Tomado de El Tiempo
Cortázar:
100 años del escritor que hizo de la amistad una pasión
"El argentino que se hizo querer por todos": así lo definió
'Gabo' al conocer su muerte.
Por Juan Camilo Rincón
Horas después del fallecimiento de Julio Cortázar,
nuestro premio Nobel Gabriel García Márquez tomó una máquina de escribir e hizo
uno de los homenajes más sentidos al escritor, llamándolo “el argentino que se
hizo querer por todos”. Tal denominación fue apoyada por quienes lo conocieron
y lo leyeron, y por esto, como homenaje en los 100 años de su natalicio (26 de
agosto de 1914 - 12 de febrero de 1984), haremos un recorrido por uno de los
pasajes más interesantes de la vida del escritor de ‘Rayuela’: su pasión por
los amigos.
La historia de los amigos de
Cortázar es la historia no solo de la literatura de nuestro continente, sino
también de la revolución literaria y cultural que se vivía en ese momento y que
tuvo su auge en París después de los años 60, ciudad mágica en la cual todos
terminaron encontrándose, por razones que van más allá del simple azar. Además
de su indiscutible valor como hombre de letras, destacado intelectual y
excelente escritor, Cortázar era un hombre que se hacía querer por todos.
El argentino universal
El primer encuentro ocurre con un
compatriota, en sus años de juventud. Errado sería decir que fueron amigos,
pero sí puede afirmarse que su relación con él fue determinante para empezar su
recorrido como escritor. Hacia 1946, Jorge Luis Borges, secretario de Redacción
de la revista ‘Los anales de Buenos Aires’, anota: “… una tarde como otras, un
muchacho muy alto, cuyos rasgos no puedo recobrar, me trajo un cuento
manuscrito. Le dije que volviera a los diez días y que le daría mi parecer.
Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido
entregado a la imprenta”. Poco tiempo después, Cortázar encontró en un ejemplar
de la revista ilustrado por Nora, hermana de Borges, la que sería la primera
publicación de su extraordinario cuento ‘Casa tomada’.
Esta publicación significó su
arribo a las ligas mayores de la sociedad intelectual argentina. Cortázar
recuerda años después lo importante que fue este gesto para su futuro
literario: “El mismo Borges me hizo pedir otros textos para su revista, y así
salieron ‘Los reyes’ y 'Las puertas del cielo' o 'Bestiario'”. De hecho, se
considera que estos escritos son los más importantes que publicó en Buenos
Aires.
Luego viaja a París en un exilio
autoinfligido que durará hasta el día de su muerte. De sus primeros años en la
capital francesa se destacan tres relaciones muy significativas para él: las
que tuvo con Alejandra Pizarnik, Octavio Paz y Julio Silva.
La eterna suicida argentina
Precisamente, cuando la poetisa
argentina Alejandra Pizarnik conoció a Cortázar, a comienzos de los años
sesenta, ambos huían de la misma ciudad: Buenos Aires. Hay muchas hipótesis
sobre el tipo de relación que sostuvieron, pero ninguna de ellas tiene
suficiente sustento; lo que sí es claro es que los unía un afecto enorme. Para
aquella época Cortázar estaba casado con Aurora Bernárdez, quien también era
cercana a Pizarnik, y quien hoy tiene a cargo la custodia de la obra de su
fallecido esposo.
El argentino recuerda: “Nos
veíamos, ella venía con frecuencia a casa donde Aurora y yo la recibíamos y la
sermoneábamos por su peligrosa manera de abandonarse al azar de las
circunstancias, con toda clase de riesgos que no le importaban, pero que los
amigos conocíamos bien”. Cuando ella le regaló una edición de ‘Árbol de Diana’
a la pareja, les dejó esta dedicatoria: “A mis queridos Aurora y Julio, este
pequeño ‘Árbol de Diana’ prisionera -esta promesa de portarme mejor a partir de
hoy -25 de febrero de 1963- y esta otra de hacer poemas más puros y hermosos
-si me esperan”.
Pero el alma atormentada de
Alejandra, que la llevó a crear hermosos poemas, también la condujo al suicidio
en 1972. Su personalidad era un imán para los intelectuales y en especial para
Cortázar; por ello el escritor, como muestra de cariño, le regaló un manuscrito
de ‘Rayuela’. Alejandra, luego de leerlo muchas veces, afirmó que ella era la
Maga, el mítico personaje de la novela.
