domingo, 16 de junio de 2013

Razones por las cuales Finlandia tiene uno de los mejores sistemas educativos del mundo

Tomado de BBC Mundo 
Los niños en Finlandia empiezan la escuela a los 7 años, mucho más tarde que en la mayoría de los países del mundo.

El secreto de uno de los mejores sistemas educativos del mundo

Por Laura Pitt

No son los que más invierten en educación (menos del 7% del PIB), ni los que imponen la mayor carga horaria a los niños en las escuelas (608 horas lectivas en primaria en comparación con 875 de España, por ejemplo).

Tampoco se inclinan por dar cantidades excesivas de tarea para la casa; y, a la hora de evaluar formalmente el éxito del proceso de aprendizaje, un par de exámenes nacionales cuando los jóvenes dejan la escuela, a los 18 años, les basta.

Entonces, ¿cómo es posible que los alumnos finlandeses siempre ocupen los primeros puestos en las listas internacionales que evalúan los niveles educativos?

En el informe más reciente de PISA -siglas en inglés del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos)- de 2009, Finlandia ocupa el puesto número dos en ciencia, el número tres en lectura y el número seis en matemáticas.

Esta evaluación se realiza cada tres años (los resultados de los exámenes de 2012 se publicarán en diciembre de 2013). En 2006, por ejemplo, Finlandia se estableció en los primeros dos puestos en las tres áreas.

Mientras en América Latina las protestas estudiantiles -más recientemente las de Chile y Colombia- ocurren con frecuencia, Finlandia parece haber encontrado un modelo -de educación gratuita de principio a fin y donde las escuelas privadas casi no existen- que tiene a los maestros y a los estudiantes contentos por igual.

Gasto público en educación, total (% del PIB)

·       Finlandia: 6,8%
·       Suecia: 7,3%
·       Dinamarca: 8,7%
·       Argentina: 6%
·       Cuba: 13,1%
·       Chile: 4,2%
·       México: 5,3%
·       Estados Unidos: 5,4%
Fuente: Banco Mundial 2009

 

El orgullo de ser maestro 


Son muchos los factores que hacen que la educación en Finlandia sea una de las mejores del mundo, pero uno de los temas clave, según varios expertos consultados por BBC Mundo, es la calidad de los profesores.

"El profesorado tiene un nivel de formación extraordinaria, con una selección previa tan exigente que no se compara con ninguna otra en el mundo", le explica a BBC Mundo Xavier Melgarejo, un psicólogo y psicopedagogo español que empezó a estudiar el sistema educativo en Finlandia hace más de una década.

"Sólo entra en las facultades de educación gente con notas por encima de nueve, nueve y medio sobre diez. Son muy exigentes. Se les hacen pruebas de lectura, sensibilidad artística, de dominio de algún instrumento, de comunicación... Como resultado, las universidades sólo reclutan a un 10% de los estudiantes que se presentan.

Y para ejercer la docencia todos los maestros necesitan hacer una maestría.

La contraparte de esta exigencia es el reconocimiento. No necesariamente en términos económicos, ya que los sueldos de los educadores no presentan grandes diferencias con el resto de Europa (según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, OCDE, el salario básico de una maestro de primaria es de entre US$29.000 y US$39.000 anuales), sino sociales.

"Los maestros son considerados profesionales académicos y tienen la responsabilidad de desarrollar su trabajo, por eso no se ejerce sobre ellos un control excesivo", le explica a BBC Mundo Anita Lehikoinen, Secretaria Permanente del Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia. 

"Aquí no es como en otros sitios, no tenemos tantas normas", dice Hilkka-Roosa Nurmi, profesora de idiomas.

"Esta profesión atrae a tanta gente porque ser maestro es un honor en Finlandia. Probablemente sea la profesión más valorada", acota Melgarejo.

"Yo no soñaba con ser profesora, pero ahora me dedico a esta profesión y me gusta mucho", explica Hilkka-Roosa Nurmi, una profesora de español e inglés que tiene experiencia como docente de estas lenguas en su país y en España.

"Aquí no es como en otros sitios, no tenemos tantas normas. Podemos elegir cómo enseñamos. Tenemos más libertad. Pero esto significa también más responsabilidad", dice.

