Tomado de Foreign Policy
Izquierda, Michelle Obama; derecha, Ann Romney
LA JEFA DE LA CASA BLANCA EN 2013
Por Natalia Montagna
Qué esperar de Michelle Obama y Ann Romney como
primera dama.
La historia se encargó de comprobar que las mujeres de
los presidentes suelen ser buenas consejeras, grandes oradoras y piezas
fundamentales en el camino a la popularidad de sus esposos, tan eficientes
llegan a ser, que no solo enriquecen la imagen de sus compañeros de vida, sino
que hasta consiguen su éxito individual y logran posicionarse como
adalides de valores y políticas paradigmáticas frente a la sociedad a la cual
se dirigen.
Primeras damas memorables
Martha Washington fue la mujer del primer presidente
estadounidense, sin embargo, fue a partir de Lucy Webb Hayes que las esposas
del jefe de Estado reciben la denominación de “Primera dama”. Con el paso
del tiempo, el rol de estas mujeres fue evolucionando contundentemente, y
mientras las que transitaron el siglo XVIII y XIX simplemente se dedicaban a
organizar banquetes y recibir invitados, ya las que habitaron la Casa Blanca en
los albores del siglo XX comenzaron a demostrar que sus ocupaciones podían
trascender a las de anfitrionas, y se profesionalizaron preparándose
intelectualmente, entendiendo que su función ya no era solo acompañar a su
esposo, sino servir a la nación junto a él.
Anna Eleanor Roosevelt fue una de las Primeras damas
que ennobleció el cargo, esforzándose en profundidad a fin de enaltecer la
figura de Franklin Roosevelt, y ejecutando algunas tareas que a él se le
dificultaban por su limitada movilidad, en varias ocasiones representó al
presidente Roosevelt en conferencias de prensas y giras internacionales.
Rosalynn Carter también logró lucirse en su rol y fue una personalidad clave
desde la campaña electoral y posteriormente en el transcurso de la presidencia,
aconsejando y acompañando a Jimmy Carter inclusive en las reuniones de
gabinete. Sus programas de investigación y apoyo a la salud mental aún
continúan mejorando la calidad de vida de muchos pacientes y sus familias.
Imposible no mencionar a Hillary Clinton entre las
Primeras Damas más influyentes, adquirió una distinguida reputación por su
labor en la promoción de políticas vinculadas al desarrollo social y sanitario,
su notoriedad la impulsó en su carrera personal, primero como Senadora y luego
como Secretaria de Estado, según la revista Forbes, en 2012 ocupa
el segundo lugar entre las mujeres más poderosas del mundo, detrás de Angela
Merkel. Desafortunadamente, su paso por la Casa Blanca será recordado por el
escandalo que protagonizó su marido Bill Clinton con la becaria Mónica
Lewinsky.
Michelle Obama versus Ann Romney
Faltan dos meses para las elecciones presidenciales en
EE UU, y ya en plena contienda que enfrenta ferozmente a demócratas y
republicanos, la sociedad estadounidense no solo evalúa las propuestas del
candidato sino que también se manifiesta interesada en analizar el discurso de
la mujer que liderará junto a él la Casa Blanca. Tanto la Señora Obama como la
Señora Romney son conscientes de que sus actuaciones y sus palabras de aquí al
6 de noviembre poseen un peso específico inigualable, no hay margen de error, y
su responsabilidad esta muy clara: deben ante todo humanizar a los postulantes,
persuadir a la población mostrando los aspectos más sensibles de sus esposos,
exhibir sus cualidades como jefes de familia, y destacar los obstáculos que han
tenido que atravesar para alcanzar sus metas personales y profesionales, saben
que solo induciendo al electorado podrán acceder al trono.
Michelle Obama parece estar muy cómoda en su morada y
esta convencida de querer seguir allí por cuatro años más, para lograrlo ya ha
emprendido sus giras a través del país, en las cuales hace hincapié en los
sacrificios y en la vicisitudes que ella y Barack Obama han tenido que
enfrentar para acceder a sus carreras y conformar una familia basada en valores
morales sólidos.
