La Crisis en Honduras una lección para Latinoamérica

Por Luis Montes Brito

Hay que empezar diciendo que lo sucedido a Honduras es simplemente triste, repudiable y evitable. Si bien es cierto el Presidente Zelaya es una persona cuyo comportamiento y decisiones como mandatario han demostrado falta de idoneidad para el cargo, la forma como se decidió separarlo del poder fue la peor manera posible.

Después de la guerra todo mundo es General

• Ahora con los resultados posteriores a la sustitución del Presidente y con los hechos que evidentemente están por darse es fácil señalar el error de procedimiento.
  

Lo sucedido a Honduras es Triste. La incapacidad de Mel Zelaya al permitir que un extranjero llegue a un acto público celebrado en Tegucigalpa a insultar, literalmente hablando, a los hondureños es simplemente triste. Un acto donde Chávez basado en su promesa, todavía no cumplida, de entregar $400 Millones en préstamos a Honduras interpretó que la dignidad hondureña estaba hipotecada con él. Si bien es cierto que estamos acostumbrados a los exabruptos de Chávez, pero Zelaya en su calidad de Presidente de todos los hondureños debió haber levantado el honor mancillado de sus conciudadanos llamando al orden al irrespetuoso de Chávez y no tomar una posición triste y silenciosamente cómplice. Basta preguntarse ¿qué hiciera Chávez si un extranjero llegara a Caracas a ofender a los venezolanos en un acto público? Este acto, más otros un tanto excéntricos, a decir de las publicaciones periodísticas, como cantar con los Tigres del Norte, burlarse de la Fe del pueblo en medio de un discurso, al pretender rezar un Padre Nuestro sin sabérselo de memoria, noticias ampliamente difundidas como la de consentir ministros y funcionarios que abusan del poder al conducirse bajo la influencia etílica o en sonados y repetidos casos de corrupción y sobre todo su perverso deseo de perpetuarse en el poder fueron las gotas que rebalsaron el vaso.



Lo sucedido en Honduras es Repudiable. El acto de la sustitución del Presidente a través de la punta del cañón es inaceptable y repudiable, ningún funcionario público, de ningún país, puede justificar, mucho menos apoyar un método basado en la razón de la fuerza, método sepultado en el último cuarto del siglo pasado. Ahora en lo que a materia de sustitución de presidentes se refiere únicamente se apoya y es aceptada la fuerza de la razón representada en los votos recibidos por un candidato.
Lo sucedido a Honduras debe ser evitable: aquí el primero que tiene la obligación de adoptar medidas que eviten tal desenlace es el primer ciudadano del país. También la oposición está obligada a luchar dentro del sistema a través de métodos legales. Sobre todo la oposición no debe torpemente elevar a la categoría de víctima a un funcionario incapaz e irresponsable que jamás el concierto de naciones, ni la prensa mundial, le hubiesen prestado la atención recibida aunque se ponga sombrero, cante o toque guitarra al mejor estilo populista.
Zelaya, ahora inteligentemente asesorado por toda la dirigencia de la izquierda carnívora latinoamericana, está explotando mediáticamente el estereotipo que los anglosajones tienen de nuestros países, Zelaya ha centrado su ataque en culpar a la Fuerza Armada y no al Congreso ni a la Corte Suprema hondureña, ni a la Fiscalía General de su país quienes son parte de la institucionalidad de Honduras y a quienes Zelaya ignoró con el objeto de alcanzar sus mezquinos intereses personales. Tampoco dice a la prensa internacional que fue precisamente él quien involucró a los militares en el conflicto que generó su salida del mando, al instruirlos para que desobedecieran la institucionalidad hondureña y actuaran a su favor.
Sabe Dios como terminará la situación provocada por el mismo Manuel Zelaya, compartiendo mi opinión con ustedes, pienso que su retorno como presidente es cuestión de tiempo, éste período estará sujeto al pacto de no haber represalias contra los insubordinados: civiles y militares, para que así todo vuelva pacíficamente a su estado anterior y así Zelaya pueda terminar su mandato que concluye el 29 de Enero del 2010, teniendo como pena que será un presidente débil y carente de autoridad moral en los pocos meses del término restante.
Por otro lado Zelaya tiene la opción, menos factible, volver a Honduras y desconocer a la Corte Suprema de Justicia, al Congreso, a la Fiscalía General y además disolver la Fuerza Armada Hondureña todo lo anterior en un plazo que vence en enero del próximo año.
Una opción más es que los insubordinados paguen el precio del desconocimiento internacional a su gobierno, se aferren a él y convoquen a elecciones de donde saldrá el nuevo presidente constitucional, pero más que nada elegido DEMOCRATICAMENTE y así Honduras volver al concierto de naciones con gobiernos electos popularmente, dicho sea de paso, categoría a la que no pertenece Cuba desde hace 50 años sin recibir las sanciones de los organismos que hoy condenan a Honduras.
Yo me sigo inclinando por la primera opción.