Por Dra. Margarita Mendoza Burgos
Vivimos en la era de la inmediatez, casi obligados por el entorno a procesar todo a una velocidad atroz, a un ritmo insostenible. Eso es lo que llamamos una “sociedad fast forward”, con una impaciencia tal que ni siquiera nos permite escuchar un mensaje de voz en el modo natural y tenemos que acelerarlo a 1.5 o 2 para ganar tiempo.
En otras palabras, podríamos describir a la “sociedad fast forward” como una cultura caracterizada por la aceleración y la inmediatez. Este concepto se refiere a cómo las tecnologías modernas, especialmente las digitales, han transformado la forma en que las personas trabajan, se comunican, consumen información y se entretienen, creando una expectativa de resultados rápidos y acceso inmediato a productos, servicios y beneficios.
De repente, casi sin darnos cuenta, vivimos en velocidad 1.5. Tenemos muchos distractores y malos ejemplos debido a los medios de comunicación y, sobre todo, a la tecnología. Los jóvenes desean ser ricos y sabios de la noche a la mañana, quieren dinero fácil. ¿Para qué estudiar? De hecho, un reciente estudio en Latinoamérica descubrió que la profesión que más aspiran los adolescentes es la de youtuber o influencer.
¿Para qué quemarse las pestañas estudiando? ¿Para qué fundirse trabajando a esperar una jubilación? La fama debe ser inmediata y con eso llega dinero. Esto, en cierto modo, lo propician hasta las propias televisoras cuando hacen acopio de “influencers" para cubrir temas para los cuales uno se ha preparado toda la vida y ellos, en cambio, han visto de manera superficial o lo han leído fugazmente.
Todos queremos ser aprendices de todo y profesionales de nada, algo que está mal. Podría ser una paradoja que ahora que la tecnología nos facilita todo tengamos menos tiempo que antes y estemos obligados a vivir en vértigo. Por eso es importante priorizar las actividades de acuerdo con las metas y no caer en las tentaciones de una vertiginosa sociedad de consumo.
Por cosas como estas, la ansiedad se ha disparado, lo mismo que el insomnio, las frustraciones y hasta los suicidios. Básicamente, se ha perdido el placer de saborear la vida: queremos vivirla de un trago y antes que llegue el mañana.
A la ansiedad se la combate con sabiduría, eligiendo con mesura lo que nos interesa y determinándose a explorarlo y llegar hasta el fondo. Poco a poco, no bebiendo varios shots para emborracharnos lo antes posible. Lo que vale es el encanto de beber mientras disfrutamos de una auténtica charla de amigos, una película o un buen libro. Todos esos son buenos antídotos para cerrarle la puerta a la “sociedad fast forward”.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infanto-juvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.