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domingo, 4 de enero de 2015

Derecha EEUU: Conservadores Reformistas viven debate interno para empujar a Republicanos hacia el centro

Tomado de El País
La derecha de EE UU redefine su ideología al asumir más poder
El nuevo “reformismo conservador” empuja a los republicanos a abordar la pobreza y las desigualdades


 Por Marc Bassets

Los últimos seis años han transformado al Partido Republicano. Son los años del demócrata Barack Obama en la Casa Blanca, pero también del auge del movimiento conservador y populista Tea Party. Los republicanos asumirán el martes el control del Congreso de Estados Unidos en plena discusión sobre su orientación política.
Un grupo de intelectuales denominados conservadores reformistas —muchos de ellos menores de 40 años y procedentes del mundo académico— son el motor del rearme ideológico de la derecha.
Los nuevos republicanos, abiertos a cuestiones como la pobreza o las desigualdades, tradicionalmente un monopolio de los demócratas, se preparan para gobernar en el Senado y en la Cámara de Representantes, a partir de esta semana, y en Estados Unidos cuando Obama abandone el poder tras las elecciones presidenciales de 2016.
Las elecciones legislativas de noviembre dieron al Partido Republicano la mayoría en el Senado. Desde 2011, era mayoritario en la Cámara de Representantes. El martes, cuando se constituya el 114º Congreso, los republicanos ocuparán el mayor número de escaños en la Cámara de Representantes desde 1928.
Desde que el antecesor de Obama, George W. Bush, ganó su segunda elección presidencial en 2004, el Partido Republicano no había sido tan poderoso. Pero el Partido Republicano de 2014 es distinto del de Bush.
“Ha sufrido varias sacudidas. No es el mismo partido que al final de los años de Bush”, dice Yuval Levin, director de la revista National Affairs y cabeza pensante de los conservadores reformistas. “En la política exterior es mucho más cauto ante las ambiciones agresivas y la implicación en los asuntos internos de otros países. En la política interior es un partido mucho más conservador, mucho más comprometido con un papel reducido del Estado y con un gasto público inferior, y más preocupado por el déficit”.
EE UU es un país donde la política es indisociable de las ideas: a fin de cuentas, se fundó sobre la base de la filosofía de la Ilustración. Algunas de las iniciativas que más huella han dejado se gestaron en círculos de intelectuales y economistas.
Difícilmente habría existido la revolución económica de Ronald Reagan sin las propuestas y teorías del American Enterprise Institute (AEI), la Heritage Foundation o el Nobel de Economía Milton Friedman. Y la invasión de Irak en 2003 no se explicaría sin los neoconservadores, el movimiento que tiene su origen en una elite de intelectuales izquierdistas que en los años sesenta y setenta se distanciaron del Partido Demócrata.
Los años de Obama han sido para los conservadores una travesía del desierto que les ha forzado a reformular sus bases ideológicas. El Tea Party actuó como un combustible para una derecha deprimida, pero falló a la hora de presentar alternativas. Convirtió a los republicanos en el partido del no: eficaz a la hora de torpedear cualquier proyecto del presidente Obama, pero inútil a la hora de gobernar.
Ahora llega el reformismo conservador, que no reniega del Tea Party, pero lo corrige. Yuval Levin, nacido hace 37 años en Israel y emigrado a EE UU cuando era niño, se declara un “fan” del Tea Party, pero señala que tanto este movimiento como el Partido Republicano, “se han centrado demasiado en lo que había que frenar y no en lo que había que hacer”.
