Tomado de RFI
Muere Gérard de Villiers, ‘el
novelista de espionaje que sabía demasiado’
Por Alejo Schapire
Las doscientas novelas de su
saga “SAS”, que mezclan sexo, geopolítica y violencia, fueron vendidas en
millones de ejemplares en todo el planeta. Sus viajes y sus amistades del mundo
del espionaje y la diplomacia le permitían ofrecer relatos bien documentados y
en muchos casos que anticiparon sucesos históricos. Las portadas de sus obras,
donde posaban mujeres con pocas ropas y muchas armas, pueden encontrarse en
cualquier estación de tren de Francia.
El novelista Gérard de Villiers falleció este jueves en
París a los 83 años de un cáncer de páncreas, “él tipo de muerte que él no
hubiese querido”, precisó Christine de Villiers, la última esposa de un hombre
que contrajo seis veces matrimonio.
De Villiers acaba de publicar la 200° novela de su saga de
espionaje SAS, y probablemente habría preferido un final más exótico, por
ejemplo en Afganistán, a donde había viajado con un deambulador a principios de
año para juntar material para dos de sus últimas obras. Sin embargo, la muerte
lo sorprendió en su inmenso, pero triste y gris, apartamento de la Avenue
Foche, a dos pasos del Arco del Triunfo.
En cuanto a su legado literario, jamás será considerado uno
de los grandes escritores de Francia, por más de que haya vendido más de
100.000 millones de ejemplares en todo el mundo y sus libros puedan conseguirse
en cualquier estación de tren o supermercado de Francia, lejos de la nobleza
literaria. Lo suyo era el “pulp fiction thrillers”, como lo definió este año el New York Times, que vio este año en él
“al autor de novelas de espionaje que sabía demasiado”.
Su saga comenzó tras la muerte del padre de James Bond, Ian
Fleming. En 1965, De Villiers crea a Malko Linge, alias SAS (Su Altesa
Serenísima), un austríaco - “a un francés nadie lo hubiese tomado en serio”, le
dijo recientemente a Le Monde-
que trabaja para la CIA. Héroe de la Guerra Fría primero, y luego de la lucha
contra el terrorismo islámico, Malko es un duro de la vieja escuela que
conquista siempre a una mujer a la que somete a una rutina sexual bastante
repetitiva en escenarios exóticos.
Lejos de la sofisticación de James Bond y de la sutiliza de
un John Le Carré, SAS carece de estas pretensiones literarias. Las portadas
anuncian todo: invariablemente una mujer con poca ropa y muchas armas, de
preferencia kalashnikovs, como las que ornaban el escritorio del autor.
Sin embargo, todos parecen reconocer hoy que era una de las
plumas mejor documentadas sobre el mundo del espionaje, gracias a sus contactos
en el submundo de las operaciones clandestinas y del terciopelo de la
diplomacia, que luego podían reconocerse en las novelas bajo otros nombres. Sus
investigaciones lo llevaron a 130 países y en varias ocasiones supo anticipar
hechos políticos desde la ficción, como el asesinato del presidente Anuar Al
Sadat, un año antes de que se produjera efectivamente el atentado.
Pese al éxito popular, De Villiers se murió sin el
reconocimiento literario parisino ni de Hollywood, al que aspiró a conquistar
para ver adaptadas sus películas en superproducciones. Es necesario añadir que
su perfil no pegaba con el arquetipo del escritor francés contemporáneo. Se
autodefinía como “claramente de derecha, liberal, anticomunista, antiislamista,
anticomunitarista, antisocialista”… antisemita y racista, agregaban sus
detractores. Algo que confirmaba en alguna medida uno de sus mejores amigos, el
escritor francés Claude Lanzmann, autor del documental sobre el holocausto
“Shoah”.