Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
La expresión “Durmiendo con el enemigo” nos refiere, de inmediato, a la película de 1991 donde el personaje de Julia Roberts finge morirse ahogada como único recurso para escapar de su violento marido e iniciar una nueva vida.
A partir de entonces, la frase cobró popularidad hasta instalarse en el vocabulario. El enemigo, por supuesto, no es otro que aquel novio o esposo aparentemente encantador que termina convirtiéndose en una pesadilla por su conducta agresiva.
Para empezar, hay que decir que no es tan fácil detectar el potencial de un hombre violento. Muchas veces se hacen pasar como tímidos o sumisos, que aceptan todo lo que se les dice de hacer y hasta un poco cobardes, pero en realidad es una máscara. Otros, en cambio, no se preocupan por ocultar su perfil: son francamente hostiles, machistas, misóginos.
Puede haber señales que nos indican que estamos ante la presencia de uno de estos personajes, y descubrirlo a tiempo puede evitar daños mayores. Una de ellas es observar la forma en que tratan a las personas más cercanas a ellos. Por lo general, degradan verbalmente a sus parejas, debilitan la figura femenina, hacen escenas de celos y ejercen un control económico sobre sus finanzas, algo que puede ser asfixiante y manipulador.
A veces sorprende el contraste entre el mismo hombre ante diferentes situaciones. En los abiertamente violentos gritarán al comunicarse, serán tiranos, hostiles. Otros apocarán a las parejas hablando mal de ellas a otras personas y/o describiéndolas como neuróticas, bipolares, ciclotímicas. La idea es siempre tratar de desvalorizar y vender que la persona agredida se queja sin razón y que en realidad el maltrato no existe. Muchos de estos aspectos se destacan en un informe realizado por el “Centro de Hombres que maltratan” (CAM), ubicado en Florencia, Italia.
La Organización Mundial de la Salud estima que una de cada tres mujeres sufrirá violencia mayoritariamente por parte de su pareja, por lo que trata de frenar lo que ellos llaman epidemia.
El problema es que muchas mujeres evitan hablar del tema y lo ocultan, ya que causa mucha vergüenza el hablar de estos temas. Ya suficientemente son humilladas por sus parejas como para tener que hacerlo público. Otras lo ocultan por temor a perder credibilidad, puesto que su esposo presume de hombre amable y cordial, aunque solo sea una pose. “¿Cómo es posible que fulanito, que es tan bueno, te trate mal? Pero si te da todos los caprichos…”, dirán algunos.
No todo acaba cuando, tarde o temprano, se descubre el perfil violento. A pesar de eso, hay mujeres que no pueden despegarse y cortar esa relación tan dañina y perversa. En muchos casos porque hay hijos de por medio, también por lo económico, la soledad, la sensación de haber fracasado en el matrimonio o el qué dirán. Incluso, en épocas de bajo maltrato, alimentan falsas ilusiones de que todo mejorará como por arte de magia. Pero solo durará hasta que algún detonante vuelva a hacer que la situación sea más explosiva.
Las denuncias por violencia doméstica, para quienes se atreven a hacerlo, son una solución. Sobre todo cuando se toman acciones como alejamiento, mandándoles a cursos para mejorar su violencia y a terapias para mejorar su mala personalidad o baja autoestima. Pero generalmente no ocurre así, solo se amonesta al hechor y allí acaba la intervención, lo cual vuelve la situación peor, pues el maltratador se volverá más sátiro. Sin un seguimiento legal, su conducta es incorregible. Nunca cambiará.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.