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martes, 29 de mayo de 2012
Fue en realidad Marco Polo quien llevó la pasta desde China a Italia?
domingo, 29 de abril de 2012
La infidelidad de la especie humana como negocio cibernético
"Nuestro objetivo no es convencer a la gente de que engañe, sino de que tenga amoríos extramaritales perfectos", afirma. Es decir, en lugar de tener un affaire en la oficina, donde es más riesgoso exponerse a perder el puesto, mejor tenerlo en un sitio que garantice la confidencialidad. Otro de los mayores retos ha sido atraer al público femenino, ya que el 70 por ciento de sus usuarios son hombres. "Sabemos que ellos van a salones de masajes y contratan damas de compañía, pero las mujeres no pueden tener aventuras. Eso es ridículo, ellas también tienen necesidades. A todo el que ingresa le prometemos que no será juzgado".
domingo, 15 de abril de 2012
Gurú Político recomienda 25 libros que todo aspirante a gobernar debería leer
martes, 10 de abril de 2012
Donald Trump comparte 10 claves para alcanzar el éxito
- 1.- Sé concienzudo
- 2.- Genera Tu MOMENTUM y mantenlo en movimiento.
- 3.- Mantente enfocado
- 4.- Mira la solución no el problema
- 6.- Aprende todo lo que puedas sobre lo que estás haciendo
- 7.- Sé afortunado
- 8.- Has de verte victorioso
- 9.- Sé inteligente
- 10.- Sobre todo, nunca te rindas
sábado, 7 de abril de 2012
Rusia y su constante oscilación entre el orden dictatorial y la ruptura social
En la obra, el orden también se reestablece muy rápido: el nuevo inspector impone su voluntad. Pero en la famosa escena final, los personajes están mudos y podemos ver un atisbo de terror existencial. El problema constante de Rusia es que oscila entre el orden dictatorial y la ruptura social, que es como la mayoría de los rusos experimentaron los años noventa tras la caída del régimen soviético. El inspector plantea el mismo dilema. Si Gogol tiene una lección aprovechable para los opositores rusos actuales, es que deben tratar de cambiar, no al hombre que ocupa el poder, sino el propio sistema.
domingo, 25 de marzo de 2012
Martin Fierro, una breve historia del libro y de su autor
Por Laura Ramos
El Hotel Argentino de la avenida Rivadavia y 25 de Mayo alojó a José Hernández en los primeros días de 1872. Encerrado en uno de los cuartos del Argentino, durante ocho días y sus ocho noches escribió un folletín titulado El gaucho Martín Fierro .
Fue publicado en papel de almacén, con tapas grises, y distribuido en los poblados de La Pampa, pero en Buenos Aires pasó desapercibido. Siete años después de su aparición, había vendido cuarenta y seis mil ejemplares en el medio rural. Un almacenero mayorista, cliente del abogado y presidente Nicolás Avellaneda, le mostró al letrado sus libros contables con los pedidos habituales de las pulperías de campaña: “12 gruesas de fósforos; 1 barrica de cerveza; 12 ‘vueltas’ de Martín Fierro ; 100 cajas de sardinas.”
El Martín Fierro era leído en voz alta, en las ruedas de mate de pulperías y estancias, por paisanos que habían aprendido el alfabeto. Los escuchaban gauchos iletrados que luego repetían sus versos en los poblados y caminos. Leopoldo Lugones relata que durante su juventud, en el pueblo santiagueño de Sumampa, conoció a un mozo llamado Serapio Suárez “que se ganaba la vida recitando el Martín Fierro en los ranchos y aldeas. Vivía feliz y no tenía otro oficio” (“El payador”). Ricardo Rojas también oyó en ranchos de la selva santiagueña, a la ribera del río Salado, algunas estrofas del poema de Hernández, conocidas por tradición, aunque se ignoraba el nombre del autor.
Beatriz Sarlo encontró la eficacia estética del poema en la particular configuración de su ideología, tejida en una estructura de actitudes y sentimientos. Los versos destilan el ideal de una comunidad orgánica, en la que la intervención paternal del Estado repare las injusticias, la miseria y el despojo del medio rural (un pensamiento casi socialista que desplaza el modelo de sociedad movido por la competencia).
Sarlo enlaza este arcaísmo de Hernández -este arcaísmo encantador- con las experiencias del mundo campero que cuentan sus versos. (“Razones de la aflicción y el desorden en Martín Fierro ”.) Pero también atribuye la perdurabilidad del libro en lo que llama con gracia “la vía de Hernández”.