Al inicio de una conversación reciente en su despacho de National Affairs, Levin dejó claro que él no cree que la política de Estados Unidos se resuma en la oposición entre capitalismo y socialismo. Puede parecer una obviedad, pero no lo es: uno de los mensajes recurrentes del Tea Party ha sido que Obama era un socialista o incluso un comunista. “Los americanos, de izquierdas y derechas, son todos capitalistas”, dice Levin.
Levin —autor de El gran debate, un ensayo que traza el origen de la división entre izquierda y derecha en los pensadores y políticos británicos del siglo XVIII Edmund Burke y Thomas Paine— se distancia de Ronald Reagan, el santo patrón de la derecha norteamericana. Su generación se ha liberado de la nostalgia del presidente que decía que “las palabras más terroríficas de la lengua inglesa son: ‘Trabajo para el Estado y he venido a ayudarle”.
“Parte de lo que hacemos”, explica Levin, “es lograr que los conservadores hablen de temas que solíamos dejar para la izquierda”.
El legado de Reagan, lamenta el intelectual conservador, sigue definiendo las propuestas republicanas en política fiscal, que prohíben cualquier subida de impuestos y protegen a los emprendedores y a los más ricos como origen de la riqueza que después se expande al resto de la sociedad. “Hablamos demasiado de propietarios de empresas y de impuestos a las empresas y de tipos impositivos que afectan a los más ricos, y no hablamos lo suficiente de los impuestos que afectan a las familias de clase media”, dice Levin.
Para algunas figuras emergentes del Partido Republicano, intelectuales como Levin o Arthur Brooks, el presidente de AEI, son interlocutores frecuentes. National Affairs es lectura obligada en el Capitolio. “Sin duda, es importante e influyente”, dijo el senador Mike Lee a The New York Times, en alusión a Levin. Los planes dePaul Ryan, congresista y candidato a la vicepresidencia en 2012, para combatir la pobreza responden a este nuevo espíritu.
No todo lo que dicen y escriben Levin y sus compinches intelectuales se traduce en propuestas del Partido Republicano, pero ellos son hoy una inspiración: el disco duro ideológico.
“Parte de lo que hacemos”, explica Levin, “es lograr que los conservadores hablen de temas que solíamos dejar para la izquierda”. Menciona la educación, la sanidad o la pobreza.
Levin, como Brooks, se esfuerza por recuperar una retórica que parecía propiedad de la izquierda. Insisten en la dimensión moral, espiritual de la política. Brooks ha recibido al Dalai Lama en el AEI, templo del conservadurismo norteamericano. Levin lamenta el carácter economicista y utilitario de los debates en Washington.
“No hablamos lo suficiente en la vida pública de las virtudes que permiten una vida floreciente”, dice. Instituciones como la familia y la religión son fundamentales en esta visión arraigada en los valores de la derecha.
La política es una lucha de poder, y la batalla de los próximos dos años será doble: entre el Partido Republicano, mayoritario en el Congreso, y Obama; y entre candidatos y facciones republicanos por la nominación a las presidenciales de 2016.
¿Cómo gobernar a partir del martes en el Congreso? ¿Y en la Casa Blanca? Ahí entran en juego las ideas: de Lincoln a Reagan, de Roosevelt a Johnson, han transformado Estados Unidos. Los perfiles de la próxima batalla ideológica empiezan a dibujarse.
Tres batallas para la oposición a Obama
§  Estado de bienestar. Pese a la retórica contraria al intervencionismo del Estado y a las promesas de acabar con la reforma sanitaria de Obama, se busca la preservación de alguna red de protección social.
§  Inmigración. El debate sobre la necesidad de regularizar a millones de inmigrantes en un país más diverso y más hispano puede forzar al Partido Republicano a apoyar la reforma.
§  Matrimonio gay. Los republicanos se han visto desbordados por la legalización del matrimonio homosexual en decenas de Estados. Algunos sostienen que hay que abrir una institución tradicional como el matrimonio a muchos más ciudadanos.

