viernes, 4 de diciembre de 2009

La poesía del viernes, CANCIÓN DE LA NIÑA QUE QUERÍA SER SIRENA por Franklin Mieses Burgos

Por Luis Montes Brito

Franklin Mieses Burgos
(1907 – 1976)
Nació y murió en la ciudad de Santo Domingo. Autor de una breve e intensa producción poética.

Fue, con el crítico y poeta chileno Alberto Baeza Flores y los poetas dominicanos Mariano Lebrón Saviñón y Freddy Gastón Arce, uno de los fundadores de La Poesía Sorprendida (1943-1947).

Otros poetas que formaron parte de este grupo fueron también Aída Cartagena y Gilberto Hernández Ortega, entre otros.

Resalta por su exactitud a la técnica, su profundo lirismo y conceptos filosóficos de tinte existencial. Mieses Brugos fue uno de los iniciadores del movimiento literario de su país llamado "Poesía Sorprendida". Se determina por el acendrado Surrealismo y por su posición antidictatorial, en este caso, contra el gobierno del dictador Rafael Trujillo.

En cuanto a su poesía resumir algunas de las características que se encuentran en su poesía. Escribe al estilo tradicional con la misma facilidad con que escribe de acuerdo a la vena modernista y posmodernista. Al lado de una poesía sumamente elaborada y difícil encontramos poesía de formato popular, extremadamente musical y fácil. Puede seguir los moldes métricos de los antiguos como incurrir en los del momento vanguardista, etc.

Como anunció Alberto Baeza Flores en el primer número de la revista, “No sabemos si la poesía nos sorprende con su deslumbrante destino, si nosotros la sorprendemos a ella en su silenciosa y verdadera hermosura”. Ya en la contracubierta, se anuncia “estamos por una poesía nacional nutrida en lo universal, única forma de ser propia; con lo clásico de ayer, de hoy y de mañana; con la creación sin límites, sin fronteras y permanente; y con el mundo misterioso del hombre, universal, secreto, solitario e íntimo, creador siempre”. Así, por las páginas de la revista, pasaron Jules Supervielle, Paul Eluard, Robert Desnos, Pierre Reverdy, André Gide, Paul Claudel, James Joyce, George Santayana... para sólo mencionar los autores que aparecieron en los primeros tres números.

Mieses Burgos fue, también, director ejecutivo del Instituto Dominicano de Cultura Hispánica y dirigió su revista, Hispaniola. Codirigió también la colección “La Isla Necesaria”, la cual editó varios volúmenes de autores dominicanos.

La poesía de Franklin Mieses Burgos está characterizada por un profundo lirismo: a veces existencial, otras veces política... y casi siempre surrealista.

Pero lo más admirable es que, bien escriba de una u otra manera, siempre se muestra auténtico en sus metros y temas. Emplea a veces metáforas sorprendentes, hasta llegar a lo audaz. Se nota con frecuencia mucho colorido sensual como substrato de lo onírico y psíquico y surrealista. Pero sobre todo ello, sobresale su apego al trópico: el sol, la vegetación exuberante y el mar. El mar es la marca común de casi todos los poetas isleños.

Su producción poética podía dividirse en tres categorías: la hermética, donde se manifiesta la influencia surrealista; la que sigue modelos clásicos (los sonetos); y la de temas populares. La primera, creemos, contiene quizás sus mejores poemas.

Podemos citar, entre sus múltiples obras poéticas, cronológicamente, las siguientes: Torre de voces (1929 –1936), Trópico íntimo (1930 –1946), Propiedad del recuerdo (1940 – 1942), Clima de eternidad (1944), 12 sonetos y una canción a la rosa (1945 – 1947), Seis cantos para una sola muerte (1947 – 1948), El ángel destruido (1950 –1952) y Al oído de Dios (1954 – 1960). Aquí presentamos un florilegio entresacado de varios de estos libros.

Disfrute de la lectura del poema CANCIÓN DE LA NIÑA QUE QUERÍA SER SIRENA de Franklin Mieses Burgos, recordando un gran éxito de otro gran artista Dominicano Juan Luis Guerra quien puso música de Bachata al poema del gran Federico García Lorca titulado Poema Balada Interior




CANCIÓN DE LA NIÑA QUE QUERÍA SER SIRENA
Franklin Mieses Burgos

Por los caminos del cielo
llegó la luna gritando
sus claridades nevadas
de caracoles y nardos.

En la guitarra del viento
la brisa con dedos finos
cantaba un canto de plata.

Con su sonrisa de arcángel
que no se come las uñas,
la niña dijo riendo
bajo el capricho de luna:

-Yo fui sirena una noche
de sombras de terciopelo.
Sobre mis muslos de nácar
podían brillar luceros.

Madréporas y corales
entre la noche marina
lloraban sus soledades
por las pupilas salobres
de los dorados delfines.

Dorsos de plata y de luna.
Arena de las estrellas.
¡Cristalerías de espumas
en un mundo en donde sueñan
los tulipanes de nieblas!

-Niña mía, de tus ojos
está muy lejos el mar.
Quizás tú fuiste lucero;
pero sirena, jamás.

-Un palomar de tritones
yo vi en el fondo al pasar.
¿Por qué tú niegas que he sido
una sirena del mar?

Si negros son mis cabellos,
teñidos han sido allá
con tinta de calamar
y sombras de noche muerta;
si no son claros mis ojos
es por el llanto quizás:
que la pena es también negra
hasta en el fondo del mar.

-Nina mía es que en tus labios
no está el sabor de sal.

Quizás tú fuiste una estrella;
pero sirena, jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario