domingo, 7 de octubre de 2012

El Ché Guevara y su afición al lente de las cámaras fotográficas


Tomado de El Clarín

Una expresión inusual. La Habana, 1964. La lente del fotógrafo Osvaldo Salas captura al Che con una sonrisa franca.
La vida del más grande revolucionario, delante y detrás de la cámara
POR ABEL ALEXANDER.
INVESTIGADOR FOTOGRÁFICO

Desde las fotos familiares cuando era niño hasta su irrupción como ícono mundial, Ernesto Guevara mantuvo una relación intensa y permanente con la fotografía. Y no sólo fue como modelo: también trabajó como fotógrafo, un oficio que amó y cultivó.
Ernesto Guevara de la Serna, el Che, es uno de los personajes más célebres y fascinantes del siglo XX. Médico, deportista, viajero, revolucionario, militar, funcionario, político y diplomático, durante buena parte de sus vertiginosos 39 años de vida también atesoró una faceta poco conocida: su profundo interés por la fotografía.
Antes de empuñar su propio equipo, el Che estuvo expuesto desde su nacimiento a múltiples cámaras. Observando estas primeras imágenes del futuro revolucionario, nos llama la atención que entre ellas prácticamente no estén los clásicos retratos familiares posados en la galería de un estudio profesional –tan típicos de la época en los hogares de clase media alta, como el suyo– sino que son tomas de exteriores realizadas a veces por los típicos fotógrafos de plaza o “minuteros”. En ellas se ve a Ernestito de bebé y de niño; solo, con sus hermanos y amigos; en Alta Gracia –donde su familia se mudó cuando él tenía dos años para aliviar sus ataques de asma–, en la estancia familiar cercana a Baradero, en Mar del Plata o en las casas de sus parientes en Recoleta. De su paso por la facultad de Medicina de la UBA se conserva en la colección del doctor César Gotta la fotografía de una clase de anatomía de 1948, en la que el futuro Che Guevara sonríe frente a la cámara ante el cadáver ya preparado para el estudio de los futuros médicos. Hasta ese momento, ningún talento fotográfico ha enfocado sobre su figura.
Fue en 1953, durante su segundo viaje por Sudamérica, cuando el Che Guevara se asomó por primera vez al fascinante mundo de la fotografía. En La Paz, donde residía en forma temporal, conoció al fotógrafo alemán Gustav Thorlichen, un sensible artista que lo impresionó tanto como para volcar aquella impresión en su Diario de viaje. Con 47 años, Thorlichen se encontraba en Bolivia realizando diversos proyectos por cuenta del gobierno revolucionario de Víctor Paz Estenssoro, y por esos días exhibía sus mejores fotos. “Gustavo Thorlichen es un gran artista como fotógrafo”, escribió Ernesto. “Tuve oportunidad de ver su manera de trabajar. Domina una técnica sencilla subordinada íntegramente a una composición metódica que da como resultado fotos de notable valor”. La relación entre ambos debió ser fructífera, pues Guevara lo acompañó a fotografiar varios lugares en las afueras de La Paz. En enero de 2001, el periodista Rogelio García Lupo afirmó en Clarín que “el impacto que las imágenes del alemán le produjeron en cuanto las vio no sólo quedó asentado en el Diario sino que influyó en su propio proyecto de vida, a tal punto que antes de dos años, cuando llegó a México fugitivo de la represión anticomunista en Guatemala, lo primero que hizo fue comprar una cámara fotográfica de la cual vivió algún tiempo”.

El 21 de septiembre –día en que en la Argentina se celebra el día del fotógrafo– de 1954, Ernesto arriba a la ciudad de México, junto a Julio Roberto Cáceres Valle, “El Pantojo”. Tienen que ganarse la vida, y es entonces que nuestro personaje se decide a trabajar en el campo fotográfico. Lo contó el mismo Che: “El Pantojo no tenía ningún dinero y yo algunos pesos, compré una máquina fotográfica y juntos nos dedicamos a la tarea clandestina de sacar fotos en los parques, en sociedad con un mexicano que tenía un laboratorio donde revelábamos. Conocimos toda la ciudad de México, caminándola de una punta a la otra para entregar las malas fotos que sacábamos”. En noviembre le escribe a su madre en la Argentina: “la fotografía sigue dando para vivir y no hay esperanzas demasiado sólidas que deje eso en poco tiempo.” En una entrevista realizada por Jorge Timossi al español Rafael del Castillo en su pequeño negocio de fotografía, este refugiado político recuerda el paso del Che por su Foto-Taller: “Según me dijo, él venía de Guatemala con unos periodistas y quería trabajar en algo porque necesitaba ganarse el sustento; le di una cámara sin ningún compromiso. El día que tuviera dinero me la iría pagando como pudiera. Empezó a tomar fotos y venía a diario a que le revelaran los rollos que había tirado en fiestas o por la calle. Cada semana me daba cierta cantidad de dinero para irme pagando el equipo. Hicimos amistad, seveía inteligente y sobre todo muy bien educado. Un día me dijo que era doctor. La primera cámara que le di fue una Retina de 35 mm”.