Tú vales lo que sabes


Otra de las razones por las que el sistema finlandés funciona es, en gran medida, porque la escuela es sólo uno de los engranajes del proceso educativo. Las otras variables de peso son la familia y la sociedad -de tradición luterana- donde hay un elevado sentido de la responsabilidad y donde se valora a las personas "por su formación y no por su situación socioeconómica", dice Melgarejo.

Para darnos una idea, "en la cultura luterana uno se salva cuando lee la Biblia, se llega a Dios a través de la palabra escrita". Y aunque hoy día las iglesias no estén muy llenas, el valor de aprender a leer y escribir ha quedado profundamente arraigado en la cultura finlandesa, agrega Melgarejo.

En esto coincide Lehikoinen: "la mayoría de los hogares están suscritos a uno o varios periódicos y ésta es una tradición que luego se pasa a los niños", señala. 

El sentido de la responsabilidad está arraigado en la cultura finlandesa.

Los medios indirectamente también ayudan al aprendizaje de la lectura. "Todos los programas de televisión en lengua original, la mayoría en inglés, están subtitulados y eso impulsa a los niños a aprender a leer y a aumentar la velocidad lectora", señala Melgarejo.

Pero también los finlandeses apuestan por la educación porque saben que como país pequeño, rodeado de vecinos poderosos como Rusia o Suecia y sin un arsenal de recursos naturales a su disposición, la cultura -su dominio en el ámbito del conocimiento- es lo que lo que les da la posibilidad de competir en una economía global.

Y puertas adentro, la excelencia en el nivel educativo se traduce "en un grado importante de cohesión social, que les permite a los finlandeses sentir que son parte de la sociedad, incluso en tiempos de crisis", explica Lehikoinen.

"Cuando planteamos grandes reformas educativas, por ejemplo, siempre involucramos a los maestros y a los alumnos, no se trata de órdenes del gobierno que los educadores tienen que acatar, son reformas que hemos preparado juntos" Anita Lehikoinen, Secretaria Permanente del Ministerio de Educación y Cultura de Finlandia.

 

Lecciones para América Latina


Cuando se dieron a conocer los resultados de la primera evaluación PISA en el año 2000, el gobierno se vio inundado de visitas de delegaciones extranjeras que acudían a Finlandia para descubrir los secretos de la maravilla nórdica e implementarlos en sus propios países.

Alemania por ejemplo, azorada por sus resultados mediocres en la prueba, tomó nota del programa finlandés e introdujo reformas en su sistema.

¿Pero qué posibilidad tienen los países de América Latina, donde la educación pública está lejos de ser un orgullo, donde el sueldo de los maestros no está a la altura de sus responsabilidades y donde no existe un estado de bienestar como en algunos países europeos, de implementar un sistema educativo como el de Finlandia?

"No puedes copiar y pegar el sistema entero", le dice a BBC Mundo Andreas Schleicher, responsable de las evaluaciones PISA, "pero puedes ver cómo los finlandeses saben quién es un buen maestro, cómo los reclutan, cómo les asignan las clases o cómo se aseguran de que cada niño se beneficie de lo que le enseñan".


A los niños no se les da mucha tarea escolar para la casa.

Melgarejo también cree que se pueden importar ciertos elementos, como mejorar la selección de buenos maestros, fomentar las bibliotecas públicas -ampliamente concurridas en Finlandia- y hacer que las familias contribuyan al proceso de escolarización.

Y quizá una lección útil para América Latina sea aprender cómo Finlandia afronta los cambios en el ámbito de la educación.

"Todo se basa en la confianza mutua y en la construcción de un consenso. Cuando planteamos grandes reformas educativas, por ejemplo, siempre involucramos a los maestros y a los alumnos, no se trata de órdenes del gobierno que los educadores tienen que acatar, son reformas que hemos preparado juntos", afirma Lehikoinen.

Después esta descripción de Lehikoinen, Melgarejo y Schleicher, uno podría tender a imaginarse una clase en Finlandia como una situación idílica: un grupo de niños obedientes escuchando embelesados una clase magistral que interrumpen de tanto en tanto con una pregunta inteligente.

Nada más lejos de la realidad. Los niños hacen las mismas travesuras que en cualquier parte del mundo. Incluso, a veces, "cuando hacen las mediciones de educación es una paradoja porque aunque les va muy bien, cuando les preguntan si les gusta la escuela, siempre dicen que no. Quizá eso se deba al espíritu independiente de nuestros niños", concluye Lehikoinen.