Entre el cambio y el mantenimiento del ‘statu quo’
M. B., WASHINGTON

Yuval Levin, el ideólogo de la nueva derecha norteamericana, es el heredero de una rica tradición. National Affairs —la sesuda publicación trimestral que él mismo dirige— es la sucesora de The Public Interest, la revista de referencia de los neoconservadores. A partir de los años sesenta, esta plataforma sirvió a intelectuales como Irving Kristol, el pope del neoconservadurismo, o el sociólogo Daniel Bell para influir en el debate público. A Levin le han llamado el “pequeño Kristol”.

Levin, con experiencia en la Casa Blanca de George W. Bush, sabe enmarcar las querellas políticas en una perspectiva filosófica que trasciende las pequeñas peleas en Washington. En el ensayo El gran debate, fruto de su estancia en el Comité sobre el Pensamiento Social de la Universidad de Chicago, sostiene que los actuales debates entre derecha e izquierda, entre conservadores y progresistas, entre republicanos y demócratas, se fraguaron entre 1770 y 1800.

Todo empezó en la pelea entre los políticos y pensadores británicos Edmund Burke y Thomas Paine, un reflejo de la tensión entre cambio y preservación del statu quo. Burke, autor de la crítica más demoledora de la Revolución Francesa, era alérgico a los cambios bruscos y a la idea de que la humanidad podía empezar de cero. Abogaba por la cautela y el progreso paulatino. Al contrario que Paine, que se entusiasmó con la Revolución.

“Burke refleja una visión de la sociedad fundamentada en la tradición, que respeta las instituciones establecidas porque estas poseen una mayor sabiduría de la que pueda alcanzar nuestra destreza técnica”, dice. La de Burke es la tradición de la derecha, aunque políticos como el presidente Barack Obama —un político cauto y partidario de los pequeños pasos— se han declarado burkeanos.


Y, aunque Levin identifica a Paine con la izquierda, la derecha de EE UU es paineana en su afán transformador: la invasión de Irak o los deseos en algunos sectores de abolir el Estado del bienestar retoman la retórica revolucionaria del siglo XVIII. “En América”, dice Levin, “los conservadores conservan una tradición que empezó en la revolución”.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Ted Cruz y el Tea Party mantienen el obstruccionismo como estrategia legislativa

Tomado de Long Island al Día  



Por Luis Montes– Otro cierre del gobierno federal? ¿Deportación de millones de DREAMERs? El senador republicano y máximo líder del Tea Party en el Congreso, Ted Cruz, ha vuelto a la carga en contra de los más de 2.1 millones de jóvenes inmigrantes elegibles para el DACA. Cruz ha amenazado con obstruir la aprobación de una resolución presupuestaria si esta contiene fondos para seguir proveyendo alivio migratorio a los DREAMERs lo que resultaría en un cierre del gobierno federal.

A su regreso de las vacaciones de verano, los Senadores en la cámara alta y los Representantes en la cámara baja del Congreso deben aprobar una resolución presupuestaria para que el gobierno federal pueda continuar funcionando después del 1 de octubre. De aprobarse la resolución, esta avalaría fondos hasta el 11 de diciembre del 2014. He ahí la oportunidad que ha encontrado Cruz y sus aliados para hacer valer su agenda anti-inmigrante.
En el mes de julio, el cubano Ted Cruz, senador electo por el estado de Texas, introdujo una enmienda a la resolución presupuestaria en la que pide suprimir al programa de Acción Diferida para jóvenes que arribaron cuando niños, conocido por sus siglas en inglés DACA. De acuerdo al lenguaje de la enmienda, Cruz busca también impedir que cualquier DREAMER, como son conocidos los jóvenes beneficiarios del programa, reciba cualquier tipo de alivio migratorio. La pieza a su vez busca que el medio millón de DREAMERs quienes ya han logrado obtener permisos de trabajos queden nuevamente en el limbo ya que el programa sería totalmente eliminado.
A diferencia de la Casa de Representantes donde medidas idénticas a las propuestas por el Ted Cruz han sido aprobadas en repetidas ocasiones, la suerte de esas enmiendas en el senado son mínimas debido a la composición de la cámara que cuenta con una mayoría demócrata. El problema radica que de no ponerse de acuerdo las 2 cámaras legislativas para aprobar la resolución presupuestaria, eso podría ocasionar un cierre del gobierno federal el cual traería estragos dolorosos a millones de familias, pequeños negocios y la economía en general.
El obstruccionismo de Cruz como estrategia legislativa es perjudicial para las mayorías, particularmente los más vulnerables. De una manera perversa y malintencionada, Cruz busca halagar con un mensaje fuerte y sin medias tintas al ala más dura de la base republicana para vigorizar sus credenciales como líder indiscutible del Tea Party a nivel nacional de cara a una potencial campaña presidencial en el 2016. Si bien el presidente Obama ha recibido duras críticas en la última semana por haber quebrantado su promesa de firmar una orden ejecutiva en el tema migratorio antes del final de verano, eso no puede ni debe ser excusa para promover el voto por el partido republicano y mucho menos el abstencionismo electoral entre hispanos. Ambas opciones equivaldrían a un suicidio político para nuestra comunidad ya que esas opciones sólo empoderarán la agenda siniestra del Tea Party.


