Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Perder un ser querido, especialmente un cónyuge, es un drama del que necesitamos un tiempo para reponernos emocionalmente.
Durante ese período, al que solemos llamar duelo, tratamos de reinsertarnos a la sociedad de manera progresiva. ¿Pero qué pasa con nuestra vida sexual? Normalmente, y por varias razones, está lejos de ser una de las prioridades. Y así, puede pasar un tiempo prolongado sin que tengamos relaciones sexuales
No hay un limite de tiempo para volver a tener sexo después de la muerte de una pareja. Depende de cada quien y su entorno.
El círculo íntimo -hijos y familiares más directos- es clave y sin duda condicionará en la decisión. El famoso “qué dirán” puede ser una barrera infranqueable.
Sin embargo y considerando que el duelo es una fuente de tristeza y dolor, es decir un período de mucha tensión, podría pensarse que los seres humanos podrían recurrir al sexo en estas circunstancia para evadir esa tensión interna. Pero no es tan común, ya que aparece el tabú religioso. El sexo, que se asocia a la alegría y al éxtasis, va a contramano del duelo austero que impone la sociedad para aquellos que recientemente han perdido a un ser querido.
No obstante, y guardando la discreción del caso, no está desaconsejada la sexualidad tras una pérdida sensible. Como digo, siempre y cuando ésta no sea forzada ni nos genere per sé una sensación de culpa y malestar.
Puede que muchos vean mal esto, ya que lo relacionan como una falta de lealtad y falta de amor al difunto.
En algunos lugares las viudas visten de negro toda la vida, en otros un año o menos. Todo es cultural, ya que el dolor se lleva en el alma y va más allá de la abstinencia sexual. Más allá de todo, es evidente que puede aparecer un sentimiento de culpa, algo parecido a lo que sienten los sobrevivientes de catástrofes u otras tragedias. También estará relacionado con el tipo de muerte de la pareja y el tiempo en que la muerte tardó en llegarle, además de la calidad de relación matrimonial. No es lo mismo si el cónyuge muere repentinamente en un accidente automovilístico que si lo hace tras una larga agonía de una enfermedad terminal.
Es bastante común perder el deseo sexual ante una situación así, pero hay excepciones.
Recordemos que la sexualidad también proporciona catarsis y placer, además de relajación, aunque no siempre un acto sexual nos lleve a eso.
Joan Price, escritora estadounidense experta en sexo para personas mayores, escribió un libro llamado Sex after Grief, luego de enviudar en 2008. Allí, además de contar su experiencia sexual tras el duelo, comparte diferentes actitudes ante el mismo tema: “algunos se lanzaron al sexo rápidamente, otros tardaron años; algunos se apartaron de la posibilidad sexual. Algunos compartieron sus cuerpos pero no sus corazones. A medida que estas personas abran sus vidas y pensamientos privados, te darás cuenta de que nadie está equivocado y que ninguna elección es defectuosa o vergonzosa”.
También hay casos en donde parece que el duelo ya está elaborado, pero es una sensación errónea y nos puede generar una gran frustración: nada de lo que puedan aportar otras personas nos satisface simplemente porque aún no estamos predispuestos a recibir ni de entregarnos y se tiende a pasar de una relación a otra pensando que ninguna es adecuada. Esa es una señal que todavía no estamos en condiciones de asumirlo, y en algunos casos esas sensaciones no llegarán nunca. Es importante aclarar: una pareja es algo mas que sexo, implica una compenetración total y no siempre se vuelve a alcanzar.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.