La educación a grandes rasgos

·       Idea básica: igualdad de oportunidades.
·       Los niños empiezan la escuela a los 7 años.
·       Casi todas las escuelas son públicas (el número de escuelas privadas es ínfimo).
·       Toda la educación es gratuita (desde el preescolar hasta la universidad)
·       La comida y los materiales de estudio también son gratuitos.
·       Durante los primeros seis años de primaria es elmismo maestro para casi todas las asignaturas.
·       Jornada escolar: de 8.30 - 9 a 15 hs., con media hora de almuerzo.
·       Exámenes nacionales cuando los alumnos tienen 18 años
·       Promedio de alumnos por clase: 23.
·       Clases mixtas (mujeres y varones, y diferentes grados de capacidad).
·       Maestros debe tener una maestría para ejercer la docencia.


Revelaciones del espía Edward Snowden confirman al mundo que ya no existe la privacidad y menos en internet

Tomado de El País

Origen, impacto y consecuencias de los papeles de Snowden

Los programas secretos de espionaje de EE UU desvelados por un contratista de la NSA abren un debate sobre la intromisión del Gobierno en la privacidad de los ciudadanos



Por Antonio Caño
De todo lo que se ha conocido en los últimos días gracias a la audacia de un joven de 29 años con una cierta obsesión por el espionaje, hay algo que no es novedad: la privacidad ha desaparecido, somos constantemente objeto de la mirada de alguien. Ahora hemos sabido que entre esos muchos que nos observan está el Gobierno de Estados Unidos, lo cual tampoco es exactamente una gran sorpresa.
EE UU es la mayor potencia económica y militar del mundo. Tiene intereses planetarios y tropas y bases en los cinco continentes. Es el objetivo declarado número uno del terrorismo internacional, que le demostró sus intenciones y recursos el 11 de septiembre de 2001. Ha sido blanco de numerosos ataques cibernéticos de parte de su gran rival en el mundo, China. Es el país que inventó Internet y en el que han nacido y residen Google, Microsoft, Facebook, Apple, Twitter y otras marcas de menos renombre que dominan la actividad en la Red. Tiene, por tanto, los motivos y los medios. Que el Gobierno de EE UU, en colaboración más o menos voluntaria con las empresas de EE UU que poseen toda la información existente en Internet, haya accedido a esos datos con el propósito de localizar a sus enemigos, puede ser cualquier cosa menos una sorpresa.
Tampoco es un una ilegalidad, puesto que el Gobierno se proveyó de todas las autorizaciones parlamentarias y judiciales que eran pertinentes. Sí puede ser una inmoralidad y un atropello de las libertades públicas, algo en lo que las autoridades de todos los países incurren frecuentemente con la ley en la mano. Pero el juicio de esa actitud puede producir resultados distintos si se observa desde el concepto liberal e individualista, en cuyo caso el veredicto sería severo, o desde una idea más estatista sobre el papel del Gobierno, que podría dictar una sentencia más benevolente.
¿Qué es lo que está en juego en el caso que el joven Edward Snowdenha puesto sobre la mesa? ¿Qué es lo que realmente ha sacado a relucir y qué debate ha desencadenado eso? ¿Debe preocuparle a los ciudadanos ser espiados? ¿Por qué? En EE UU, la opinión pública parece decantarse a favor de permitir ciertas incursiones del Gobierno en su privacidad, si eso ayuda a mejorar su seguridad, lo que responde a la lógica de que una mayoría de población cuyo comportamiento es intachable no tiene en principio ningún temor a que revisen su vida. Pero, por supuesto, no se trata de eso. Se trata de cuáles son los límites del Estado y qué pueden hacer las personas corrientes para protegerse.
Edward Snowden, un contratista privado al servicio de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), entregó a The Guardian, primero, y después a The Washington Post dos documentos que recogían otros tantos programas secretos de espionaje del Gobierno de EE UU, uno para el registro de los números de teléfono y duración de las llamadas telefónicas de la compañía Verizon en EE UU, y otro, conocido como Prisma, que permite el acceso a correos electrónicos, chats, fotos y otro material intercambiable en Internet entre ciudadanos extranjeros y fuera de territorio de EE UU.
De acuerdo a las autoridades norteamericanas, ambos son programas son muy valiosos, han permitido en el pasado abortar decenas de intentos de ataques terroristas y su revelación constituye un gran perjuicio para EE UU. De acuerdo a la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que ha presentado una demanda contra el Gobierno, es una violación de la Constitución. El presidente Barack Obama los defendió diciendo que, en el mundo actual, “no se puede tener el 100% de privacidad y el 100% de seguridad”. Esos programas representan, dijo, una mínima molestia que los norteamericanos pueden permitirse en aras de dormir más tranquilos.
Ahí es donde está el meollo de la cuestión. ¿Dormimos más tranquilos sabiendo que el ojo del Gran Hermano orwelliano vigila? Tal vez sí o tal vez no, pero, en todo caso, la única alternativa es permanecer despiertos.
Para analizar el impacto y las consecuencias de los papeles de Snowden es necesario inscribirlos en el tiempo en que se han producido. Así como los papeles del Pentágono cayeron sobre una población horrorizada con la guerra y el Watergate aterrizó en un país asqueado de las marrullerías de la política, los papeles de Snowden encuentran a una sociedad adormecida por los encantos ilimitados de las nuevas tecnologías.
