Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Literatura. Mostrar todas las entradas

jueves, 18 de junio de 2015

Dime cómo insultas... y te diré quién eres. Publican la Biblia del Insulto

Agencias Noticiosas

Manual de insultos
Si dicen de usted que tiene una lengua viperina, probablemente mucho de lo que lea a continuación le suene familiar. Y si, por el contrario, le cuesta encontrar esa respuesta con la que defenderse de una mofa, aquí tiene un arsenal de ideas: Eso lo será tu madre acaba de llegar a las librerías como el nuevo manual del insulto en español.

Según afirma la periodista y empresaria madrileña María Irazusta, “el insulto es para todo el mundo”. No importa “la cuna o la cultura que tengas, todos hemos insultado o sufrido insultos alguna vez”, sostiene en entrevista con la agencia de noticias DPA. Por eso, puestos a agraviar, lo mejor es contar con munición potente. Y la autora lo que presenta aquí es toda una “despensa de la ofensa”.
Así, Eso lo será tu madre (Espasa) recopila más de dos mil improperios, pero entre sus páginas cabe de todo: desde la más exquisita ironía a las actitudes y gestos que conforman el lenguaje del agravio, sin olvidar a los maestros que hicieron de la mofa todo un arte. En general, resume la autora, compila “todo aquello que se escupe con el propósito de lacerar al contrario”.
Siguiendo la línea de Las 101 cagadas del español, Irazusta se adentra de forma amena y cuajada de anécdotas en este denostado rincón de la semántica. Para ello, comienza con una aclaración etimológica: en el siglo XV, la palabra insulto era un cultismo que significaba “acometimiento o asalto repentino y violento”. Su definición actual no fue incluida hasta el siglo XIX y, antes de que se generalizara su uso, se prefería el término denuesto.
En el rico acervo injurioso del español, todo es susceptible de convertirse en fuente ofensiva. Y el reino animal ofrece un considerable arsenal: desde las focas a los besugos, pasando por los cerdos, las ratas, los gansos o los moscones y las mosquitas muertas; ni siquiera los fieles perros se libran de servir en bandeja un desaire.
Hay insultos “profesionales” como payaso, picapleitos, matasanos o loquero. Otras expresiones tienen su origen en la Biblia, como “ser más falso que Judas”, “llorar como una Magdalena” o “quedarse para vestir santos”. Y los políticos también han aportado sus ácidas píldoras: quién no recuerda el “huele a azufre” de Hugo Chávez a George W. Bush, o el “mariconsón” que exclamó Fidel Castro en la radio al descubrir que su interlocutor no era quien le habían anunciado, sino un imitador.
“Yo no quería hacer un catálogo de insultos, pero no hay autocensura: está escrito sin pelos en la pluma”, afirma rotunda Irazusta. “No me estoy dirigiendo a nadie, estoy recopilando el lenguaje de la calle. Y he prestado oídos en los mejores palacios y los peores tugurios”.
Además, apunta, son muchos los ilustres “patrones” que a lo largo de la historia de la literatura han contribuido con sus poco halagadoras aportaciones.
En la lengua de Cervantes, el propio autor del Quijote no dejaba títere con cabeza cuando ponía a hablar a su ingenioso hidalgo (majadero, mentecato o malandrín son solo algunos ejemplos). Jorge Luis Borges fue, según la autora, un “maestro” de los insultos delicatessen, mientras que al Nobel Camilo José Cela, defensor de toda habla malsonante, le debemos, entre otros, la inclusión en el diccionario de la Real Academia de la palabra coño.
Además, Eso lo será tu madre hace un esfuerzo por recopilar insultos “moribundos”, desde casquivano (alegre de cascos) a gaznápiro (palurdo, simplón), y no se olvida de señalar que en cuestión de agravios, el lenguaje también distingue de sexos: “Me he dado cuenta de que para los hombres el insulto que más se utiliza es tonto y, para las mujeres, puta. Hay una auténtica obsesión”, dice recordando que no es lo mismo llamar “zorro” que “zorra”, ni “golfo” que “golfa”.

