sábado, 20 de septiembre de 2014

SALUD MENTAL LA MEJOR HERENCIA FAMILIAR: LA REBELDIA DEL ADOLESCENTE


  
     A los padres nos parece que los adolescentes son incoherentes, que no tienen criterio, que rechazan todo lo que les decimos, que no saben lo que quieren, y que se dejan llevar por cualquier moda o por cualquier cosa que diga o haga cualquier extraño antes que por nosotros, que somos los que realmente nos preocupamos por ellos. La adolescencia es la etapa en que el niño aprende a ser adulto. Psicológicamente se está produciendo un lento proceso en que la persona pasa de pensar y actuar según los criterios y valores de sus padres, a pensar y actuar por sí mismo, según los suyos propios.

       ¿Los suyos propios? ¿Cuáles, si no los tiene? Ahí empieza el problema, la situación de crisis, que no es en realidad con los padres, sino consigo mismos. Durante esta etapa se produce una intensa búsqueda de criterios y valores y los buscan fuera del hogar, porque los del hogar son ya conocidos y, aunque ofrecen una seguridad, son los de los padres, no los de uno mismo. No significa necesariamente que los rechace; simplemente necesita conocer otros, aunque para ello tenga que olvidarse provisionalmente de ellos. Es la típica rebeldía de esta edad. De este modo, el entorno social se abre como un escaparate lleno de posibilidades; de oportunidades, de intrascendencias, y también de riesgos, donde el adolescente va a buscar sus criterios y valores.

       Muchas veces los padres tratamos de oponernos, aunque sea sutilmente. Nos resistimos a pensar que descarten lo que se les ha dado, lo conocido que funciona, para buscar en lo desconocido y arriesgado. Y cuanta más resistencia ponemos, más se agrava la situación. No terminamos de entender que lo que necesitan no son cosas nuevas, sino simplemente decidir por sí mismos qué es lo que quieren, como pensar y cómo actuar.

       Este proceso de búsqueda es necesario y natural, y para ello necesitan probar diferentes opciones; por eso se dejan llevar tanto por las modas, y por eso hoy les gusta una cosa y mañana otra. El que los padres nos opongamos a ello solamente les va a fomentar el rechazo a los valores del hogar. Nuestra actitud debe ser de comprensión, de apoyo y de vigilancia a los riesgos. Ellos, en el fondo, se sienten enormemente inseguros ante lo desconocido, y confusos y angustiados porque nada de lo que prueban les satisface en forma durable; pero esto es normal.

No les digamos “esto está bien o mal”, no les demos sermones, al contrario; sigámosles la corriente a ver dónde nos llevan, siempre vigilantes. Provoquemos la reflexión en ellos; aprovechando cualquier tema de actualidad, o cualquier noticia en televisión, planteémosles cuestiones relacionadas con sus experiencias y descubrimientos, evitando siempre el sesgo sobre lo que está bien y lo que está mal. Hagamos de caso que no existe “lo que está bien y lo que está mal”, hagamos contrapunto poniéndonos incluso, aparentemente, contra nuestros propios valores y dejemos que ellos reflexionen y saquen sus conclusiones. Tomará un poquito de tiempo, tropezarán alguna vez, inevitablemente, como todo aquel que empieza algo nuevo sin experiencia, pero poco a poco irán madurando y encontrando su lugar.


Comprobaremos que los criterios que van tomando empiezan a parecerse a lo que nosotros queríamos; aunque no siempre, y cuando eso sea así, reflexionemos nosotros mismos. Unas veces nos daremos cuenta de que sus criterios diferentes no son ni mejores ni peores que los nuestros; simplemente diferentes. Y algunas otras veces también nos daremos cuenta de que los criterios equivocados eran los nuestros, y habremos aprendido algo de ellos. Hay dos cosas muy importantes en este proceso, que no pierdan la confianza en nosotros, y que sean ellos mismos quienes saquen sus conclusiones. Si en el hogar había valores consistentes, al final del proceso, con nuestro apoyo, terminarán descubriendo por sí mismos que casi todo lo que buscaban fuera, estaba en casa. De eso se trata el reto.

Acerca de la Dra. Mendoza Burgos

Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.

Mi actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.

Fui la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas especialidades en El Salvador.

Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.

La tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.

Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó, e incluso después.

Estoy absolutamente convencida del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el futuro. 



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