Se sabe que Guevara tomó fotografías de las ruinas de Uxmal, Chichén Itzá y en lugares como Mérida, Yucatán y Veracruz, y  en algún momento barajó la posibilidad de abrir su propio negocio fotográfico en la capital azteca. Entre el 12 y el 26 de marzo de 1955 se llevaron a cabo en la ciudad de México los II Juegos Deportivos Panamericanos, de los que Argentina participó con 186 atletas. Por esos días y en forma casual –viajaban en el mismo tranvía– Guevara conoció al doctor Alfonso Pérez Vizcaíno de la Agencia Latina de Noticias, quien simpatizó con el joven aventurero y, al tanto de su actividad, lo contrató para cubrir los Juegos. El Che trabajó intensamente como cronista, guía de la delegación por la ciudad y fotógrafo, cubriendo con su amigo “El Pantojo” las diversas justas deportivas, revelando y copiando todo el material diario. Si bien recibió algún adelanto, finalmente la agencia cerró y el Che nunca terminó de cobrar sus fotos.
Poco después Guevara conoció a Fidel Castro Ruz, su hermano Raúl y un grupo de exiliados políticos cubanos que integraban una célula insurgente, junto a quienes cayó detenido el 24 de junio de 1956. El fotógrafo mexicano Cándido Mayo tomó una serie de fotos del Che y Fidel. Son las primeras en que se los ve juntos. Habría muchas más: el 2 de diciembre de 1956, el yate Granma llegó a la costa de Cuba cargado con 82 revolucionarios. Dirigían la expedición Fidel y Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto “Che” Guevara, en su doble condición de médico y combatiente. Luego de un complicado desembarco entre manglares y pantanos, la aviación gubernamental atacó y sólo una veintena sobrevivieron para internarse en la Sierra Maestra e iniciar la lucha guerrillera. Comenzaba así otra etapa fotográfica en la vida del Che.
Entre selvas y montañas el argentino carga su cámara de 35 mm. con resistente funda y correaje de cuero, convirtiéndose en un especial reportero de guerra. Y se produce, ahí y entonces, la impresionante metamorfosis fotográfica de su vida: ya no es el esforzado estudiante universitario o el ignoto viajero. Su posición en la cúpula de la guerrilla más buscada por la prensa internacional lo convierte de repente en una figura pública que todos los medios se disputan. El impacto mundial que causan la estampa y el discurso del Che es gigantesco, y trasciende la esfera política: desde que su retrato con uniforme de combate comienza a publicarse en los principales medios del mundo, se inicia un fenómeno muy especial alrededor de aquel barbudo joven sudamericano: miles de jovencitas se sienten fuertemente atraídas por este hombre idealista de aspecto sumamente atrayente y sexy.
Los fotógrafos de todo el mundo peregrinan hasta la selva para retratar a los guerrilleros. Entre ellos, Tirso Martínez fue protagonista de una anécdota que refleja la pasión del Che por la fotografía: “a fines de la guerra contra Batista subí al Escambray. Me instalé en el campamento del Che. Me dio una cámara que había traído de la Sierra Maestra en muy mal estado, sucia, para que se la arreglara ‘¿No te quedarás con ella?’, me preguntó: ‘Si está buena, a lo mejor’, le respondí”. “La traje para La Habana. Triunfó la Revolución y un día fui a fotografiarlo al Ministerio de Industrias. Un grupo esperábamos afuera, en el pasillo; salió de la oficina y delante de todo el mundo me dijo: ‘Chorro, me robaste mi cámara’.” El 3 de enero de 1959, dos días después de que el dictador Fulgencio Batista y su familia huyeran de Cuba, arriba triunfante a la La Habana el ya mítico Che Guevara. Las agencias de noticias envían a sus mejores fotógrafos para obtener la ansiada foto de aquel enérgico barbudo que encendía la imaginación de la juventud mundial. A partir de entonces y desde sus diversas funciones públicas, el Che construirá una cómplice relación de fotógrafo a fotógrafo con sus colegas cubanos: entiende perfectamente el trabajo de estos hombres de prensa y los secretos de una profesión que exige talento, velocidad de acción, sentido de la oportunidad, coraje para superar escollos y un estado de alerta permanente. Como ejemplo de esta camaradería, frente al reportero Guillermo Fernando López Junque dijo que “no hay muchos fotógrafos chinos, cubanos, ni López, así que te llamaré Chinolope”, seudónimo que López adoptó complacido.