sábado, 15 de febrero de 2014

Republicanos ponen pausa a Reforma Migratoria para hacer cálculos políticos

Agencias Noticiosas 

Republicanos entre el sí y el no a la reforma


POR GISELA SALOMON


MIAMI -- Luego de años de un tira y afloja inacabable entre demócratas y republicanos, los defensores de los derechos de los inmigrantes ilegales se sintieron alentados cuando el presidente de la cámara baja planteó una serie de principios que deberían regir una reforma a las leyes de inmigración. Pensaron que era un paso importante que hacía ver la luz el final del túnel.

El entusiasmo, no obstante, duró poco. Apenas una semana después de anunciar esos principios y de decir que buscaría el apoyo de sus colegas para aprobar una reforma a las leyes de inmigración, John Boehner, líder de la mayoría republicana en la Cámara de Representantes, moderó el tono de su mensaje y declaró que los cambios difícilmente serán aprobados este año.
"Claramente es un paso atrás. Se debe a las disputas internas dentro del Partido Republicano", expresó en comunicación telefónica con The Associated Press Roberto Izurieta, director de proyectos de América Latina y campañas políticas de la Universidad George Washington.
Boehner "ha recibido una enorme presión para que desista de buscar una reforma este año, o al menos hasta que terminen las primarias (republicanas) para las elecciones del Congreso", dijo el experto.
Una vez más se pusieron en evidencia las diferencias entre moderados y conservadores y el dilema electoral que desangra al Partido Republicano: apoyar la reforma a las leyes de inmigración podría conspirar contra las posibilidades de los republicanos de ser reelegidos o de alcanzar una banca en la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de noviembre, donde el voto hispano no es tan relevante y un respaldo a la reforma puede ser perjudicial. No hacerlo es un mal agüero para los comicios presidenciales del 2016, en los que el voto hispano es vital.
La difusión de un marco para una reforma a las leyes de inmigración habría apuntado a mejorar la imagen de los republicanos entre los votantes hispanos, la minoría de más rápido crecimiento en Estados Unidos, con miras a las elecciones presidenciales.
"Se dieron cuenta de que no van a poder ser competitivos si no consiguen al menos el 40% del voto latino. Si los latinos perciben un sentimiento antiinmigrante no van a votar a los republicanos", explicó a la AP el analista político republicano Alfonso Aguilar.
Tras una campaña en la que propuso la autodeportación de los inmigrantes que se encuentran ilegalmente en el país, Mitt Romney obtuvo sólo el 27% del voto hispano en los comicios presidenciales del 2012, el menor porcentaje que haya recibido un candidato republicano en las pasadas tres elecciones, frente al 71% del presidente demócrata Barack Obama.
Los latinos actualmente representan al 16% de la población estadounidense y para el 2016 podrían ser el 11,5% del electorado nacional, con 25,5 millones de hispanos elegibles para votar, 2,2 millones más que en los comicios del 2012, de acuerdo con proyecciones preliminares del Centro de Investigaciones Pew. El Fondo de Educación de la Asociación Nacional de Funcionarios Latinos Designados y Elegidos, más conocida como NALEO, estima que la cantidad de hispanos elegibles para votar en los próximos comicios presidenciales será aún mayor: 28,2 millones.
En la más reciente batalla interna en torno a una reforma, no obstante, prevalecieron los intereses a corto plazo, según analistas.
Los republicanos, que controlan la cámara baja, intentarán obtener también la mayoría en el Senado en las elecciones de mitad de término, en las que generalmente le va mal al partido que está en el gobierno. Con ese objetivo en mente, hay sectores que buscan concentrarse en temas críticos para el gobierno del presidente Barack Obama, como la implementación de la reforma del sistema de salud, y no en el debate sobre inmigración, que consideran inoportuno porque desvía su atención en momentos en que el oficialismo demócrata, y no la oposición republicana a una reforma, debería estar bajo la lupa. 
El Senado aprobó en 2012 un proyecto integral de reforma a las leyes de inmigración con un camino a la ciudadanía para unos 11 millones de inmigrantes, pero los representantes se han negado a debatir ese proyecto y en cambio han promovido iniciativas individuales más enfocadas en el control fronterizo y la situación laboral.
Los principios anunciados por Boehner incluyen medidas para incrementar la seguridad fronteriza y en los lugares del trabajo, así como una propuesta para regularizar la situación de millones de personas que viven en Estados Unidos sin autorización, pero sin concederles la ciudadanía. 
Analistas, republicanos y expertos consultados por la AP coinciden en que Boehner habría sido presionado sobre todo por legisladores moderados, temerosos de no poder renovar su banca o acceder a una si apoyan la reforma antes de las internas de la primavera.
"Los partidarios del tea party han hecho presión para decir que no lo van a aprobar, y los moderados se han preocupado y le han transmitido (a Boehner) su inquietud porque no quieren arriesgar su candidatura... Los moderados quieren apoyar (la reforma), pero se sienten amenazados por el Té", manifestó Izurieta.
Los moderados, que en muchos casos apoyan una versión de la reforma acorde a los principios enunciados por Boehner, temen que el ala más conservadora del partido — identificada con sectores del tea party— presente candidatos que compitan con ellos en las internas en caso de que manifiesten su apoyo abierto a la reforma. Saben, dicen los analistas, que los ultraconservadores controlan buena parte de la maquinaria política, tienen recursos económicos y podrían desplazarlos en sus aspiraciones por mantenerse en la cámara baja.
Aún antes de que Boehner moderara las expectativas sobre la aprobación de la reforma este año, algunos demócratas advertían que la presentación de los principios migratorios no debía interpretarse como un cambio de posición de los republicanos con respecto a los hispanos.
"La mera presentación de los principios no es una demostración de que el Partido Republicano se haya movido hacia el centro en materia de inmigración", manifestó el estratega de campaña demócrata Freddy Balsera, especializado en asuntos hispanos. "Además, no es suficiente para borrar lo ocurrido ni para iniciar una nueva relación con los hispanos. Va a llevar mucho tiempo. Los hispanos saben que esto no es por convicción sino por conveniencia política". 