Hoy la privacidad es objeto de ataque constante e impune. Cuando se entra en un banco, uno es observado por una cámara tras la que hay un agente de seguridad; cuando se sube al metro o se accede a un aeropuerto, todos somos, igualmente, filmados y registrados. Simplemente paseando por la calle podemos ser grabados y, posteriormente, nuestra imagen puede ser contemplada por un funcionario, que, aburrido, podría llegar a entretenerse con algunos detalles de nuestro físico. Hay cámaras en los más diversos escenarios públicos y privados, desde un teatro a un taxi, y a nadie parece importarle mucho.
Esa realidad adquiere una proporción desmesurada cuando se traslada al campo de Internet. Nuestros mensajes, nuestras fotos de cumpleaños, cualquier indiscreción personal, incluso nuestros más íntimos pensamientos ofrecidos al amigo o la persona amada están almacenados en algún lugar de lo que, muy gráficamente, se llama “la nube”. Será una nube, pero no es un limbo. Empresas concretas y personas precisas tienen acceso a esa información, la procesan y, eventualmente, la usan con motivos comerciales.
¿Cuál es la diferencia de que la use el Gobierno con motivos más nobles, como la seguridad? En primer lugar, es necesario recordar que el programa Prisma no afecta, al menos en lo que se sabe, a ciudadanos norteamericanos o que residan en EE UU. Por lo demás, el espionaje es una actividad tan antigua como el propio ser humano. En otros tiempos se hacía con rudimentarias antenas parabólicas y micrófonos ocultos en un jarrón. Hoy basta un ordenador. Los países se espían unos a los otros, y espían a sus propios ciudadanos, sus finanzas y movimientos sospechosos. Cuando ese espionaje produce resultados satisfactorios, que es relativamente frecuente –piensen, en cada país, en la cantidad de indeseables detectados en los últimos años por el seguimiento de sus cuentas bancarias o sus llamadas telefónicas–, nos alegramos todos. ¡Cuántos inocentes no habrán sido espiados hasta llegar a los verdaderos culpables! Pero, al mismo tiempo, cuando nos queda constancia de que ese espionaje existe, nos horrorizamos. Y ese horror se produce, no tanto por el espionaje en sí, sino por su carácter secreto.
Lo secreto nos asusta y, con razón, nos alarma. El secreto protege la actuación legítima de un agente del bien, pero también tapa el abuso de un funcionario inescrupuloso. El secreto deja a los ciudadanos inertes ante el Gobierno, que queda como la única autoridad para decidir qué hacer en cada situación. El secreto es, obviamente, el caldo de cultivo del autoritarismo.
Cualquiera puede entender que los gobernantes tengan que actuar en secreto en ocasiones. A nadie se le ocurre que la CIA debiera haber ido informando al Congreso sobre sus pasos en la localización de Osama bin Laden. Pero el secreto no se justifica siempre ni con tanta frecuencia como las autoridades desearían. Probablemente, no se justifica en los papeles de Snowden. No se aprecia a primera vista qué dicen esos papeles que los terroristas no dieran ya por supuesto. ¿A alguien se le ocurre que Al Qaeda se comunicaba por correo electrónico sin sospechar en absoluto que pudiera ser leídos por los servicios de espionaje?
Así pues, el problema de fondo detectado gracias a los papeles de Snowden es el del insuficiente control de la intromisión del Gobierno en las vidas privadas de los ciudadanos. No el ataque en sí a una privacidad que ya no existe, ni el hecho mismo de que EE UU, como le corresponde, espíe para protegerse, sino la preocupación por la extensión de ese espionaje debido a la falta de control democrático. El Congreso era informado, pero en secreto. Un juez firmaba la autorización para ese espionaje, pero era el juez de un tribunal secreto –creado en 1978 y conocido por las siglas de FISA- que en último año aprobó todas, absolutamente todas, las solicitudes de intervención presentadas por los responsables de seguridad. A todas luces parecen garantías escasas para una recolección tan masiva de datos.
El último ángulo controvertido de esta historia es el del papel de las empresas de Internet, que ahora tratan de limpiar su imagen. Este sábado, Facebook dijo que en 2012 había recibido alrededor de 10.000 peticiones de distintos niveles del Gobierno para acceder a cuentas de sus clientes. Microsoft informó de haber recibido entre 6.000 y 7.000 reclamaciones similares. Difícil resistirse a esas peticiones, que iban firmadas por el correspondiente juez de FISA. Pero esas empresas y otras grandes de Internet que esta semana hicieron públicas reclamaciones de más transparencia, se deben también a sus clientes, con los que se han comprometido a no desvelar sus datos privados.
De nuevo, nos encontramos ante un dilema muy propio de este tiempo y dificilísimo de resolver. La tensión entre el interés público y el espacio privado existe desde que las personas conviven. En nombre de atender el bien de la mayoría se han cometido grandes gestas y tropelías a lo largo de la historia de la humanidad. Los papeles de Snowden prueban que la tentación de actuar por encima del conocimiento de los ciudadanos, aunque sea en su propio favor, no solo no ha desparecido sino que se ha incrementado y hecho más peligrosa en la era de Internet. 

