Tomado
de The Wall Street Journal
Che Guevara
Los
mitos de la guerrilla
Por Max Boot
Para un estudiante de la historia militar, el aspecto más
asombroso de la actual coyuntura internacional es la ausencia de un conflicto
donde se enfrenten dos fuerzas armadas uniformadas. El último fue una breve
escaramuza entre Rusia y Georgia en 2008. En la actualidad, el fantasma de la
guerra convencional, que ha dominado la imaginación de Occidente desde los días
de los hoplitas griegos casi ha desaparecido.
El mundo, sin embargo, dista de haber
alcanzado la paz. Argelia combate a quienes secuestraron a un grupo de personas
en una planta gasífera. Francia lucha contra islamistas extremistas en Malí.
Israel enfrenta a Hamas. Estados Unidos y sus aliados combaten a los talibanes
en Afganistán, mientras que en Siria, el presidente Bashar Al-Assad pelea
contra los rebeldes que tratan de derrocarlo. Colombia sigue confrontando, y
negociando, con las Farc, al paso que México lucha contra las bandas de
narcotraficantes. Eso sin olvidar a los países africanos que pelean contra el
Ejército de Resistencia del Señor.
Son guerras sin frentes de batalla, sin
fechas de inicio ni fin claramente definidas. Son conflictos enredados y
sangrientos en los que los atacantes, a menudo sin uniformes, realizan
emboscadas y atacan a la población civil. Se trata, en suma, de guerras de
guerrillas y son mortales. Más de 60.000 personas han muerto desde 2011
solamente en Siria, según la Organización de Naciones Unidas. Casi 50.000 han
perecido en la guerra contra las drogas en México desde 2006. Las guerras
civiles africanas han cobrado cientos de miles de vidas. Los últimos 10 años
han sido testigo de atentados terroristas sin precedentes, desde los ataques
del 11 de septiembre hasta los bombardeos suicidas en Irak. Para entender la
realidad actual, hay que entender a las guerrillas y las organizaciones
terroristas que son sus parientes cercanos.
Fidel Castro da instrucciones de tiro en Sierra Maestra, Cuba.
Por desgracia, nuestra ignorancia sobre
la guerra de guerrillas es profunda, pese a que nos vemos enredados cada vez
más en esta clase de conflictos. Contrario a lo que muchos creen, ni el Che
Guevara, ni Mao Zedong inventaron la guerra de guerrillas y el terrorismo es
mucho más antiguo que los Juegos Olímpicos de Berlín en 1972. La insurgencia
tampoco es, como algunos han sugerido, un tipo de guerra "oriental",
algo que a los occidentales les cuesta entender.
Un examen del extenso historial de la
guerra de guerrillas no sólo desempolva numerosos personajes interesantes y
medio olvidados, sino que echa por tierra muchos mitos y nos permite abordar el
tema de seguridad más apremiante de nuestra época. A continuación, las
lecciones que debemos aprender, pero no hemos aprendido, de la historia de la
guerra de guerrillas.
1. La guerra de guerrillas no es nueva. La guerra tribal, en la que una fuerza guerrillera se
enfrentaba a otra, es tan antigua como la humanidad. Una nueva modalidad de la
guerra de guerrillas, en la que un grupo subversivo luchaba contra un ejército
convencional es solamente un poco más reciente: se originó en la Mesopotamia
hace 5.000 años. Denominar a la guerra de guerrillas "irregular" o
"no convencional" es entender el concepto al revés: es la norma del
conflicto armado.
Muchas de las actuales fronteras y
formas de gobierno en el mundo fueron determinadas por batallas entre ejércitos
y grupos insurgentes. El Reino Unido, por ejemplo, fue "unido" cuando
los ingleses derrotaron a movimientos guerrilleros escoceses e irlandeses centenarios.
El repliegue del imperio británico fue en parte el resultado de una resistencia
armada exitosa de grupos insurgentes, desde el Ejército Republicano Irlandés en
los años 20 hasta los sionistas en los años 40. Incluso antes, la guerra
librada por los colonos estadounidenses, algunos de los cuales peleaban como
guerrilleros, formaron EE.UU., que alcanzó sus actuales fronteras al librar una
guerra implacable contra los insurgentes indígenas del país.
Cuesta pensar en cualquier país en el
mundo que se haya salvado de los estragos provocados por la guerra de
guerrillas, al igual que cuesta pensar en cualquier organización militar que no
haya dedicado una parte considerable de su energía a combatir las guerrillas.
2. La lucha guerrillera es la forma de
conflicto universal elegida por los débiles, no una forma de guerra "del
oriente". Gracias en mayor parte al éxito
de los comunistas chinos y vietnamitas para tomar el poder en el siglo XX, hubo
una tendencia a presentar las tácticas guerrilleras como la expansión de Sun
Tzu y otros filósofos chinos que supuestamente se enfrentaron a las tácticas
convencionales adoptadas por próceres occidentales como Carl von Clausewitz.