sábado, 11 de enero de 2014

REPUBLICANOS SE DEBATEN EN CRUENTA LUCHA INTERNA ENTRE FANATICOS RADICALES Y MODERADOS

Tomado de esglobal 

  
LA GUERRA INTERNA DEL PARTIDO REPUBLICANO SE RECRUDECE

¿Llegarán los republicanos divididos y a la deriva a las elecciones en 2014?
Tras la derrota electoral de 2012, muchos dentro del GOP se dieron cuenta de que sin los latinos será difícil recuperar los votos en estados clave para retomar la Casa Blanca.
Por Mario Saavedra
Cuando un matrimonio empieza a mantener acaloradas discusiones en público, saltan todas las alarmas entre sus allegados: si se comportan así con gente escuchando, ¿cómo serán sus peleas de puertas adentro?
Algo parecido ocurrió el pasado 10 de diciembre, cuando el portavoz de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos, John Boehner, echó una tremenda bronca a los grupos más conservadores y cercanos al Tea Party ante las Cámaras. No se recuerda nada parecido. La lucha entre las facciones saltaba a la primera plana de la actualidad política. Los trapos sucios se aireaban delante de todo el mundo.
Grupos activistas republicanos, clave dentro del partido y con mucho dinero en los bolsillos (Heritage Action, FreedomWorks y Club for Growth) habían estado despotricando contra el acuerdo presupuestario que habían alcanzado los republicanos con los demócratas. Se trataba de financiar el Gobierno durante los próximos dos años. El proyecto de presupuesto intentaba poner fin al ciclo pernicioso de guirigáis políticos que han marcado los últimos años en Washington y han dificultado la recuperación económica. Boehner, el tercer hombre más poderoso en el escalafón político estadounidense, había sido humillado en varias ocasiones por las facciones más ultras de su partido, que habían obligado a cerrar el Gobierno durante 17 días para intentar frenar la Ley de Sanidad Asequible de Barack Obama. No lo consiguieron, pero con su juego acabaron con la poca reputación que les quedaba a los congresistas tras melodramas similares en 2011 y 2012. El líder republicano explotó: esos grupos habían criticado el acuerdo incluso antes de leerlo, dijo. Empezó a elevar la voz: “Están usando a nuestros miembros [del Congreso] y a los estadounidenses para conseguir sus objetivos. ¡Es ridículo! Si están por la reducción del déficit debería gustarles este acuerdo”.
Algunos pensaron que se trataba de un calentón pasajero, un desahogo del jefe republicano después de unos años en los que los freshmen (los congresistas elegidos en las elecciones de 2010) del Tea Party le habían estado amargando la existencia, negándose a cualquier compromiso con Obama. Para despejar dudas, él mismo se encargó de insistir al día siguiente: “Creo que están empujando a los miembros del Congreso a hacer cosas que no quieren. Y creo que con eso [los más conservadores] han perdido toda su credibilidad. Nos obligaron a luchar para quitar la financiación al Obamacare y a cerrar el Gobierno. La mayoría de vosotros sabéis que esa no era mi estrategia […] y luego uno de esos grupos reconoció que nunca pensaron que iba a funcionar. ¿Están de broma o qué?”, gritó el congresista.   
Entre bambalinas, los republicanos de centro y los pronegocio están formando una alianza para enfrentarse y arrebatarles poder a los más radicales, conservadores sociales y miembros del Tea Party, un grupo que ha acabado conformando una amalgama de católicos reaccionarios, defensores de las armas, libertarios con tendencias anarquistas, además de los miembros originarios en contra de las subidas de impuestos y gasto público. Estas organizaciones no electas, controladas por oscuros intereses económicos, ponen nota a los congresistas en función de lo que han votado, les hacen firmar cláusulas de nunca negociar subidas de impuestos y utilizan a sus representantes en los medios de comunicación para convertirse en un poder que audita la pureza del partido.