Liborio Noval, una leyenda de la fotografía cubana que falleció el mes pasado, recuerda algunas anécdotas con relación al Che: “Fue el 26 de febrero de 1961 en el Reparto Martí. Yo trabajaba para el periódico Revolución. Ese domingo me mandaron para fotografiar al Che en un trabajo voluntario. Cuando llegué, el argentino me preguntó qué hacía allí. Tomar fotos, le contesté. Entonces me pidió que colgara la cámara y lo ayudara a llenar las carretillas. Así estuvimos todo el día. Sólo me dio diez minutos para hacer mi trabajo”. Fue Noval quien el 2 de enero de 1964 registró al Che en la Plaza de la Revolución junto a su cámara con teleobjetivo, imagen que ilustra esta página.
Otro cronista gráfico del Che fue Rogelio Andrés Torres, quien registró su afición al pilotaje o una concentrada partida de ajedrez en 1962, durante un descanso en la dura jornada del trabajo voluntario. Raúl Corral Varela (Corrales) provenía de una familia obrera campesina, y desde que se inició en la fotografía puso su cámara al servicio de los desprotegidos. Al triunfar Castro se convirtió en un cronista de la revolución, que realizó excelentes retratos del Che con logrados primeros planos. Ernesto Fernández, un destacado fotorreportero político, se valió de una artimaña para poder realizar algunas tomas del Che trabajando en la zafra de la caña de azúcar: “Entré al cañaveral hasta que lo encontré, con su uniforme verde oliva y un sombrero de guano. Le dije que tenía una cámara Leica con la que nunca había trabajado, que se me había trabado y no sabía cómo arreglarla, que si podía ayudarme. Tomó la cámara y, por supuesto, funcionó perfectamente. Me comentó sobre la calidad del equipo y siguió cortando caña. Le dije si podía tomarle algunas fotos para probar la cámara y estuvo de acuerdo”. Una de estas fotografías ilustró el billete de 3 pesos que circuló en Cuba hasta 1989.
 septiembre de 1959, el Che había sido invitado a una entrevista en la televisión de La Habana. El evento fue cubierto por la cámara del cubano Raúl Carreras, quien al siguiente día le entregó una cantidad considerable de copias de 8 x 10 centímetros. Guevara lo mandó llamar de inmediato, y tirando las fotos sobre el escritorio, le dijo: “Las fotos están bien, quien está mal sos vos. ¿Para qué tantas fotos? Aprendé a no despilfarrar los medios del Estado. No seas ‘guataca’ (derrochón)”, le dijo. Osvaldo Salas Merino fue otro de sus iconografistas recurrentes, y no debemos olvidarnos de uno de los registros más famosos, realizado por el gran fotógrafo suizo René Burri, quien en 1963 lo retrató en su despacho de ministro de Industria fumando su inseparable puro, emblemática fotografía publicada en abril de ese año por la revista Look.
  1960, frente a las crecientes tensiones con Estados Unidos y los exiliados cubanos en Miami, el gobierno de Fidel Castro compró un cargamento de armas a Bélgica. El embarque arribó a La Habana a bordo del navío francés “La Coubre”. El 4 de marzo, mientras se descargaba el armamento, una tremenda explosión fruto de un sabotaje sacudió los muelles habaneros y mató a 136 personas. Al día siguiente, el gobierno cubano realizó un gran acto de repudio. Las autoridades revolucionarias se encontraban en el palco, desde el cual Fidel pronunció su famosa consigna “Patria o Muerte”. A poca distancia, cubriendo el acto para el diario República, se encontraba uno de los más talentosos fotógrafos cubanos, Alberto Díaz Gutiérrez, más conocido por su seudónimo artístico de Korda. El Che se encontraba en la misma tarima, cuando Korda con su cámara Leica observó que daba un par de pasos al frente para mirar a la multitud: “Cuando lo enfoco a él y tengo la visión del lente de 90 milímetros, observo esa expresión que tanto me conmueve. Lo tengo en el objetivo. Aprieto el obturador, tiro una primera fotografía, doy vuelta la película –la cámara era manual– y descubro que aquella expresión era muy buena, que ahí tengo un retrato. Pongo la cámara en posición vertical y tiro un segundo negativo. Estoy virando nuevamente el rollo, cuando levanto la vista y el Che ya no está. Todo ocurrió en medio minuto”, recordaría.

