martes, 28 de julio de 2009

Seamos honestos: “el gran capital no tiene ideología, tiene intereses”

Por: Luis Montes Brito

La izquierda se ha encargado de repetir millones de veces el sofisma de que "el gran capital es de derecha", ellos saben que esto no es cierto y lo saben bien. Si no, analicemos las diferentes y cada vez más frecuentes reuniones entre la reducida cúpula del gran capital y la de los izquierdistas, sostenidas en los últimos doce meses.
No hay nada más cobarde que un millón de dólares, y no hay nada que defienda más el ser humano que su patrimonio, por supuesto a mayor patrimonio mayores recursos para defenderlo. En muchos casos esta defensa pasa por el “pragmatismo” político, sobre todo cuando estamos hablando de inversiones multimillonarias, que convierten los términos “nacionalista” “derechista" , "izquierdista”, “patriota” en vocablos románticos que no caben en el refinado léxico de esta muy, pero muy reducida lista de magnates criollos. Total, algunos solo conciben la política como un instrumento para ejercer o usufructuar el poder y no como una herramienta de la sociedad para mantener una convivencia pacífica.
En los años 90, nadie podía negar que las economías latinoamericanas estuvieran mejor que 10 años atrás, sin embargo los frutos no estaban llegando a las manos de todos, la “teoría del rebalse” era insuficiente y además claramente inequitativa, esta servía para alimentar la falacia de las estadísticas en los índices macroeconómicos. Era evidente el enriquecimiento acelerado de algunos pocos a expensas de la desmejora de la clase media y de la solidaridad insuficiente para “los más pobres de los pobres”.
El mundo, incluyendo el más amplio sector de la derecha, “la derecha progresista”, pronto descubría que el sistema puro, sin una manita del gobierno a través de su función solidaria, era injusto y era pólvora para más tarde, sobretodo en una región altamente volátil. El mundo supo pronto que al modelo neoliberal le hacía falta algo sumamente importante, lo social.
En el 2004 el Presidente Saca acuñó para su administración presidencial la frase siguiente: “lo social no es el complemento de nada, es la base de todo”. Sin embargo, una vez más el reducido sector más radical del gran capital, de forma miope comete su segundo gran error histórico del último medio siglo.
El error anterior se cometió en 1975-76, cuando se escudaron en la organización FARO, cuya base era de pequeños y medianos tenedores de tierra que incluía también a varios terratenientes, muchísimos de ellos honrados y honestos, que habían logrado obtener tierras con base a su tesonero y honrado esfuerzo, quienes conformaron un frente amplio de defensa para proteger su fuente de sostenimiento, las tierras, cuya mayoría de ellas no estaban contempladas en el proyecto presidencial.
Esta organización cuya dirigencia fue tomada detrás de cámaras por la élite agro exportadora, sirvió de base para oponerse al “benévolo” proyecto de reforma agraria del Presidente Molina, quién ante el cierre de filas de este sector que supo seducir a otros, dio marcha atrás a lo que él consideró como “un seguro para la futura paz social de El Salvador”. Aquella época del gran capital era la de la “derecha agrícola” o “agroindustrial” en los casos más evolucionados.
La historia demostró que Molina tenía razón, además expuso también la falta de visión del sector más radical del gran capital, quienes pocos años más tarde fueron obligados a ceder a punta de fusil y sin derecho a opinar, a un proyecto acre de distribución de tierras, concebido con revanchismo y echado a andar después del último golpe militar ocurrido en El Salvador, el cual se dio el 15 de Octubre de 1979.
Así, con esa misma miopía, y ya con una nueva generación al frente del sector más radical del gran capital, ahora convertido al mundo financiero o la “derecha mercantilista” como la califican otros, se da la historia de la Reforma Fiscal.
Vale aclarar que la nueva generación al frente del poderoso sector es más sofisticada que la generación anterior, producto de una mayor y mejor educación, es más evolucionada, aunque esa evolución no aplica para el tema de materia distributiva, ya que esta nueva generación resultó más egoísta que la anterior.
La cúpula de la nueva generación del sector más radical del gran capital se opuso férreamente al Proyecto de Reforma Fiscal sugerida por el presidente Saca, a quien tildaron de “populista” por su intención redistributiva y exigieron la cabeza del entonces Ministro de Hacienda y hoy presidente de CEPA. Vale decir que esa reforma hubiera dotado al anterior gobierno de mayores recursos, lo que le hubiese permitido profundizar la atención a la población a través de programas como red solidaria, Fosalud, Fovial, Escuelas saludables, entre otros, así como también le hubiese permitido paliar de mejor manera la crisis económica planetaria lo que probablemente se hubiese traducido en mayor cantidad de votos para el entonces partido gobernante o la captación de menos votos de castigo por parte de la izquierda.
Hoy, al igual que hace 35 años, la historia vuelve a demostrar que otra vez el Presidente de la República tenía la razón, esta vez fue el Presidente Saca.
Hoy por hoy, El Salvador está a punto de vivir una vez más un proyecto de reforma, esta vez fiscal, la cual afectará de igual manera, cuidándose de no utilizar la figura legal de estatización, las exportaciones, la Banca, la industria y el comercio, en fin todos los sectores de la economía nacional, eso sí, esta vez el espíritu de la reforma será quizá más profunda y más revanchista que el espíritu de la reforma agraria del 80, pero al igual que hace 29 años, al sector más radical del gran capital no se le tomará opinión, en términos reales, para ejecutarlo, porque una vez más, la soberbia originada en la sensación de poder económico, les hizo perder la oportunidad de participar y lograr de forma consensuada un mejor proyecto en beneficio de todos, incluyéndolos a ellos, porque eso es lo que queremos todos y lo que expresamos todos: mejorar, ampliar y fortalecer la clase media, erradicar la pobreza conllevando todo lo anterior a que el pueblo tenga más posibilidades para gastar y vivir mejor, terminando beneficiando a través de la actividad económica a los más pobres de los pobres, a la clase media y al mismo gran capital.
Esta es la única forma que podemos satisfacer solidariamente las necesidades de todos en nuestra querida nación, para obtener así, una verdadera paz social que sea sostenible en el largo plazo y esté sustenda en el poder de la justicia y no de las armas.

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