“La vía de Hernández” no tiene otro secreto que la misma vida del autor: el desquicio de su familia, los desplazamientos del hogar, una niñez repartida entre tías, abuelos, padres nómades, muertes prematuras; traslados y persecuciones. Hernández fue arrastrado de Buenos Aires a Paraná, de Corrientes a Montevideo, de Santa Ana do Livramento a Buenos Aires. Su destino de federal enfrentado a la ciudad-puerto, de político enemigo de Domingo Faustino Sarmiento, y por lo tanto, de soldado derrotado, lo persiguió durante toda su vida.
Fue secretario del vicepresidente Juan Esteban Pedernera cuando la Confederación se derrumbaba, ministro de un gobierno correntino que fue volteado por una asonada mitrista, gaucho de una banda en retirada con el ejército de Ricardo López Jordán.
Mi padre me contaba, desde que tengo memoria, que el 13 de noviembre de 1863, un día después del degüello del Chacho Peñaloza (y de la exhibición de su oreja en el baile oficial que celebró el crimen), Hernández escribió en el periódico El Argentino de la ciudad de Panamá un panfleto heroico. “El general Peñaloza ha sido degollado. El hombre ennoblecido por su inagotable patriotismo, fuerte por la santidad de su causa, el Viriato argentino, ante cuyo prestigio se estrellaban las huestes conquistadoras acaba de ser cosido a puñaladas en su propio lecho, degollado, y su cabeza ha sido conducida como prueba del buen desempeño de su asesino, al bárbaro Sarmiento”.
Este texto podría explicar la frialdad -una frialdad política- con que fue recibida la aparición del Martín Fierro en Buenos Aires. El general Bartolomé Mitre censuró la “filosofía social” y “la amargura” del poema.
Todo el desquicio político y personal de Hernández, dice Sarlo, se repitió con la tenacidad de un destino: “Y había arrancado casi antes de su nacimiento: sus padres se casan enfrentando la oposición familiar, su abuelo lo acepta como prenda de paz en una familia que no logrará, sin embargo, recomponerse.” Y esta herida, la amargura señalada por Mitre, puede encontrarse en la épica, en la belleza y en el horror de nuestro poema nacional.
Disfrute de Los ejes de mi carreta de Facundo Cabral, un poeta cantante influenciado por la obra de Jose Hernandez, el libro Martin Fierro
sábado, 24 de marzo de 2012
El Mundo que hizo Estados Unidos, el libro que plantea lo que muchos no dicen
Por Mario Saavedra
El mundo, con todos sus horrores, vive una “edad de oro” bajo un “orden maravilloso” creado por Estados Unidos. “Las mejores características –la extensión de la democracia, la prosperidad y la paz prolongada entre las principales potencias– dependen fuertemente, de forma directa o indirecta, de la influencia ejercida” por Washington.
The World America Made (El mundo que hizo Estados Unidos)
Robert Kagan
149 páginas,
Knopf, Nueva York , 2012
Esta es la tesis que el reconocido autor neoconservador estadounidense Robert Kagan defiende en su nuevo libro, El mundo que hizo Estados Unidos. Lo escribe contra “el sorprendente número de intelectuales, políticos y legisladores estadounidenses” que saludan la posibilidad del declive de la hegemonía americana, pensando que el fin de la era estadounidense no tiene por qué significar el fin del orden liberal internacional actual. Kagan quiere evitar que el país se repliegue, que ceje en sus empeños en el exterior: “Quizá si los estadounidenses tuvieran una foto más clara de lo que podría venir tras el orden americano se sentirían más inclinados a continuar luchando para preservar el orden que han construido. Una edad de oro de la Humanidad”. Se trata de una defensa implícita del intervencionismo estadounidense, algo que el autor sólo revela brevemente al final del libro, y que por lo demás está en la base del Proyecto para un Nuevo Siglo Americano, organización que Kagan ayudó a fundar.
El mundo creado por EE UU es el más democrático. Washington ha sido el muñidor de las dos principales oleadas de democratización del siglo XX: una, tras la II Guerra Mundial, con el 40% de la población del planeta viviendo en democracia en 1950; otra, iniciada en los 70, que ha hecho que el número de democracias creciera hasta unas 120. Kagan se cuida de mencionar algunas de las atrocidades contra la democracia Made in América (Irán, Guatemala, Chile, Guantánamo, etc.) o de sus decisiones unilaterales (Irak). Estados Unidos, reconoce, ha “ignorado dictadores, o se ha aliado con ellos, o ha hecho negocios con ellos”. Sin embargo, obvia estos episodios y concluye, por comparación con otras épocas: “Estados Unidos ha jugado un papel crítico en la explosión de la democracia”. Desacredita el poder blando en la extensión de la democracia. Pasa de puntillas por la influencia y atracción democratizadora que ha supuesto la Unión Europea, la zona de mayor prosperidad y paz de la Historia, por ejemplo sobre los países del Este o Turquía. Una revisión de su teoría de los dos Occidentes, en la que asegura que hay uno débil, Europa, demasiado apegado a valores tradicionales como la tolerancia, y uno fuerte, Estados Unidos.