Esa noche, en el laboratorio, eligió este último negativo y encuadró el rostro del Che, para lo cual eliminó el hombre de perfil que se encuentra a la izquierda y una palmera a la derecha. La cabeza del comandante se encuentra algo difuminada, rodeada por la luz pareja y suave de una tarde fría y nublada. Presentó esa toma a sus editores, pero no los convenció: la archivaron. Pasaron los años, y en el verano de 1967 el editor italiano Giangiacomo Feltrinelli visitó el estudio de Korda para buscar fotos del Che: el artista le obsequió dos copias 30 x 40 en papel brillante del aquel retrato. Pocos meses después, en octubre, matan a Guevara en Bolivia y Feltrinelli imprime la emblemática fotografía en un millón de afiches de 1 metro por 70 centímetros. 
El resto de la historia es conocido: aquel dramático retrato de 1960 se convierte en la representación misma  mito guerrillero. La imagen da la vuelta al mundo y se multiplica por millones en pancartas, afiches, publicaciones, pintadas callejeras, estandartes de lucha. Según los críticos, “Guerrillero heroico” se  entre los diez mejores retratos de la historia de la fotografía, y se considera la foto más reproducida del mundo. Korda nunca cobró un centavo por ella, en línea con sus convicciones revolucionarias de que dicha imagen multiplicaba el mensaje de aquel que había ofrendado su vida  pos de sus ideales. Sólo accionó judicialmente contra una conocida marca de vodka que usó la imagen en sus botellas: ganó el juicio por 50.000 dólares y los donó a Cuba.En sus años como funcionario, el Che fue un verdadero “blanco móvil” para los fotógrafos que lo inmortalizaron en las más diversas situaciones, poses y compañías. El los dejaba hacer: como buen apasionado por la fotografía –adonde iba llevaba colgada al cuello su cámara de 35 mm.– conocía perfectamente el inmenso valor político que tenían las imágenes. Mientras, él también sacaba sus propias fotos, tanto en Cuba como durante sus giras diplomáticas. Y por supuesto, tampoco descuidaba las imágenes familiares: cuando Vicent Monzó, curador de una excelente muestra sobre Guevara, se entrevistó en La Habana con su viuda Aleida, ella le mostró varias cajas de zapatos llenas de fotografías tomadas por el Che.
Sus últimas fotos las tomó durante la campaña revolucionaria en la selva de Bolivia –el mismo país donde Thorlichen lo había deslumbrado– y se hicieron conocidas luego de que los oficiales bolivianos que lo capturaron vendieran los negativos. Para entonces, el Che ya había llegado al final de su iconografía fotográfica: la cámara de Freddy Alborta había registrado para la Historia su cuerpo baleado y tendido con los ojos bien abiertos sobre una camilla de la lavandería del hospital de Vallegrande, donde los militares del Ejército boliviano lo trasladaron luego de su ejecución en La Higuera el 9 de octubre de 1967. Eran las últimas imágenes del revolucionario, las primeras del mito.