Entendiendo la industria azucarera y el mercado mundial actual

Tomado de esglobal


LA NUEVA GEOPOLÍTICA DEL AZÚCAR

Por Nazaret Castro y Laura Villadiego

La industria azucarera, uno de los mercados más protegidos del mundo, está inmersa en un proceso de liberalización que ha revolucionado el sector.
Durante siglos, el azúcar ha sido un sector estratégico para gobiernos y élites de medio mundo. Desde la época de la colonización americana, los dulces cristales han formado parte de las políticas nacionales de muchos países y hoy en día los Estados siguen protegiendo sus intereses en el sector como si de un tesoro se tratase. Es, sin duda, uno de los mercados más distorsionados del mundo y uno de los más suculentos. Pero las reglas están cambiando y Europa ha iniciado un proceso de liberalización que ha alterado toda una cadena de intereses.
Hoy en día se producen más de 160 millones de toneladas de azúcar anuales que mueven cerca de 70.000 millones de dólares (unos 54 millones de euros) en todo el mundo, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Cada persona consume una media de 24 kilos anuales, tres veces más que hace 50 años. El dato no es uniforme; en Cuba, isla azucarera por excelencia, ingieren hasta 60 kilos al año. Australia, Brasil y México están también en el ránking, superando los 50 kilos anuales. En el caso de España se ha pasado de 5 a 30 kilos por persona y año en un siglo, aunque el aumento se ha experimentado sobre todo durante los últimos 40 años. Es, por tanto, un mercado con una demanda creciente y la misma FAO calcula que en la campaña 2021-2022 la producción será de 207 millones de toneladas, un 26% más que diez años antes.
Europa había sido el centro de este mercado desde el descubrimiento de las Indias, territorio en el que el mismo Cristóbal Colón introduciría la caña. Tras perder el control de muchas de sus colonias azucareras, Europa había incentivado la remolacha en sus territorios y blindado sus fronteras para protegerse del azúcar exterior, a menudo más barato. Con la construcción del mercado común europeo, esta política se reforzó y a principios del siglo XXI, Europa, a pesar de tener los costes de producción más altos del mundo, acaparaba el 40% del total de las exportaciones mundiales, debido a las subvenciones indirectas del sector.
El resto de países productores protestaron durante años por unas prácticas que desplomaban los precios internacionales. En 2005 Tailandia, Australia y Brasil denunciaron finalmente a Europa ante la Organización Mundial del Comercio, que condenó a la UE por sus prácticas en el mercado del azúcar y le instó a liberalizar el sector. La Unión Europea comenzó a abrir su mercado en 2006, en un proceso gradual que durará probablemente hasta 2020. Estados Unidos, que también ha protegido su mercado azucarero con políticas de precios mínimos para los agricultores y aranceles a la importación, abrió sus fronteras en 2008 al azúcar mexicano, mientras que un año antes firmaba un acuerdo con Brasil para conseguir biocombustible de los cañaverales del país sudamericano.
