Pese a todo lo
comentado en anteriores blogs, la razón principal por la que no son muchas las
familias que llegan a constituirse formal, estructurada y funcionalmente sigue
siendo la misma que ha sido tradicionalmente, y es la precocidad y la
irracionalidad con que sucede la maternidad. Es demasiado común que este inicio
suceda en la adolescencia, cuando, normalmente, no hay ninguna preparación para
construir una familia, ni siquiera para ejercer la maternidad con seriedad y
responsabilidad.
Es demasiado
común también que dicha maternidad se ejerza en soledad o con ayuda de algún
familiar, pero sin la presencia ni la ayuda de un padre responsable. Y es
demasiado común también que esta situación no sea una circunstancia accidental,
sino que se repita una segunda vez, una tercera… con hombres diferentes, de
modo que cuando la mujer llega a los veintitantos años, y debería ir alcanzando
la madurez suficiente para iniciar una familia estructurada, en realidad lleva
ya consigo una familia, a veces incluso numerosa, que ha ido creciendo sin la
más mínima planificación ni estructura.
Aún así,
frecuentemente la mujer conserva la ilusión y la esperanza de encontrar un
hombre que “la honre”, pero en esas condiciones, el que aparezca un hombre
dispuesto a hacerse cargo de la situación, a dar estructura y hacer que
funcione la familia, es una posibilidad bastante lejana. Y lo peor es que la
mujer, en su ilusión y deseo de que eso suceda, creerá ver a ese príncipe azul
en cualquier hombre que se acerque a ella. La consecuencia probable de ello es
que sufrirá un nuevo desengaño, y una nueva maternidad… y de nuevo sola.
En definitiva,
lo que en el fondo desearían y sería conveniente para el desarrollo de los
hijos, termina convirtiéndose poco menos que en un imposible porque en
principio se toman decisiones equivocadas, y posteriormente se siguen tomando
decisiones equivocadas creyendo, o queriendo creer que se toma una decisión
correcta. ¿Y por qué se toman tantas decisiones equivocadas y pareciera que
nunca se aprende? Este es un tema bastante complejo de analizar. Las primeras
decisiones equivocadas, en la adolescencia, suelen suceder como consecuencia de
falta de educación, particularmente educación de la sexualidad, unida
frecuentemente a la circunstancia de que a esa edad ya ha abandonado la
escuela, o bien no ven futuro ni estímulo en la escuela ni en nada en
particular, perdiendo el sentido a la vida demasiado temprano, y viendo la
maternidad como una salida para llenar ese vacío.
¿Y cuál es la
causa de esa falta de educación y de estímulo vital? Normalmente es la ausencia
de padres, o padres que son capaces de ejercer como tales. Ellos, porque muchas
veces no existen o no están; otras veces porque están, pero su labor es
nefasta, o, lo que es peor, son abusadores de sus hijas o hijastras. Las madres
porque no están capacitadas para ejercer una adecuada labor educadora, o
porque, aunque están ahí, a penas pueden pasar tiempo con sus hijas por tener
que pasar demasiado tiempo ausentes para poder mantenerlas, porque, a su vez,
ellas probablemente también fueron protagonistas de la misma historia quince o
veinte años antes. Como vemos, se trata de condiciones auto repetitivas en sí
mismas, generación tras generación.
Después
que haber tomado las primeras decisiones equivocadas, las demás decisiones
equivocadas que siguen tomando muchas mujeres en esa dinámica de maternidad
repetitiva desestructurada tienen en alguna medida también las mismas causas de
falta de otro aliciente vital, y, en gran medida, lo ya comentado
anteriormente, son consecuencia de la ilusión o la esperanza de encontrar al hombre
que se haga cargo de la situación, y que termina en desengaño.
Otras veces
también la mujer pretende, mediante ello, asegurarse una pensión alimenticia. A
fin de cuentas, la cultura machista enseña a los hombres a ser cazadores, y las
mujeres saben bien cuál es el cebo. Todo ello hace que la nueva generación crezca
falta de apoyo, de estímulo y de oportunidades educativas y de todo tipo, con
lo que el patrón tenderá a repetirse en la siguiente generación. Por eso es que
nuestros países siempre parecen estar estancados, ni para atrás ni para
adelante; inmersos en el mundo occidental, mirando de cerca a los países del
primer mundo, pero permanentemente anclados en el tercero.
Acerca de la Dra. Mendoza Burgos
Titulaciones en Psiquiatría General y Psicología
Médica, Psiquiatría infantojuvenil, y Terapia de familia, obtenidas en la
Universidad Complutense de Madrid, España.
Mi actividad profesional, desde 1,993, en El
Salvador, se ha enfocado en dos direcciones fundamentales: una es el ejercicio
de la profesión en mi clínica privada; y la segunda es la colaboración con los
diferentes medios de comunicación nacionales, y en ocasiones también
internacionales, con objeto de extender la conciencia de la necesidad de salud
mental, y de apartarla de su tradicional estigma.
Fui la
primera Psiquiatra infanto-juvenil y Terapeuta familiar acreditada en ejercer
dichas especialidades en El Salvador.
Ocasionalmente he colaborado también con otras instituciones
en sus programas, entre ellas, Ayúdame a Vivir, Ministerio de Educación,
Hospital Benjamín Bloom, o Universidad de El Salvador. He sido también
acreditada por la embajada de U.S.A. en El Salvador para la atención a su
personal. Todo ello me hizo acreedora en 2007, de un Diploma de reconocimiento
especial otorgado por la Honorable Asamblea Legislativa de El Salvador, por la
labor realizada en el campo de la salud mental. Desde 2008 resido en Florida,
Estados Unidos, donde compatibilizo mi actividad profesional con otras
actividades.
La tecnología actual me ha permitido establecer
métodos como video conferencia y teleconferencia, doy consulta a distancia a
pacientes en diferentes partes del mundo, lo cual brinda la comodidad
para mantener su terapia regularmente aunque esté de viaje. De igual manera
permite a aquellos pacientes que viven en ciudades donde los servicios de
terapeuta son demasiado altos acceder a ellos. Todo dentro de un ambiente de
absoluta privacidad.
Trato de orientar cada vez más mi profesión hacia la
prevención, y dentro de ello, a la asesoría sobre relaciones familiares y
dirección y educación de los hijos, porque después de tantos años de
experiencia profesional estoy cada vez más convencida de que el
desenvolvimiento que cada persona tiene a lo largo de su vida está muy
fuertemente condicionado por la educación que recibió y el ambiente que vivió
en su familia de origen, desde que nació, hasta que se hizo adulto o se
independizó, e incluso después.
Estoy absolutamente convencida del rol
fundamental que juega la familia en lo que cada persona es o va a ser en el
futuro.
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