En mi columna anterior LA
SUSCEPTIBILIDAD LATINA hablaba algo de cómo son
los norteamericanos en comparación con los latinos, y mencionaba que suelen ser
bastante suaves y correctos para decir las cosas. Esto es en su mayoría, claro,
porque no todos son así. Un conocido señor, llamado Donald Trump, aspirante a
la presidencia de los Estados Unidos, hizo recientemente unas declaraciones
contra los mexicanos que han destrozado el orgullo no solo de los mexicanos,
sino de los latinos en general, porque los latinos de diferentes nacionalidades
se sienten identificados con esa unidad cultural que formamos todos, así como
con los objetivos de la emigración; y porque sabemos que para muchos
norteamericanos, del río Grande hacia el sur, todos somos mexicanos; o, al
menos, es cierto que casi todos los inmigrantes ilegales llegan por esa
frontera.
El grave error del señor Trump no está solo en lo que dijo, sino, sobre todo, en cómo lo dijo, con una enorme acritud, desconociendo la sensibilidad de la cultura objeto de sus palabras, señalando únicamente el aspecto negativo que conlleva la inmigración latina, y generalizándolo a casi todos, olvidándose de la valiosa aportación que la mayoría de inmigrantes latinos hace a la vida social y económica norteamericana, e ignorando que, como aspirante a presidente, esas formas son absolutamente inaceptables en política. Ello ha desencadenado una ola de reacciones adversas por parte de personalidades y empresas latinas que tiende a polarizar aún más esta relación norte-sur.
Y no me parece éste un escenario positivo, porque esa confrontación nos lleva a los latinos a cerrarnos más en nuestro infundado orgullo, y a no querer saber nada de ninguna crítica que venga del norte, y por tanto a no ser capaces de entender por qué en Norteamérica hay cierta queja hacia los latinos. Porque no nos engañemos; más allá de la desafortunada forma de expresarse del señor Trump, se supone que sus palabras trataban de plasmar un descontento de bastantes norteamericanos sienten hacia bastantes inmigrantes latinos. Y es un descontento con cierto fundamento. No caigamos en el error de pensar que como el señor Trump se equivocó, entonces no hay nada malo con los latinos en USA.
Estados Unidos es un país de inmigrantes y siempre ha tenido y sigue teniendo la puerta relativamente abierta a la inmigración. Lo que no aceptan, es que, aprovechando que en su casa tienen la puerta medio abierta, los latinos la botemos a empujones y entremos en tropel, que es lo que solemos hacer, y hasta nos creemos con derecho a hacerlo. Y creo que se quejan con razón, porque si se tratara de mi casa, me sentiría igual ¿Ustedes no? Otra cosa es la desesperación de los latinos por escapar de nuestra pobreza e inseguridad, pero ese es un problema nuestro, y habría que buscarle solución más dentro y menos fuera de nuestras fronteras.
Y la otra cosa que no aceptan es que arrastremos hacia su país problemas y vicios característicos de nuestra cultura, basados en el abuso, el engaño, la falta de educación, de control y de respeto, en la impunidad, y en la violencia como inmediata forma de respuesta; aspectos que les afectan, y que no encajan en su forma de vida. No es sorprendente que ahora que nos van conociendo más, estén empezando a ser más desconfiados. Y creo que también tienen razón. Si eso pasara en mi casa con invitados, me sentiría mal, y más aún si pasara con quienes ni siquiera han sido invitados ¿Ustedes no?
En conclusión, no podemos dejar que las desafortunadas palabras del señor Trump nos impidan visualizar las causas de los problemas de integración que los latinos tienen en Estados Unidos, y que, en general, no son culpa ni de los norteamericanos ni del señor Trump, porque mientras no veamos esta realidad, la tendencia al rechazo no hará sino aumentar más y más. Y aunque se califiquen como racistas semejantes declaraciones, la sensación de rechazo en la mayoría de la población no tiene fundamentos raciales, sino más bien educativos. El racismo en Estados Unidos aún existe, pero no es mayoritario; lo que es mayoritario es el rechazo a la falta de orden, de control, de respeto y de educación.
Y aunque la mayoría de inmigrantes hacen un gran esfuerzo por integrarse, lo hacen sin preparación alguna, corrigiéndose tras malas experiencias. Y no son pocos, sino bastantes, los que aún así no entienden que están en un generoso país de acogida en el que su gente es amante de la ley y el orden, y donde no cabe el descontrol al que estamos acostumbrados. Y aunque éstos no sean una mayoría de los inmigrantes, sí son una minoría lo suficientemente visible como para que todos se vean afectados por la mala imagen que ellos generan.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría
General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia,
obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional,
desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales:
una es el ejercicio de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la
colaboración con los diferentes medios de comunicación nacionales, y en
ocasiones también internacionales, con objeto de extender la conciencia de la
necesidad de salud mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la primera Psiquiatra
infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer dichas
especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado
también con otras instituciones en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir,
Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador.
He sido también acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la
atención a su personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de
reconocimiento especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El
Salvador, por la labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008
resido en Florida, Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional
con otras actividades.
La tecnología actual me ha
permitido establecer métodos como video conferencia y teleconferencia, doy
consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del mundo, lo
cual brinda la comodidad para mantener su terapia regularmente aunque
esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes que viven en
ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos acceder a ellos.
Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más
mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones
familiares y dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años
de experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida
del rol fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser
en el futuro.
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