En realidad, los antiguos ejércitos
chinos e indios eran tan enormes y convencionales en su orientación como las
legiones romanas. No fueron los chinos los que eran culturalmente proclives a
la guerrilla sino más bien sus enemigos nómadas.
Pero incluso poblaciones tribales como
la turca, árabe y mongola, quienes usaron tácticas de guerrilla en su ascenso al
poder, recurrieron a ejércitos convencionales para proteger los imperios que
tanto les costó ganar. Su experiencia sugiere que son pocos los que eligieron
la guerra de guerrillas de forma voluntaria. Es la táctica de última instancia
de aquellos que son demasiado débiles para crear ejércitos regulares. Asimismo,
el terrorismo es la táctica de última instancia para los que son demasiado
débiles para crear movimientos guerrilleros.
3. La guerra de guerrillas ha sido
tanto subestimada como sobreestimada. Antes de 1945, el
valor de las campañas guerrilleras en general era subestimado, lo que llevó al
desastre a oficiales demasiado confiados como George Armstrong Custer en su
batalla contra los indígenas estadounidenses en 1874. Debido a que los
irregulares se rehúsan a pelear cara a cara, no han recibido el respeto que
merecen, a pesar de su capacidad consistente, desde los asaltos bárbaros a
Roma, de humillar a los mayores imperios del mundo.
Desde 1945, la opinión ha ido demasiado
lejos al otro extremo al considerar que los movimientos guerrilleros son
invencibles. Esto se debe en mayor medida al éxito que disfrutaron un puñado de
rebeldes como Mao Zedong, Ho Chi Minh y Fidel Castro. Pero estos casos distraen
del ignominioso final que tuvieron la mayoría de los insurgentes.
En realidad, aunque las guerrillas a
menudo han podido luchar durante años y causar grandes pérdidas a sus enemigos,
rara vez han alcanzado sus objetivos. Los terroristas han sido aún menos
exitosos.
4. Los insurgentes han tenido más éxito
desde 1945, pero siguen perdiendo casi siempre. Según una base de datos que compilé, de 443 insurgencias desde
1775, los guerrilleros tuvieron éxito en 25,2% de las guerras concluidas
mientras que los ejércitos oficiales se impusieron en 63,8%. El resto fueron
empates.
Desde 1945, la tasa de victorias de los
subversivos ha de hecho subido, a 39,6%. Pero las campañas contrainsurgentes
vencieron en 51,1% de los casos. Como muchas empresas que empiezan, la mayoría
de las organizaciones guerrilleras fracasan.
5. El evento reciente más importante en
la guerra de guerrillas ha sido el ascenso de la opinión pública. ¿Por qué las
guerrillas se han vuelto más exitosas desde 1945? Gran parte de la explicación
se puede encontrar en el poder creciente de la opinión pública, impulsada por
la expansión de la democracia, la educación, la tecnología de comunicación,
medios masivos y organizaciones internacionales, todos los cuales han socavado
la voluntad de los estados para involucrarse en campañas de contrainsurgencia
prolongadas, en especial fuera de su propio territorio, y aumentado la
capacidad de los insurgentes para sobrevivir incluso después de sufrir reveses.
Un ejemplo ocurrió en la Guerra de
Vietnam, donde Estados Unidos fue vencido no porque fue superado en el campo de
batalla, sino porque la opinión pública se puso en contra del país. Lo mismo
casi ocurrió en Irak en 2007, y puede pasar en Afganistán.
Un miembro de las fuerzas insurgentes de Siria.
6. Pocas campañas de contrainsurgencia
han tenido éxito al causar terror en masa. Cuando
se enfrentan a enemigos escurridizos, los ejércitos a menudo han recurrido a
torturar sospechosos en busca de información, como hizo EE.UU. luego del 11 de
septiembre de 2001, y a tomar sangrientas represalias contra los civiles, como
están haciendo ahora las fuerzas de Bashar Al-Assad en Siria. Ese tipo de
estrategias ha funcionado de vez en cuando (a menudo cuando los rebeldes dejan
de recibir apoyo externo), pero con la misma frecuencia ha fracasado.
Incluso en el mundo antiguo, cuando no
había activistas de derechos humanos o canales de noticias por cable, los
imperios descubrieron que pacificar poblaciones inquietas a menudo involucraba
garrote y zanahoria. Hubo beneficios considerables de participar en la Pax
Romana, que ganó poblaciones al ofrecer "pan y circo", caminos,
acueductos y (lo más importante) seguridad frente a guerrillas y bandidos.