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sábado, 6 de octubre de 2012

“Las leyes son como las mujeres, están para violarlas” infeliz frase de un funcionario español


Tomado de Infobae.com
Lo aseguró José Manuel Castelao Bragaña, titular del Consejo General Español de la Ciudadanía en el Exterior. Tuvo que renunciar pocas horas después
Tiene 71 años y había sido nombrado al frente del órgano consultivo que pertenece al Ministerio de Empleo el pasado lunes 1 de octubre. Aseguró al diario El País, de España, que su renuncia no tiene nada que ver con el comentario que realizó ante algunos miembros del consejo en una reunión en Santiago de Compostela. Una frase que despertó las protestas entre algunos miembros de este organismo y por la que después pidió perdón.

"Nadie me ha pedido mi renuncia. Tengo una situación personal por la que no puedo afrontar el cargo. No tiene nada que ver con lo sucedido, aunque es cierto que todo suma", explicó a ese medio.

Es la segunda vez que el abogado, que fue diputado del Partido Popular en el Parlamento de Galicia entre 2005 y 2009, preside este organismo que agrupa a los españoles que viven en el extranjero y que tiene como objetivo garantizar su derecho al voto o a la participación en las administraciones públicas. En esta ocasión su nombre fue propuesto por la ministra de Empleo, Fátima Báñez, y votado después por el pleno del Consejo. Su mandato no ha durado una semana.

En su segundo día como presidente de los españoles en el exterior, Castelao Bragaña estaba reclamando el acta de la reunión a una de las comisiones, la mesa de Educación y Cultura, a la que le faltaba un voto para formalizar el documento: "No pasa nada. ¿Hay nueve votos? Poned diez. Las leyes son como las mujeres, están para violarlas", dijo, según han explicado varias de las personas que estuvieron en la reunión.

Ana María Navarro, de Islas Canarias y miembro del consejo por Venezuela, donde vive, explicó que se quedó atónita: "Fue una frase absurda y desafortunada, y más viniendo de una personalidad como él, el presidente de un organismo", dijo. Un comentario y un sentimiento que comparten otros miembros de la mesa de Educación y otros delegados del Consejo de Ciudadanía Exterior.

Castelao Bragaña reconoce lo ocurrido. Sin embargo, asegura que su comentario se malinterpretó: "No siento para nada el sentido que la frase tiene y no es el sentido que yo le quise dar. Cité la frase, lo reconozco, pero en el sentido inverso, aunque no puedo achacar a otro una responsabilidad que es mía", explicó.

"Lo siento mucho. Lamento profundamente lo que ha ocurrido. Y doblemente: por quienes lo escucharon, casi todas mujeres, porque les generé un dolor; y por mí, porque construí un edificio que se me viene encima", manifestó.

Tras lo ocurrido, los miembros de la comisión de Educación y Cultura redactaron un escrito –firmado por ellos y por otros delegados–, que entregaron al director general de Migraciones, Aurelio Miras Portugal, en el que le exigían que pida disculpas públicas.

Pidió perdón, pero no dijo exactamente por qué: "Si pudiera hacer alguna penitencia para borrar lo que hice, la haría", afirmó, y finalizó: "No tengo para nada ningún pensamiento contra la mujer, que me merece todos mis respetos. Es más, soy un devoto de la mujer". 

Bloguera cubana denuncia tortura psicológica y maltratos físicos de la dictadura durante su ilegal cautiverio


 Tomado de El País
“Intentaron desnudarme. Me resistí y lo pagué”

La colaboradora de EL PAÍS en Cuba relata sus 30 horas detenida para impedirle cubrir el juicio

