Tomado de esglobal
Maduro
busca ganar tiempo para lograr un milagro petrolero
He aquí la estrategia del Presidente
venezolano para retrasar un colapso total de la economía.
Por Andrés Cala
El presidente venezolano, Nicolás
Maduro, defraudó con creces a quienes anticipaban un remezón en la
consciencia chavista que enderezara la
economía. El baldazo de agua fría llegó en forma de un simple baile de
ministros de una cartera a otra, favoreciendo al chavismo más dogmático por encima del reformista.
Los mercados se espantaron con la
ausencia de medidas a pesar de la penuria económica del país y de sus
habitantes. Los editoriales y la mayoría de opiniones auguran ahora un
inevitable colapso económico, incluyendo un posible default, impago de deuda.
Pero es prematuro escribir un
obituario al chavismo. El fatalismo obvia que
las decisiones de Maduro tienen que atender ante todo la urgencia política, aún
a expensas del sentido común económico. Es un rasgo del chavismo, y esperar lo contrario es desconocer
el modus operandi del populismo radical que encarna.
Y, sin embargo, ahí sigue, aunque se le haya dado tantas veces por muerto.
Dicho eso, el
gobierno de Maduro sí está maquinando con el fin de ganar tiempo y oxígeno
económico a corto plazo que le permita aliviar la situación económica, sin
perder más apoyo popular. Y en el caso de Venezuela, el petróleo siempre ha
sido el único catalizador capaz de reflotar o aniquilar políticos.
Específicamente, Maduro está
apostando por un milagro, porque no hay mucho tiempo para darle vuelta al
panorama. Sería un suicidio político devaluar el bolívar o subir el precio de
la gasolina, aunque en cualquier otro país es sin discusión lo que habría que
hacer. Pero el chavismo no se olvida de que
su ascenso vino precisamente después de que sus antecesores se atrevieran a
imponer medidas similares. O sea, el remezón que muchos querían era desde un
principio imposible.
Y como no hay
otra, Maduro pronto quemará uno de sus últimos y más poderosos cartuchos, Citgo,
la filial estadounidense del titán Petróleos de Venezuela SA (PDVSA). Está a la
venta y esperan captarse no menos de 10.000 millones de dólares a corto plazo.
Y venderla, aunque controvertido, es en esta coyuntura una de las mejores
alternativas estratégicas que sea políticamente aceptable y económicamente
rentable.
El grueso de ese
influjo de capital no estaría destinado ni a las reservas internacionales ni a
comprar insumos urgentes. Tampoco terminaría en la Faja de Orinoco, donde se
acumula la mayoría de las reservas venezolanas, las más grandes del planeta. La
producción de la Faja requiere más capital y tiempo para ver los resultados.
Gran parte de ese
dinero iría donde se encuentra el grueso de la producción venezolana, el Lago
de Maracaibo, que este año conmemoró el centenario de la primera explotación en
el país. Los resultados son más inmediatos, pero no se ha hecho hasta ahora
porque la inversión inicial es alta y toda en líquido para pagar a empresas de
servicios privadas, que a diferencia de las grandes compañías no pueden
financiar por adelantado el trabajo, mucho menos con el historial crediticio de
PDVSA.
Baile de sillas
Maduro remplazó a Rafael Ramírez,
el todopoderoso ministro de petróleo y presidente de PDVSA durante más de una
década. Es el arquitecto de mucho de lo bueno y lo malo de PDVSA en la
actualidad. Pero también se tornó algo corrosivo al convertirse en la voz más
pragmática del chavismo, entre otras cosas, rescatando la idea
original de Chávez de vender Citgo y promoviendo un aumento del precio de
la gasolina y más medidas monetarias que hubieran aumentado la inflación aún
por encima del casi 70% actual.
Ramírez pasó a
ser canciller, donde le encargaron entre otras cosas dirigir los asuntos
petroleros de Venezuela en el exterior, lo cual incluirá la venta de Citgo. En
el Ministerio de Petróleo, Ramírez fue sustituido por Asdrubal Chávez, primo
del caudillo, pero también un reconocido ingeniero químico y veterano de
puestos ejecutivos en PDVSA y del Ministerio. A la jefatura de PDVSA pasa
Eulogio del Pino, quien fue promovido desde la vicepresidencia de exploración.
Hubo otros cambios cosméticos en
el Gobierno y ningún anunció sobre transformaciones sustanciales en la política
monetaria, ni medidas concretas que sugieran que la política macroeconómica va
a mejorar a corto plazo. Al contrario, se enroca políticamente el chavismo más acérrimo y en el sector petrolero se
prioriza un liderazgo con perfil técnico cuya única tarea es aumentar
bestialmente la producción.