Además, dime cómo insultas... y te diré quién eres. Pues según Irazusta, la manera de ofender es “un retrato hiperrealista de nosotros mismos”. Desde la generación al ámbito social, el lado del Atlántico en el que se resida o el carácter de cada cual, cómo descargue uno su ira puede ser muy revelador. Ya lo dijo Diógenes de Sinope, “el insulto deshonra a quien lo infiere, no a quien lo recibe”.
Por eso, la autora reivindica el ingenio a la hora de agraviar, ese insulto que “entra como por el oído como vaselina y estalla como un latigazo”. Eufemismos como decir que alguien es “de difícil sonrisa” en lugar de antipático pueden tener un efecto aún más demoledor.
”Detesto ofender porque sí, pero una buena contestación con gracia creo que está muy bien y hay veces que te tienes que defender con la palabra”, afirma. “Así que lo mejor es tener un rico material”. 

lunes, 1 de septiembre de 2014

Recordando a Julio Cortázar a 100 años de su natalicio

Tomado de El Tiempo

Cortázar: 100 años del escritor que hizo de la amistad una pasión


"El argentino que se hizo querer por todos": así lo definió 'Gabo' al conocer su muerte.


Por Juan Camilo Rincón

Horas después del fallecimiento de Julio Cortázar, nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez tomó una máquina de escribir e hizo uno de los homenajes más sentidos al escritor, llamándolo “el argentino que se hizo querer por todos”. Tal denominación fue apoyada por quienes lo conocieron y lo leyeron, y por esto, como homenaje en los 100 años de su natalicio (26 de agosto de 1914 - 12 de febrero de 1984), haremos un recorrido por uno de los pasajes más interesantes de la vida del escritor de ‘Rayuela’: su pasión por los amigos.


