La
susceptibilidad es una de las principales características de nuestra cultura
latina. No se nos puede decir nada que no nos guste porque nos hiere en lo más
profundo de nuestro ser, aunque se trate de cosas de menor importancia. Aun
cuando lo que se nos diga no tenga una mala intención; aun cuando no esté claro
que se refiere a nosotros, demasiado fácilmente nos sentimos aludidos y heridos.
La explicación a esto, desde el punto de vista psicológico, hay que buscarla en
la baja autoestima tanto personal como sociocultural que tenemos.
¿Y por qué
tenemos tan baja autoestima? Pues porque vivimos en una tremenda ambivalencia.
En el fondo somos conscientes de que lo que se nos critica es muy cierto, pero,
por otro lado, tenemos un exagerado e infundado orgullo que no nos permite
aceptar que sea cierto. Vivimos a caballo sobre la enorme diferencia que hay
entre lo que queremos y aparentamos ser, y lo que somos en realidad. Cuando se
nos critica algo siempre tenemos la sensación de que están violando lo que
tratamos de esconder. Preferimos pensar que lo que tratamos de aparentar es la
imagen real que tenemos ante los demás, sin darnos cuenta de que nuestra
realidad es bastante más transparente de lo que pensamos.
Pero a nivel
interno de nuestra cultura, así hemos aprendido a convivir. En lo personal,
ello nos ha llevado a aprender a desarrollar una gran exquisitez, una especial
habilidad para decir lo que hay que decir con enorme sutileza. Si se tratara de
clavar clavos, seríamos capaces de clavarlos soplando. Pero precisamente eso
mismo nos hace aún más susceptibles, como en un círculo vicioso, porque esa
sutileza que aplicamos al decir las cosas, la aplicamos también al escucharlas
e interpretarlas.
A nivel social
podemos hacer chistes y reírnos de nuestros defectos entre nosotros mismos,
pero no soportamos que otras culturas nos señalen lo más mínimo. Los europeos
son bastante diferentes, prácticamente opuestos; dicen las cosas claramente, a
veces con acritud, pero también saben encajarlas con bastante entereza. Pero cómo
sean los europeos no nos afecta mucho; a fin de cuentas, están lejos, y, por
eso mismo, la relación con ellos no es muy estrecha. Nuestra relación más
estrecha es con los norteamericanos, obviamente.
¿Y cómo son los
norteamericanos? Pues son un término medio entre los europeos y los latinos,
con la ventaja de que su sutileza para decir las cosas está más cerca de la
nuestra que de la europea, y su capacidad para encajar la crítica está más
cercana a la europea que a la nuestra. Tradicionalmente son bastante más
inocentes y nobles que los europeos y que nosotros. Y, al contrario que los
latinos, confían y creen en primera instancia, y solo dejan de confiar cuando
se les demuestra que no deben confiar. Y son como son porque se conocen bien a
sí mismos. Los latinos somos lo opuesto… también porque nos conocemos bien a nosotros
mismos. En el próximo post les explico a dónde quiero llegar con todo esto.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría
General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia,
obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional,
desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales:
una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la
colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones
también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad
de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado
también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir,
Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador.
He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la
atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido
en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con
otras actividades.
La tecnología actual me ha
permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy
consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo
cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque
esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más
mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre
relaciones familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de
tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se independizó,
e incluso después.
Estoy absolutamente convencida
del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser
en el futuro.
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