Además, se augura
de modo inevitable cambios en la costosa diplomacia venezolana a través de
Petrocaribe, el programa que ha aliviado a los países más pobres de Centro
América y el Caribe al venderles crudo en condiciones preferenciales. Ramírez
sería el encargado de renegociar acuerdos que dejaron de ser viables en la
actual coyuntura económica.
La estrategia
Citgo es uno de los activos más
importantes de PDVSA, y algunos dirían que la joya de la corona. La
intención de venderla data de 2010, cuando el presidente Hugo Chávez la
descartó como activo estratégico de PDVSA por ser un mal negocio. Desde
entonces, el precio nominal de venta es en torno a los 10.000 millones de
dólares por sus 750.000 barriles diario de capacidad de refino, además de más
de 6.000 estaciones de servicio propias o franquiciadas. PDVSA es dueña de
otras participaciones en refinerías de Estados Unidos. Aunque es verdad que sus
activos en EE UU no han dejado mucha ganancia desde hace años y, además, su
venta sería coherente con la decisión política de Venezuela de gradualmente
disminuir sus ventas petroleras en territorio estadounidense.
En prensa se asegura que PDVSA
quiere cerrar un acuerdo en septiembre y que el precio de venta oscilaría entre
8.000 y 10.000 millones de dólares, quizás más si se incluye todos los activos
en Estados Unidos. La venta es controvertida tanto para chavistas como por la oposición.
Con la venta de
Citgo y los nombramientos a puestos clave de la industria petrolera y
cancillería, Maduro está recurriendo a estrategias de máximo impacto para
aumentar la producción de crudo, el colchón de todo gobierno venezolano.
Gran parte del problema de
liquidez de Venezuela es la enorme deuda acumulada con China que se paga
con oro negro, hiriendo por tanto su flujo de capital.
Mientras, la economía podría contraerse 3,5% este año, según la agencia
de calificación Standard and Poor’s. El Estado acumula deudas por proveedores
internacionales de al menos 10.0000 millones de dólares. Y tiene que pagar las
obligaciones de su deuda soberana a una tasa de interés más de diez puntos
superior a la de EE UU, diez veces más que México y el doble que Argentina. Es
decir, deudores le sobran y, por tanto, es urgente aumentar el ingreso de
capital, lo que para Venezuela quiere decir petróleo.
La única manera
de aumentar rápidamente la deprimida producción en Venezuela es invertir
enormes recursos en tecnología de recuperación mejorada de petróleo, conocida
como EOR (por sus siglas en inglés). Básicamente, los pozos venezolanos más
antiguos han sido drenados tanto que con la infraestructura actual cada año
producen menos, a medida que baja la presión.
Con la costosa
tecnología EOR se pueden aumentar significativamente la producción en muy corto
plazo. Y con esa inyección adicional de ingreso petrolero Maduro podría sortear
mejor la insostenibilidad económica actual, durante un tiempo limitado claro:
10.000 millones de dólares no alcanzan para sacar a Venezuela del hueco en el
que está. De hecho, los proyectos más prometedores se concentran en la división
occidental de PDVSA, la cual en julio estimó que con el capital necesario
podría recuperar 45% la producción, o unos 300.000 barriles diarios, para 2019.
O sea, 30 millones de dólares diarios más, si es que se logran esos objetivos.
Los riesgos
El chavismo no tiene ni tiempo ni espacio para más.
Maduro no puede apostar por un aumento de producción en la Faja del Orinoco
porque no llegará a tiempo, sobre todo ante la falta de recursos de PDVSA. La
mejor oferta de retorno a la inversión está en el EOR.
No es una estrategia exitosa a
largo plazo, sin duda, pero sí una que puede permitirle a Maduro traer en
rienda al chavismo y retrasar un colapso
total de la economía. Maduro, a diferencia de Chávez y los gobierno
neoliberales, tampoco puede recurrir al despilfarro para comprar la lealtad.
Sin embargo, la
tentación de usar los recursos de Citgo o inclusive de cualquier aumento de
producción resultante del EOR con fines políticos es enorme, sobre todo con
elecciones y un posible referendo revocatorio a la vuelta de la esquina.
Maduro, por tanto, al vender Citgo y reorganizar la industria petrolera se la
juega todo: o salva la revolución a corto plazo o se hunde con ella si esos
recursos terminan despilfarrados.
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