La historia de los amigos de Cortázar es la historia no solo de la literatura de nuestro continente, sino también de la revolución literaria y cultural que se vivía en ese momento y que tuvo su auge en París después de los años 60, ciudad mágica en la cual todos terminaron encontrándose, por razones que van más allá del simple azar. Además de su indiscutible valor como hombre de letras, destacado intelectual y excelente escritor, Cortázar era un hombre que se hacía querer por todos.
El argentino universal
El primer encuentro ocurre con un compatriota, en sus años de juventud. Errado sería decir que fueron amigos, pero sí puede afirmarse que su relación con él fue determinante para empezar su recorrido como escritor. Hacia 1946, Jorge Luis Borges, secretario de Redacción de la revista ‘Los anales de Buenos Aires’, anota: “… una tarde como otras, un muchacho muy alto, cuyos rasgos no puedo recobrar, me trajo un cuento manuscrito. Le dije que volviera a los diez días y que le daría mi parecer. Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta”. Poco tiempo después, Cortázar encontró en un ejemplar de la revista ilustrado por Nora, hermana de Borges, la que sería la primera publicación de su extraordinario cuento ‘Casa tomada’.
Esta publicación significó su arribo a las ligas mayores de la sociedad intelectual argentina. Cortázar recuerda años después lo importante que fue este gesto para su futuro literario: “El mismo Borges me hizo pedir otros textos para su revista, y así salieron ‘Los reyes’ y 'Las puertas del cielo' o 'Bestiario'”. De hecho, se considera que estos escritos son los más importantes que publicó en Buenos Aires.
Luego viaja a París en un exilio autoinfligido que durará hasta el día de su muerte. De sus primeros años en la capital francesa se destacan tres relaciones muy significativas para él: las que tuvo con Alejandra Pizarnik, Octavio Paz y Julio Silva.
La eterna suicida argentina
Precisamente, cuando la poetisa argentina Alejandra Pizarnik conoció a Cortázar, a comienzos de los años sesenta, ambos huían de la misma ciudad: Buenos Aires. Hay muchas hipótesis sobre el tipo de relación que sostuvieron, pero ninguna de ellas tiene suficiente sustento; lo que sí es claro es que los unía un afecto enorme. Para aquella época Cortázar estaba casado con Aurora Bernárdez, quien también era cercana a Pizarnik, y quien hoy tiene a cargo la custodia de la obra de su fallecido esposo.
El argentino recuerda: “Nos veíamos, ella venía con frecuencia a casa donde Aurora y yo la recibíamos y la sermoneábamos por su peligrosa manera de abandonarse al azar de las circunstancias, con toda clase de riesgos que no le importaban, pero que los amigos conocíamos bien”. Cuando ella le regaló una edición de ‘Árbol de Diana’ a la pareja, les dejó esta dedicatoria: “A mis queridos Aurora y Julio, este pequeño ‘Árbol de Diana’ prisionera -esta promesa de portarme mejor a partir de hoy -25 de febrero de 1963- y esta otra de hacer poemas más puros y hermosos -si me esperan”.
Pero el alma atormentada de Alejandra, que la llevó a crear hermosos poemas, también la condujo al suicidio en 1972. Su personalidad era un imán para los intelectuales y en especial para Cortázar; por ello el escritor, como muestra de cariño, le regaló un manuscrito de ‘Rayuela’. Alejandra, luego de leerlo muchas veces, afirmó que ella era la Maga, el mítico personaje de la novela.
En 1964 la poetisa regresa a Buenos Aires, tras lo cual nace una gran producción epistolar que la acompañará hasta el día de su muerte. Él la apoyaba desde París repitiéndole frases como: “El poder poético es tuyo, lo sabés” o “Sólo te acepto viva, sólo te quiero Alejandra”. Y ella le respondía cada vez más cerca de la muerte: “Me excedí, supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de todo salvo (ahora, oh Julio) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio —que fracasó, hélas)”.
El diplomático amigo
Durante la misma época, en contraste con la establecida con Pizarnik, existió una relación más tranquila y profunda del ‘cronopio mayor’ con el nobel mexicano Octavio Paz. Esta se dio cuando Paz llegó en 1959 a la capital francesa. Allí estableció con Cortázar una relación de casi toda la vida, pese a tener algunas diferencias políticas. Luego se volvieron a ver en México y Nueva Delhi, donde Paz fue embajador.
Múltiples señales de complicidad se encuentran en sus obras, y su relación fue tan estrecha que hay reseñas y textos de Octavio Paz en la obra de Cortázar, como es el caso del capítulo 149 de ‘Rayuela’.
Paz reconoce que ‘Rayuela’ es el primer gran intento narrativo en lengua castellana de literatura combinatoria”; luego afirma: “No es que Cortázar tenga que expresar la realidad, sino que la realidad de Cortázar es la experiencia misma verbal, el acto mismo de crear”. En la dedicatoria de ‘Viento entero’, Octavio escribe: “A Julio —no César: ¡Cortázar!; no capitán general—solitario combatiente en las fronteras ilimitadas del lenguaje, su lector, su partidario, su amigo”.
En 1968, cuando estaba terminando su libro ‘Último round’, Julio fue a visitar a Paz en Nueva Delhi, ciudad que lo marcó. Inspirado en a este encuentro, el autor argentino escribió los poemas “720 círculos” y “Jardín para Octavio Paz”. Luego de un distanciamiento por razones ideológicas que, por fortuna, nunca llevó a la ruptura de la amistad, Cortázar escribió en 1971 el artículo “Homenaje a una estrella de mar”, donde afirmaba: “A lo largo de treinta años la obra de Octavio Paz ha sido para mí esa estrella de mar que condensa las razones de nuestra presencia en la Tierra”.
Los dos Julios
Una pasión que cautivó a Cortázar durante toda su vida fue el arte ilustrado, tanto que en su época madura se entrelaza su obra con ilustraciones, pinturas y fotografías. El gran hombre que lo lleva a arriesgarse a estos experimentos es el pintor y escultor argentino-francés Julio Silva. Desde la llegada de Silva a París en 1955, ambos artistas trabajaron juntos hasta la muerte de Cortázar en 1984. Su labor conjunta fue tan importante, que ayudó a crear el lenguaje que reconocemos hoy en la obra del escritor.
No solo fue el apoyo en portadas como las de ‘Armas Secretas’, ‘Todos los fuegos el fuego’, ‘Relatos, 62 modelo para armar’ y ‘Rayuela’, sino que además fue el encargado del diseño y la creación de imágenes e ilustraciones para ‘Les discours du Pince- Guele’, ‘La Vuelta al día en ochenta mundos’, ‘Último round’, ‘Silvalandia’ y ‘Territorios’. Cortázar lo reconocía como aquel que le dio forma y ritmo a sus obras con las imágenes que creó.
Los amigos y su devoción
En diciembre de 1968, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y García Márquez tomaron un tren nocturno de París a Praga para encontrarse con Milan Kundera. Querían recorrer la ciudad donde nació Kafka, y que poco tiempo antes había sido invadida por tanques rusos.
Antes de ir a dormir, Fuentes le preguntó a Cortázar dónde y en qué fecha “el piano fue introducido en la orquesta de jazz”. Como lo recuerda el Nobel colombiano, la pregunta fue casual, pero “la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta altas horas del amanecer entre enormes vasos de cerveza y salchichas de perro con papas heladas”. Su elocuencia los maravilló.
“Llegamos rendidos a Praga” – recuerda Carlos Fuentes. “En la estación helada nos esperaba Milan Kundera, quien sugirió que nos fuéramos a un sauna. Según Milan, todas la paredes en Praga tenían orejas, y solo el sauna estaba libre de las escuchas oficiales del gobierno comunista”. Ese día, luego del sauna, el autor checo empujó a García Márquez y a Fuentes al heladísimo río Ultava, en un gesto de simpática broma. Al respecto, García Márquez recuerda: “Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos jamás el asombro de aquella noche irresistible”.
Luego tuvieron otros encuentros, cada uno por su lado. Márquez recuerda de Cortázar que “lograba seducir por su elocuencia, por su erudición árida, por su memoria milimétrica, por su humor peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen sentido de otros tiempos”.