En los últimos años, el escenario ha cambiado de manera sustancial. Europa ha pasado de ser exportadora neta a importadora y otros países, principalmente Brasil y Tailandia, han llenado su hueco. “El precio en el mercado mundial lo pone ahora el azúcar brasileño”, asegura Javier Narváez, secretario del consejo rector de Acor, una cooperativa con base en Valladolid (España). Paradójicamente, tanto el país de la samba como Tailandia protegen y subvencionan sus propios mercados participando en esas prácticas que tanto criticaban a Europa. Ninguno de los dos parece dispuesto a dejar caer sus barreras, pero otros Estados ya se lo plantean. India, el segundo productor global y el primer consumidor en términos absolutos, ha anunciado que será el siguiente que se lance a la liberalización del sector.  Al igual que tantos otros países, la producción ha estado controlada durante décadas por el gobierno, pero las autoridades no han sido capaces de hacer el sector rentable en un lugar donde el azúcar se consume principalmente crudo y elaborado de forma casera.
A pesar del juego de países, las más beneficiadas por el proceso de liberalización europeo han sido las multinacionales. La protección de los mercados había hecho que el azúcar se inmovilizara, es decir, que se consumiera en el mismo país de fabricación y que apenas se vendiera internacionalmente. Aún hoy en día sólo el 30% del azúcar mundial sale al mercado internacional, pero la proporción aumenta de forma constante. “Han sido las empresas que han conseguido una integración vertical de sus procesos de producción las que se han impuesto en el sector”, asegura Jorge Chullén, analista de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA) especializado en el sector azucarero. Las empresas se han concentrado tanto que el pasado mes de abril la Comisión Europea investigó a varias de ellas por haber encontrado indicios de violación de las leyes de competencia comunitarias.
Se puede pensar que en un mundo cada vez más preocupado por la imagen y la figura, la industria azucarera morirá lentamente. Pero el cambio en los patrones de consumo, con productos cada vez más industriales, y el desarrollo en ciertas partes del planeta seguirán incrementando la demanda. “Se ha dado una disminución del consumo directo de azúcar, pero al mismo tiempo se ha incrementado mucho el azúcar escondido en productos elaborados”, asegura Luis Serra, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. En los países desarrollados, sólo el 25% del consumo de azúcar es directo. El rechazo hacia las grasas también ha supuesto una ventaja para los productos azucarados, cuyo etiquetado a menudo recalca la ausencia de este tipo de lípidos, si la hubiere, para dar una apariencia de saludable.
Además, los dulces cristales ya no son el único trofeo de este mercado. Se dice que la caña es uno de los conversores más eficaces de luz solar en materia orgánica. Crece rápido y la fibra resultante tiene cientos de usos diferentes. Es lo que se ha llamado un flexiproducto. La remolacha tampoco se queda atrás y es posible encontrar una utilidad a cada una de sus partes y residuos. Durante siglos, estos subproductos no habían sido más que una parte secundaria del mercado. Lo principal era conseguir el azúcar. Pero la aparición de los biocarburantes ha revolucionado el sector. “Los biocombustibles han cambiado la manera de estructurar el precio azucarero”, afirma Chullén. Así, la caña de azúcar y la remolacha pueden utilizarse para producir el llamado etanol, un eficaz sustituto de la gasolina (en contraposición a los aceites que sustituyen al diésel). En un mundo sediento de energía, los que tienen la infraestructura para fabricar lagasolina verde tienen ahora un buen precio asegurado, pero aquellos menos poderosos dependen de los intereses de los grandes. 