En 1964 la poetisa regresa a
Buenos Aires, tras lo cual nace una gran producción epistolar que la acompañará
hasta el día de su muerte. Él la apoyaba desde París repitiéndole frases como:
“El poder poético es tuyo, lo sabés” o “Sólo te acepto viva, sólo te quiero
Alejandra”. Y ella le respondía cada vez más cerca de la muerte: “Me excedí,
supongo. Y he perdido, viejo amigo de tu vieja Alejandra que tiene miedo de
todo salvo (ahora, oh Julio) de la locura y de la muerte. (Hace dos meses que
estoy en el hospital. Excesos y luego intento de suicidio —que fracasó,
hélas)”.
El diplomático amigo
Durante la misma época, en
contraste con la establecida con Pizarnik, existió una relación más tranquila y
profunda del ‘cronopio mayor’ con el nobel mexicano Octavio Paz. Esta se dio
cuando Paz llegó en 1959 a la capital francesa. Allí estableció con Cortázar
una relación de casi toda la vida, pese a tener algunas diferencias políticas.
Luego se volvieron a ver en México y Nueva Delhi, donde Paz fue embajador.
Múltiples señales de complicidad
se encuentran en sus obras, y su relación fue tan estrecha que hay reseñas y
textos de Octavio Paz en la obra de Cortázar, como es el caso del capítulo 149
de ‘Rayuela’.
Paz reconoce que ‘Rayuela’ es el
primer gran intento narrativo en lengua castellana de literatura combinatoria”;
luego afirma: “No es que Cortázar tenga que expresar la realidad, sino que la
realidad de Cortázar es la experiencia misma verbal, el acto mismo de crear”.
En la dedicatoria de ‘Viento entero’, Octavio escribe: “A Julio —no César:
¡Cortázar!; no capitán general—solitario combatiente en las fronteras
ilimitadas del lenguaje, su lector, su partidario, su amigo”.
En 1968, cuando estaba terminando
su libro ‘Último round’, Julio fue a visitar a Paz en Nueva Delhi, ciudad que
lo marcó. Inspirado en a este encuentro, el autor argentino escribió los poemas
“720 círculos” y “Jardín para Octavio Paz”. Luego de un distanciamiento por
razones ideológicas que, por fortuna, nunca llevó a la ruptura de la amistad,
Cortázar escribió en 1971 el artículo “Homenaje a una estrella de mar”, donde
afirmaba: “A lo largo de treinta años la obra de Octavio Paz ha sido para mí
esa estrella de mar que condensa las razones de nuestra presencia en la
Tierra”.
Los dos Julios
Una pasión que cautivó a Cortázar
durante toda su vida fue el arte ilustrado, tanto que en su época madura se
entrelaza su obra con ilustraciones, pinturas y fotografías. El gran hombre que
lo lleva a arriesgarse a estos experimentos es el pintor y escultor
argentino-francés Julio Silva. Desde la llegada de Silva a París en 1955, ambos
artistas trabajaron juntos hasta la muerte de Cortázar en 1984. Su labor
conjunta fue tan importante, que ayudó a crear el lenguaje que reconocemos hoy
en la obra del escritor.
No solo fue el apoyo en portadas
como las de ‘Armas Secretas’, ‘Todos los fuegos el fuego’, ‘Relatos, 62 modelo
para armar’ y ‘Rayuela’, sino que además fue el encargado del diseño y la
creación de imágenes e ilustraciones para ‘Les discours du Pince- Guele’, ‘La
Vuelta al día en ochenta mundos’, ‘Último round’, ‘Silvalandia’ y
‘Territorios’. Cortázar lo reconocía como aquel que le dio forma y ritmo a sus
obras con las imágenes que creó.
Los amigos y su devoción
En diciembre de 1968, Julio
Cortázar, Carlos Fuentes y García Márquez tomaron un tren nocturno de París a
Praga para encontrarse con Milan Kundera. Querían recorrer la ciudad donde
nació Kafka, y que poco tiempo antes había sido invadida por tanques rusos.
Antes de ir a dormir, Fuentes le
preguntó a Cortázar dónde y en qué fecha “el piano fue introducido en la
orquesta de jazz”. Como lo recuerda el Nobel colombiano, la pregunta fue
casual, pero “la respuesta fue una cátedra deslumbrante que se prolongó hasta
altas horas del amanecer entre enormes vasos de cerveza y salchichas de perro
con papas heladas”. Su elocuencia los maravilló.
“Llegamos rendidos a Praga” –
recuerda Carlos Fuentes. “En la estación helada nos esperaba Milan Kundera,
quien sugirió que nos fuéramos a un sauna. Según Milan, todas la paredes en
Praga tenían orejas, y solo el sauna estaba libre de las escuchas oficiales del
gobierno comunista”. Ese día, luego del sauna, el autor checo empujó a García
Márquez y a Fuentes al heladísimo río Ultava, en un gesto de simpática broma.