El escritor cataquero reconocía un sentimiento que nacía de todos los amigos del argentino: la devoción. Decidió que su partida eterna fuera vista con “el júbilo inmenso de que haya existido, con alegría entrañable de haberlo conocido y la gratitud de que nos haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa, pero tan bella e indestructible como su recuerdo”.
De los tres, Cortázar fue el primero en morir. Fuentes recuerda que, al enterarse García Márquez de la muerte del argentino, solo le dijo: “No es cierto. No se ha muerto. No creas todo lo que se dice en los periódicos. Porque existen complicidades amistosas que no se acaban nunca”. Ahora los tres están juntos en el cielo, o en aquel magnífico lugar donde deben vivir los grandes escritores.
El Nobel peruano
Otro personaje que estuvo hermanado con estos grandes maestros del Boom latinoamericano es el premio Nobel Mario Vargas Llosa.
El peruano y el argentino se conocieron en 1958 en París, en casa de un amigo en común y se vieron por última vez en Grecia en 1967, donde trabajaron como traductores en una conferencia internacional sobre el algodón.
La relación entre ellos, junto con sus esposas, fue entrañable, especialmente con Aurora, la primera mujer de Julio Cortázar, y quien lo cuidó hasta sus últimos días. Vargas Llosa recuerda lo hermoso que le resultaba hablar con ellos: “No pueden ser siempre así. Esas conversaciones las ensayan, en casa, para deslumbrar luego a los interlocutores con las anécdotas inusitadas, las citas brillantísimas, las bromas que, en el momento oportuno, descargan el clima intelectual".
El autor de ‘La tía Julia y el escribidor’ recuerda así cuando conoció a Julio, aquel que lo acompañaría en sus siete años de vida en la capital francesa: “Aquella noche me sentaron junto a un muchacho muy alto y delgado, de cabellos cortísimos, lampiño, de grandes manos que movía al hablar”.
Para conmemorar a Cortázar, el Nobel peruano escribió un sentido homenaje: “En Julio la literatura parecía disolverse en la experiencia cotidiana e impregnar toda la vida, animándola y enriqueciéndola con un fulgor particular sin privarla de savia, de instinto, de espontaneidad”.
Su muerte trajo mucha tristeza a nuestro continente; los grandes escritores dieron un sentido grito de melancolía por su partida.
El escritor uruguayo Mario Benedetti dijo: “La verdad escueta, irreversible, es que hemos perdido a un ser entrañable que nos contaba historias inesperadas y asombrosas”. Por su parte, el autor argentino Juan Gelman se despidió diciendo: “Siempre supe que tu obra nos abriga, que tu mejor obra sos vos”. Y Eduardo Galeano recuerda que siempre quiso cambiar sus sueños por las palabras de Julio.
Hoy, en el centenario de su natalicio, guardamos la esperanza de que su primera esposa encuentre más hojas escritas que alimenten nuestros sueños y den a todos sus seguidores algo más de esa infinita genialidad que tanta falta le hace a este siglo XXI.
Juan Camilo Rincón*
Especial para EL TIEMPO
 El periodista Juan Camilo Rincón rodeado de todos sus libros de Cortázar, uno de sus autores preferidos. Foto: Claudia Rubio / EL TIEMPO
* Juan Camilo Rincón es periodista de la Universidad Externado de Colombia. Desde hace varios años tiene un pasatiempo curioso: coleccionar todas las primeras ediciones de Jorge Luis Borges y de Julio Cortázar, lo que lo ha llevado a escribir varios artículos sobre literatura latinoamericana. Es colaborador habitual de la revista cultural 'Libros& Letras'. En el 2007 publicó ‘Manuales, métodos y regresos’, libro de cuento corto y poesía sobre Bogotá, escrito en colaboración con Jaime Henríquez Fattoni. Así mismo, ha hecho parte de los programas culturales Conventillo de Paso y El sur es nuestro, en el canal Telmex.