En 2010, el Tea Party y las opciones más conservadoras, apoyadas por muñidores republicanos como los multimillonarios hermanos Koch, barrieron en las elecciones de medio mandato (midterm). Les arrebataron así la Cámara Baja a los demócratas. Los años siguientes prácticamente no se legisló en Estados Unidos. Bloquearon esencialmente el poder legislativo. El objetivo era llegar al “cuanto peor, mejor”. Decenas de jóvenes de distritos blancos y conservadores habían llegado al Capitolio. Otros como Michelle Bachman o Ted Cruz los acogieron bajo sus alas, y empezaron a formar un grupo de resistencia a cualquier ley que supusiera un aumento del gasto: no al plan para el empleo de Obama, no a reparar puentes, no a elevar el techo de deuda hasta que no hubiera más remedio, no a financiar al Gobierno. Era un no a casi todo, con una notable excepción: el presupuesto para Defensa, que han tratado de proteger a toda costa de los recortes.
Además, tras adquirir un poder inusitado en algunos estados, empezaron a reconfigurar los distritos electorales para garantizarse la victoria efectiva: redibujaban las zonas de votos para asegurarse zonas de mayoría blanca, o ponían dificultades al voto de las minorías étnicas (pidiéndoles, por ejemplo, documentos de identidad de uso poco común o reduciendo los horarios de inscripción). El resultado fue que decenas de distritos no tenían competencia demócrata y, por tanto, los candidatos podían ser tan radicales como desearan, ya que no había que granjearse el voto del centro.
Mientras, en la capital, Washington, y en el centro económico, Nueva York, los republicanos pro negocios empezaron a ponerse nerviosos. Habían ganado una primera batalla poniendo a su candidato en las presidenciales de 2012, el moderado Mitt Romney, frente a radicales que jamás conseguirían llegar a la Casa Blanca, como la mencionada Michelle Bachman, Rick Perry o Herman Caine. Pero terminaron perdiendo el pulso electoral, en parte por el voto latino y femenino. Hubo otros avisos: la debacle de la batalla fiscal del verano anterior, cuando Estados Unidos perdió la calificación triple A de Standard & Poor’s; el de 2012, cuando con tal de no ceder se implementaron recortes automáticos e indiscriminados (el llamado sequester), o el mencionado cierre de Gobierno.
Grupos empresariales como el poderoso lobby U.S. Chamber of Commerce o el Grupo de Acción Política (Super PAC) America Crossroads (dirigido por el influyente Karl Rove) han formado una alianza con los republicanos moderados y pro negocio para aislar a las facciones ultras, según el artículo “Viejo Gran Partido (GOP en sus siglas en inglés, Partido Republicano) y los empresarios remodelan el mensaje”, del diario The Wall Street Journal.
El objetivo es aparcar la confrontación, pasar del no permanente a una actitud más propensa a legislar, más positiva. Todo de cara a evitar que en las próximas elecciones midterm de noviembre de 2014 haya radicales del Tea Party entre los elegidos. “Nuestro mantra va a ser: no más locos en nuestras listas”, asegura al periódico neoyorquino Scott Reed, estratega jefe de política de la US Chamber of Commerce, que ha puesto 50 millones de dólares (unos 36 millones de euros) a favor de los candidatos más moderados. “Nuestro objetivo número uno es no presentar candidatos que puedan perder en el Senado”.
El grupo se refiere a casos como el de los aspirantes a senadores Todd Akin, de Missouri, y Richard Mourdock, de Indiana, que perdieron sus posibilidades de entrar en la Cámara Alta frente a candidatos demócratas, a pesar de partir como favoritos. Akin aseguró que una mujer no podía quedarse embarazada en el caso de una “violación legítima”, porque, según le decían los médicos, “el cuerpo femenino puede cerrarse por completo” en ese caso. Mourdock, por su parte, aseguró que la vida es un regalo de Dios. “Incluso si comienza con la horrible situación de una violación, era la intención de Dios que ocurriera”, añadió.