Al respecto, García Márquez recuerda: “Ni Carlos Fuentes ni yo olvidaríamos
jamás el asombro de aquella noche irresistible”.
Luego tuvieron otros encuentros,
cada uno por su lado. Márquez recuerda de Cortázar que “lograba seducir por su
elocuencia, por su erudición árida, por su memoria milimétrica, por su humor
peligroso, por todo lo que hizo de él un intelectual de los grandes en el buen
sentido de otros tiempos”.
El escritor cataquero reconocía
un sentimiento que nacía de todos los amigos del argentino: la devoción.
Decidió que su partida eterna fuera vista con “el júbilo inmenso de que haya
existido, con alegría entrañable de haberlo conocido y la gratitud de que nos
haya dejado para el mundo una obra tal vez inconclusa, pero tan bella e
indestructible como su recuerdo”.
De los tres, Cortázar fue el
primero en morir. Fuentes recuerda que, al enterarse García Márquez de la
muerte del argentino, solo le dijo: “No es cierto. No se ha muerto. No creas
todo lo que se dice en los periódicos. Porque existen complicidades amistosas
que no se acaban nunca”. Ahora los tres están juntos en el cielo, o en aquel
magnífico lugar donde deben vivir los grandes escritores.
El Nobel peruano
Otro personaje que estuvo
hermanado con estos grandes maestros del Boom latinoamericano es el premio
Nobel Mario Vargas Llosa.
El peruano y el argentino se
conocieron en 1958 en París, en casa de un amigo en común y se vieron por
última vez en Grecia en 1967, donde trabajaron como traductores en una
conferencia internacional sobre el algodón.
La relación entre ellos, junto
con sus esposas, fue entrañable, especialmente con Aurora, la primera mujer de
Julio Cortázar, y quien lo cuidó hasta sus últimos días. Vargas Llosa recuerda
lo hermoso que le resultaba hablar con ellos: “No pueden ser siempre así. Esas
conversaciones las ensayan, en casa, para deslumbrar luego a los interlocutores
con las anécdotas inusitadas, las citas brillantísimas, las bromas que, en el
momento oportuno, descargan el clima intelectual".
El autor de ‘La tía Julia y el
escribidor’ recuerda así cuando conoció a Julio, aquel que lo acompañaría en
sus siete años de vida en la capital francesa: “Aquella noche me sentaron junto
a un muchacho muy alto y delgado, de cabellos cortísimos, lampiño, de grandes
manos que movía al hablar”.
Para conmemorar a Cortázar, el
Nobel peruano escribió un sentido homenaje: “En Julio la literatura parecía
disolverse en la experiencia cotidiana e impregnar toda la vida, animándola y
enriqueciéndola con un fulgor particular sin privarla de savia, de instinto, de
espontaneidad”.
Su muerte trajo mucha tristeza a
nuestro continente; los grandes escritores dieron un sentido grito de
melancolía por su partida.
El escritor uruguayo Mario
Benedetti dijo: “La verdad escueta, irreversible, es que hemos perdido a un ser
entrañable que nos contaba historias inesperadas y asombrosas”. Por su parte,
el autor argentino Juan Gelman se despidió diciendo: “Siempre supe que tu obra
nos abriga, que tu mejor obra sos vos”. Y Eduardo Galeano recuerda que siempre
quiso cambiar sus sueños por las palabras de Julio.
Hoy, en el centenario de su
natalicio, guardamos la esperanza de que su primera esposa encuentre más hojas
escritas que alimenten nuestros sueños y den a todos sus seguidores algo más de
esa infinita genialidad que tanta falta le hace a este siglo XXI.
Juan Camilo
Rincón*
Especial para EL
TIEMPO
* Juan
Camilo Rincón es periodista de la Universidad Externado de Colombia. Desde hace
varios años tiene un pasatiempo curioso: coleccionar todas las primeras
ediciones de Jorge Luis Borges y de Julio Cortázar, lo que lo ha llevado a
escribir varios artículos sobre literatura latinoamericana. Es colaborador
habitual de la revista cultural 'Libros& Letras'. En el 2007 publicó ‘Manuales,
métodos y regresos’, libro de cuento corto y poesía sobre Bogotá, escrito en
colaboración con Jaime Henríquez Fattoni. Así mismo, ha hecho parte de los
programas culturales Conventillo de Paso y El sur es nuestro, en el canal
Telmex.
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