domingo, 30 de marzo de 2014

León Tolstoi el novelista Ingenuo y sentimental a la altura de los más grandes de la literatura

Tomado de Revista Ñ
Vida y obra: León Tolstoi

Si sólo fuera por La guerra y la paz (1869), Tolstoi estaría en el gran panteón literario junto con Shakespeare, Dante y Cervantes. Pero si le quitaras esa épica novela de su obra, con todo lo que queda, aun sería uno de los más importantes cuentistas y novelistas de la historia humana. Y sin embargo, hacia el final de su vida Tolstoi sintió que todo fue por nada. La gloria literaria no le sirvió para apaciguar su alma. Nacido aristócrata, luchó en la guerra de Crimea, fue libertino y terrateniente, pero  terminó siendo un profeta de la no violencia, influyendo directamente a Gandhi.

POR ANDRÉS HAX

León Tolstoi —o en todo caso su obra, ya que murió en 1910, con 82 años de edad— es como un enorme bosque. Se puede delimitar su circunferencia, se podrían contar todos los árboles que contiene y decir qué tan altos son, se podría hacer un censo completo de su flora y fauna; pero aun así, describiendo su materialidad exhaustivamente, el bosque seguiría siendo infinito. Por lo menos en su relación con la conciencia humana individual. Hay innumerables caminos que lo atraviesan, su luz cambia según la hora del día, la fase de la luna, según la época del año y la fuerza de la lluvia o la nieve. El bosque también cambia según la edad que tengas y según quién seas. Y así infinitamente.