La seguridad que proporcionan ciertos distritos electorales hace que sus congresistas no tengan el más mínimo interés en ganarse a la opinión pública nacional, sino que tan sólo se deban a sus votantes. Es lo que ocurrió con el senador por Texas Ted Cruz, que llevó al extremo su lucha contra el Obamacare, cerrando el Gobierno y causando pérdidas de miles de millones de dólares al país.
Juntos, los republicanos pro negocio y los empresarios han lanzado una campaña agresiva para acabar con losdebates alocados que se enfrentará a una prueba de fuego en las próximas primarias, en primavera. Un ejemplo claro es Mitch McConnel, líder de la minoría en el Senado, que se juega su puesto por Kentucky frente a un candidato apoyado por el Tea Party. Después vendrán otros comicios: Alaska, Lousiana, Mississippi, Georgia… Todos, lugares muy dados a decisiones radicales. Es allí donde podrán probar si su estrategia (inundar las ondas con anuncios apoyando al candidato moderado, fundamentalmente, o hablar con medios conservadores como el WSJ) funciona, o si tienen que intensificar la batalla de cara a las elecciones de noviembre.
A medio plazo, el Partido Republicano debería someterse a un cambio más amplio. Abarcar, para empezar, a la comunidad hispana. De tendencia católica, pro familia y conservadores, los latinos en Estados Unidos votaron mayoritariamente por los demócratas en las últimas elecciones porque durante la campaña los republicanos no paraban de hablar de extender el muro de separación con México, electrificarlo y deportar a los ilegales.
Tras la derrota electoral de 2012, muchos dentro del GOP se dieron cuenta de que sin los latinos será difícil recuperar los votos en estados clave para retomar la Casa Blanca. Lanzaron una propuesta de ley para regularizar a  los inmigrantes ilegales, aumentar el número de visados de entrada al país... Pusieron a un latino al frente, Marco Rubio. Sin embargo, el Congreso ha frenado la propuesta. ¿Qué pasará si en las próximas elecciones los demócratas recuperan la Cámara de Representantes y mantienen el Senado, y aprueban la ley ellos solos? Se habrían llevado de calle el voto hispano, las posibilidades de los republicanos de ganar en 2016 se desvanecerán.
Lo más probable, sin embargo, es que tras las elecciones de 2014 el escenario político se mantenga: Senado demócrata y Cámara republicana. En ese caso, será muy importante para el Partido Republicano qué tipo de congresistas eligen los votantes: si entran muchos radicales, que tienden a saltarse la disciplina de voto ordenada por el partido, harán imposible que se vote la ley de inmigración, y esto dañará aún más las posibilidades de los republicanos. El mejor escenario es el de que se recuperen ambas cámaras, pero aún en ese caso será importante tener congresistas alineados con el rumbo que decida tomar el Viejo Gran Partido. Una formación que ahora navega sin norte y con una rebelión a bordo.