Industria automotriz China muy lejos de competir en segmento de autos de lujo

Tomado de The Wall Street Journal 

¿Puede un auto de lujo de China competir con Audi y BMW?

 SHANGHAI—El último intento de China por crear su propio auto de lujo que pueda rivalizar con Audi, Cadillac y BMW BMW.XE +1.26% —el Hongqi H7— no impresionó a Chris Yin, de 32 años.

"Este auto es tan aburrido", dijo Yin, tras echarle un vistazo en su presentación en la Feria del Automóvil de Shanghai en abril. "Creo que sólo funcionarios del gobierno de países como China y Corea del Norte lo conducirán", agregó Yin, que recientemente compró un BMW 320i.
Hongqi fue en su día sinónimo de poder y se utilizaba para transportar a dignatarios. Arriba, el 'Bandera Roja" de Mao Zedong.

La marca Hongqi, de 55 años, conocida como "Bandera Roja", representa tanto las ambiciones como los desafíos de la industria en el primer mercado automotor del mundo. China ha progresado a la hora de desarrollar fabricantes locales con el potencial de competir en el extranjero. Fábricas chinas ensamblan autos de Audi, Cadillac y BMW a través de alianzas con socios occidentales.
Sin embargo, las automotrices chinas aún no han logrado producir un auto de lujo popular. Los modelos de producción local con precios que superan los 200.000 yuanes (US$32.600) sólo representaron 0,2% de las ventas de autos de pasajeros del año pasado, según la consultora LMC Automotive.
"Los fabricantes de autos chinos aún no cuentan con una oferta creíble y competitiva en el segmento de lujo", opinó Klaus Paur, director global de investigación de automotores de Ipsos.
Zhejiang Geely Holding Group emprendió un camino diferente al comprar la marca de lujo extranjera Volvo Car en 2010 por US$1.800 millones. Tres años después, todavía no está claro si el acuerdo ayudará a Geely a conquistar una tajada del mercado chino de autos de lujo.
"El elemento principal que separa al Hongqi H7 de potencias alemanas de lujo como Mercedes y BMW es la emoción que evocan estas marcas", señaló el consultor Michael Dunne. "Los nombres alemanes inspiran respeto, incluso veneración, mientras que el Hongqi despierta poco más que un sentimiento de curiosa nostalgia".
Con precios que empiezan en unos US$49.000, el H7 se dirige directamente a funcionarios gubernamentales y acaudalados empresarios que actualmente conducen el Audi A6 y los sedanes Clase C de Mercedes. Durante su lanzamiento formal el 30 de mayo en Beijing, representantes de la matriz de Hongqi, la estatal China FAW Group, subrayaron su seguridad y calidad, y dijeron que era para empresarios exitosos "que entienden la sabiduría china".
"El Hongqi representa el sueño de la industria automotriz china", dijo el presidente de FAW, Xu Xianping, durante un discurso en abril. FAW asegura que tiene capacidad para producir 30.000 autos al año. China se ha convertido en un mercado clave para los autos de lujo, representando aproximadamente 30% de las ventas de Audi, filial de Volkswagen AG, VOW3.XE +0.73% y 20% de las de BMW.
Sin embargo, las autoridades chinas quieren tomar medidas contra los autos de lujo extranjeros. En diciembre, el líder del partido comunista chino, Xi Jinping —que está promocionando un renacimiento nacional llamado "el sueño chino"— instó a los funcionarios locales a que manejaran autos de producción local, asegurando que "da una mala impresión que las autoridades chinas manejen autos extranjeros".
 compañías chinas se están apresurando por llevarse una tajada de ese mercado. Guangzhou Automobile Group 2238.HK +0.13% espera impulsar las ventas de su modelo Trumpchi a 80.000 vehículos este año, frente a 33.000 el año pasado. SAIC Motor Corp., 600104.SH +1.11% la mayor automotriz de China por ventas, aspira a más que duplicar las ventas de sus marcas de lujo, Roewe y MG, a entre 450.000 y 500.000 vehículos para 2015.
—Rose Yu, Colum Murphy y Fanfan Wang, en Shanghai, y Lilian Lin, en Beijing