iniciativas. Un general puede comandar un enorme y costoso ejército sabiendo que su moderno armamento es inútil frente a explosivos caseros y terroristas suicidas. Y el nuevo papa, Francisco, ya sabe que predicadores de nuevo cuño están arrebatándole su rebaño en África y Latinoamérica.
¿Por qué el poder es cada vez más fugaz? Porque las barreras que protegen a los poderosos ya no son tan inexpugnables como antes. Y porque han proliferado los actores capaces de retar con éxito a los poderes tradicionales.
Los Estados soberanos se han cuadruplicado desde 1940 (de 51 a 193) y no solo compiten entre sí, sino también con organismos internacionales, fondos de inversión, carteles de la droga y ONG transnacionales.
En 2011, cuando estalló la Primavera Árabe, había 22 países gobernados por déspotas, frente a 89 en 1977, una clara señal de lo difícil que es hoy retener el poder. Y dentro de cada país, el poder también está más disperso. En 2012, solo cuatro de las 34 democracias más ricas del mundo contaban con un presidente o primer ministro respaldado por una mayoría parlamentaria.
Una creciente clase media,  mejor informada y con mayor movilidad, está haciendo más difícil el ejercicio del poder
El poder también se desmorona en los campos de batalla y las salas de juntas.
Un estudio realizado en 2001 por el politólogo Ivan Arreguin-Toft descubrió que, en las guerras asimétricas que estallaron entre 1800 y 1849, el bando más débil (en armamento y efectivos) alcanzó sus objetivos en el 12% de los casos. En las guerras de ese mismo tipo libradas entre 1950 y 1998, el bando presuntamente débil venció el 55% de las veces. El poder militar tampoco es lo que era.
Como no lo es el poder empresarial. En 1980, en EE UU, una empresa situada en el 20% más importante de su sector tenía una entre diez posibilidades de perder ese puesto en los cinco años siguientes. Dos décadas después, esa proporción pasó a ser una de cada cuatro.
Los presidentes de Estados Unidos y China y los consejeros delegados de JPMorgan Chase y Shell Oil siguen gozando de un poder inmenso, pero es mucho menor del que tenían sus antecesores. Antes, presidentes y directivos no solo se enfrentaban a menos rivales y competidores, sino que además tenían menos restricciones a la hora de utilizar ese poder. Restricciones como los mercados financieros, una población con más conciencia política y más exigente, y el escrutinio de los medios de comunicación. Los poderosos, hoy, suelen pagar un precio mayor y más inmediato por sus errores.
Internet, con su fuerza supuestamente “democratizadora”, no es lo único que está erosionando el poder. Las nuevas tecnologías de la información son herramientas importantes, pero para que ejerzan algún efecto necesitan usuarios, y los usuarios necesitan dirección y motivación. Facebook y Twitter fueron fundamentales en la Primavera Árabe. Pero las circunstancias que llevaron a derrocar a los tiranos fueron locales y personales: el desempleo y las expectativas insatisfechas de una clase media en expansión y mejor preparada fueron decisivas.
Lo que está erosionando el poder tradicional son las transformaciones de aspectos básicos de la vida: cómo vivimos, cuánto tiempo y con qué calidad. Cómo trabajamos, nos movemos o nos relacionamos con nuestro entorno. Estos cambios se pueden agrupar en tres revoluciones simultáneas:
La Revolución del Más. 
El siglo XXI tiene más de todo: más gente, más urbana, más joven, más sana y más educada. Y también más productos en el mercado, más partidos políticos; más armas y más medicinas, más crimen y más religiones. La pobreza extrema se ha reducido más que nunca y la clase media crece. Para 2050, la población mundial será cuatro veces mayor que 100 años antes. Desde 2006, 28 “países de renta baja” han pasado a figurar entre los de “renta media”. Una clase media impaciente, mejor informada y con más aspiraciones está haciendo más difícil el ejercicio del poder.
La Revolución de la Movilidad. 

No solo hay más personas con mejor nivel de vida, sino que además se mueven más que nunca. Según la ONU, 214 millones de personas viven fuera de sus países de origen, un 37% más que hace 20 años. Las diásporas étnicas, religiosas y profesionales están cambiando el reparto de poder entre las poblaciones y dentro de ellas. Personas, tecnología, productos, dinero, ideas y organizaciones tienen más movilidad, y por ello son más difíciles de controlar.

La Revolución de la Mentalidad. 
Una población que consume y se mueve sin cesar, que tiene acceso a más recursos y más información, ha experimentado también una inmensa transformación cognitiva y emocional. El World Values Survey ha descubierto que existe cada vez más consenso en todo el mundo sobre la importancia de las libertades individuales y la igualdad de género, así como más intolerancia al autoritarismo. La insatisfacción con los sistemas políticos y las instituciones de gobierno también es global.
Juntas, estas tres revoluciones están erosionando las barreras que protegían a los poderosos de sus rivales. La Revolución del Más ayuda a estos últimos a asediar esas barreras, la Revolución de la Movilidad les ayuda a rodearlas y la Revolución de la Mentalidad las socava.
¿Debemos celebrar este declive del poder tradicional? Claro que sí. Se han abierto más oportunidades para votantes, consumidores, jóvenes, mujeres y otros grupos tradicionalmente excluidos.
Pero no todo es positivo. La degradación del poder también plantea amenazas para nuestro bienestar, nuestras familias y nuestras vidas. Explica por qué Washington está bloqueado, por qué a Europa le cuesta actuar con eficacia ante los problemas económicos, por qué proliferan los Estados fallidos o por qué tantas decisiones urgentes se toman tarde y mal.
Ante el fin del poder tal como lo conocemos, nuestros tradicionales sistemas de controles y equilibrios —concebidos para limitar el poder excesivo— amenazan con transformar a muchos Gobiernos en gigantes paralizados.
El tamaño ya no significa fuerza. La burocracia ya no significa control. Y los títulos ya no significan autoridad. Y si el futuro del poder está en la subversión, los bloqueos y las interferencias, ¿podremos recuperar algún día la estabilidad? Sí. Pero eso requerirá entender mejor las mutaciones del poder.
Moisés Naím es autor del libro The end of power, de donde ha sido adaptado este artículo. Twitter @MoisesNaim
Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.