7. "Ganar corazones y mentes"
suele tener éxito como estrategia antiguerrilla, pero no es tan emotivo como se
suele suponer. El hecho de que EE.UU. y otros
estados democráticos no puedan ser tan brutales como regímenes dictatoriales —o
más bien, elijan no serlo— no significa que no puedan tener éxito en desactivar
insurgencias. Simplemente tienen que hacerlo con un estilo más humano. En Irak
en 2007-2008, el general David Petraeus mostró lo exitosa que
podía ser una estrategia "centrada en la población", al menos en
términos de seguridad reducidos, al enviar tropas a vivir en áreas urbanas y al
cortejar tribus sunitas.
El término mejor conocido para esta
estrategia es "ganar corazones y mentes", una frase popularizada por
el general británico Gerald Templer, quien salvó a Malaya de una insurgencia
comunista en la década de 1950. Pero el término es engañoso, ya que sugiere que
una campaña de contrainsurgencia intenta ganar un concurso de popularidad. En
realidad, el pueblo apoyará al gobierno sólo si es menos peligroso que apoyar a
la insurgencia. Por eso las políticas centradas en la población que son
exitosas buscan controlar a la gente con un despliegue de fuerzas de seguridad
las 24 horas del día, no para ganarse su amor y gratitud al entregar pelotas de
fútbol, insumos médicos u otros artículos.
8. La mayoría de las insurgencias son
duraderas, los intentos de ganar una victoria rápida podrían resultar
contraproducentes. La insurgencia promedio desde 1975 ha
durado siete años. La cifra es incluso mayor para movimientos subversivos
posteriores a 1945: casi 10 años. La duración de los conflictos de baja
intensidad podría ser un motivo de frustración para ambos lados, pero los
intentos de reducir el proceso normalmente provocan efectos indeseados. EE.UU.
intentó hacer precisamente eso en los primeros años de las guerras de Vietnam e
Irak usando su fuerza acostumbrada para cazar a los insurgentes y producir lo
que John Paul Vann, un asesor legendario en Vietnam, denominó como
"resultados superficiales y rápidos". Fue solo cuando EE.UU. abandonó
la esperanza de una victoria fugaz que comenzó a obtener resultados.
Una versión particularmente seductiva
de la estrategia de "victoria rápido" es intentar eliminar a los
líderes guerrilleros, como EE.UU. e Israel normalmente lo hacen con ataques
aéreos contra grupos como al Qaeda y Hamás. Estas estrategias a veces funcionan
Pero existe el mismo número de casos en
que los líderes fueron eliminados pero el movimiento prosiguió más fuerte que
nunca, como ocurrió con Hezbolá tras la pérdida de su secretario general en un
ataque aéreo israelí en 1992. La caza de los cabecillas tiene mayor eficacia
cuando se incorpora a un plan más amplio de ataque contra la insurgencia, con
el fin de separar a los insurgentes del resto de la población. Si se realizan
de forma aislada, estos ataques son prácticamente igual de eficaces que podar
el césped: la organización habitualmente se regenera.
9. La tecnología ha tenido
relativamente poca importancia en la guerra de guerrillas, aunque eso podría
cambiar. Todas las tácticas guerrilleras y
terroristas, desde secuestros de aviones y terroristas suicidas hasta el
secuestro y emboscadas en carreteras, están diseñadas a socavar las ventajas de
armamento de las fuerzas convencionales. En este tipo de guerra, la tecnología
vale menos que en los enfrentamientos tradicionales. Ni siquiera la posesión de
armas nucleares salvó a la Unión Soviética y a EE.UU. de sufrir derrotas
humillantes a manos de las guerrillas. Si la tecnología ha influido en los
conflictos de baja intensidad, ha ocurrido con mayor frecuencia en los
conflictos sin disparos.
No obstante, el papel de la tecnología
destructiva podría crecer en el futuro, si los insurgentes llegan a tener
acceso a armas químicas, biológicas o nucleares. Una célula terrorista del
tamaño de un pelotón podría contar con mayor capacidad destructiva que un
ejército entero de países sin armas nucleares como Brasil o Egipto. Las armas
cibernéticas también tienen la habilidad de causar estragos.
Este es un pensamiento aleccionador con
el que podemos concluir. Sugiere que en el futuro, la guerra de guerrillas
podría causar problemas incluso mayores que en el pasado para los líderes del
mundo. Y estos problemas han sido sustanciales, variados y duraderos.
—Boot es miembro del Consejo de
Relaciones Exteriores (Council on Foreign Relations) y autor del libro
'Invisible Armies: An Epic History of Guerrilla Warfare from Ancient Times to
the Present' (algo así como, Ejércitos invisibles: una historia épica de la
guerra de guerrillas desde la antigüedad hasta la actualidad), en el que se
basa este ensayo.