Para Kagan, además de ser el más democrático, el mundo creado por el imperio americano es el más próspero. Entre 1950 y 2000, el Producto Interior Bruto global crecía a un 3,9% anual, mientras que entre 1820 y 1950 lo hacía a un 1,6%, y entre 1500 y 1820 a un estimado 0,3%, afirma. Esa prosperidad se debe en gran parte a la hegemonía estadounidense. Porque sin EE UU, ¿quién defendería el orden económico liberal? “Las naciones actuales se están aprovechando del free ride [pase gratis] de un comercio sin interrupciones gracias la hegemonía naval Estados Unidos que garantiza las rutas. ¿Estarían los free riders actuales (Alemania, Japón, Brasil, India…) dispuestos al coste de mantener armadas que llevaran a cabo algunas de las tareas de Estados Unidos”.
El mundo creado por EE UU es, por último, el más pacífico. Ha vivido seis décadas sin enfrentamientos entre las grandes potencias. ¿Por qué? Kagan trata de desmontar la teoría de la paz democrática, que mantiene que la relativa paz actual se deriva de la expansión democrática, porque las democracias muy raramente van a la guerra contra otras democracias. Argumento endeble, afirma, porque también a principios de siglo XX se hablaba de la guerra como algo impensable, porque había desarrollo, comercio y democracia, y sin embargo estalló. Si la guerra a gran escala no es imposible, ¿quién está haciendo que no se produzca? Estados Unidos, cuyo “rol más importante ha sido el de desanimar e impedir las tendencias normales de otras grandes potencias en el sistema de competir y darse empujones en circunstancias que en otras épocas llevaba a la guerra”.
¿Son, pues, los estadounidenses, amantes de la paz? Se ven a sí mismos como “la Greta Garbo de las naciones, que sólo quiere que la dejen en paz” pero no es así: salen muy frecuentemente a la “caza monstruos”. Y lo hacen muchas razones, tanto para defenderse de amenazas lejanas como por intereses económicos. “Pero cada vez que van a la guerra, los estadounidenses se dicen a sí mismos que será la última vez. Pueden ser vistos como imperialistas pero, si lo son, son reacios, como sin querer, a medio corazón. Su política exterior es esquizofrénica: primero son reacios, luego agresivos; dormidos al principio, pero rápidos de gatillo; indiferentes primero, luego obsesionados, luego indiferentes otra vez”.
En general, el libro analiza la realidad del siglo XX desde un punto de vista marcadamente militar. En ese contexto, presenta a Estados Unidos como una potencia que interviene de forma reacia en otras partes del mundo, y muchas veces porque se lo piden. Obvia un factor determinante en muchas de las aventuras militares estadounidenses: la presión del complejo militar industrial y una Defensa que se lleva cada año alrededor de un cuarto del presupuesto nacional.
¿Está la hegemonía estadounidense en decadencia? Su respuesta es no: “Cualquiera que honestamente recuerde los 70, con el Watergate, Vietnam, la estanflación o la crisis energética, no puede pensar que las presentes dificultades no tengan parangón”. Y desde entonces Estados Unidos ha tenido grandes éxitos en el exterior: La guerra del golfo, la expansión de la OTAN hacia el Este, la paz, aunque tras mucha sangre, en los Balcanes, el hecho de que gran parte del mundo se apuntara al Consenso de Washington en economía.
Kagan plantea al lector algo parecido, dice, a lo que hace el ángel de la película Qué bello es Vivir con el protagonista que está a punto de suicidarse: en aquella cinta, el ángel le muestra cómo de gris y triste sería un mundo sin él; en este libro, el autor quiere enseñar lo que podría pasar si el imperio americano se debilita. “La gente se imagina que la predominancia estadounidense será reemplazada por algún tipo de armonía multipolar”, un nuevo Concierto de Poderes similar al Concierto de Europa que mantuvo la paz tras las guerras napoleónicas. Se equivocan: China y Rusia no aceptan el orden liberal, y si Estados Unidos se debilita podrían ser más agresivas regionalmente; además, su apoyo a las autocracias produciría tensiones con los que defienden la democracia. Habría una ola de desdemocratización.
Así que de replegarse nada. "¿Cuánto cuesta un mundo dominado por democracias en vez de autocracias? ¿Qué pasaría si las rutas y vías marinas económicas no estuvieran ya aseguradas, porque la armada estadounidense ya no pudiera protegerlas? ¿O si estallaran guerras regionales entre potencias porque no están ya constreñidas por la superpotencia estadounidense? ¿O si los aliados fueran atacados porque Estados Unidos no pudiera ir en su defensa?"