Por Yoani Sánchez
Me quisieron impedir llegar al juicio a Ángel Carromero. Alrededor de las cinco de la tarde del 4 de octubre, un amplio operativo a las afueras de la ciudad de Bayamo detuvo el auto en que viajábamos mi esposo y yo, junto a un amigo. “Ustedes quieren boicotear al tribunal”, nos dijo un hombre vestido completamente de verdeolivo, para inmediatamente proceder a detenernos. El operativo tenía las dimensiones de un arresto hecho contra una banda de narcotraficantes o de la captura de un prolijo asesino en serie. Pero en lugar de tan amenazantes personas, solo había tres individuos que deseaban participar de oyentes en un proceso judicial, asomarse al interior de la sala de un tribunal. Le habíamos creído al periódico Granma cuando publicó que el juicio era oral y público. Pero ya saben, Granma miente.
No obstante, al arrestarme, en realidad me estaban regalando experimentar periodísticamente el otro lado de la historia. Vivir en la piel de Ángel Carromero cómo se estructura la presión alrededor de un detenido. Saber en carne propia los intríngulis de un Departamento de Instrucción del Ministerio del Interior. Lo primero fueron tres mujeres uniformadas que me rodearon y me quitaron el móvil. Hasta allí era una situación confusa, agresiva, pero todavía no tenía visos de violencia. Después, esas mismas fornidas señoras me introdujeron en un cuarto e intentaron desnudarme. Pero hay una porción de uno mismo que nadie puede arrancarnos. No sé, quizás la última hoja de parra a la que nos aferramos cuando se vive bajo un sistema que lo sabe todo sobre nuestras vidas. En un mal y contradictorio verso quedaría como “podrás tener mi alma… mi cuerpo no”. Así que me resistí y pagué las consecuencias.
Después de ese momento de máxima tensión le llega el turno al policía "bueno”. Alguien que se me presenta diciendo que lleva el mismo apellido que yo –como si eso sirviera de algo- y que le gusta “dialogar”. Pero la trampa es tan conocida, se ha repetido tanto, que no caigo. Me imagino de inmediato a Carromero sometido a la misma tensión de amenaza y “buen talante”… difícil sobrellevar algo así por largo tiempo. En mi caso, recuerdo haber tomado aliento y después de una larga diatriba contra la ilegalidad de mi arresto me quedé repitiendo por más de tres horas una sola frase “Exijo que me dejen hacer una llamada telefónica, es mi derecho”. Necesitaba una certeza y la reiteración me la daba. El estribillo me hacía sentirme fuerte frente a personas que han estudiado en la academia los diversos métodos para ablandar la voluntad humana. Una obsesión era todo lo que me urgía para enfrentarlos. Y me obsesioné.
Después de una larga diatriba contra la ilegalidad de mi arresto me quedé repitiendo por más de tres horas una sola frase “Exijo que me dejen hacer una llamada telefónica, es mi derecho”

Por un rato parecía que había sido en vano mi insistente cantaleta, pero después de la una de la madrugada me permitieron hacer la llamada. Unas pocas frases con mi padre, a través de una línea evidentemente pinchada y ya todo quedaba dicho. Podía entonces entrar en la otra etapa de mi resistencia. La llamé “hibernación”, porque cuando se nombra algo es como sistematizarlo, creérselo. Me negué a comer, a beber cualquier líquido; me negué al examen médico de varios doctores que trajeron a revisarme. Me negué a colaborar con mis captores y se los dije. No podía despegar de mi mente el desvalimiento de Carromero en más de dos meses lidiando con aquellos lobos que alternaban con el papel de oveja.
Una buena parte del tiempo toda mi actividad la filmaba una cámara que un sudoroso paparazzi manejaba. No sé si algún día pondrán alguna de esas tomas en la televisión oficial, pero organicé mis ideas y mi voz para que no pudieran ser transmitidas menoscabando mis convicciones. O les mantienen el audio original con mi demanda, o tienen que repetir la chapuza de sobreponerle la voz de un locutor. Traté de hacerles lo más difícil posible la edición posterior de aquel material.
Solo hice un pedido en 30 horas de detención: necesito ir al baño. Yo estaría preparada para llevar la batalla hasta el final, pero mi vejiga no. Después me llevaron a un calabozo-suite. Había pasado horas en otro que tenía una rara mezcla de barrotes y cortinas, con un terrible calor. Así que llegar al salón más amplio, con televisor y varias sillas, que desembocaba en una habitación con una cama realmente apetecible fue un golpe muy bajo. Solo de mirar el estampado de las cortinas, tuve el presentimiento que era el mismo lugar donde habían hecho la primera grabación que circuló en Internet de las declaraciones de Ángel Carromero.
Aquello no era una habitación, era un set. Lo supe de inmediato. Así que me negué a acostarme sobre la sobrecama recién tendida y a poner mi cabeza sobre las tentadoras almohadas. Me fui a una silla en un rincón y me acurruqué. Dos mujeres vestidas de militar me vigilaban todo el tiempo. Yo estaba viviendo el deja vú de otro, el recuerdo del escenario en el que transcurrieron los primeros días de detención para Carromero. Ya lo sabía y era duro. Una dureza que no estaba en el golpe o en la tortura, sino en la convicción de que no se podía confiar en nada de lo que ocurría dentro de esas paredes. El agua podía no ser agua, la cama más bien parecía una trampa y el doctor solícito estaba más cerca del soplón que del galeno. Lo único que quedaba era sumergirse en los abismos del “yo”, cerrar las compuertas con el afuera y eso hice. La fase “hibernación” derivó en un letargo auto provocado. Ya no pronuncié una palabra más.
Para cuando me dijeron que me “iban a trasladar hacia La Habana”, me costó despegar los párpados y mi lengua parecía salirse de la boca por los efectos de la prolongada sed. Sin embargo, yo sentía que los había vencido. En un último gesto, uno de mis captores tendió su mano para ayudarme a subir al microbús donde también estaba mi esposo. “No acepto cortesía de represores”, lo fulminé. Y volví a tener un último pensamiento para el joven español que vio torcerse su vida aquel 22 de julio, que tuvo que bregar entre todos aquellos engaños.