Consideremos entonces a Tolstoi como un bosque. Empecemos con el censo. Nació al fin del verano en Yasnaya Polyana, la finca de su padre a 210 kilómetros al sur de Moscú, que heredó a los 19 años. Pertenecía a la clase aristocrática y toda su vida tendría dinero, tierras, sirvientes; siempre aprovecharía las innumerables ventajas de su clase. Estudia leyes en San Petersburgo, pero no se recibe. A los 24 años, voluntariamente se une al ejército y termina luchando en la primera guerra industrializada de la historia humana, la de Crimea. Esta experiencia es clave, tanto para su libro Cuentos de Sevastopol como para su gran novela La guerra y la paz, que escribirá en Yasnaya Polyana entre los 35 y los 41 años de edad. Esta es la novela central de su obra completa, pero a su alrededor giran seis novelas (entre ellas, Anna Karenina, una de las más grandes novelas de la historia), seis nouvelles, seis obras de teatro, decenas de cuentos, obras filosóficas, pedagógicas. A esto hay que agregar miles y miles de cartas y miles y miles de páginas de diarios personales. La edición soviética de las obras completas de León Tolstoi tiene noventa volúmenes.

Pero esto es un mero censo. Como el bosque, Tolstoi es infinito.

En su extenso y magnífico ensayo de 2010, El novelista ingenuo y el sentimental(que se ocupa principalmente de analizar Anna Karenina), Orhan Pamuk dice: "En mi juventud, fue al tomar en serio las novelas que aprendí a tomarme en serio la vida. Las novelas literarias nos persuaden a tomarnos en serio la vida al mostrarnos que, de hecho, tenemos el poder de influir en los eventos y que nuestras decisiones personales dan forma a nuestras vidas".

Esta es una excelente y acertada descripción romántica sobre para qué nos pueda servir Tolstoi: es un guía espiritual, nos enseña qué es la vida y también cómo vivirla.

Una cosa misteriosa que pasa con la obra de Tolstoi, que resiste la explicación crítica, es que en su obra está la vida. No una reproducción o una representación o una versión de la vida, sino la vida misma.

En su libro sobre Tolstoi, The Hedgehog and the Fox, Isaiah Berlin dice: "El genio de Tolstoi consiste en la capacidad de reproducir con exactitud maravillosa lo irreproducible; la evocación casi milagrosa de la plena, intraducible individualidad del sujeto, lo cual induce en el lector una conciencia de la presencia del objeto en sí mismo y no una mera descripción de él; emplea hacia este fin metáforas que fijan la cualidad de la experiencia particular como tal..."

Dos valores de Tolstoi son la lucidez y la omnisciencia.

A través de descripciones sencillas, abre vastos mundos interiores. A través de vastos descripciones panorámicas, muestra majestuosos procesos históricos pero también la vanidad del hombre. Escribe desde la perspectiva de una polilla y de un águila. Sus obras están compuestas por elementos monumentales tanto como por exquisitas miniaturas. Y por ellas corren las preguntas más urgentes de la vida, las que suelen hacerse los profetas y algunos filósofos: ¿Para qué estamos acá? ¿Qué significa la vida cuando la muerte nos quitará todo? ¿Qué es la historia y cómo funciona? ¿Tiene un fin? ¿Se puede entender su funcionamiento? ¿Los individuos son artífices de la historia o meras piezas en un gran juego cuyas reglas nunca comprenderán? ¿Dios existe? ¿Para qué seguir viviendo?

Estas preguntas, que en su ficción están encarnadas en sus personajes, se presentan directamente en sus pequeñas obras filosóficas como Confesiones donde describe una crisis existencial que tuvo a los cincuenta años. Allí escribe: "La antigua ilusión de la felicidad de la vida ya no me engañaba. Por mucho que me dijeran 'Tu no puedes comprender el sentido de la vida, no pienses, vive', yo no podía hacerlo, porque ya lo había hecho durante mucho tiempo. Ahora no puedo dejar de ver los días y las noches que pasan volando y me conducen a la muerte. Sólo veo eso porque es la única verdad. Todo el resto es mentira”.

En este sentido, la trayectoria espiritual de Tolstoi es parecida a la de Buda. Comenzó disfrutando sin freno de los placeres sensuales de la vida y terminó rechazándolos todos –tras una iluminación– a cambio de una vida del espíritu.

Si entran en YouTube y buscan “Leo Tolstoi on Film”, encontrarán una película, en blanco y negro, de 12 minutos de duración, que muestra a Tolstoi alrededor de los 80 años. En lo posible, reserven un momento de paz y silencio para verlo, tal vez tarde por la noche cuando todos en casa ya duerman o, mejor aun, temprano en la mañana cuando amanece y la ciudad está silenciosa.

