Tomado de National Archives
Una mayoría de delegados a la
Asamblea Constitucional aprobó los documentos en los cuales habían estado
trabajando desde mayo el 17 de septiembre de 1787. Después del banquete de
despedida, los delegados regresaron a sus casas rápidamente para organizar
apoyo, la mayoría a favor pero algunos en contra del estatuto propuesto. Antes
de que la Constitución se convirtiera en la ley de la nación, tenía que pasar
por escutrinio y debate público. El documento fue presentado ante el Congreso
de los Estados Unidos el 20 de septiembre. Por dos días, del 26 al 27 de
septiembre, el Congreso discutió si se debería censurar a los delegados a la
Asamblea Constitucional por haber sobrepasado su autoridad creando una forma
nueva de gobierno en vez de simplemente revisar los Artículos de la Confederación.
Ellos finalmente decidieron abandonar el asunto. En cambio, el 28 de
septiembre, el Congreso, ordenó a las legislaturas estatales que convocaran
asambleas para ratificar la Constitución en cada estado. El artículo VII
estipulaba que nueve estados tenían que ratificar la Constitución antes de que
se pusiera en efecto.
Además de los requisitos
legales para ratificar, las asambleas estatales realizaron otras tareas. La
Constitución se había producido en estricto secreto en la asamblea de
Philadelphia. Las asambleas de ratificación sirvieron la función necesaria de
informar al público las disposiciones del gobierno nuevo que se proponía. Éstas
también sirvieron de foros para los proponentes y opositores presentar sus
ideas ante la ciudadanía. Significativamente, las asambleas estatales y no el
Congreso, fueron los agentes de la ratificación. Este enfoque aseguró que la
autoridad de la Constitución viniera de los representantes del pueblo elegidos
especialmente con el propósito de aprobar o desaprobar el estatuto, resultando
en un mejor reflejo de la voluntad del electorado. Además, al no ser discutida
en las legislaturas estatales, la Constitución evitó ser expuesta a enmiendas
debilitantes, que los estados celosos de ceder autoridad a un gobierno nacional,
lo más seguro las hubieran propuesto.
La ratificación
no fue una conclusión predeterminada. Hombres ábiles y bien articulados usaron
periódicos, folletos, y reuniones públicas para debatir la ratificación de la
Constitución. Aquellos conocidos como Antifederalistas oponían la Constitución
por razones variadas. Algunos seguían discutiendo que los delegados
sobrepasaron la autoridad congresional cuando reemplazaron los Artículos de la
Confederación con un documento nuevo ilegal. Otros se quejaban de que los
delegados en Philadelphia, representaron solamente a pocos hacendados y como
consecuencia habían creado un documento que servía sus intereses especiales y
reservaba el derecho al voto a las clases adineradas. Otra objeción frecuente
era que la Constitución daba mucho poder al gobierno central a expensas de los
estados y que un gobierno representativo no podría manejar una república tan
grande como ésta. La crítica más seria era que la Asamblea Constitucional falló
en adoptar un estatuto de derechos propuesta por George Mason. En New York, el
gobernador George Clinton expresó estas inquietudes en varios ensayos
publicados en los periódicos usando el apodo de Cato, mientras que Patrick
Henry y James Monroe drigían la oposición en Virginia.
Aquellos que fovorecían
la ratificación, los Federalistas, se defendieron, convencidos de que el
rechazo de la Constitución resultaría en anarquía y en desorden civil.
Alexander Hamilton, James Madison y John Jay respondieron a Clinton usando el
apodo Publius. Empezando en octubre de 1787, éstos tres escribieron 85 ensayos
en periódicos de New York y que más adelante fueron organizados en 2 volúmenes
llamados El Federalista, los cuales analizaban la Constitución, detallaban el
pensamiento de los que la escribieron, y respondían a los críticos
Antifederalistas.
Ellos obtuvieron
éxito en contrarrestar la mayoría de las críticas. Por la falta de un estatuto
de derechos, los Federalistas argumentaban que una lista podría ser incompleta
y que el gobierno nacional era tan coartado por la Constitución, que no
presentaba amenaza a los derechos de los ciudadanos. Finalmente, durante el
debate de ratificación en Virginia, Madison admitió que una carta de derechos
se necesitaba, y los Federalistas aseguraron al público que el primer paso que
el gobierno nuevo iba a dar era el de adoptar una carta de derechos.Los primeros
nueve estados que aprobaron la Constitución se tomaron 10 meses. El primer
estado que la ratificó fue Delaware, el 7 de diciembre de 1787, con voto
unánime, de 30-0. El documento señalado es una ratificación endosada de la
Constitución federal por la Asamblea de Delaware. Los nombres de los diputados
del estado están incluídos, probablemente escritos por un secretario. La firma
del Presidente de la Asamblea de Delaware, Thomas Collins, confirma la
autenticidad del documento, que también lleva el sello del estado en el márgen
izquierdo. El hecho de que Delaware acelerara la ratificación, hizo que el
intento de Pennsylvania de ser el primero en ratificar, con la esperanza de ser
el lugar escogido para el sitio del Gobierno Nacional, se callera.
El primer exámen
verdadero del proceso de ratificación ocurrió en Massachusetts, donde los
debates completamente registrados indican que la recomendación de que se
escribiera una carta de derechos fue el remedio perfecto para que se acabaran
los desacuerdos en la asamblea de ratificación. El estado de New Hampshire fue
el noveno estado que aprobó la Constitución en junio, pero los estados claves
como Virginia y New York estaban cerrados en debates muy amargos. El hecho de
que estos estados fracasaron en el intento de ratificar hubiera podido reducir
la unión nueva por dos estados grandes, ricos y con una población grande y la
hubiera fragmentado. Sin embargo, los Federalistas predominaron y Virginia y
New York aprobaron la Constitución por un márgen bien estrecho. Cuando una
carta de derechos fue presentada en el Congreso en el 1789, North Carolina,
ratificó la Constitución.
Finalmente, Rhode Island, que
había rechazado la Constitución en marzo del 1788 por referendum popular,
convocó una asamblea para ratificarla en el 1790, como lo requería la Asamblea
Constitucional. Enfrentándose a la amenaza de ser tratado como un gobierno
extranjero, ratificó la Constitución el 29 de mayo de 1790, con uno de los
márgenes más pequeños (por dos votos).
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