Al llegar a casa supe de los otros detenidos y de que la propia familia de Oswaldo Payá no pudo entrar a la sala penal. También del pedido de siete años hecho por el fiscal contra Ángel Carromero y de la condición de “concluso para sentencia” en que quedó el juicio de este viernes. Lo mío era solo un tropezón, el gran drama sigue siendo la muerte de dos hombres y el encierro de otro.

Nissan resucita a Datsun para liderar mercados emergentes con autos básicos


Tomado de The Wall Street Journal 
Carlos Ghosn, presidente ejecutivo de Nissan, señala que la automotriz planea lanzar seis modelos de Datsun a partir de 2014

Un Datsun de US$3.000 para los mercados emergentes
Por  Chester Dawson
Es el auto que toda una generación recuerda por su elegancia compacta. Ahora, una nueva versión del icónico Datsun, símbolo de la rápida industrialización de Japón, llamará la atención por su precio.
En una osada apuesta por los mercados de mayor crecimiento en la industria automotriz —los países emergentes—, Nissan Motor Co. planea un relanzamiento de su modelo estrella durante la era de los Beatles que sorprenderá a sus seguidores. Según entrevistas con el presidente ejecutivo, Carlos Ghosn, y otros directivos de la automotriz, el nuevo modelo es una expresión más básica que la de cualquiera de sus rivales.
Nissan espera establecer nuevos mínimos en los precios de una automotriz global, al ofrecer el modelo básico de Datsun por entre US$3.000 y US$5.000. Este precio es casi un tercio del de su automóvil más barato, el compacto Tsuru que se vende en México por US$8.000.
En una charla con The Wall Street Journal, Ghosn dijo que la compañía prevé lanzar seis modelos Datsun a partir de 2014, en un rango de precios tan bajo que sólo supera el de un puñado de miniautos de fabricantes más pequeños en China e India.
Ghosn presentó el relanzamiento tanto como una misión personal como una estrategia de negocios, con la meta de proveer a los más pobres una mejor oportunidad de comprar un auto. Hasta ahora, ninguna gran automotriz ha encontrado la forma de penetrar de manera rentable el segmento de precios más bajos en los mercados emergentes, a pesar de que esas economías representan casi la mitad de las ventas globales de vehículos.
Sin embargo, tanto la estrategia general como la selección de Datsun para liderar la iniciativa ya han sido blanco de críticas al interior de la compañía y es probable que cause preocupación entre algunos analistas y fanáticos de los autos.
En sus días de gloria, Datsun era una marca muy codiciada: un auto que pese a ser económico brillaba por sus elegantes diseños y toques innovadores. No obstante, para lograr mantener el precio en US$3.000 para el modelo más barato —algo que hasta los propios ejecutivos de Nissan reconocen como un desafío—, el fabricante ha tenido que renunciar a algunas características que son estándar desde hace años en los mercados desarrollados, como las transmisiones automáticas y las bolsas de aire para todos los pasajeros.
Algunos ejecutivos de Nissan temen que este proyecto esté desviando recursos necesarios para apuntalar productos establecidos en mercados sólidos. Nissan no ha revelado cifras, pero analistas estiman que la fabricación de un auto nuevo fácilmente puede llegar a costar US$1.000 millones. Si bien los escépticos son pocos por ahora, los rivales de la automotriz japonesa no están convencidos de que exista suficiente demanda para esta clase de vehículos en los países en desarrollo.
"Es un grave error pensar que uno puede introducir un auto barato en los mercados emergentes y tener éxito", indica Yukitoshi Funo, vicepresidente ejecutivo de Toyota Motor Corp. a cargo de los mercados en desarrollo, donde la compañía ha apostado por los subcompactos y derivados de camionetas en el rango de entre US$8.000 y US$10.000. "Los consumidores quieren un auto del que la familia pueda sentirse orgullosa", asevera.
Datsun Roadster Modelo 1968
El hecho de que Datsun forme parte de una ofensiva de Nissan, especialmente una de esta escala, constituye un giro irónico para una compañía cuya decisión de extinguir la marca a principios de la década del 80 fue muy controvertida. Datsun seguía siendo popular en varios países, pero ejecutivos japoneses decidieron ese año sustituir la marca por Nissan para unificar su identidad corporativa. Eso causó una amplia confusión entre los concesionarios y compradores y contribuyó al declive de la automotriz en aquel entonces. Todavía hoy es considerada una de las peores decisiones de marketing en la historia de la industria.
Ghosn, de 58 años y quien llegó a Nissan hace 13 años cuando estaba al borde de la bancarrota, ha decidido apostar su reputación a esta marca. Nacido en Brasil y criado en el Líbano, es el único líder de una automotriz grande que proviene del mundo emergente, un hecho que según él ha influido profundamente en el legado que quiere dejar en Nissan.
El ejecutivo no tuvo su propio auto hasta cuando cumplió 18 años, y en muchos países en desarrollo la propiedad de un automóvil a cualquier edad sigue siendo más un sueño que una realidad. En 2010 en Brasil, sólo 144 de cada 1.000 personas tenían un auto, en comparación con 808 por cada 1.000 estadounidenses, según un estudio.
Ghosn espera que desempolvar una de las marcas más icónicas de la industria genere entusiasmo entre los compradores.
En respuesta a las críticas de sus competidores, el ejecutivo prometió lanzar un auto que será "moderno y fresco" porque los compradores en los mercados emergentes quieren un vehículo que "los haga sentirse bien y se ajuste a su presupuesto". Ghosn describe el nuevo Datsun como uno de los principales "aceleradores de crecimiento" de Nissan, un arma clave en un plan para impulsar su participación de mercado global a 8% para 2016, frente al 6% actual.
Para eso, la automotriz planea aumentar las ventas en las economías emergentes, que según proyecciones representarán 60% de la facturación total de la industria en los próximos cinco años, un aumento frente al 43% actual. Ghosn asegura que con suficientes clientes que compran por primera vez un automóvil, Datsun capturaría entre un tercio y la mitad de las ventas totales de autos en esos países.
Ralf Kalmbach, un consultor de Roland Berger, en Múnich, lo considera un paso ambicioso pero necesario para los grandes jugadores del sector.
De hecho, representantes de la alemana Volkswagen AG confirmaron recientemente que están analizando el segmento de vehículos de bajo costo si bien aún no han tomado una decisión.
"Los fabricantes de autos globales no tienen forma de evitar la categoría básica", señaló Kalmbach. "Está creciendo demasiado rápido".
No obstante, incluso algunos ejecutivos al interior de Nissan reconocen que sus metas no serán fáciles de alcanzar, al menos de forma rentable.
Aparte de los vehículos especiales —como los miniautos fabricados por la japonesa Suzuki Motor Corp. en India—, otras automotrices globales se han alejado de los modelos más baratos en los mercados emergentes. Para competir con autos que cuestan menos de US$5.000, como el chino Chery QQ y los indios Maruti, de Suzuki Motor, y Nano, de Tata Motors, Nissan debe desarrollar una línea de vehículos completamente nueva, lo que dice puede lograr para 2014 utilizando diseños simplificados, un inventario existente de autopartes y haciendo más eficientes sus procesos de aprobación y prueba.
Es más, en su campaña por generar una ganancia pese a cobrar precios mínimos, representantes de Nissan aseguran que tendrán que adoptar un enfoque muy básico respecto a la comodidad y la seguridad. Por ejemplo, los autos sólo vendrán con transmisión manual y sus sistemas de escape serán más ruidosos y vibrarán más.
Por esta razón, y porque Nissan no tiene ningún interés en canibalizar sus ventas existentes, la compañía señala que los autos Datsun no se venderán en los países industrializados, al menos no en un principio. En esos mercados, los requisitos regulatorios y de seguridad prácticamente hundirían la estrategia.
Sin embargo, resucitar Datsun como una encarnación a precios económicos en otras partes del mundo ha despertado temores de que la ofensiva dañará la reputación de una marca muy popular desde principios de los 60 hasta mediados de los 80.