Por Dra. Margarita Mendoza Burgos

Es cierto que a todos nos gusta sentirnos escuchados, aceptados y que la gente está atenta a lo que publicamos.
Suena normal, un like es la prueba de ello en las redes. Lo buscan también las marcas, que pretenden sumar “likes" o "me gusta" como forma de obtener un número grande de personas, ya que esto representa que más gente vea su producto en un sitio o red.
Esto puede llevar a las empresas a utilizar sus servicios para promocionar productos en sus publicaciones, pagando bastante bien por lo mismo, llegándose a dar el caso de personas que viven de esto. Un ejemplo son los community managers o los influencers, oficios que antes no existían.
Pero cuando hablamos de personas particulares, esa obsesión tiene otra lectura y puede ser peligrosa. Se trata de gente que solamente busca ser aceptada para alimentar su ego. Representa eso, la necesidad de aprobación que cuando es excesiva indica una falta de autoestima y una falta de control de la frustración. No son capaces de aceptar que -al igual que en la vida real-, “no somos monedita de oro para caerle bien a todo el mundo”. Postear una foto en Facebook o Instagram es el primer paso, el siguiente es ir verificando periódicamente - en algunos casos cada tres minutos- la cantidad de “me gusta” en una competencia por popularidad que se vuelve insana. Lo mismo ocurre con los follows, o seguidores. El más cool es el que más seguidores tiene…
Además, muchos abusan de las redes para decir lo que desean sin pensarlo mucho e incluso dañando con sus comentarios, que muchas veces caen en la vulgaridad.
El problema es que la vida social moderna se trasladó, en gran parte, a las redes. Por supuesto que se hace más fácil la interacción, no debemos preocuparnos por tomar el teléfono o salir a la calle para hacerlo. Es más, no necesitamos ni arreglarnos, ni lavarnos los dientes… A menos que pretendamos tomarnos una foto y lucir radiante, aunque para eso hay filtros que corrigen arrugas, dan color y arreglan imperfecciones. Resultado final: una persona irreconocible.
Por otro lado, es más sencillo dejar la "conversación" cuando ya no queremos estar comunicándonos e incluso evitar a alguien que no queremos ver ni saber nada de ellos.
Mucho más difícil es ignorarlos en la calle.
El mundo virtual también facilita el hecho de pretender ser lo que no somos. Siempre tratamos de impresionar a los demás y que lo nuestro sea lo mejor. En las redes, es más difícil ser descubiertos, cuestionados o desenmascarados, lo que nos permite tener un mundo artificial paralelo. Nuestra vida es color de rosa y todo lo que nos pasa es lo mejor ante todos los demás porque nosotros mismos controlamos la publicación.
Claro, lo nuestro es importante y sobretodo para nosotros mismos sin importar nada ni nadie más. Pero atención, aquí aparece el monstrito verde de la envidia, que en las redes es más fácil de provocar y además si conocemos a las personas que se descubra nuestra realidad.
Y ni se diga cuando alguien postea algo y a cambio no recibe lo esperado: le siguen sentimientos de tristeza, depresión y aislamiento, un efecto que algunos psicólogos llaman "depresión Facebook". A menor madurez y baja autoestima, mayor será la necesidad de encontrar la aprobación del resto.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
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Titulaciones
en Psiquiatría General y Psicología Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y
Terapia de familia, obtenidas en la Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi
actividad profesional, desde 1,993, en El Salvador, se ha enfocado en dos
direcciones fundamentales: una es el ejercicio de la profesión en mi clínica
privada; y la segunda es la colaboración con los diferentes medios de
comunicación nacionales, y en ocasiones también internacionales, con objeto de
extender la conciencia de la necesidad de salud mental, y de apartarla de su
tradicional estigma.
Fui
la primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en
ejercer dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente
he colaborado también con otras instituciones en sus programas, entre ellas,
Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación, Hospital Benjamín Bloom, o
Universidad de El Salvador. He sido también acreditada por la embajada de
U.S.A. en El Salvador para la atención a su personal. Todo ello me hizo
acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento especial otorgado por la
Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la labor realizada en el
campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida, Estados Unidos, donde
compatibilizo mi actividad profesional con otras actividades.
La
tecnología actual me ha permitido establecer métodos como video conferencia y
teleconferencia, doy consulta a distancia a pacientes en diferentes partes del
mundo, lo cual brinda la comodidad para mantener su terapia
regularmente aunque esté de viaje. De igual manera permite a aquellos pacientes
que viven en ciudades donde los servicios de terapeuta son demasiado altos
acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de absoluta privacidad.
Trato
de orientar cada vez más mi profesión hacia la prevención, y dentro de ello, a
la asesoría sobre relaciones familiares y dirección y educación de los hijos,
porque después de tantos años de experiencia profesional estoy cada vez más
convencida de que el desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su
vida está muy fuertemente condicionado por la educación que recibió y el
ambiente que vivió en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo
adulto o se independizó, e incluso después.