Se dice que las generaciones suelen tener
un comportamiento cíclico: hijos a quienes su familia no tiene mucho que ofrecer
luchan por conseguir lo que no se les
pudo dar, y por que a sus hijos no les falte lo que a ellos les faltó; y lo
suelen conseguir. A sus hijos no les falta de nada, y crecen inconscientes de
que todo aquello que disfrutan es el resultado de un mérito ajeno, y de que
cuesta mucho esfuerzo conseguirlo; más bien parecen tener asumido que todo ello
es un don al que tienen pleno derecho por el simple hecho de existir. Si algo
les falta lo reclaman con vehemencia, sin plantearse su propio esfuerzo por obtenerlo.
La consecuencia es que aprenden más a tener que a conseguir.
En generaciones anteriores, esa apatía
por la superación, y por dejar de ser el hijo de fulano para empezar a ser uno
mismo, tenía menos espacios donde refugiarse, de modo que, entre pocas
alternativas, la superación personal seguía siendo algo suficientemente
atractivo como para que algunos lo tomaran en cuenta para utilizar su tiempo.
Actualmente existen, “gracias a la tecnología”, demasiadas alternativas,
demasiados elementos distractores que a los padres nos vienen muy bien para
tener entretenidos a los hijos sin que “molesten”.
Estos instrumentos suelen tener un alto
potencial adictivo, de modo que si no existe una conciencia de ello, a la vez
que una guía y unos objetivos elevados en la vida de nuestros hijos, terminarán
por disipar cualquier interés de ellos por superarse, si es que algo les queda
después de haberles allanado el camino y dado de comer en la boca.
Pero ahora el problema no es exclusivo de
las clases sociales económicamente solventes. Es demasiado común ver cómo los
escasos recursos de clases sociales menos favorecidas se invierten en
tecnología para su uso frívolo, o en otros costosos artículos “de marca”, en
vez de emplearlos en educación y superación, sin entender que no es en la
posesión de estos artículos, sino en la educación donde se igualan las clases y
las personas. Con ello, probablemente estamos ante el fin del comportamiento
cíclico de las generaciones.
Pero la trascendencia del problema es aún
mayor. Es frustrante haber aprendido a tener y no poder tener porque no se
aprendió a conseguir; más aún cuando la atroz presión comercial fácilmente nos
convence de todo lo que “debemos tener”. El derecho a tener se vuelve
irrenunciable, y a falta de medios sanos y honestos para ello, surge la
tentación de conseguirlo... de la forma que sea. Ello es, sin duda, parte de la
explicación, no sólo de la epidemia de robos, estafas y negocios sucios, sino
también de la generalizada falta de ética que sufrimos a todo nivel.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica,
Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad
Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha
enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión
en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes
medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con
objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de
apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada
en ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en
sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital
Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la
embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me
hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por
la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como
video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en
diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para
mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite
a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son
demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta
privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención,
y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y
educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia
profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada
persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la
educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde
que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la
familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro.
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