Mírenlo sin pensar en nada. El video no tiene sonido. Si me aceptan una recomendación, abran otra ventana de YouTube y busquen “Philip Glass – Koyaanisqatsi”: escuchen esa música en simultáneo al video de Tolstoi (el video de Tostoi en pantalla completa).

¿Es posible que esta persona caminara por la tierra igual que nosotros? ¿No era un ser imaginario, un invento de la literatura?

¡Mírenlo, rodeado de personas con sombreros y niños que bailan! ¡Por perros y caballos y árboles que se tuercen en el viento! Todos sombras ahora, sin nombre. ¿Cómo puede ser que pasa el tiempo? ¿Cómo es posible que ahora estoy vivo, en la vida, consciente y vital, y que dentro de poco estaré en la nada, en la oscuridad eterna, todo esto aniquilado, todo olvidado?

Todo es un misterio. Nadie sabe qué es la vida ni el tiempo. Nadie sabe por qué existe algo en vez de nada.

Todos entendemos estas preguntas y las angustias que despiertan, pero muy pocas personas pueden convertir estas dudas en obras de arte que contengan vida. Es decir, que puedan contestarle a la nada con vida. Si existe la inmortalidad debe estar escondida en el presente –que también es un enigma inexplicable. No se puede llegar solo, hay que descubrirlo de la mano de alguien. Tolstoi puede llevarte.



domingo, 3 de noviembre de 2013

Muere el novelista francés con mayores ventas y menos reconocimiento literario

Tomado de RFI

Muere Gérard de Villiers, ‘el novelista de espionaje que sabía demasiado’

Por Alejo Schapire

Las doscientas novelas de su saga “SAS”, que mezclan sexo, geopolítica y violencia, fueron vendidas en millones de ejemplares en todo el planeta. Sus viajes y sus amistades del mundo del espionaje y la diplomacia le permitían ofrecer relatos bien documentados y en muchos casos que anticiparon sucesos históricos. Las portadas de sus obras, donde posaban mujeres con pocas ropas y muchas armas, pueden encontrarse en cualquier estación de tren de Francia.
El novelista Gérard de Villiers falleció este jueves en París a los 83 años de un cáncer de páncreas, “él tipo de muerte que él no hubiese querido”, precisó Christine de Villiers, la última esposa de un hombre que contrajo seis veces matrimonio.

De Villiers acaba de publicar la 200° novela de su saga de espionaje SAS, y probablemente habría preferido un final más exótico, por ejemplo en Afganistán, a donde había viajado con un deambulador a principios de año para juntar material para dos de sus últimas obras. Sin embargo, la muerte lo sorprendió en su inmenso, pero triste y gris, apartamento de la Avenue Foche, a dos pasos del Arco del Triunfo.

En cuanto a su legado literario, jamás será considerado uno de los grandes escritores de Francia, por más de que haya vendido más de 100.000 millones de ejemplares en todo el mundo y sus libros puedan conseguirse en cualquier estación de tren o supermercado de Francia, lejos de la nobleza literaria. Lo suyo era el “pulp fiction thrillers”, como lo definió este año el New York Times, que vio este año en él “al autor de novelas de espionaje que sabía demasiado”.

Su saga comenzó tras la muerte del padre de James Bond, Ian Fleming. En 1965, De Villiers crea a Malko Linge, alias SAS (Su Altesa Serenísima), un austríaco - “a un francés nadie lo hubiese tomado en serio”, le dijo recientemente a Le Monde- que trabaja para la CIA. Héroe de la Guerra Fría primero, y luego de la lucha contra el terrorismo islámico, Malko es un duro de la vieja escuela que conquista siempre a una mujer a la que somete a una rutina sexual bastante repetitiva en escenarios exóticos.

Lejos de la sofisticación de James Bond y de la sutiliza de un John Le Carré, SAS carece de estas pretensiones literarias. Las portadas anuncian todo: invariablemente una mujer con poca ropa y muchas armas, de preferencia kalashnikovs, como las que ornaban el escritorio del autor.

Sin embargo, todos parecen reconocer hoy que era una de las plumas mejor documentadas sobre el mundo del espionaje, gracias a sus contactos en el submundo de las operaciones clandestinas y del terciopelo de la diplomacia, que luego podían reconocerse en las novelas bajo otros nombres. Sus investigaciones lo llevaron a 130 países y en varias ocasiones supo anticipar hechos políticos desde la ficción, como el asesinato del presidente Anuar Al Sadat, un año antes de que se produjera efectivamente el atentado.

Pese al éxito popular, De Villiers se murió sin el reconocimiento literario parisino ni de Hollywood, al que aspiró a conquistar para ver adaptadas sus películas en superproducciones. Es necesario añadir que su perfil no pegaba con el arquetipo del escritor francés contemporáneo. Se autodefinía como “claramente de derecha, liberal, anticomunista, antiislamista, anticomunitarista, antisocialista”… antisemita y racista, agregaban sus detractores. Algo que confirmaba en alguna medida uno de sus mejores amigos, el escritor francés Claude Lanzmann, autor del documental sobre el holocausto “Shoah”. 

jueves, 11 de octubre de 2012

El premio Nobel de Literatura 2012 es para Mo Yan


Tomado de RFI
El novelista chino Mo Yan, Premio Nobel de Literatura 2012 

El autor de ‘Sorgo Rojo’ fue distinguido este jueves por la Academia Sueca, que justificó su elección asegurando que "con una mezcla de fantasía y realidad y con perspectivas históricas y sociales creó un mundo que evoca en su complejidad los escritos de William Faulkner y Gabriel García Márquez”. Mo Yan se mostró “loco de alegría y aterrorizado” tras conocer la noticia. 

Se hace llamar Mo Yan “El que no habla”, pero su verdadero nombre es Guan Moye y nació en 1955 en el seno de una familia de campesinos de la provincia china de Shandong. Este viernes, la Academia Sueca consideró que sus cuentos, ensayos y una veintena de novelas publicados merecían el Premio Nobel de literatura 2012. 

En jurado justificó su elección estimando que "con una mezcla de fantasía y realidad y con perspectivas históricas y sociales un mundo que evoca en su complejidad los escritos de William Faulkner y Gabriel García Márquez, al tiempo que tiene su punto de partida en la antigua literatura china y la tradición oral”. 

Además los suecos alegaron que Mo Yan que supo conjugar, "con realismo alucinatorio, leyendas, historias y elementos contemporáneos". 

En Occidente Mo Yan es sobre todo conocido por la adaptación "Sorgo rojo", adaptada al cine por Zhang Yimou, quien ganó con este largometraje el Oso de Oro del Festival de Berlín en 1988. 

Otra de las novelas traducidas al español es y "Fengru Feitun" -traducida al español como "Grandes pechos amplias caderas", 1996-, que propone un vasto fresco histórico de China en el siglo XX a partir de un retrato de familia. 

Según Peter Englund, director de la Academia Sueca, la prosa de Mo Yan es única. “Basta con leer media página de Mo Yan para reconocerlo inmediatamente”, aseguró. 

El escritor recibió la noticia mientras estaba en su casa junto a su padre, quien aseguró que su hijo “estaba a la vez loco de alegría y aterrorizado”. 

Mo dejó la escuela con sólo 12 años para trabajar primero en el campo y después en una fábrica. En 1976 fue reclutado por el Ejército Popular de Liberación, época en la que empieza a estudiar literatura y a escribir sus primeros relatos. El primero lo publicó en 1981 en una revista literaria. 

Le siguieron una veintena de novelas. Entre las traducidas al español, aparte de las arriba citadas, cabe mencionar Las baladas del ajo (trd.: Carlos Ossés; Kailas, Madrid) y La vida y la muerte me están desgastando (trd.: Cora Tiedra, Kailas, Madrid, 2010).