La educación, la salud y la familia parecen ser
los ejes principales en sus alocuciones. Graduada con honores de las
Universidades de Princeton y Harvard, reconoce y promueve a la educación como
uno de los pilares fundamentales para desarrollarse en la vida, pero destaca
que tanto su marido como ella debieron endeudarse fuertemente para poder pagar
sus estudios, ya que ninguno de los dos podían afrontar los elevados costos
académicos. En su posición de Primera dama se ha dedicado a subrayar la
importancia del trabajo voluntario y el servicio a la comunidad, ha aplicado
sus conocimientos y experiencia laboral impulsando dos proyectos de su autoría:
¡A moverse! (Let’s Move!) orientado a resolver los problemas de obesidad
infantil promoviendo la alimentación saludable, y “Uniendo fuerzas” (Joining
Forces) que lanzó junto a la doctora Jill Biden, esposa del vicepresidente, Joe
Biden, y que incentiva a dar empleo a los veteranos de guerra y los ayuda a
reinsertarse en la sociedad.
Elogiada mundialmente por su elegancia, Michelle Obama
se muestra además como una madre pendiente del crecimiento y las necesidades de
sus hijas, suele exponer públicamente la manera en la cual decide formarlas,
entendiendo quizás, que así acorta la brecha entre la Casa Blanca y el resto de
las familias estadounidenses.
Sus convincentes discursos y el respaldo al Presidente
durante la campaña de 2008 han sido de vital contribución para la construcción
de la imagen pública de un Barack Obama que hasta ese momento solo era conocido
como senador. A diferencia de Ann, su rival, hoy su misión no está
centrada en construir al candidato, sino en sustentar al Jefe de Estado,
enfatizando sus logros y justificando sus desaciertos. Teniendo en cuenta la
crisis económica global que impactó fuertemente en las finanzas y que llevó a
que el 8,2% de la población estadounidense se encuentre sin empleo, la
tarea de Michelle en 2012 es por lógica más que complicada.
Ciertamente, Mitt Romney también reparó en el poder de
influencia femenina durante las campañas, tal es así que permitió que Ann sea
la protagonista de la Convención Republicana en Tampa que lo proclamó
oficialmente como aspirante a la presidencia. La estrategia discursiva de su
mujer apeló directamente a los sentimientos del electorado, la intención fue
indudablemente seducirlos desde el corazón, establecer una conexión desde la
identificación con los momentos trágicos de su vida, se focalizó en contarle al
público su padecimiento de esclerosis múltiple, cáncer de seno y abortos
involuntarios, y cómo su marido la ayudó a superar estas dificultades. Continuó
haciendo referencia a sus 42 años de matrimonio, a la crianza de sus cinco
hijos, distinguió a Mitt Romney como un gran padre y abuelo de 18 nietos, no
habló de política, decidió no opinar sobre temas escabrosos que podrían
sentenciarla, solo al amor y a la familia se limitaron sus palabras.
Romney también suele hacer hincapié frecuentemente
en su rol de madre, pero con valores y tradiciones mucho más conservadoras que
las de la actual primera dama, basadas no sólo en la ideología del partido,
sino también en las creencias mormonas que profesa toda la familia. Su vida ha
sido muy diferente a la de los Obama, y si bien el dinero no significó un
obstáculo en su historia, si lo han sido las graves afecciones contra las que
tuvo que lidiar con el apoyo de sus afectos. Su última aparición publica
parecería dejar claro que por lo menos hasta el momento, su perfil esta
más orientado a posicionarse como acompañante de Mitt que como fuente
generadora de políticas y programas propios.
Lo cierto es que el postulante republicano no se equivocó,
según los encuestadores, que aún no cuentan con cifras exactas, el discurso de
Ann fue efectivo a la hora de convencer a varios indecisos, y recibió
varios guiños del electorado femenino, que se sintió estrechamente identificado
con sus vivencias.
De cualquier manera, no hay que olvidar que según los
últimos datos obtenidos por la agencia Gallup, Michelle Obama goza de una
popularidad del 66% que la convierte en una carta indispensable para el triunfo
demócrata. La sociedad reconoce la capacidad de liderazgo, compromiso y carisma
que caracterizan a la mujer del Presidente, que supo además, junto a sus hijas
inundar la Casa Blanca de nuevos aires con estilo contemporáneo y menos
hermetismo.
En un país que aún no ha tenido a una mujer como jefa
de Estado, las candidatas a futuras primeras damas adquieren una notoriedad
singular, y quizás en 2012 más que en cualquier otra elección, sus voces se
vuelvan herramientas elementales para complementar las promesas de sus maridos
en estos comicios que se avecinan, y que dadas las secuelas de una crisis
financiera prolongada, prometen ser más reñidos de lo habitual.